Zipizapes de zurdos y fachos
“Y si vas a la derecha y cambias hacia la izquierda, adelante”, canta Charly García en Raros peinados nuevos. Más allá de estos compulsivos, convenencieros y risibles cambios de dirección tan de moda en los últimos tiempos, es válido preguntarse por la vigencia del término izquierdista o derechista.
La versión más cacareada ubica el origen de estos términos en la Revolución Francesa. Semanas después de la toma de la Bastilla, en el verano de 1789, se convocó a una Asamblea Nacional en Versalles en donde los partidarios del rey y la monarquía absoluta se sentaron a la derecha del salón y los partidarios del constitucionalismo parlamentario se situaron a la izquierda. Desde entonces se ha formado un cliché que en pleno otoño de 2018 vuelve a estar de moda. En el costal de la izquierda va el liberal, el revolucionario, el laicista, el populista y el defensor de las masas, mientras que en el costal de la derecha va el conservador, el militarista y el defensor de las cúpulas empresariales y el alto clero. ¿Siguen siendo válidos estos estereotipos?
Mi manera de pensar y mi posición respecto a ciertos debates de interés nacional y mundial me sitúan en ambos costales. Por lo que se refiere a credos y libertades individuales, estoy situado en el costal de lo que se estereotipa como izquierda. La bandera de vida que con mayor vehemencia he defendido a lo largo de los años es el laicismo. Me proclamo ateo y creo por sobre todas las cosas en el estado laico. Mi naturaleza es y ha sido desde la adolescencia combatir toda forma de mojigatería y fanatismo religioso. Soy un defensor a ultranza de las libertades individuales y la diversidad. Apoyo el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo, la promoción del respeto a las preferencias sexuales desde la educación básica. Apoyo también la legalización de las drogas y la inclusión de una política migratoria abierta.
Sin embargo, por lo que se refiere a política económica estoy situado en el costal en donde empaquetan a la derecha. Creo en la libre empresa y aplaudo al emprendedor. Pese a sus errores y abusos, creo que el liberalismo económico y la apertura de mercados han traído más prosperidad y desarrollo al mundo que el control estatista de las finanzas, el asistencialismo y los subsidios. Al menos en Latinoamérica no ha habido un solo experimento populista que se demuestre exitoso y más temprano que tarde fracasan. Por lo que se refiere a política de seguridad también me sitúo en el lado derecho, pues creo que en situaciones de infestación criminal como la que vivimos, la respuesta inmediata debe ser combatir a la delincuencia con las fuerzas armadas, sin menoscabo de impulsar políticas preventivas a mediano y largo plazo que ataquen el problema de raíz. Para México sueño con suerte de socialdemocracia parlamentaria, con un sólido empoderamiento ciudadano, un debilitamiento de la figura presidencial y un esquema de “más sociedad- menos gobierno”, pero aquí sucederá todo lo contrario. Me asquea el culto a la personalidad, el autoritarismo, el fanatismo y el estilo vertical de liderazgo. Si tuviera que definirme políticamente en una sola palabra diré que ante todo soy liberal, pero hoy se viven tiempos oscuros para el liberalismo.