Eterno Retorno

Wednesday, October 31, 2018

Zipizapes de zurdos y fachos

“Y si vas a la derecha y cambias hacia la izquierda, adelante”, canta Charly García en Raros peinados nuevos. Más allá de estos compulsivos, convenencieros y risibles cambios de dirección tan de moda en los últimos tiempos, es válido preguntarse por la vigencia del término izquierdista o derechista. La versión más cacareada ubica el origen de estos términos en la Revolución Francesa. Semanas después de la toma de la Bastilla, en el verano de 1789, se convocó a una Asamblea Nacional en Versalles en donde los partidarios del rey y la monarquía absoluta se sentaron a la derecha del salón y los partidarios del constitucionalismo parlamentario se situaron a la izquierda. Desde entonces se ha formado un cliché que en pleno otoño de 2018 vuelve a estar de moda. En el costal de la izquierda va el liberal, el revolucionario, el laicista, el populista y el defensor de las masas, mientras que en el costal de la derecha va el conservador, el militarista y el defensor de las cúpulas empresariales y el alto clero. ¿Siguen siendo válidos estos estereotipos? Mi manera de pensar y mi posición respecto a ciertos debates de interés nacional y mundial me sitúan en ambos costales. Por lo que se refiere a credos y libertades individuales, estoy situado en el costal de lo que se estereotipa como izquierda. La bandera de vida que con mayor vehemencia he defendido a lo largo de los años es el laicismo. Me proclamo ateo y creo por sobre todas las cosas en el estado laico. Mi naturaleza es y ha sido desde la adolescencia combatir toda forma de mojigatería y fanatismo religioso. Soy un defensor a ultranza de las libertades individuales y la diversidad. Apoyo el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo, la promoción del respeto a las preferencias sexuales desde la educación básica. Apoyo también la legalización de las drogas y la inclusión de una política migratoria abierta. Sin embargo, por lo que se refiere a política económica estoy situado en el costal en donde empaquetan a la derecha. Creo en la libre empresa y aplaudo al emprendedor. Pese a sus errores y abusos, creo que el liberalismo económico y la apertura de mercados han traído más prosperidad y desarrollo al mundo que el control estatista de las finanzas, el asistencialismo y los subsidios. Al menos en Latinoamérica no ha habido un solo experimento populista que se demuestre exitoso y más temprano que tarde fracasan. Por lo que se refiere a política de seguridad también me sitúo en el lado derecho, pues creo que en situaciones de infestación criminal como la que vivimos, la respuesta inmediata debe ser combatir a la delincuencia con las fuerzas armadas, sin menoscabo de impulsar políticas preventivas a mediano y largo plazo que ataquen el problema de raíz. Para México sueño con suerte de socialdemocracia parlamentaria, con un sólido empoderamiento ciudadano, un debilitamiento de la figura presidencial y un esquema de “más sociedad- menos gobierno”, pero aquí sucederá todo lo contrario. Me asquea el culto a la personalidad, el autoritarismo, el fanatismo y el estilo vertical de liderazgo. Si tuviera que definirme políticamente en una sola palabra diré que ante todo soy liberal, pero hoy se viven tiempos oscuros para el liberalismo.

\Los cetáceos volvieron. ¿Algún día se fueron sus colas y sus aletas de la oceánica tempestad de mi subconsciente? Un compinche delfín casi terrestre, las infaltables orcas y alguna leviatánica criatura, a medio camino entre una mórbida vaquita marina zombidificada y un Behemot representado como un hipopótamo del Acheron. Acaso toda esa cofradía de mamíferos marinos languidezca en yermo lecho del Río Santa Catarina, bajo el puente Miravalle. Ballenas azules envueltas en un torrente de guijarro y huizache, una sábana de aletas siempre en fuga, un alba desangrada en el vasto mar de la pedrera. La arena de mis neuronas yace empapada por un océano de fauces, abismos y chingaderas por el estilo.

Tuesday, October 30, 2018

Arranque de un cuentito estancado...

