El Obon es la ceremonia de los muertos en Japón
En
Japón amanece temprano. Muy temprano. A las cinco de la mañana ya hay luz. Por
algo son el Sol Naciente. En Kyoto el alba tiene prisa y yo soy un obsesivo
cazador de primeras luces. Así las cosas, si quieres ganarle la carrera al
naciente Astro Rey debes madrugar en serio y así lo hice, pues tenía el firme
propósito de recibir la primera luz junto a los templos en lo alto de la
montaña. Antes de las 4:00 a.m ya caminaba por las oscuras calles de un Kyoto
durmiente y comencé el ascenso a la montaña. La sinfonía de las cigarras y los
cuervos se torna intensa a esa hora. Caminé en soledad absoluta. El único ser
vivo con el que topé fue un repartidor de periódicos. Aquello era como una
aparición, un ser de otro mundo atravesando la muralla del nocturno silencio.
Entonces ocurrió el embrujo y erré el camino. Subí por una escarpada cuesta y
casi sin aliento llegué a un cementerio. Me había salido de la vereda. La
cacería del amanecer consiste en diez minutos clave que no puedes perder y esos
diez minutos clave me sorprendieron entre viejas tumbas en medio de un bosque.
De pronto me sentí Tanjiro Kamado en la foresta de los demonios. Ahí sonaron
las campanadas de las 5:00 a.m. El Obon es la ceremonia de los muertos en Japón
y se celebra en agosto. Agosto es también el mes de las bombas atómicas. Por un
momento sentí angustia, miedo, algo desapacible. Clareaba ya cuando recuperé el
camino y al fin, pasadas las 5:30, llegué a los templos. Desde aquí escribo
ahora mismo. Quise cazar el alba en lo alto de la montaña, pero la primera luz
me cazó entre los muertos. Señales. El que quiera entender, que entienda.