Eterno Retorno

Saturday, February 11, 2006

Sábado mañanero

Las mañanas de sábado tienen ese inconfundible toquecito híbrido entre la modorra y la labor. A no ser que te cargues una cruda monumental, uno se levanta en sábado todavía con buena pila para desahogar ciertos pendientes. Las más de las veces me traigo trabajo a casa .La columna Pasos de Gutenberg es de cajón y muchas veces el vaciado de uno que otro reportaje o entrevista inconclusa. Mientras Morris se para en la terraza para ladrarle a todo aquel que ose pasar frente a nuestra casa, Carolina riega el pasto, yo coloco la lap top en un sillón de la sala, extermino las últimas gotas de la cafetera y Lalo en el patio intenta darle forma a ese nuevo cuartito que alberga a lavadora y secadora, tan pequeño, que la puerta de la secadora ni siquiera puede abrirse. En las bocinas suenan a todo volumen los brasileños de Shaman con su nuevo disco Reason, ese heavy metal melódico con bases tribales e inconfundibles solos virtuosos que caen bien a toda hora. En este momento del día ya se antoja una chelita y aunque en el refri aguardan unas Heineken, un dictador interno me hace acordarme de los consejos de la nutrióloga y de los litros de sudor arrojados en el gimnasio destinados a transformarse en litros de cerveza el fin de semana. ¿Así cuándo quemarás calorías Daniel? Se antoja mucho ir a la playa. Con este viento fresquecito tan propio de febrero. Viento de carnaval que anuncia la proximidad de la Primavera.

Policíaca de interior

El jueves, por azares de la vida periodística de esta caótica Tijuana, me toco presenciar una triste historia criminal, una tragedia de barrio condenada a ser nota de interiores en Frontera y destinada por derecho divino a ser portada de la I. Resulta que estaba con mi colega Sergio Ortiz haciendo un reportaje sobre puentes peatonales allá por el crucero de la 5 y 10, cuando en eso vemos pasar a toda velocidad a las camionetas de Periciales. Cuando mires a las patrullas de la Municipal correr a toda velocidad con la sirena prendida no debes hacerles caso. Sin duda uno de los agentes se va cagando y le urge llegar al baño o ya les anda la tripa exigiéndo unos tacos. Pero cuando miras las camionetas de Periciales no hay vuelta de hoja: Hay muerto seguro. Quemando llanta y auxiliados por la brújula de radio y scanner, seguimos a los ministeriales cuesta arriba por una de tantas infames laderas de esta Tijuana nuestra. Atrás del Cañón los Laureles, en el miserable patio trasero de la Delegación Playas de Tijuana, trepamos por desolados cerros sembrados de rocas y hoyos hasta llegar a una suerte de territorio comanche llamado Vista Encantada. Ese encantamiento de vista consiste en casuchas de lámina al borde de precipicios, perros consumidos por la sarna y pelones carcomidos por el crystal. Ahí, en el corazón de Vista Encantada nos topamos con la escena del crimen: El chofer de un camión rapartidor de Star Gas yacía sobre el volante de su unidad con la cabeza reventada por un balazo. El joven de 26 años, del que después me enteré era padre de una bebita, fue asaltado pistola en mano por dos pandilleros cuando la unidad aún iba en movimiento. Trató de eludirlos pisando el acelerador, pero uno de los maleantes se colgó de la ventana y le disparó certero plomazo en la cara. Sin embargo, el asesino muy pronto lo siguió en su camino al otro mundo, pues al caer muerto el chofer se perdió el control del camión, el asaltante se desplomó en el suelo y fue aplastado por llantas del vehículo que fue a estrellarse contra un carro estacionado. El otro asaltante fue capturado minutos más tarde. Un típico cholo peloncito de 17 años, rostro prieto, brazos mal tatuados, mirada perdida por el exceso de metanfetamina. Por supusto, su madre salió de casa en un mar de lágrimas jurando que el pequeño es inocente. Una buena cofradía de curiosos acompañados de canes roñosos se dio cita alrededor del camión donde yacía el chofer muerto. Recordé Ciudad de Dios y la manía de Infierninho y los suyos por asaltar camiones repartidores. La miseria es universal. Los códigos de guerra en Río y en Tijuana son los mismos a la hora de trepar laderas de lodo hasta las puertas del territorio prohibido. Pese a que nunca he sido formalmente un reportero policíaco, trabajando en Tijuana es imposible que no cubras a menudo asuntos como este. Ya he perdido la cuenta de cuántos cadáveres baleados me ha tocado ver en esta ciudad impía.





