Eterno Retorno

Wednesday, November 13, 2024

Crónicas cachanillas


 

Su nombre mismo encarna la hermandad y la fusión de culturas: Mexi- Cali.  México y California, unidos en la ciudad que capturó al sol, donde la calidez no solamente se expresa en la altura del termómetro; el oasis donde la cachanilla, el mezquite y el pino salado supieron abrevar del Río Colorado y hacer brotar del desierto un cuerno de la abundancia.

Mexicali tiene una rica historia pero no todos la conocen. Nos hemos acostumbrado a que los centros históricos son exclusivos de ciudades virreinales del centro y sur del país, mientras que en el norte todo es modernidad. Cierto, las nuestras son ciudades muy jóvenes comparadas con Guanajuato o Oaxaca, pero Mexicali tiene una historia única que contarte.
Mexicali no solo nos narra su pasado: lo contiene como las líneas de una mano en el trazado de sus calles donde se lee su destino. Yace en sus cicatrices y las huellas ancestrales de una cultura milenaria. Al llegar a una ciudad, dice Italo Calvino, el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees más, te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos. Mexicali metamorfosea y cambia de piel. Una puerta se abre y de pronto yaces en la bóveda oculta donde existió un casino e imaginas las noches de euforia y alucinación en torno a la mesa de los tahúres donde entre furtivos licores y conjuras jugaban Chaplin, Al Capone y Valentino bajo una nube de humo.
Es la capital estatal más norteña y la más joven de México. Es también la única capital que colinda con Estados Unidos. Brotó literalmente de la arena el día que el desviado Río Colorado irrumpió entre sus mezquitales.
Era el año 1901 y aquel lugar en medio de la nada ni siquiera tenía nombre. Le llamaban simplemente El Río, el lugar donde los estadounidenses construían unas vías y cavaban canales todavía secos que regarían el Valle Imperial.
Rieles ardientes brillando bajo el sol y unos cuantos pinos salados en perpetua quietud constituían el paisaje. Mucho más no había.
Ahí, sobre la llamada Calle de Fierro, a un costado de las vías del ferrocarril, se fueron levantando las precarias viviendas de las familias que llegaron a trabajar al lugar. No eran más de veinte tejabanes.
Puras ramadas de cachanilla y troncos delgaditos de mezquite formaban los techos. Las paredes estaban hechas de lodo enjarrado del río que por ser arenoso se resquebrajaba con facilidad.
A unos metros del primer asentamiento, fue levantada en 1902 la primera aduana que marcaba el cruce fronterizo entre México y Estados Unidos.
El primer día de la primavera de 1902, llegó a El Río la máxima autoridad de la Baja California, que era el General Agustín Sanginés Calvillo, quien despachaba en el Puerto de Ensenada, que entonces era la capital del Distrito.
Los habitantes de la Calle de Fierro organizaron una modesta bienvenida al General Sanginés en la fonda La Veracruzana.
Fue ahí donde Sanginés se enteró que el pueblo vecino había sido nombrado Calexico para unir los nombres de California y México en una señal de unidad.
Entonces al General se le ocurrió corresponderles y pagar con la misma moneda: El asentamiento de casitas levantadas en torno a la Calle de Fierro, se llamaría Mexi por México y Cali por California.
Así las cosas, el 22 de marzo de 1902, en la humilde fonda La Veracruzana, se pronunció por primera vez un nombre cuyo nombre encarna hermandad y fusión de culturas: MEXICALI.
Una gran historia de fuerza de voluntad, coraje y corazón estaba por empezar a escribirse.
Una historia que mi amigo Carlos Torres me ha invitado a narrar trabajando en equipo.
Nuestro trabajo se materializa en el libro Pedro Infante en el Cine Curto. Crónicas y Personajes del Centro Histórico de Mexicali que presentaremos este jueves en el centro histórico cachanilla.

PEDRO INFANTE EN EL CINE CURTO

 


Allá por los rumbos de Ciudad Cachanilla están de manteles largos, pues acaba de salir de imprenta un libro bellamente editado en donde se narra la historia del primer cuadro mexicalense y el gran proceso transformador que ha vivido en los últimos cinco años. ¿Sabe usted quién es el autor de este libro? Pues nada menos y nada más que Carlos Torres, el coordinador del proyecto de renovación del Centro Histórico. El libro, que fue trabajado en equipo con el escritor Daniel Salinas Basave   se llama Pedro Infante en el Cine Curto y en él se narran en forma amena, sencilla y coloquial anécdotas, pasajes y vidas de personajes emblemáticos del Centro Histórico desde los tiempos de su fundación allá por 1902 hasta su gran renacimiento en los tiempos actuales. Ahí se puede leer la historia del mítico casino El Tecolote, de la boda clandestina de Rodolfo Valentino, de la creación de La Chinesca, de los primeros restaurantes chinos como El 19, de la composición de la canción Mexicali Rose, hasta pasajes más actuales como el nacimiento de Los Tigres del Norte en las calles mexicalenses o la composición de la canción De música ligera a cargo de Soda Stereo durante una prueba de sonido en la Plaza Calafia. La casa editorial es Trilce, la misma que ha editado clásicos como El Marciano y la Langosta o La Fábrica de Boxeadores de Tijuana de Omar Millán o el célebre Paso del Nortec, libro testimonial del colectivo de música electrónica. Se trata de un libro muy visual que contiene cientos de fotografías e imágenes presentadas con un diseño vanguardista e innovador. Una pieza de colección. La presentación, como no podía ser de otra forma, será en el Cine Curto, justo en el aniversario 71 de la visita de Pedro Infante a ese emblemático lugar.

Tuesday, November 12, 2024

Cuando la Muerte se disfraza de siesta

 

 


Siestas hay que se parecen muchísimo a la muerte.  ¿Cómo lo sé? No me lo preguntes, pues en teoría yo aún no sé cómo carajos es la muerte, pero sospecho que debe parecerse a esos vespertinos derrumbes con esencia de apagón. Caes, bajas la cortina, apagas la luz interior y te trasformas en vil bulto y ronquido mientras a tu alrededor la vida sigue como siguen tantísimas cosas sin sentido:  un cuervo en llamas, un lisiado moribundo afuera de la licorería, un working man pidiendo esquina, un compulsivo teporocho y las siestas, las putérrimas siestas, esas que tanto se parecen a la muerte. Vaya... tan parecidas son, que a estas alturas creo que tal vez morí y no me enterado.