Una semana se han pasado los militares en Tijuana y yo ya me acostumbré a ellos. Todos los días debo pasar dos retenes. Uno se ubica en la entrada a Playas de Tijuana y otro en la caseta de cobro de la Carretera Escénica. El tráfico es lento, pero tampoco llega al nivel de lo insoportable, pues un viernes se puente gringo sigue siendo peor. Los soldados se aburren espantosamente y no parece importarles ser tan predecibles. Ya me se sus horarios de cena y desayuno e incluso me he familiarizado con las caras de algunos de ellos. Al paso que vamos acabaremos invitándonos a tomar una cerveza. Los tipos son amables pero la amabilidad no quita lo burocrático. Sus revisiones son mecánicas, rutinarias, desganadas. Mucha expectativa, record de apariciones de mi voz en cadena nacional, demasiado ruido y pocas, poquísimas nueces.
La prensa nacional está emocionada con el Operativo Tijuana. Desde la detención del Tigrillo no nos daban tanto espacio en los medios de la Gran Tenochtitlán. Vaya, con decirles que hasta El País de España nos dedicó un amplio artículo. Por supuesto se refiere a Tijuana como la ciudad más violenta de México, ubicada en la lejana Frontera Norte, cuyas calles están tomadas por bandas de polleros, narcotraficantes y secuestradores que desafían al Gobierno Mexicano. Y miren que El País es un medio serio. Sobra decir que para los medios gabachos, seguimos siendo el pueblo del Mariachi de Robert Rodríguez.
Los medios chilangos se aferran a realimentar su leyenda tijuanera. El pueblo sin ley, entre siniestro y surrealista, en donde reina el plomo como en el Viejo Oeste. Tijuana como una suerte de Berlín de posguerra o una franja de Gaza. En mis cada vez más constantes intervenciones en cadena nacional me esfuerzo por mostrar una imagen moderada de nuestra ciudad, aunque lo que vende para que seas tomado en cuenta allá en Tenochtitlán suele ser el plomo y la sangre.
Esta mañana Javier Solórzano me preguntaba al aire si mi vida como ciudadano tijuanense ha cambiado mucho. Le dije que fuera del tedio generado por el par de retenes que me tengo que chutar cada día, todo sigue tan normalito como siempre. Siempre he aborrecido la promoción turística de la bella Tijuana marca José Galicot, una Tijuana tan falsa como ridícula, pero tampoco puedo echarle leña al fuego con cuentitos vaqueros que matan en spanglish e historias de Panchos Villa posmodernos.
Y es que, aunque usted no lo crea, la vida por estos rumbos puede ser bastante apacible. Tijuana Make´s Me Happy.
Este día empieza la segunda semana de trabajo del Operativo Tijuana y las opiniones de los tijuanenses en torno a su eficacia están divididas.
Los que desean ser optimistas y ver el vaso medio lleno, piensan que la presencia de los soldados está dando resultados. Mal que bien, en lo que va del 2007 no se han visto secuestros a plena luz del día ni fuegos cruzados en avenidas transitadas o restaurantes, lo cual ya es ganancia. Los retenes militares han inhibido a los mañosos, la ciudad está más o menos apaciguada y el desarme de los policías no ha perjudicado en lo más mínimo. Lo mejor, dicen los optimistas, está por venir y sin duda van a rodar cabezas grandes, pues esto apenas comienza.
Pero claro, también hay quienes ven el vaso medio vacío. Aunque el centro del operativo es Tijuana, paradójicamente los mayores golpes se han dado en Mexicali y no queda claro si el gol se le puede dar al operativo. El saldo de los retenes en calles tijuanenses es bastante magro. 57 dosis de droga que suman un valor de a lo mucho 16 mil pesos es una bicoca que se puede levantar en cualquier redada de la Municipal en un barrio.
Y aunque el procurador Eduardo Medina Mora ya anticipó que el operativo no va por grandes tiburones, podría por lo menos reventar unas cuantas tienditas o picaderos. Los retenes son previsibles, fácilmente evitables y la gente ya hasta se sabe los horarios en que los soldados cenan y desayunan. Pero hasta con el vaso tirándole a vacío, vale la pena seguirle dando el beneficio de la duda, aunque cada vez sean más las dudas que las certezas.
No habrá tiburones en las redes aunque confío en que no sean tan miserables los charalitos. No habrá grandes goles, pero cuando llevan un año goleándote, el cero- cero puede saber a gloria y Tijuana llevaba un par de años siendo goleada una y otra vez por la maña.