Pasos de Gutenberg
Hinchadas
Varios autores
Prometeo Libros

Por Daniel Salinas Basave

Hincha, fanático, tifossi, torcedor, barra bravero, hooligan. Las denominaciones cambian, los usos y costumbres arrojan diferentes cantos, banderas, colores, códigos de conducta, pero al final de cuentas estamos ante un fenómeno universal. De la misma forma que entramos desde hace más de una década a la era de la desenfrenada globalización del futbol, los ritos tribales que giran en torno al deporte más hermoso del mundo parecen globalizarse también. Las barras, las ultras, las torcidas están ahí, universales y omnipresentes, atrás de las porterías, aferradas al alambrado, musicalizando el partido con sus cantos de guerra. Un fenómeno así ya se merecía desde hace tiempo la atención de los sociólogos con un estudio serio y tenía que ser, cómo no, en Argentina donde se escribiera.
Hinchadas es sociología pura antes que periodismo. Aquí no hay dramas novelados ni poesía. Ni siquiera crónica periodística narrativa. Se trata de un estudio a diez manos elaborado con todas las crueldades del rigor académico en metodología de investigación.
Perdón por la odiosa comparación, pero es como si los investigadores del Colef se dieran a la tarea de elaborar un estudio sobre los radicales del futbol. Un tema interesantísimo, revelador, pero sin perder en esta obra un ápice de la objetiva frialdad que define al método científico.
Pablo Alabarces, Mariana Conde, Christián Dodaro, Federico Fernández, Juan Pablo Ferreiro, Mariana Galvani, José Garriga Zucal, María Verónica Moreira, Javier Palma y Daniel Salerno son los autores de este sui generis estudio.
Lo suyo antes que nada es la investigación de campo, aunque el trabajo está sustentado en muchas horas de hemeroteca y una buena dotación de fuentes bibliográficas con sus respectivos cuadros sinopticos que tanto encantan a los académicos.
Pero aún dentro de esta aparente frialdad de biblioteca, este libro es capaz de enganchar. Muchos de los investigadores se tomaron tan en serio su papel, que se dieron a la tarea de convivir durante meses con las hinchadas del Independiente de Avellaneda y Newell s Old Boys de Rosario, además de un cuadro de tercera divisón denominado Atletico Colegiales.
A menudo tendemos a creer que el aficionado radical al futbol es un tipo loco, desequilibrado, que coquetea con lo criminal y cuya pasión futbolera es tan caótica y anaárquica como su propia vida. Lo que a menudo ignoramos es que cuando hablamos de hinchadas, hay muchísimo orden en el caos. Vaya, estos tipos de las barras no son tan anarquistas a la hora de organizarse y diríase más bien que tienen una estructura jerárquica propia de empresa corporativa o de regimiento militar. Los códigos de pertenencia, conducta y aceptación no son aleatorios y las jefaturas están muy bien definidas y estructuradas. También en las hinchadas, cómo no, hay clases sociales.
Claro, aquí los valores necesarios para poder hacer carrera dentro de la barra son fidelidad a prueba de fuego, aguante, ferocidad y disciplina. Ganar trofeos, como puede ser la bandera monumental de la hinchada rival, no tener miedo a la adversidad e ir detrás del equipo en toda circunstancia. Ser un hincha es un trabajo de tiempo completo que no admite distracciones. Por supuesto, una hinchada puede ser rentada como fuerza de choque y eso lo saben muy bien ciertos políticos que no han dudado financiar barras bravas a cambio de movilizaciones piqueteras.
Aún en el improbable caso de que usted no esté inmerso en esa pasión incomparable llamada futbol, Hinchadas puede resultarle una lectura más que apetecible, pues más allá de lo futbolístico, aborda la historia de una guerra entre tribus adoradoras de ese dios moderno todo poderoso llamado futbol.

Wednesday, February 08, 2006

El Mañana

No podemos menos que repudiar y expresar indignación por lo que sucedió a nuestros colegas periodistas del diario El Mañana de Nuevo Laredo.
Escuchar que sujetos encapuchados irrumpan a sangre y fuego en la redacción de un periódico descargando una tormenta de balas no es por desgracia una historia de los años duros del narcotráfico en Colombia, si no una escena vigente que se vivió este lunes en la frontera mexicana.
Hace apenas un par de semanas, El Mañana fue sede de la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en donde colegas de todo el continente unieron sus voces y plumas para poner un alto al flagelo de la violencia inmisericorde generada por los cárteles del narcotráfico.
La respuesta, es una lluvia de balas de rifles AK-47 y AR-15 sobre su lugar de trabajo. El colega reportero Jaime Orozco Tey está herido de gravedad por cinco impactos de bala. Otros colegas tienen lesiones menores.
Pese a todo y contra viento y marea, El Mañana circuló al otro día en las calles de Nuevo Laredo, ejemplo de lo que debe ser la respuesta de quienes a esto nos dedicamos. Es muy triste estar escribiendo sobre este tema, pero esa es hoy en día la realidad de los periodistas de la frontera mexicana. Imposible ocultarla o minimizarla. Sólo resta expresar y ofrecer solidaridad total a los colegas.

