PURE FUCKING SANTITO DE ESPALDAS
Como no te gusta hacerte demasiadas preguntas sobre la vida, lo más cómodo para ti ha sido creer en Dios y declararte católico militante. Bueno, tal vez lo de militante es exagerado, pero la verdad es que es raro el domingo en que no vayamos a misa. La iglesia es un buen punto para el publirelacionismo. Vamos, comulgamos y después nos vamos a cenar con algunos amigos que irremediablemente encontramos al salir del templo. No me lo has dicho, pero estoy segura que las únicas cosas que le pides a Dios, es que gane Santos Laguna, que por fin quede yo embarazada de Peponcito y que los carros usados se sigan vendiendo como pan caliente. Eres un buen católico que sabe muy bien que a Dios no le molestan sus deslices con chicas traviesas de la mala vida. También sabes que Dios justificaría plenamente el que buscaras tener un hijo fuera del matrimonio si yo no soy capaz de dártelo. Eres un buen católico, pero como fuiste formado en la escuela de la antena parabólica a finales de los ochenta, tuviste acceso al porno hard core desde la más temprana pubertad.
Por primera vez sentiste el miedo y el miedo no es un sentimiento propio de tu personalidad. Vaya, el miedo implica tomar las cosas en serio y a ti no te gusta nada que no termine en un chiste, pero qué puede hacerse cuando los más de 30 mil asistentes al estadio se tiran al suelo y los jugadores en la cancha huyen despavoridos rumbo a los vestidores al escuchar ráfagas de metralleta. Claro, después hiciste bromas, dirías que tú ni te asustaste y que mientras todos estaban en el suelo aprovechaste para beber cerveza gratis, pero por más chistes que cuentes yo se que por primera vez el temor se ha instalado como compañero en tu vida cotidiana. Por lo pronto, ya puedes presumir que formas parte de la historia. Nunca en casi tres cuartos de siglo de futbol profesional en México se había suspendido un partido por disparos de armas de fuego. La guerra de Calderón ha llegado al futbol dijeron los diarios y el nuevo estadio de tu equipo, el lugar en la Tierra donde eres más feliz, salió en los noticieros de todo el mundo. Es un escándalo, en México la vulnerabilidad frente a la delincuencia organizada es tal, que ya siquiera es posible ver tranquilamente un partido de futbol y sentirse seguro en un estadio. Bromeaste, minimizaste, pero la verdad es que desde antes ese partido Santos Vs Morelia interrumpido por el traquetear de las ramas automáticas ya empezabas a sentirte intranquilo. Primero fueron amigos de amigos, lejanos conocidos satelitales que orbitaban en tu círculo social de estadio, bar e iglesia. Poco después le ocurrió a un colega lotero con quien solías contar chistes en las reuniones de la asociación. Primero desparecido, después un rescate de 500 mil dólares en efectivo, el dedo cortado que llegó a la puerta de la casa en una caja y más tarde el hallazgo de cadáver. Estaban pasando cosas y tú por supuesto pensabas que no, que eso no iba a pasarte, hasta que caíste en cuenta que ser simpático y despreocupado no va a salvarte, que eres un comerciante de autos usados que maneja respetables cantidades de dinero en efectivo y eso te convierte en un suculento bocado para cualquier secuestrador. Fue tu padre el primero en dar la voz de alarma. En su calidad de presidente de la división de comerciantes de autos usados afiliada a la Canaco, estaba en la obligación de denunciar todos los plagios de los que había sido víctima el gremio. Señor gobernador, señor procurador, hagan algo, esto está fuera de control y tú por lo pronto has dejado de ir a tables y centros nocturnos y tu club de Toby de los jueves se ha convertido en un inocente dominó casero con un six de cervezas. Te has vuelto precavido con tus rutas, desconfiado con tus interlocutores y oh sorpresa: por primera vez en tu vida has dejado de manejar autos ostentosos. Nada más fácil que sacar de tu lote un humilde carrito modelo 95 que te lleve y te traiga, aunque para ti traer un carro viejo es algo tan humillante como pasearte con una mujer fea o gorda, pero el miedo logra algunos prodigios. Algo iba a ocurrir en nuestras vidas; lo presentía.