Eterno Retorno

Friday, August 10, 2012

Obras completas?

No soy el prototípico lector de la Revista Caras. Mucho menos aún el prototípico personaje que suele aparecer en sus fotos. En realidad esa revista y yo no tenemos nada que ver, pero la vida se construye de absurdos e improbabilidades y en el ejemplar de Caras de agosto de 2012, un improbable personaje ha aparecido en sus páginas.

Sunday, August 05, 2012

Hay algo de obsesivo la pulcritud prosística de Álvaro Uribe. Da la impresión de ser un narrador que es capaz de pasar días puliendo al máximo el orden exacto de un párrafo. En sus páginas, cada palabra parece estar en su sitio sin alternativa alguna de movimiento o modificación. Con tal grado de perfeccionismo, Uribe parece estar vacunado contra arrebatos de inspiración literaria. Su narrativa es absolutamente cerebral y da la impresión de no dejar un resquicio para la pasión en su actividad creadora Licenciado en Filosofía por la UNAM y con una larga carrera en instituciones culturales de Gobierno, Uribe ha destacado antes que nada como ensayista y cuentista, siendo relativamente reciente su incursión a los terrenos novelísticos. Un día, por caprichos de este aleatorio vicio literario cayó en mis manos una novela titulada “Por su nombre”, que leí en la primavera del 2002 durante un viaje a Cuba. Lo que encontré fue una obsesiva pulcritud de prosa mantenida sin alteraciones a lo largo de toda la novela, que ciertamente no es corta. Imaginé un autor con alma de relojero, una suerte de matemático dado a la tarea de colocar una cintra métrica en cada párrafo. Una novela que pese a estar obsesionada con la forma, no sacrificó el fondo. Al final, quedó un buen sabor de boca. Después le metí diente a La Lotería de San Jorge, una novela que si bien derrocha riqueza formal, algo que parece ser la marca de la pluma de Uribe, no tiene una estructura tan pulcra como la antecesora. Al igual que hiciera Conrad en Nostromo, Uribe construye en su novela una hipotética república latinoamericana denominada San Jorge, cuya capital es Georgina. Uno busca de inmediato paralelismos, pero lo cierto es que siendo la historia latinoamericana tan repetitiva, San Jorge puede ser cualquier país de Centroamérica o del Caribe. Círculos perfectos y eternos retornos encerrados en una prosa que en ningún párrafo pierde su vocación de ser perfecta. La eterna historia de lo que pudo haber sido, la casualidad, el destino, la fatalidad, el arrepentimiento y esos millones de mínimas circunstancias caprichosas que son capaces de tejer una historia es lo que he encontrado en la narrativa de Uribe que pese a su aparente frialdad cerebral, es capaz de entregar historia fluidas y hasta cautivadoras. La pregunta que cabe hacerse es: Con ese nivel de obsesiva racionalidad ¿A Uribe le divertirá el acto de escribir novelas?

Estoy a punto de decir que si no lo leíste no tuviste adolescencia. José Agustín es como un disco de los Ramones; tiene sentido por la época, por el contexto, por la edad, por las endorfinas. He sido lector de José Agustín desde hace un titipuchal de años, cuando tenía la edad promedio de sus personajes primarios y en lo absoluto me siento unido al coro de voces que aseguran la pluma de este narrador se agotó en La Tumba y De Perfil. Obras como Luz externa, Se está haciendo tarde, Ciudades desiertas o inclusive la noventera Dos horas de sol, son novelas inteligentes, ágiles y sumamente originales. Ello sin olvidar la bien lograda la trilogía de la Tragicomedia Mexicana, que hasta el mismísimo Enrique Krauze, con todo el dolor de su gigantesco ego, tuvo que citar en la bibliografía de su Presidencia imperial. José Agustín es obsesivamente fiel a sí mismo. Su estructura narrativa, sus juegos de palabras, su pasión por el rock, el cine, las drogas, el esoterismo y la astrología son las mismas de toda la vida. Otra cosa es leer a este colega en su faceta de crítico de rock y es que casi nunca aguanto la tentación de adentrarme en las páginas de algún texto inspirado en eso que José Agustín llama la nueva música clásica. Leer las reflexiones y desvaríos que un disquito provocó en otro lunático siempre será un placer, aunque ese disco ya lo haya escuchado decenas de miles de veces y en apariencia no haya nada más que descubrirle.