Cada vez me queda más claro que desempeño un oficio en franco e inevitable proceso de extinción. Tal vez yo no esté vivo para presenciarlo, pero se que el periodismo escrito, al menos como hoy lo conocemos, acabará por perecer. Los diarios poco a poco nos iremos transformando en una antigüedad, hasta que seremos simple recuerdo, curiosidad y evocación de una época romántica perdida para siempre
En el muy improbable caso de que yo tenga descendencia, imagino a mis bisnietos hablando de su bisabuelo que vivió a finales del Siglo XX y a principios del XXI y que se dedicaba al periodismo. Imagínate, se pasaba la vida escribiendo cosas para un papel que salía todos los días y era vendido en la calle. Hablarán de mi oficio como yo hablo hoy de algún antepasado que laboraba de carbonero en un tren o como telegrafista o como sereno o farolero de un barrio. Dice el New York Times que su última edición impresa saldará en el año 2018. No se si creerles, pero años más, años menos, acabaremos por extinguirnos sepultados bajo las ruinas de una sociedad que se muere de aburrimiento.
Después de mucho tiempo, vuelvo a leer a mi colega o ex colega de oficio Burgues, que por fortuna decidió resucitar su blog. Pensé que había dejado de escribir para siempre y es por ello que celebro el reencontrarlo en la blogósfera, escribiendo ahora desde su autoexilio texano. Comprendo perfectamente los dilemas del clima. Fue precisamente por el espantoso clima regio, que es el mismo de Texas, por lo que me autoexilié de Monterrey para vivir en una ciudad, que a mi juicio tiene el clima perfecto como es Tijuana. Sin embargo, más allá de eso, lo que llama la atención de leer las crónicas de Burgués, es el hecho de leer la historia de alguien que después de muchos años ha dejado el periodismo. No me imagino lo que ha de sentirse, después de tantas tardes tundiendo tecla. Debe ser una sensación de lo más extraña. Por lo demás, rescato algo por demás interesante y que me dio mucha risa, pues a mi me ha pasado a menudo y tiene que ver con el poder conspirativo que a menudo quieren adjudicarnos a quienes a esto nos dedicamos.
Y es que sepan ustedes que a menudo los políticos imaginan oscuras conspiraciones en las redacciones, en donde movidos por sucios e inconfesables intereses, los periodistas maquinamos suprimir la elocuente e inmortal frase de un funcionario cuando lo único que sucedió es que tenías un espacio para 200 míseras palabras en donde tenías que empaquetar otros mil detalles o simplemente entró un anuncio o una esquela de última hora y a volar con la nota. El 95% de los peores y más críticos dilemas que enfrenta cada tarde un editor nada tienen que ver con ideologías o preferencias políticas, ni con filias ni con fobias. Los verdaderos dilemas de un editor tienen que ver con cabezas que no cuadran en el espacio, con anuncios vendidos o cancelados de última hora, con falta o exceso de páginas limpias, con diseñadores que se largan a comer y se avientan una sobremesa de tres horas, con fotos de archivo que no aparecen, con reporteros lentos o platicadores que no entregan a tiempo. ¿El PRI y el PAN? Por favor, a la hora del cierre valen lo mismo: Tres caracteres cada uno.
En el muy improbable caso de que yo tenga descendencia, imagino a mis bisnietos hablando de su bisabuelo que vivió a finales del Siglo XX y a principios del XXI y que se dedicaba al periodismo. Imagínate, se pasaba la vida escribiendo cosas para un papel que salía todos los días y era vendido en la calle. Hablarán de mi oficio como yo hablo hoy de algún antepasado que laboraba de carbonero en un tren o como telegrafista o como sereno o farolero de un barrio. Dice el New York Times que su última edición impresa saldará en el año 2018. No se si creerles, pero años más, años menos, acabaremos por extinguirnos sepultados bajo las ruinas de una sociedad que se muere de aburrimiento.
Después de mucho tiempo, vuelvo a leer a mi colega o ex colega de oficio Burgues, que por fortuna decidió resucitar su blog. Pensé que había dejado de escribir para siempre y es por ello que celebro el reencontrarlo en la blogósfera, escribiendo ahora desde su autoexilio texano. Comprendo perfectamente los dilemas del clima. Fue precisamente por el espantoso clima regio, que es el mismo de Texas, por lo que me autoexilié de Monterrey para vivir en una ciudad, que a mi juicio tiene el clima perfecto como es Tijuana. Sin embargo, más allá de eso, lo que llama la atención de leer las crónicas de Burgués, es el hecho de leer la historia de alguien que después de muchos años ha dejado el periodismo. No me imagino lo que ha de sentirse, después de tantas tardes tundiendo tecla. Debe ser una sensación de lo más extraña. Por lo demás, rescato algo por demás interesante y que me dio mucha risa, pues a mi me ha pasado a menudo y tiene que ver con el poder conspirativo que a menudo quieren adjudicarnos a quienes a esto nos dedicamos.
Y es que sepan ustedes que a menudo los políticos imaginan oscuras conspiraciones en las redacciones, en donde movidos por sucios e inconfesables intereses, los periodistas maquinamos suprimir la elocuente e inmortal frase de un funcionario cuando lo único que sucedió es que tenías un espacio para 200 míseras palabras en donde tenías que empaquetar otros mil detalles o simplemente entró un anuncio o una esquela de última hora y a volar con la nota. El 95% de los peores y más críticos dilemas que enfrenta cada tarde un editor nada tienen que ver con ideologías o preferencias políticas, ni con filias ni con fobias. Los verdaderos dilemas de un editor tienen que ver con cabezas que no cuadran en el espacio, con anuncios vendidos o cancelados de última hora, con falta o exceso de páginas limpias, con diseñadores que se largan a comer y se avientan una sobremesa de tres horas, con fotos de archivo que no aparecen, con reporteros lentos o platicadores que no entregan a tiempo. ¿El PRI y el PAN? Por favor, a la hora del cierre valen lo mismo: Tres caracteres cada uno.