¿Qué es más difícil: Sostener con pulso perfecto una charola o empuñar un arma sin rastro de la traidora temblorina que delata a los novatos? Para mi mano izquierda es indistinto. Puedo cargar cinco platos ardientes y servir el vino con la misma serenidad con la que disparo la carga completa de mi Beretta. La botella y la fusca son extensiones de mi brazo. En mi trabajo brillan por su ausencia los derrames y el cochinero. Pulcritud es mi firma. A mis 66 años atiendo una mesa y abro fuego con la columna vertebral siempre erguida, derechita, sin jorobas ni desgarbadas poses huevonas. Privilegios de la vieja escuela donde la fina estampa aún cuenta. Jodidos los guandajones y los marranos que degradan la profesión y la convierten en una chambita de muertos de hambre. Yo soy pura esencia de antes y eso se nota a la hora de firmar mi trabajo. Me llamo Edelmiro Espárrago y soy ante todo un capitán. Capitaneo un equipo de 18 meseros en el restaurante más célebre de Tijuana como en su momento capitaneé escuadrones de exterminio. A muchísimos personajes célebres les he traído las mejores cenas de sus vidas, pero a otros tantos les he traído la dosis de plomo estrictamente necesaria para apagar la luz. Nunca más de dos balas, pues la austeridad y el ahorro son parte esencial de mi firma. Asco me dan esos morritos manguerosos que se hacen llamar sicarios y dejan un cagadero de casquillos percutidos regados por la calle, descargando kilos de metal para despachar a un pobre cabrón. A mí me basta un proyectil bien colocadito en el cerebro. No se necesita más. Nunca me ha gustado eso de dejar cuerpos como coladeras. Ante mis ojos, un guiñapo sanguinolento es señal de labor puerca y atrabancada. Nada tan lindo como un solo hoyito rojo en el mero centro de la frente.

Monday, October 29, 2018

Nuestra regresiva América y sus caudillos

Más allá de anacrónicos y difusos conceptos de derecha e izquierda, la triste coincidencia de nuestra regresiva América es que en Brasil, en Estados Unidos y en México los grandes perdedores hemos sido los liberales. Ya sé que me van a decir que Bolsonaro y Trump son de derecha y López de izquierda. La verdad yo no estoy tan seguro. Entre los tres encuentro muchas más coincidencias que contrastes. Lo que yo veo es a tres caudillos autoritarios, paranoicos e intolerantes, enemigos de la pluralidad y la horizontalidad en el ejercicio del poder, con delirantes afanes mesiánicos, creyéndose los tres abanderados de una ridícula misión histórica y divina. Los tres son conservadores, nostálgicos de un pasado idílico que nunca existió y al que prometen regresar. La clave de sus triunfos, basados los tres en un voto de rabia y odio, es que supieron definir muy bien cuál es el enemigo. Más que posicionar sus ideales, pusieron el blanco en el adversario a destruir. Bolsonaro canalizó la rabia contra las descaradas corruptelas del PT; Trump emprendió contra la élite política de Washington representada por Obama y los Clinton y López basó su larga campaña de década y media en culpar a la mafia del poder de todos los males del país. En los tres casos el mensaje se puede simplificar en “si tú estás jodido y te sientes inseguro, solo es por culpa de esos criminales que nos gobiernan y yo, solo yo, soy la única alternativa posible para extirparlos y castigarlos”. Los tres, por cierto, están hermanados en su profundo odio a la prensa crítica. Si por ellos fuera, gobernarían con un solo medio de propaganda oficial que exalte su figura hasta la glorificación y de buena gana cancelarían la libertad de expresión como garantía. Odian a los periodistas que se atreven a confrontarlos y a poner en duda su evangelio. En lo que se refiere a libertades individuales, equidad de género e inclusión, Bolsonaro es sin duda el más asqueroso y repulsivo (aún más que Trump, si es que eso es posible, mientras que nuestro tabasqueño no parece cojear de esa pata), pero tal vez el brasileño tomará decisiones financieras más responsables que las de López. En cualquier caso, los creyentes en la prensa libre y la organización ciudadana como pilares fundamentales de la democracia hemos salido perdiendo. Yo soñaba para México una suerte de socialdemocracia parlamentaria, con un sólido empoderamiento ciudadano, un debilitamiento de la figura presidencial y un esquema de “más sociedad- menos gobierno”, pero aquí sucederá todo lo contrario. Tendremos un dictadorzuelo tropical propio de Costaguana, con consultas ciudadanas ideales para una novela de Ibargüengoitia. Son tiempos tristes para América. Otra pequeña coincidencia: los tres fueron apoyados incondicionalmente por el cristianismo evangélico y los tres tienen una retórica de predicadores, complejo de pastor, tele-evangelistas con poder absoluto que exigen fe ciega por encima de la razón, la inteligencia y la lógica elemental. Así las cosas en nuestra pobre América.