Eterno Retorno

Tuesday, August 24, 2010


La Doncella de Hierro ataca de nuevo. Cuando la mejor banda del Universo entero ha sacado un nuevo disco, yo no puedo permanecer indiferente. Chutaos esto que he escrito para La Guía de mi amigo Hugo Fernández.

The Final Frontier-Iron Maiden

Por Daniel Salinas Basave

Algo sabemos de fronteras por estos rumbos y nos queda claro que es cada vez más complicado atravesarlas. No sabemos si a la Doncella de Hierro le tocó una línea de aquellas o si quedó atorada en las revisiones del Siave un viernes por la tarde, pero el caso es que tardó cuatro años y varias vueltas al mundo en atravesar la Frontera Final. Desde su anterior álbum de estudio, A Matter of Life and Death, que vio la luz en verano de 2006, no había material nuevo de Maiden, si bien la banda había dado mucho de qué hablar rolando por el planeta entero. Entre serias dudas y altas expectativas aguardábamos el siguiente disco de Iron Maiden. Luego de un álbum un tanto complicado como fue aquel “asunto de vida o muerte”, mismo que tocaron íntegro y en orden durante el respectivo tour mundial, la Doncella de Hierro se subió a una máquina y se fue a algún lugar de regreso en el tiempo. El 2008 ha sido uno de los años más intensos en la carrera de Maiden. Con su cantante Bruce Dickinson como piloto estrella de una monstruosa aeronave, la Doncella se embarcó en la gira Somewhere Back in Time que los llevó a rincones tan remotos como India, Australia, Japón o Chile en donde recrearon el mítico tour inmortalizado en el doble en vivo Life After Death tocando únicamente rolas de sus cinco primeros álbumes (la única excepción “moderna” en el set list fue la emblemática Fear of the Dark del 92) Quienes tuvimos la oportunidad de ver en vivo a aquella Doncella rejuvenecida cargada de energía heavymetalera, comprobamos que pese a la aparente calma reflexiva de los últimos álbumes, Maiden sigue siendo arsenal de artillería ruda. Después de verlos, la pregunta que flotaba en el aire era: ¿qué podíamos esperar del nuevo álbum? ¿Un retorno a la batería pesada de guerra al estilo Number of the Beast? ¿O una continuidad por ese sendero introspectivo de los últimos discos? La opción dos fue la respuesta. El nuevo álbum de Iron Maiden, The Final Frontier, es un representante emblemático de esa vereda de progresivas profundidades reflexivas por donde a la Doncella le ha dado por caminar en el Siglo XXI. Un disco maduro, trabajado, tal vez demasiado estudiado. Un hermano tardío de aquel Somewhere in Time de 1986, el álbum más raro y conceptual de la primera década de Maiden. The Final Frontier ve la luz exactamente 30 años después del álbum debut de la banda, el homónimo Iron Maiden de 1980. En tres décadas 15 álbumes de estudio, de los cuales los ocho primeros fueron grabados en los primeros diez años y los siete restantes a lo largo de las últimas dos décadas. Complicado, de no fácil digestión en la primera escucha, con rolitas de ocho a nueve minutos de duración en promedio y con una vibra muy progre, son los calificativos que se me ocurren para describir de entrada a la frontera final. Al escuchar los primeros tres minutos y medio de la primera canción Satellite 15… The Final Frontier, pensé estar escuchando una rola del proyecto progresivo-cósmico Ayreon, del holandés Arjen Lukacssen, donde el propio Bruce Dickinson ha sido invitado como cantante en una rola. Un riff de bajo distorsionado impropio de Steve Harris, sonidos de futurismo espacial, la voz de Bruce con distorsión, hasta que cerca de los cuatro minutos todo cambia radicalmente y se escucha el típico riff maideniano. Pensé que habíamos brincado de rola, pero aún estábamos en la primera. Debo admitir que me sorprendieron. El Dorado es el primer single del álbum, la rola que tocaron en los conciertos anteriores a la salida del disco y sin duda la más pegajosa con el típico bajeo galopante de Harris. Mother of Mercy vuelve a sorprender con cambios radicales de ritmo y lo que empieza con aparente calma, termina por ser la canción más oscura del álbum. Coming Home en cambio es esa típica rolita introspectiva tan de la nueva época, en contraste con The Alchemist, el tema más old school del álbum y también el más corto. Isle of Avalon es un tema largo y complejo, esencia pura de eso que llaman metal progre. Siguen los largos recorridos de nueve minutos con intros suaves en The Talisman o The Man Who Would Be King. Parece que Harris se enamoró de esa fórmula, sello del Maiden moderno. El cierre de once minutos con As the Wild Wind Blows es épico. Las letras, que por momentos hacen pensar en un álbum conceptual de ciencia ficción postapocalíptica, son profundamente reflexivas, proféticas, fatalistas en torno a la guerra, el fin del mundo, el fanatismo. Temas profundamente doncellescos. Definitivamente, no es un disco fácil, ni grabado a la ligera. Es una obra exigente, que demanda concentración y apertura de ideas. Hay quien interpreta como una despedida en el concepto “The Final”, pero a diferencia de bandas como Scorpions, Maiden no ha cantado oficialmente Las Golondrinas. Pase lo que pase, lo cierto que la Doncella hace un tiempo cruzó la frontera hacia el reino de la inmortalidad.

Monday, August 23, 2010


Un objeto con olor a eternidad

Es muy complicado jugar a hacer predicciones, máxime cuando tienen que ver con la propia muerte, pero si tuviera que jugármela en una apuesta, diré que hasta el último día de mi vida habrá siempre un libro cerca de mí. Un libro tradicional, de papel, tinta y pastas. Podrán regalarme la última y más revolucionaria generación de e-books, podrán hablarme de las ventajas de la tecnología de vanguardia, de lo obsoleto que resulta un amasijo de papeles susceptibles de apolillarse, de ser carcomidos por los hongos, de generar polvo y robar espacio, cuando toda mi biblioteca puede caber en la palma de una mano. Sí, lo sé y lo reconozco. Llámalo aferre de viejo, terquedad de un tipo anticuado anclado en la nostalgia de otra época, pero yo me quedo con mis libros de papel. Como objeto el libro me parece un ente perfecto y nada podrá sustituirlo. No me cierro a la comodidad de un e-book, pero el hijo de Gutenberg me parece imposible de reemplazar. En ese sentido, no puedo menos que coincidir con Umberto Eco cuando afirma que “el libro, es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo”. La obra conversacional de Umberto Eco y Jean-Claude Carriere es, desde su título, toda una declaración de principios de amor por un objeto y su significado: “Nadie acabará con los libros”. Esa verdad tan contundente titula las charlas entre Eco y Carriere compiladas por Jean-Philippe de Tonnac y editadas por Lumen. Después de todo, hace milenios la gente ya leía y hoy lo sigue haciendo, aunque el contexto, los hábitos, la forma y la superficie de la lectura se han modificado radicalmente. Eco es realista y no se cierra al cambio al señalar que “quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es” afirma el semiólogo italiano. Internet representa una revolución tan trascendente como lo fue la imprenta de Gutenberg. La diferencia es que en el Siglo XV la historia caminaba en cámara lenta y en el Siglo XXI parece correr en cámara rápida. Cinco años en la historia del Internet pueden ser una eternidad, de ahí lo complicado que puede llegar a resultar hacer pronósticos con alguna dosis de realismo y exactitud. DSB