Febrero loco

Vientos de Santa Ana. Castigadores calores repentinos. Mil dragones soplando furiosos mientras avanzo por la carretera. El carro que se zangolotea, el loco febrero que se viste con máscaras de carnaval y un 2006 que tiene el sonido de un motor que has encendido pero aún no calienta y por ende no puedes arrancar. El 2006 parece una cruda monumental y yo aún no puedo curarme. ¿Puedes pasarme una cerveza del año pasado?

La Danza de la Muerte

En el tenderete que se coloca el parque ubicado entre Centro de Gobierno y Palacio Municipal encontré La danza de la Muerte de Hans Hobelin (El Jóven), artista alemán que al igual que hiciera José Guadalupe Posada 400 años después, pasó su vida dedicando grabados a la Muerte. El librito en Ediciones Coyoacán (que me costó sólo 20 pesitos) es una colección de esos grabados, las típicas danzas macabras medievales mostrando escenas de la vida cotidiana, en las que siempre se puede observar a la Calaca omnipresente, invitando a la humanidad a bailar. Con las danzas macabras, el pintor no hace más que recordarle al hombre que por más vanidad, prepotencia y banalidad que adornen su vida, al final del camino siempre te espera la Santísima Niña Blanca. La Muerte como consejera de Viaje a Ixtlán. La Muerte desnuda del Reloj Astronómico de Praga. La Muerte del Luto Humano de Revueltas. Me gusta mirarme. Me gusta mirar a mi alrededor y concebir el mundo como la enorme Danza Macabra que es. Volteo en este momento a mi izquierda: Ahí están mis compañeros de trabajo, tundiendo teclas, maquilando la noticia de mañana, consumando el Mito de Sísifo, esperando sin duda la llegada del fin de semana y en uno de los asientos de la redacción, está sentada la Muerte, paciente, con su risita sarcástica, aguardando el momento de tocarnos el hombro e invitarnos a bailar. La Muerte, sentada al píe del lecho matrimonial, en el asiento del copiloto de tu carro, la Muerte, fiel compañera que jamás te dejará plantado en el altar. Admítelo: Es mejor tenerla como consejera. La Danza Macabra nos espera.


Historia y Vida

Sigue la mata dando: Compré más revistas de Historia. Nunca imaginé que tendría que limitar mi compulsivo consumo de revistas no por falta de dinero, sino por falta de espacio. Por flacas que sean las vacas, siempre habrá 30 pesitos en mi cartera para satisfacer mi vicio revistero. Lo que ya no hay es espacio, ni en casa ni en la redacción, para almacenarlas todas y me partiría en pedazos el alma tener que tirar alguna. Compré el nuevo número de Historia y Vida, sin duda mi revista favorita en la materia. El ejemplar está dedicado a la Batalla de Lepanto, aquella en la que Cervantes perdió su mano por ayudarle a Felipito II a arrebatarle el mediterráneo a los turcos. Artículos especiales la Guerra de las Galias, la Plata del Potosí, el Motín de Esquilache, Angkor, la ciudad camboyana de los mil templos y una interpretación del dramatismo del cuadro de los fusilamientos del 2 de mayo de Goya. También me compré Historia de la National Geographic, que incluye en su portada al emperador Adriano y artículos sobre la Biblioteca de Alejandría, los Asirios y los Siete Sabios de Grecia. Mi adicción a las revistas viene desde mi infancia. Una de las salcitas que le dan sabor a la existencia es esperar con ansias hasta que encuentras el nuevo número de una revista que coleccionas. Tal vez no es el platillo fuerte de la vida cotidiana, pero es un aderezo que le da una sazón incomparable. He coleccionado revistas de futbol, de literatura, de heavy metal y hasta de política (alguna vez compré Proceso y Milenio) Hoy sólo compró revistas de Historia y nada más.


