Para ti el arte fue el fin y la Revolución fue solo un pretexto
Me gusta el pincel y la brocha, ellos son también
extensiones de mi cuerpo, pero a la hora de verdad elijo la ametralladora. Esa
también la manejo con maestría. ¿Tú en
qué combate estuviste Diego? ¿En qué escaramuza tuviste que tirarte pecho a
tierra? ¿Cuándo disparaste una carabina? Los peligros más duros que sorteaste
han de haber sido las tormentas que en casa te armaban tus viejas por andar de
casquivano y las trincheras las has de haber montado en la cocina cuando te
acribillaban con la vajilla o te surtían a sartenazos. No Diego, no te lo estoy
echando en cara. Cada quien vive su vida como puede, pero como artistas tenemos
motivaciones harto distintas. Al final de cuentas pudimos estar o no estar,
pero aquí lo importante es cómo carajos vivimos.
Yo concebí y
concibo la Revolución como una parte de mi ser, como el color de mis ojos o la
fuerza de mis músculos. Tú en cambio fantaseabas con ella. Te fascinaban mis
relatos, tanto, que acababas narrándolos como si fueran tuyos. Eras genial como
pintor y como mitómano. Poseías tal capacidad para combinar armoniosamente los
colores, que a veces creía ver luz en tus dedos cuando tomabas el pincel. Yo me
moría envuelto en la bandera roja de la revolución proletaria y tú te
inmolarías en el altar de las formas puras de tu creación plástica y con los
elaboradísimos mitos paridos por tu imaginación desbordada. Yo siempre le fui
fiel a la bandera roja, por encima incluso del arte y de la familia y tú,
Diego, no le fuiste fiel a nada ni a nadie, empezando por Frida, o en realidad
por todas tus mujeres. La fidelidad nunca fue lo tuyo, ni en la política ni en
las faldas.
Sí, no puedo negarlo, también me hubiera gustado vivir tu
vida, con esa sensualidad desbordada, así panzón como estabas, y dejarme
envolver por esa inacabable borrachera de arte y mujeres. Para ti el arte fue
el fin y la Revolución fue solo un pretexto, un buen tema para desparramar
colores por las paredes del mundo. Para mí, en cambio, el arte fue el medio y
la Revolución el fin último, la razón de todos mis esfuerzos. O no sé, a lo
mejor me equivoco. A lo mejor para ti el arte fue también un medio para conquistar
mujeres y poder fanfarronear y para mí la Revolución fue solo el pretexto para
dar rienda suelta a mi furia, para no castrar mi rabia y seguir tronando mis
chicharrones. Sí, no te miento: hay días como hoy en que me pregunto para qué
carajos me he pasado la vida peleando. Para qué consumir mi adolescencia en la
tropa carrancista y el Ejército del Noroeste; para qué ir a España a jugarme el
pellejo en las trincheras republicanas. Para qué alebrestar a los
ferrocarrileros y a los maestros. ¿Qué me ha dejado la Revolución? Por ahora mi
única herencia es esta pinche celda milimétrica, esta ratonera oscura donde me
las debo arreglar para pintar en
tinieblas. No Diego, el mundo no cambió. Sigue siendo tan canijamente desigual
e injusto. ¿Valió la pena tanto plomo mal gastado en cuerpos innecesarios? ¿Tú
crees que valió la pena?