Eterno Retorno

Saturday, January 13, 2007

Kafka en la orilla
Haruki Murakami
TusQuets


Ante un librazo semejante, se vale adjetivar y hasta en superlativo. Dejémonos de rodeos e interpretaciones: Kafka en la orilla es simplemente buenísimo. Así de simple dejamos la definición, pues es de esos raros libros por los que meto las manos al fuego y apuesto triple contra sencillo a que a usted le gustará. Sí, aquí se trata de reseñar con mínima objetividad y no de promover tan descaradamente, pero después de una lectura tan agradable me parece un acto de egoísmo no compartir con usted la emoción. De entrada, el título puede acarrear consigo una falsa idea de densidad extrema. Un libro gordo y con el nombre de Kafka puede evocar escarabajos en la cama, laberintos burocráticos, condenas sin delito y castillos pesadillescos. Pero no, no estamos para nada ante un libro kafkiano y si hay alguna dosis del narrador de Praga, está totalmente impregnada del inconfundible sello Murakami. Aunque es obsesivamente fiel a la marca registrada de su estilo narrativo, el japonés rompe sus propios límites en esta nueva obra y apuesta por una fantasía que irrumpe así, de golpe y sin pedir permiso, tan de repente, que uno acaba por tomarse lo imposible como ordinario. ¿Gatos que hablan? ¿Tormentas de peces? ¿Un Joven Llamado Cuervo? ¿Una flauta elaborada con almas felinas? Muchísima fantasía que entra en la lectura como cuchillo en mantequilla. Y claro, también los inconfundibles personajes marca Murakami. Si usted ha leído obras anteriores de este cada vez más popular autor, encontrará muy familiares a los seres que pueblan las páginas de este libro, empezando por el personaje principal, el adolescente Kafka Tamura, que narra en primera persona y en presente perfecto su huída del hogar paterno a los 15 años de edad. Y por supuesto, tratándose de este autor, no pueden faltar las mujeres enigmáticas.Al igual que las chicas Almodóvar, a las chicas Murakami les suele faltar un tornillo. Si algo destaca en todos los libros de Murakami como Tokio Blues y Sputnik mi amor, son sus personajes femeninos. Mujeres enigmáticas, huidizas, tocadas y acaso por todo ello adorables. Kafka en la orilla no es la excepción, aunque el peso de la historia no recae, como en anteriores obras, en los misterios femeninos.
A cambio, Murakami ha creado un personaje inolvidable, de esos que hacen historia y crean culto: Nakata, el señor que habla con los gatos y que siendo niño, en una bélica tarde de 1944, borró para siempre su disco duro mental.
Valiéndose del cada vez más recurrido estilo de alternar historias aparentemente inconexas, Murakami dedica los capítulos nones a la narración en primera persona de Kafka Tamura y los capítulos pares a la historia de Nakata, en donde lo mismo se vale de informes, entrevistas, testimonios y la infalible narración en tercera persona en la que incurre el propio Nakata para hablar de sí mismo.
El hilo conductor es Kafka Tamura y la historia arranca cuando el día de su cumpleaños número 15 roba dinero de la caja fuerte de su padre y escapa de su casa, perseguido por una profecía y aconsejado por un Joven Llamado Cuervo. Mucho misterio y una atmósfera que coquetea con lo fantástico rodea a Kafka en su huída, pero es hasta la irrupción de Nakata cuando, sin darnos cuenta, nos vamos sumergiendo en un universo alucinante que en un abrir y cerrar de ojos se encarga de atraparnos y acaso para siempre, pues este es un libro que marca y amenaza con perpetuarse como objeto sagrado en el altar del buró.

Wednesday, January 10, 2007

Una semana se han pasado los militares en Tijuana y yo ya me acostumbré a ellos. Todos los días debo pasar dos retenes. Uno se ubica en la entrada a Playas de Tijuana y otro en la caseta de cobro de la Carretera Escénica. El tráfico es lento, pero tampoco llega al nivel de lo insoportable, pues un viernes se puente gringo sigue siendo peor. Los soldados se aburren espantosamente y no parece importarles ser tan predecibles. Ya me se sus horarios de cena y desayuno e incluso me he familiarizado con las caras de algunos de ellos. Al paso que vamos acabaremos invitándonos a tomar una cerveza. Los tipos son amables pero la amabilidad no quita lo burocrático. Sus revisiones son mecánicas, rutinarias, desganadas. Mucha expectativa, record de apariciones de mi voz en cadena nacional, demasiado ruido y pocas, poquísimas nueces.

