Con los periódicos incrementos al precio de la gasolina transformados en un ritual de lo habitual en nuestra vida cotidiana, los mexicanos celebramos este 18 de marzo que el Petróleo es nuestro y de nadie más. El oro negro nos pertenece, podemos gritar henchidos de fervor patriotero, aunque debamos pagar por él un precio de diamante y llenar el tanque de un automóvil se convierta en un lujo impagable para una familia mexicana promedio. Festejar la expropiación petrolera tiene sentido si tomamos en cuenta el complicado entorno geopolítico que enfrentó Lázaro Cárdenas en 1938, cuando el petróleo mexicano era objeto del deseo de un mundo donde se intuían tambores de guerra. La expropiación tuvo sentido en el 38 porque las multinacionales petroleras se dedicaron a saquear el subsuelo mexicano a cambio de migajas y hasta el más encarnizado capitalista debe reconocer el patriotismo de “Tata” Lázaro. Lo que habría que preguntarnos, es si el “petronacionalismo” sigue teniendo sentido en 2011. No se trata de sumarse a las voces de los adoradores del libre mercado y clamar por la inmediata inmolación de esa bestia llamada Pemex en el altar de sacrificios del mundo global. Al respecto, valdría la pena decir que entre un nacionalismo férreo o una apertura total, se puede optar por una posición intermedia y vernos en el espejo del sistema mixto de la brasileña Petrobrás o la venezolana Pedevesa, que con todo y Hugo Chávez, es más flexible que Pemex. El problema es que ese no es el foco el debate. El fondo de la cuestión no es si la gasolina es un asunto de soberanía nacional. El verdadero fondo es dejar atrás la dependencia del petróleo. El Siglo XX hubiera sido inconcebible sin petróleo, cierto, pero en el Siglo XXI debemos empezar a aprender a prescindir de él, pues no es eterno y es cada vez más caro. No es un asunto de nacionalismo, sino de empezar a pensar en si hay otra alternativa de vida más allá de nuestro esclavizante automóvil y darnos cuenta que la verdadera liberación, consiste en dejar de destinar buena parte de nuestros ingresos en llenar un tanque de gasolina cada vez más cara. Se lo juro, la vida es posible sin automóvil. Hoy, cumplo una semana sin encender mi carro. Muchas Gracias. Feliz fin de semana. DSB
Saturday, March 19, 2011
Con los periódicos incrementos al precio de la gasolina transformados en un ritual de lo habitual en nuestra vida cotidiana, los mexicanos celebramos este 18 de marzo que el Petróleo es nuestro y de nadie más. El oro negro nos pertenece, podemos gritar henchidos de fervor patriotero, aunque debamos pagar por él un precio de diamante y llenar el tanque de un automóvil se convierta en un lujo impagable para una familia mexicana promedio. Festejar la expropiación petrolera tiene sentido si tomamos en cuenta el complicado entorno geopolítico que enfrentó Lázaro Cárdenas en 1938, cuando el petróleo mexicano era objeto del deseo de un mundo donde se intuían tambores de guerra. La expropiación tuvo sentido en el 38 porque las multinacionales petroleras se dedicaron a saquear el subsuelo mexicano a cambio de migajas y hasta el más encarnizado capitalista debe reconocer el patriotismo de “Tata” Lázaro. Lo que habría que preguntarnos, es si el “petronacionalismo” sigue teniendo sentido en 2011. No se trata de sumarse a las voces de los adoradores del libre mercado y clamar por la inmediata inmolación de esa bestia llamada Pemex en el altar de sacrificios del mundo global. Al respecto, valdría la pena decir que entre un nacionalismo férreo o una apertura total, se puede optar por una posición intermedia y vernos en el espejo del sistema mixto de la brasileña Petrobrás o la venezolana Pedevesa, que con todo y Hugo Chávez, es más flexible que Pemex. El problema es que ese no es el foco el debate. El fondo de