Rolling

¿Qué fue lo que más me gustó del Super Bowl? Ni duda cabe, los Rolling Stones. Bueno, si quieren que sea honesto, fue lo único que vi. El resto del juego simplemente no me interesó en lo más mínimo y le cambié a ver futbol argentino. Siempre me han gustado mucho los Rolling y creo que a partir del domingo me gustan más ¿Saben por qué? Porque cuando le preguntaron a Sir Mike Jagger si era para ellos un sueño cumplido tocar en el Súper Bowl, Sir, con suculento humor británico respondió: No. En lo personal me gusta más el cricket. Esa respuesta me puso contento. ¿Qué creen los gringos estúpidos? ¿Que todas las bandas del planeta deben tener un orgasmo al pararse al medio tiempo de ese circo de mal gusto? ¿Creen que todos en el orbe debemos compartir el gusto por sus patéticos deportes?
Por si fuera poco, estos tipejos de la NFL, según ellos amantes del juego rudo, salen más persignados que el cura de un pueblo de Guanajuato o Puebla, pues resulta que los castos oídos de la audiencia que sigue la máxima erupción narcisa de ese aburridísimo deporte, no pueden escuchar referencias sexuales explícitas. Por favor. Que censuren a los Rolling en pleno 2006. Pensé que esa prueba había sido superada en 1965 pero de estos imbéciles puritanos amantes del ovoide puedes esperar cualquier cosa.
Durante el acto de los Rolling Stones el domingo, en la canción Start Me Up, el verso you make a dead man come no se escuchó, y una referencia a cocks de la nueva Rough Justice también desapareció. Cuidado con la inquisición. Lo único que me queda claro es que cada día me genera más asco el deporte gringo. ¿Qué diablos es el futbol americano? Unos gringos panzones tragando un dulzón barbacue, bebiendo una cerveza desabrida (Miller, Coors, Budweiser, da lo mismo, todas saben a meados) unos tipos grandes y gordos que se disputan un ovoide y un reloj que se para cada tres segundos. Anuncios, montones de anuncios, una hora de comerciales por cada minuto de juego, espectáculos, estadísticas, payasadas, miles y miles de estadísticas, yardas, pases, números a los que los periódicos gringos dedican páginas y páginas atiborradas por un sin fin de estupideces que ni entiendo ni me interesa entender. Esa es mi definición de futbol americano. Dios bendiga a sus Satánicas Majestades los Rolling Stones.


Sueño Libertador

Comenzó la Copa Libertadores de América y mi equipo comienza con el píe izquierdo. ¿Esperaba otra cosa? No, no esperaba otra cosa. Ese tipo malparido llamado Ricardo Ferreti concibe, en su minúsculo cerebro de pollo, que la liga mexicana es más importante que el torneo más importante de América. Tal vez nadie le ha dicho que si ganas la liga mexicana a los seis meses serás olvidado. Si ganas la Libertadores asegurarás la inmortalidad y la gloria futbolística. Con un equipo plagado de suplentes y refuerzos conocidos en el patio de sus casas, Tigres se fue a Chile a jugar contra la U Católica y se trajo un 3-2 en contra. En Monterrey se quedaron Gaitán y Silvera para no cansarlos. En toda la pasada Copa Libertadores, Tigres sólo perdió un juego de diez y fue contra el campeón Sao Paulo. Ahora ya perdimos el primero. Y lo peor es que no guardo grandes esperanzas de ganar la liga con ese futbol avaro, mezquino y miedoso, que defiende el 1-0 como un regalo de los dioses y se deja empatar en tiempo de compensación. Tres golecitos en cuatro partidos. Eso es Tuca Ferreti. Cierto, le agradezco y le agradeceré infinitamente que haya derrotado a las rayas en mi presencia allá en Los Ángeles, pero con todo y mi agradecimiento, sigo pensando que debe largarse del equipo. ¿Les gustan las segundas partes? Traigan de nuevo a Pumpido por favor. Pero estos directivos de Cemex se me hace que inhalan todo el cemento que producen y eso les ha atrofiado el cerebro.

Sunday, February 05, 2006

Puente de Felipa Constitución. Un oasis de tres días en los que no desenchufo del todo de los quehaceres periodísticos. Dice una rolita que ya no cierro los bares, ni hago tantos excesos. Los bares nunca los he cerrado, que yo recuerde. Si acaso me han corrido y de vez en cuando sigue habiendo tantos excesos y no se si cada vez sean más tristes las canciones de amor, como dice la rolita, pero lo cierto es que el cuerpo cada vez te cobra más caras las parrandas. Que bueno sabe el buen vino, que delicia es la comida deliciosa, que buenos son los buenos restaurantes, eso sí ni duda cabe. Pero que alta factura te cobra la resaca por esa suculenta copita de más. De cualquier manera, Dios bendiga al Malbec.