En Colombia se reirían de nuestros traumas con los uniformes militares. Colombia hace un buen rato que está militarizada y en los más exclusivos centros comerciales de Bogotá y Medellín hasta las mujeres se han acostumbrado a que los soldados esculquen sus bolsos. Es parte de su vida cotidiana y acaso llegue a ser parte de la nuestra. No tengo inconveniente. Cuestión de acostumbrarse.
La prensa nacional está emocionada con el Operativo Tijuana. Desde la detención del Tigrillo no nos daban tanto espacio en los medios de la Gran Tenochtitlán. Vaya, con decirles que hasta El País de España nos dedicó un amplio artículo. Por supuesto se refiere a Tijuana como la ciudad más violenta de México, ubicada en la lejana Frontera Norte, cuyas calles están tomadas por bandas de polleros, narcotraficantes y secuestradores que desafían al Gobierno Mexicano. Y miren que El País es un medio serio. Sobra decir que para los medios gabachos, seguimos siendo el pueblo del Mariachi de Robert Rodríguez.
Los medios chilangos se aferran a realimentar su leyenda tijuanera. El pueblo sin ley, entre siniestro y surrealista, en donde reina el plomo como en el Viejo Oeste. Tijuana como una suerte de Berlín de posguerra o una franja de Gaza. En mis cada vez más constantes intervenciones en cadena nacional me esfuerzo por mostrar una imagen moderada de nuestra ciudad, aunque lo que vende para que seas tomado en cuenta allá en Tenochtitlán suele ser el plomo y la sangre.
Esta mañana Javier Solórzano me preguntaba al aire si mi vida como ciudadano tijuanense ha cambiado mucho. Le dije que fuera del tedio generado por el par de retenes que me tengo que chutar cada día, todo sigue tan normalito como siempre. Siempre he aborrecido la promoción turística de la bella Tijuana marca José Galicot, una Tijuana tan falsa como ridícula, pero tampoco puedo echarle leña al fuego con cuentitos vaqueros que matan en spanglish e historias de Panchos Villa posmodernos.
Y es que, aunque usted no lo crea, la vida por estos rumbos puede ser bastante apacible. Tijuana Make´s Me Happy.
Este día empieza la segunda semana de trabajo del Operativo Tijuana y las opiniones de los tijuanenses en torno a su eficacia están divididas.
Los que desean ser optimistas y ver el vaso medio lleno, piensan que la presencia de los soldados está dando resultados. Mal que bien, en lo que va del 2007 no se han visto secuestros a plena luz del día ni fuegos cruzados en avenidas transitadas o restaurantes, lo cual ya es ganancia. Los retenes militares han inhibido a los mañosos, la ciudad está más o menos apaciguada y el desarme de los policías no ha perjudicado en lo más mínimo. Lo mejor, dicen los optimistas, está por venir y sin duda van a rodar cabezas grandes, pues esto apenas comienza.
Pero claro, también hay quienes ven el vaso medio vacío. Aunque el centro del operativo es Tijuana, paradójicamente los mayores golpes se han dado en Mexicali y no queda claro si el gol se le puede dar al operativo. El saldo de los retenes en calles tijuanenses es bastante magro. 57 dosis de droga que suman un valor de a lo mucho 16 mil pesos es una bicoca que se puede levantar en cualquier redada de la Municipal en un barrio.
Y aunque el procurador Eduardo Medina Mora ya anticipó que el operativo no va por grandes tiburones, podría por lo menos reventar unas cuantas tienditas o picaderos. Los retenes son previsibles, fácilmente evitables y la gente ya hasta se sabe los horarios en que los soldados cenan y desayunan. Pero hasta con el vaso tirándole a vacío, vale la pena seguirle dando el beneficio de la duda, aunque cada vez sean más las dudas que las certezas.
No habrá tiburones en las redes aunque confío en que no sean tan miserables los charalitos. No habrá grandes goles, pero cuando llevan un año goleándote, el cero- cero puede saber a gloria y Tijuana llevaba un par de años siendo goleada una y otra vez por la maña.
En Colombia se reirían de nuestros traumas con los uniformes militares. Colombia hace un buen rato que está militarizada y en los más exclusivos centros comerciales de Bogotá y Medellín hasta las mujeres se han acostumbrado a que los soldados esculquen sus bolsos. Es parte de su vida cotidiana y acaso llegue a ser parte de la nuestra. No tengo inconveniente. Cuestión de acostumbrarse.