Mártir WASP
Nada fortalece y empodera tanto a
un movimiento como tener un mártir. La sangre derramada redime y legitima
cualquier causa, por aberrante que ésta sea. Bendito sea el arte de morir a
tiempo, porque consuma milagros. Piénsalo bien Charlie: después de todo no te
fue tan mal. Para efectos de tu posteridad y tu canonización, la muerte temprana
es lo mejor que pudo pasarte Ya eres el Turning Point encarnado, la coyuntura decisiva,
el bautizo sangriento que necesitaba tu bandera. Los cuerpos de los mártires no
se corroen ni se llenan de gusanos; se mantienen frescos e impolutos en su
ataúd de cristal y si alguien ama y venera los martirios es el cristianismo. Es
la esencia y el fundamento de tu religión. Imagínate: llevan 2 mil años chantajeando
al mundo con el sacrificio de un predicador y a partir de este día lucrarán de
lo lindo con tu muerte y le exprimirán todo el jugo político posible. Los ultraconservadores estadounidenses
crecerán enormidades con tu sangre derramada.
Casi te puedo jurar que estás
garantizando desde ahora el triunfo republicano en 2028. Además, nada vende tan
bien como un mártir joven. Estás que ni mandado hacer como estandarte de nuevos
radicalismos. La historia de lo que pudo haber sido siempre es idílica. Te
aseguro que desde hoy hay millones de personas pensando que estabas destinado a
ser el próximo presidente de los Estados Unidos, el nuevo y providencial pastor
de esa nación blanca y cristiana que jura estar recuperando una grandeza que nunca
tuvo. Imagínate: Charlie Kirk for President 2034 ¿A poco no te hubiera
encantado? Y lo mejor es que tu muerte te transforma en el gran líder redentor
que hubiera sido y no fue. El mejor reinado es el que jamás se llega a ejercer.
Los mejores reyes son los que nunca llegaron a portar la corona. Te
sucedió como a esos escritores que se suicidan jóvenes e inmortalizan el
portento de obra que jamás llegaron a escribir y que acaso no hubieran sido
capaces de escribir nunca. La muerte a tiempo opera prodigios. ¿Cuántos niños y
jóvenes se estarán uniendo a tu mojigata caterva a partir de tu muerte? ¿Cuántos
de los que eran tibios e indecisos se transformarán ahora en guerreros
defensores de tu prédica racista? ¿Cuántas blancas damitas evangélicas habrán
soñado con desposarte? Serán miles Charlie, o acaso millones.
Y claro, lo mejor que te podría
suceder para acabar de beatificarte es que tu asesino resulte ser alguien de
piel un tanto oscura, una persona que no tenga al inglés como lengua materna y
lo hable con una odiosa pronunciación extranjera, un ser de sexualidad
ambivalente y libertina. Eso sí que sería un hit. El nuevo héroe W.A.S.P. asesinado por un bad
hombre, un odioso inmigrante ilegal enemigo de los valores americanos, un degenerado
sexual o un apóstata sin temor de tu dios. Esos son los criminales que necesita
tu credo para legitimarse.
Claro, estarás de acuerdo conmigo
en que no puedes quejarte por la presencia del rifle de alto poder en el campus
de Utah, porque si algo defendiste con más amor que a tu dios fue a las armas.
Los cristianos como tú aman a las ametralladoras más que a sus biblias. Y
bueno, siempre defendiste la idea de asumir sin lamentar el costo de las
víctimas colaterales como sucede con los niños palestinos. Y sin embargo
Charlie, aunque detesto a tu religión y a tu dios y te envuelves en banderas
con las que yo me limpio el culo, defenderé por siempre el derecho que tienes a
expresar tus ideas. Además, luego de escucharte, solo me queda concluir que en
verdad creías lo que predicabas. Vaya, no eras un fantoche. Eras de neta y eso
siempre lo valoraré. Yo siempre respetaré a los buenos oradores y a los hábiles
esgrimistas intelectuales y tú lo eras. Sabías debatir y tenías huevos. No, no
merecías morir, pero el que se lleva se aguanta. Lo lamento sobre todo por tus
morritos. El amor de un hijo a un padre no conoce de credos políticos.