Más de un tipo en los alrededores enfría las cervezas para el super tazón. Por decir algo, diré que le voy a los Acereros, aunque francamente no pienso verlo. Me divierto en este momento viendo Newells vs River y me preparo para el Boca vs Lanus, infinitamente más interesantes que cualquier partido de la NFL.

Mi colega Ángel Ruiz me ha dado la noticia más feliz del año en materia musical: El próximo 13 de marzo vendrán al pueblo vecino llamado San Diego los papás del sonido Gotenborg, Dark Tranquillity y el Pink Floyd del Death Metal, los mismísimos maestros Opeth. Ya cuento los días con impaciencia. También andarán por el pueblo los Sisters of Mercy, The Cult, los viejos punketos de GBH. Tal vez en un descuido me de la vuelta, pero el único imperdonable, ni falta hace decirlo, es Opeth y la Oscura Tranquilidad.



...Pero es precisamente en la tercera o cuarta década del siglo antepasado, cuando la idílica muerte romántica empieza adquirir tonos sombríos.
De la muerte del joven Werther que orilló hasta el suicidio a jóvenes románticos (a esos que Goethe tanto ridiculizó al final de su vida) se llega a las vampirescas imágenes de Poe en Ligeia y Berenice o a las Muertas enamoradas de Théophile Gautier.


Velada nocturna en Montparnasse

No importa cuántas dósis de nihilismo traiga uno en la cabeza. Tampoco el estar aferrado a la convicción de que el único futuro posible después de la muerte es un fiel cortejo de gusanos o un caja de cenizas condenada a arrumabse en el closet más viejo.
Cuando se camina por un cementerio como el Montparnasse en una oscura mañana de lluvia, es imposible resistir la tentación de imaginar improbables diálogos entre los huespedes de las tumbas.
¿Con qué pretexto iría el solitario Eugene Ionesco a saludar a sus alegres vecinos Carol Dunlop y Julio Cortazar? Con un poco de inspiración, la conversación se convertiría en cuestión de segundos en un interminable juego de palabras. Ya animados, tal vez se les ocurra caminar hasta el muro del cementerio y pasar a visitar a Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, que acostumbrados como están a las visitas inoportunas, tendrán ya el vino sobre la mesa. Si la velada va tomando calor, no es descartable hasta al mismísimo Porfirio Díaz le de por salirse un rato de su mausoleo, aunque sea para ir a gritarles que lo dejen dormir o que si no están dispuestos a callarse, por lo menos le platiquen algo de Oaxaca.
Ya entrada la noche, los alegres comensales verán entre las sombras una figura encorbada, vestida de negro, con mirada triste y meditabunda que acaso llegue a preguntarles si por casualidad no han visto por ahí a su amada Jean Duval o si entre esas lápidas no está oculto algún lector de Poe.
El visitante les confiesa que está harto de vivir en una vieja tumba donde cual si fuera una burla del destino, su nombre está escrito enmedio del de su aborrecido padrastro y su amada madre, en la que no hay un solo monumento alusivo ni un solo verso escrito en la lápida.
Sólo hasta que bebe la copa de vino que le ofrece Jean Paul y Julio rompe el hielo con algún aforismo, el extraño se presenta como Charles Baudelaire y afirma que ha sido incomprendido. Vuelve a guardar silencio. Cuando empieza sentirse el frío del amanecer y los invitados, ya algo ebrios, emprenden a sus tumbas, Charles acaso se dirija a los filósofos, al dramaturgo y al narrador y en un murmullo les diga: ?Sé siempre poeta, incluso en prosa?.




