Eterno Retorno

Tuesday, August 29, 2023

Tokio es un monje sintoísta orando en un templo digital

 


 

Hace solo un siglo y medio se llamaba Edo y apenas pintaba en el mapa. Hoy su bosque de neón destella en la galaxia y sus torres horadan el cielo. 37 millones de habitantes la convierten en el conglomerado urbano más grande del mundo. Una ciudad divinamente monstruosa devorando nubes y pasadizos subterráneos.

Tokio desde las alturas. La contemplamos al mediodía desde su célebre torre y caer la tarde desde Shibuya Sky.

Al anochecer me sentí inmerso en un Apocalipsis Zen, una ficción distópica con engranaje perfecto. Tokio es un monje sintoísta orando en un templo digital, una geisha envuelta en un kimono de terremotos.

Irrumpe la luna de agosto y por un instante imagino el momento en que todo esto sean las ruinas del futuro, los bestiales vestigios de una civilización extinta. Acaso los rascacielos serán carcasas pero al naciente sol le dará por seguir alumbrando, como a nosotros nos dará por recordar por siempre esta tarde.

JIMBOCHO

 


Visité  ese país de las maravillas que es Jimbocho, el mayor barrio de librerías de viejo en el mundo.

Este barrio de Tokio es  como un Donceles de muchas cuadras, un Grafógrafo clonado en cientos. Aquí encuentras desde enigmáticas covachitas subterráneas atendidas por ancianos octogenarios, a edificios de cinco pisos. Decenas de libreros colocados en medio de la calle para que los puedas hojear libremente. Libros antiquísimos, de principios del Siglo XX o finales del XIX, literatura japonesa clásica y contemporánea, haiku, arte, viejas revistas de béisbol y de sumo, carteles de películas del año del caldo. No entiendo la lengua japonesa y sin embargo me fascino ante sus portadas. En su edad madura Borges no podía leer libros y sin embargo pasaba horas tocándolos y oliéndolos. Yo en japonés solo sé decir Arigato Gozaimazu y sin embargo puedo pasarme horas mirando sus libros y al final acabo comprando ejemplares nipones ilustrados. Después de todo, cada libro, lo entiendas o no, es un tori, un portal hacia otro mundo y todo Japón es un Aleph de umbrales hacia dimensiones desconocidas.

En Japón la gente lee

 


En Japón la gente lee. Aquí hay más lectores que en cualquier otro país del mundo que haya visitado anteriormente. Cómo lo sé? Lo que se ve no se pregunta ni requiere estadísticas. Aquí no hay un vagón de tren en donde no haya visto por lo menos una persona leyendo. La gente lee en filas, en cafés y ves a demasiadas personas con libros en la mano, muchas más que en España o Argentina.

Lo deduzco también por la cantidad de librerías que he visto. Aquí hay librerías en las estaciones del metro y siempre suelen tener gente comprando. Ni hablar de ese país de las maravillas que es Jimbocho, el mayor barrio de librerías de viejo en el mundo.

Cada cuándo veo un lector espontáneo en Tijuana? A menudo pasan semanas o meses sin que vea uno solo y por eso cuando llego a encontrar uno siento que vi un rinoceronte blanco.

Japón es esencialmente un país whiskero y yo soy esencialmente una persona whiskera

 


Japón es esencialmente un país whiskero y yo soy esencialmente una persona whiskera. Cuando a una persona esencialmente whiskera le da por internarse en un país esencialmente whiskero, las consecuencias pueden ser (digamos) catastróficas. Y es que el whisky aquí está por doquier. Los Seven Eleven y similares te ofrecen una enorme variedad de pachitas de whiskochos nipones y occidentales y absolutamente todos los restaurantes, desde los puestos y tecuruchos callejeros, te ofrecen Highballs, anglicismo beisbolero fundacional de nuestro Jaibol mexica popularizado por Mauricio Garcés. Jaibol era una expresión muy popular todavía en los 80, pero no veo que los jóvenes la utilicen actualmente. Pues bien, en Japón está infestado de jaiboles y te cuestan lo que una chela. El mayor descubrimiento de este viaje de estudios, ha sido el jaibol con limón y raíz de jengibre. Delicia absoluta. Días de whisky Description: 🥃japonés se llamará el nuevo libro.

Pd- También ha sido un gran descubrimiento la soda de Yakult, pero esa, colegas queridos, es otra historia.