Shakespeare y Dostoievski en New Orleans
Hacía un buen rato que Carol y yo no veíamos una serie y
Your Honor resultó ser una gratísima sorpresa. La presencia de Bryan Cranston
encabezando el reparto es un gancho poderoso y para nada defrauda, aunque siendo
honestos no está al nivel de Breaking Bad. La historia es pura esencia de
Shakespeare y Dostoievski y sin demasiados recursos redondea un drama por
momentos muy creíble. Michael Desiato (Bryan Cranston) es un incorruptible
juez penal en Nueva Orleans, pero un mal día, justo cuando se cumple el
primer aniversario del asesinato de su esposa, su hijo adolescente, Adam,
atropella a un joven motociclista a quien deja morir en la calle. Para su mala
fortuna, el atropellado resulta ser el
hijo de Jimmy Baxter, el capo de la mafia local. Es entonces cuando el amor del
padre se impone a la rectitud del juez y Desiato decide proteger a su hijo y
ocultar su culpabilidad. El problema es que la filia paternal también puede
traducirse en infinita sed de venganza y el mafioso Baxter, destrozado por la
muerte de su cachorro, no descansará hasta castigar al culpable. Es entonces
cuando se abren las puertas del infierno. La escena del accidente que es el
detonante de toda la historia es de lo más real y creíble que he visto en pantalla.
Los accidentes son así, ocurren así, se sienten así. Quienes hemos sufrido un
duro percance automovilístico lo sabemos. Es una fracción de segundo, un vil
parpadeo, un fugaz latigazo de horror y adrenalina más rápido que tu capacidad
de asimilarlo. El atormentado Adam Desiato es pura esencia de la Raskolnikov. A
Dostoievski le habría encantado este atormentado muchachito. Para quien no
tiene sangre criminal, la culpa es un demonio terquísimo, pertinaz y acosador
que no te libera un solo segundo. También creo que el amor paternal está por
encima de cualquier sentido del honor y los juramentos. Eso sí, la aleatoriedad
es una cabrona bien hecha. Basta medio segundo para transformar muchas vidas,
no solo la del atropellado y su victimario, sino la de unos cuantos inocentes
que sin haberla ni temerla se verán
involucrados en la trama (no spoilers please). La tragedia shakespereana, hija
al fin de la tragedia griega, va tejiendo su mortaja. Caprichos de la
aleatoriedad o tentáculos del destino irreductible, pero te alcanzarán, siempre
te alcanzarán. Series van, series vienen y el espíritu de Shakespeare sigue
tronando sus chicharrones. Chutáosla. Vale la pena.