El hundimiento
Joachim Fest

Hitler y el final del Tercer Reich
Galaxia Gutenberg Círculo de lectores

Por Daniel Salinas

Hay dramas históricos que son fuente inagotable de emociones. No importa cuánto se lea o se escriba de ello, pues siempre habrá deseos de adentrarse más y una perpetua sensación de que no todo está dicho, de que aún hay algo por descubrir.
El drama de la caída del Tercer Reich y el enigma de la muerte de Hitler es un tema que siempre me ha fascinado. Ese tinte de drama wagneriano, esa espantosa teatralidad que se mantuvo viva hasta el último minuto, diez metros bajo las destrozadas calles de Berlín. Es por ello que, pese a todos los libros leídos con anterioridad, me fue imposible resistir la tentación de leer El hundimiento, obra del historiador alemán Joachim Fest.
Siendo brutalmente honesto, he de decir que en cuánto a lo historiográfico la obra no me aporta nada radicalmente nuevo. En ese sentido, tal vez la obra cumbre sobre el tema es el informe del británico Hugh Trevor Roper titulado simplemente Los últimos días de Hitler. Sin embargo, la obra del investigador inglés, si bien meticulosa y obsesiva en sus procedimientos de investigación, no deja de ser un extenso informe rendido por un agente al gobierno británico y por ende, es una obra que contagia una terrible frialdad. Tal vez el gran aporte de El hundimiento, es la dimensión humana que Fest le da a la caída del Reich. Vaya, se trata de un libro que ante todo refleja con toda su intensidad los minutos finales de un drama, el desenlace una catástrofe que arrastró consigo millones de vidas y transformó para siempre la historia del planeta.
Imagine usted la escena: Hitler celebra su cumpleaños número 56 confinado en su bunker subterráneo, bajo la cancillería del Reich en Berlín. La ciudad es asediada por los soviéticos y sólo unos cuantos niños, jóvenes y ancianos se juegan la vida en las improvisadas trincheras urbanas. El final del Reich es inevitable y ya no hay milagro que pueda detenerlo. Sólo es cuestión de aguardar el último momento. Allá abajo, en el bunker, Adolf Hitler delira, gira órdenes contradictorias, desesperadas, suicidas. Moviliza ejércitos que ya no existen, ordena resistir hasta el final a tropas destruídas, encomienda la salvación a generales que han sido derrotados. Mientras tanto, sus lugartenientes, desde las sombras,, conspiran y buscan cuál sea la forma más adecuada de saltar cuando el barco se hunda.
Creo que ninguna novela de ficción puede igualar la tensión y las emociones que se vivieron en ese bunker en aquel abril de 1945. La gran virtud de Fest es que sin perder la seriedad de historiador, nos refleja en toda su cruel intensidad los sentimientos de esos locos que aguardan el infierno. Imagine usted a Eva Braun emocionada, delirante, viviendo el día más feliz de su vida cuando se casa con su amado Adolf Hitler el 29 de abril mientras afuera retumban las bombas soviéticas y el final ha sido decidido. Una última cena nupcial que será la antecámara de una muerte que ya ha sido pactada. Los felices esposos, con menos de 24 horas de casados, han decidido inmolarse y girar instrucciones para que sus cadáveres sean reducidos a cenizas. Imagine usted a Magda Goebbels colocando pastillas de cianuro en las bocas de sus seis pequeños niños para después suicidarse con su esposo Joseph. Al terminar de leer relatos como el de Fest, no purdo menos que reiterar que la historia es casi siempre la más enviciante de las novelas.



BP
Luego de nueve años de servicio en la Patrulla Fronteriza, Randolph gozaba de esa cómoda aburrición a la que sólo se accede con la experiencia y la pérdida total de expectativas. Desde el día en que fue admitido y se incorporó en la división de Douglas y Tucson, no había vivido momentos tan relajantes como los que pasaba en las noches frente al Cañón Los Laureles, fumando marihuana al amanecer mientras repasaba mentalmente los días que le faltaban para acceder al retiro. A sus veinte y tantos, cuando se obsesionó por pertenecer a alguna corporación, jamás pensó en la Patrulla Fronteriza como una alternativa. Imaginó la Marina, la Fuerza Aérea, algo con un poco más de presencia hollywoodesca, pero su habitual sobrepeso y su mala condición física le impidieron avanzar demasiado en el proceso de selección. Su edad ya no era la idónea y eran fugaces los arranques de voluntad por fortalecer su cuerpo. El colmo fue cuando el departamento de policia del condado lo rechazó. Sólo quedaba abierta la opción de la Patrulla Fronteriza en la que nunca antes había pensado. Los requisitos de admisión eran factibles y las pruebas de selección no fueron duras. No hacía falta un físico de hierro ni un IQ demasiado alto. Claro, no tenía las posibilidades de desarrollo, ls prestaciones ni mucho menos el prestigio del Ejército y la Marina, pero era, ante todo, una corporación federal de los Estados Unidos de América.