la cuestión no es si la gasolina es un asunto de soberanía nacional. El verdadero fondo es dejar atrás la dependencia del petróleo. El Siglo XX hubiera sido inconcebible sin petróleo, cierto, pero en el Siglo XXI debemos empezar a aprender a prescindir de él, pues no es eterno y es cada vez más caro. No es un asunto de nacionalismo, sino de empezar a pensar en si hay otra alternativa de vida más allá de nuestro esclavizante automóvil y darnos cuenta que la verdadera liberación, consiste en dejar de destinar buena parte de nuestros ingresos en llenar un tanque de gasolina cada vez más cara. Se lo juro, la vida es posible sin automóvil. Hoy, cumplo una semana sin encender mi carro. Muchas Gracias. Feliz fin de semana. DSB
Monday, March 14, 2011
Biblioteca Bartleby
Si la Biblioteca de Alejandría pudo presumir albergar todo el saber escrito del mundo antiguo, imaginemos por un momento la Biblioteca Bartleby, que contiene todo aquello que fue escrito pero jamás publicado, una gigantesca acumulación de manuscritos y borradores que jamás vieron la luz, papeles interrumpidos, obras inacabadas. Más dramático es imaginar la biblioteca que contuviera las obras nonatas que ni siquiera llegaron a transformarse en el embrión de un borrador, novelas o cuentos concebidos en la imaginación que ni siquiera alcanzaron a materializarse en palabra escrita. ¿Se imaginan de qué tamaño sería esa biblioteca? Mucho mayor que la de Alejandría. Cierto, es imposible no ceder a la tentación de imaginar que en la Biblioteca Bartleby de los libros nonatos yace una ignota Divina Comedia o un Fausto sin lector. La idea nos da para fantasear un rato.
Fragmentada
La lectura se vuelve cada vez más fragmentaria y fugaz, como si las palabras estuvieran condenadas a ser un simple pie de foto, un auxiliar para poder marcar o identificar lo que las imágenes nos intentan decir. La mentirosísima expresión “una imagen vale más que mil palabras” ejerce con despotismo su tiranía. Escribir un texto demasiado largo se vuelve un crimen en la era de internet. No dudo Los Miserables de Víctor Hugo se pueda leer en un kindle sin que le falte un punto y una coma. Lo que me genera serias dudas es si alguien se ha tomado el tiempo de leer un texto de ese tamaño a través de una pantalla. Aún así, los amantes de Sunset Park siguen leyendo sin saber si representan una de las últimas imágenes del lector tradicional dentro de una novela.
El lenguaje se reduce al mínimo posible, un acribillar compulsivo de monosílabos donde las letras son suplidas por caritas felices y dibujitos diversos que expresan emociones. Cierto, en apariencia el lenguaje escrito es la base de internet, pero el Homo videns sartoriano gana terreno rápidamente. La consigna en la prensa on line es la brevedad extrema en lo que se refiere a texto y la abundancia de videos e imágenes. Una brevedad asociada al “surfeo” compulsivo, al cambio casi inmediato de página, a la total ausencia de profundidad y concentración, triste marca de nuestro tiempo.
Sunday, March 13, 2011
No sabes lo que quieres y aunque le grites al mundo (como en la canción de los Pistols) que sabes cómo conseguirlo, la verdad es que tampoco tienes puta idea.
El sentido de la frase no lo acabas de entender, pero te parece lo suficientemente ambigua, arrogante y provocadora como para jugar con ella y transformarla en algo parecido a tu lema de vida: “No sé lo que quiero, pero sé cómo conseguirlo”, sueles eructar a la menor provocación y la gente se te queda mirando con cara de circunstancias (por cierto: ¿sabes cómo es exactamente una cara de circunstancias?)
En realidad sí sabes lo que quieres o por lo menos tienes, de vez en cuando, una noción más o menos clara de ello. El problema es que, aunque no te guste aceptarlo, casi nunca sabes cómo conseguirlo.