La prensa nacional está emocionada con el Operativo Tijuana. Desde la detención del Tigrillo no nos daban tanto espacio en los medios de la Gran Tenochtitlán. Vaya, con decirles que hasta El País de España nos dedicó un amplio artículo. Por supuesto se refiere a Tijuana como la ciudad más violenta de México, ubicada en la lejana Frontera Norte, cuyas calles están tomadas por bandas de polleros, narcotraficantes y secuestradores que desafían al Gobierno Mexicano. Y miren que El País es un medio serio. Sobra decir que para los medios gabachos, seguimos siendo el pueblo del Mariachi de Robert Rodríguez.

Los medios chilangos se aferran a realimentar su leyenda tijuanera. El pueblo sin ley, entre siniestro y surrealista, en donde reina el plomo como en el Viejo Oeste. Tijuana como una suerte de Berlín de posguerra o una franja de Gaza. En mis cada vez más constantes intervenciones en cadena nacional me esfuerzo por mostrar una imagen moderada de nuestra ciudad, aunque lo que vende para que seas tomado en cuenta allá en Tenochtitlán suele ser el plomo y la sangre.

Esta mañana Javier Solórzano me preguntaba al aire si mi vida como ciudadano tijuanense ha cambiado mucho. Le dije que fuera del tedio generado por el par de retenes que me tengo que chutar cada día, todo sigue tan normalito como siempre. Siempre he aborrecido la promoción turística de la bella Tijuana marca José Galicot, una Tijuana tan falsa como ridícula, pero tampoco puedo echarle leña al fuego con cuentitos vaqueros que matan en spanglish e historias de Panchos Villa posmodernos.

Y es que, aunque usted no lo crea, la vida por estos rumbos puede ser bastante apacible. Tijuana Make´s Me Happy.

Este día empieza la segunda semana de trabajo del Operativo Tijuana y las opiniones de los tijuanenses en torno a su eficacia están divididas.
Los que desean ser optimistas y ver el vaso medio lleno, piensan que la presencia de los soldados está dando resultados. Mal que bien, en lo que va del 2007 no se han visto secuestros a plena luz del día ni fuegos cruzados en avenidas transitadas o restaurantes, lo cual ya es ganancia. Los retenes militares han inhibido a los mañosos, la ciudad está más o menos apaciguada y el desarme de los policías no ha perjudicado en lo más mínimo. Lo mejor, dicen los optimistas, está por venir y sin duda van a rodar cabezas grandes, pues esto apenas comienza.
Pero claro, también hay quienes ven el vaso medio vacío. Aunque el centro del operativo es Tijuana, paradójicamente los mayores golpes se han dado en Mexicali y no queda claro si el gol se le puede dar al operativo. El saldo de los retenes en calles tijuanenses es bastante magro. 57 dosis de droga que suman un valor de a lo mucho 16 mil pesos es una bicoca que se puede levantar en cualquier redada de la Municipal en un barrio.
Y aunque el procurador Eduardo Medina Mora ya anticipó que el operativo no va por grandes tiburones, podría por lo menos reventar unas cuantas tienditas o picaderos. Los retenes son previsibles, fácilmente evitables y la gente ya hasta se sabe los horarios en que los soldados cenan y desayunan. Pero hasta con el vaso tirándole a vacío, vale la pena seguirle dando el beneficio de la duda, aunque cada vez sean más las dudas que las certezas.

No habrá tiburones en las redes aunque confío en que no sean tan miserables los charalitos. No habrá grandes goles, pero cuando llevan un año goleándote, el cero- cero puede saber a gloria y Tijuana llevaba un par de años siendo goleada una y otra vez por la maña.

En Colombia se reirían de nuestros traumas con los uniformes militares. Colombia hace un buen rato que está militarizada y en los más exclusivos centros comerciales de Bogotá y Medellín hasta las mujeres se han acostumbrado a que los soldados esculquen sus bolsos. Es parte de su vida cotidiana y acaso llegue a ser parte de la nuestra. No tengo inconveniente. Cuestión de acostumbrarse.