Puente de Felipa Constitución. Un oasis de tres días en los que no desenchufo del todo de los quehaceres periodísticos. Dice una rolita que ya no cierro los bares, ni hago tantos excesos. Los bares nunca los he cerrado, que yo recuerde. Si acaso me han corrido y de vez en cuando sigue habiendo tantos excesos y no se si cada vez sean más tristes las canciones de amor, como dice la rolita, pero lo cierto es que el cuerpo cada vez te cobra más caras las parrandas. Que bueno sabe el buen vino, que delicia es la comida deliciosa, que buenos son los buenos restaurantes, eso sí ni duda cabe. Pero que alta factura te cobra la resaca por esa suculenta copita de más. De cualquier manera, Dios bendiga al Malbec.

Más de un tipo en los alrededores enfría las cervezas para el super tazón. Por decir algo, diré que le voy a los Acereros, aunque francamente no pienso verlo. Me divierto en este momento viendo Newells vs River y me preparo para el Boca vs Lanus, infinitamente más interesantes que cualquier partido de la NFL.

Mi colega Ángel Ruiz me ha dado la noticia más feliz del año en materia musical: El próximo 13 de marzo vendrán al pueblo vecino llamado San Diego los papás del sonido Gotenborg, Dark Tranquillity y el Pink Floyd del Death Metal, los mismísimos maestros Opeth. Ya cuento los días con impaciencia. También andarán por el pueblo los Sisters of Mercy, The Cult, los viejos punketos de GBH. Tal vez en un descuido me de la vuelta, pero el único imperdonable, ni falta hace decirlo, es Opeth y la Oscura Tranquilidad.



...Pero es precisamente en la tercera o cuarta década del siglo antepasado, cuando la idílica muerte romántica empieza adquirir tonos sombríos.
De la muerte del joven Werther que orilló hasta el suicidio a jóvenes románticos (a esos que Goethe tanto ridiculizó al final de su vida) se llega a las vampirescas imágenes de Poe en Ligeia y Berenice o a las Muertas enamoradas de Théophile Gautier.


Velada nocturna en Montparnasse

No importa cuántas dósis de nihilismo traiga uno en la cabeza. Tampoco el estar aferrado a la convicción de que el único futuro posible después de la muerte es un fiel cortejo de gusanos o un caja de cenizas condenada a arrumabse en el closet más viejo.
Cuando se camina por un cementerio como el Montparnasse en una oscura mañana de lluvia, es imposible resistir la tentación de imaginar improbables diálogos entre los huespedes de las tumbas.
¿Con qué pretexto iría el solitario Eugene Ionesco a saludar a sus alegres vecinos Carol Dunlop y Julio Cortazar? Con un poco de inspiración, la conversación se convertiría en cuestión de segundos en un interminable juego de palabras. Ya animados, tal vez se les ocurra caminar hasta el muro del cementerio y pasar a visitar a Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, que acostumbrados como están a las visitas inoportunas, tendrán ya el vino sobre la mesa. Si la velada va tomando calor, no es descartable hasta al mismísimo Porfirio Díaz le de por salirse un rato de su mausoleo, aunque sea para ir a gritarles que lo dejen dormir o que si no están dispuestos a callarse, por lo menos le platiquen algo de Oaxaca.
Ya entrada la noche, los alegres comensales verán entre las sombras una figura encorbada, vestida de negro, con mirada triste y meditabunda que acaso llegue a preguntarles si por casualidad no han visto por ahí a su amada Jean Duval o si entre esas lápidas no está oculto algún lector de Poe.
El visitante les confiesa que está harto de vivir en una vieja tumba donde cual si fuera una burla del destino, su nombre está escrito enmedio del de su aborrecido padrastro y su amada madre, en la que no hay un solo monumento alusivo ni un solo verso escrito en la lápida.
Sólo hasta que bebe la copa de vino que le ofrece Jean Paul y Julio rompe el hielo con algún aforismo, el extraño se presenta como Charles Baudelaire y afirma que ha sido incomprendido. Vuelve a guardar silencio. Cuando empieza sentirse el frío del amanecer y los invitados, ya algo ebrios, emprenden a sus tumbas, Charles acaso se dirija a los filósofos, al dramaturgo y al narrador y en un murmullo les diga: ?Sé siempre poeta, incluso en prosa?.




El hundimiento
Joachim Fest

Hitler y el final del Tercer Reich
Galaxia Gutenberg Círculo de lectores

Por Daniel Salinas

Hay dramas históricos que son fuente inagotable de emociones. No importa cuánto se lea o se escriba de ello, pues siempre habrá deseos de adentrarse más y una perpetua sensación de que no todo está dicho, de que aún hay algo por descubrir.
El drama de la caída del Tercer Reich y el enigma de la muerte de Hitler es un tema que siempre me ha fascinado. Ese tinte de drama wagneriano, esa espantosa teatralidad que se mantuvo viva hasta el último minuto, diez metros bajo las destrozadas calles de Berlín. Es por ello que, pese a todos los libros leídos con anterioridad, me fue imposible resistir la tentación de leer El hundimiento, obra del historiador alemán Joachim Fest.
Siendo brutalmente honesto, he de decir que en cuánto a lo historiográfico la obra no me aporta nada radicalmente nuevo. En ese sentido, tal vez la obra cumbre sobre el tema es el informe del británico Hugh Trevor Roper titulado simplemente Los últimos días de Hitler. Sin embargo, la obra del investigador inglés, si bien meticulosa y obsesiva en sus procedimientos de investigación, no deja de ser un extenso informe rendido por un agente al gobierno británico y por ende, es una obra que contagia una terrible frialdad. Tal vez el gran aporte de El hundimiento, es la dimensión humana que Fest le da a la caída del Reich. Vaya, se trata de un libro que ante todo refleja con toda su intensidad los minutos finales de un drama, el desenlace una catástrofe que arrastró consigo millones de vidas y transformó para siempre la historia del planeta.
Imagine usted la escena: Hitler celebra su cumpleaños número 56 confinado en su bunker subterráneo, bajo la cancillería del Reich en Berlín. La ciudad es asediada por los soviéticos y sólo unos cuantos niños, jóvenes y ancianos se juegan la vida en las improvisadas trincheras urbanas. El final del Reich es inevitable y ya no hay milagro que pueda detenerlo. Sólo es cuestión de aguardar el último momento. Allá abajo, en el bunker, Adolf Hitler delira, gira órdenes contradictorias, desesperadas, suicidas. Moviliza ejércitos que ya no existen, ordena resistir hasta el final a tropas destruídas, encomienda la salvación a generales que han sido derrotados. Mientras tanto, sus lugartenientes, desde las sombras,, conspiran y buscan cuál sea la forma más adecuada de saltar cuando el barco se hunda.
Creo que ninguna novela de ficción puede igualar la tensión y las emociones que se vivieron en ese bunker en aquel abril de 1945. La gran virtud de Fest es que sin perder la seriedad de historiador, nos refleja en toda su cruel intensidad los sentimientos de esos locos que aguardan el infierno. Imagine usted a Eva Braun emocionada, delirante, viviendo el día más feliz de su vida cuando se casa con su amado Adolf Hitler el 29 de abril mientras afuera retumban las bombas soviéticas y el final ha sido decidido. Una última cena nupcial que será la antecámara de una muerte que ya ha sido pactada. Los felices esposos, con menos de 24 horas de casados, han decidido inmolarse y girar instrucciones para que sus cadáveres sean reducidos a cenizas. Imagine usted a Magda Goebbels colocando pastillas de cianuro en las bocas de sus seis pequeños niños para después suicidarse con su esposo Joseph. Al terminar de leer relatos como el de Fest, no purdo menos que reiterar que la historia es casi siempre la más enviciante de las novelas.



BP
Luego de nueve años de servicio en la Patrulla Fronteriza, Randolph gozaba de esa cómoda aburrición a la que sólo se accede con la experiencia y la pérdida total de expectativas. Desde el día en que fue admitido y se incorporó en la división de Douglas y Tucson, no había vivido momentos tan relajantes como los que pasaba en las noches frente al Cañón Los Laureles, fumando marihuana al amanecer mientras repasaba mentalmente los días que le faltaban para acceder al retiro. A sus veinte y tantos, cuando se obsesionó por pertenecer a alguna corporación, jamás pensó en la Patrulla Fronteriza como una alternativa. Imaginó la Marina, la Fuerza Aérea, algo con un poco más de presencia hollywoodesca, pero su habitual sobrepeso y su mala condición física le impidieron avanzar demasiado en el proceso de selección. Su edad ya no era la idónea y eran fugaces los arranques de voluntad por fortalecer su cuerpo. El colmo fue cuando el departamento de policia del condado lo rechazó. Sólo quedaba abierta la opción de la Patrulla Fronteriza en la que nunca antes había pensado. Los requisitos de admisión eran factibles y las pruebas de selección no fueron duras. No hacía falta un físico de hierro ni un IQ demasiado alto. Claro, no tenía las posibilidades de desarrollo, ls prestaciones ni mucho menos el prestigio del Ejército y la Marina, pero era, ante todo, una corporación federal de los Estados Unidos de América.