Eterno Retorno

Saturday, May 28, 2011



Me acostumbré al ritual del último miércoles de mayo. Tal vez por ello me siento un poco extraño viendo la orejona alzada un sábado al medio día. La esencia de la Copa de Campeones Europeos fue la pinta, el escape, el burlar ocupaciones y compromisos para ir a buscar como desesperado una pantalla. Lo normal es que un miércoles al medio día uno suele estar ocupado, por lo que la historia de los últimos 25 campeones europeos es la historia de los malabares que debí hacer para eludir escuela o trabajo. Hace un año el formato cambió y la final europea se celebró por vez primera en sábado, aunque yo, fiel a la costumbre, tuve un montón de trabajo y vi a Milito coronar al Inter contra Bayer a bordo del camión de la campaña de Tijuana en Positivo, que por fortuna tenía tele. Un año después he visto al Barca en la comodidad del hogar, a la hora de la siesta de Iker.
Llámame obsesivo, loco o sin que hacer, pero puedo decirte con plena exactitud dónde estuve yo el último miércoles de mayo del último cuarto de siglo y qué malabares debí hacer para ver la disputa de la Orejona. La Champions tiene poco que se ha vuelto un fenómeno masivo en México, aunque siempre se ha trasmitido y yo siempre la he seguido. A veces me veían como un loco fuera de lugar, buscando desesperado una tele un miércoles a las 13:00 para ver a equipos europeos que no importaban a nadie, pues fuera del Madrid de Hugo Sánchez, en mi país no había atención alguna para Europa y podía mucho más un México vs Guatemala que un Milán vs Ajax. A mí siempre me ha podido más el Viejo Continente. De hecho, al momento de escribir estas palabras está jugando México contra Ecuador y te juro que me vale un carajo lo que pase con ellos. En los últimos 25 años solo me he perdido dos finales de Europa: La de 1989 (Milán 4 Steawa 0) porque estaba viviendo en un pueblito de Colorado donde el futbol no existía, y la de 2002 (Real Madrid 2 Leverkussen 1) porque Carolina y yo viajábamos en autobús de La Habana a Varadero. Fuera de ahí te puedo decir que las he visto todas, absolutamente todas y te puedo describir con exactitud dónde estaba y qué obstáculos debí desafiar para poder ver el juego. Por ejemplo, recuerdo que en 1988, cuando se enfrentaron PSV y Benfica, yo tenía clase particular de matemáticas a las tres de la tarde, hora en que acababa el tiempo reglamentario. Yo estaba expulsado del Liceo Anglo Francés, pero iba a tener la oportunidad de presentar los finales de segundo de secundaria. La cuestión es que debía estudiar muchísimo por mi parte, pues por ser una mala influencia para mis compañeros, no se me permitía entrar a clases. El juego acabó 0-0. Tiempos extras y penales. Ni modo, tuve que volarme la clase. Los holandeses vencieron 6-5.
Mi vida es obsesivamente cronológica, pero el futbol es para mí el mejor calendario o el mejor reloj. Puedo albergar ciertas dudas sobre en qué año leí tal libro o en qué año publiqué tal nota o columna, pero jamás dudaré a la hora de responder en qué año vi coronarse a tal o cual equipo. El futbol me recuerda lo viejo que soy. Un aficionado con muchos años y partidos a cuestas que se acuerda perfectamente lo que estaba haciendo hace 19 años, cuando Barcelona se coronó por vez primera. El miércoles era mi día de descanso en Discos Zorba, el primer empleo en nómina que tuve en mi vida y en la tranquilidad de mi hogar en Lomas del Olivo Edo Mex. vi aquel riflazo de 30 metros de Koeman en el viejo Wembley, (ya demolido como la casa de Río San Juan) y el Barca batía 1-0 a Sampdoria. ¿Qué edad tenía Messi en aquel 92? ¿Qué edad tenían Chicharito, Piqué o Xavi? ¿Me imaginaba hace 19 años que el último sábado de mayo estaría viendo al mejor equipo del Planeta y acaso de la historia de la humanidad coronarse ante Manchester? ¿Me imaginaba que vería el juego sin volumen porque mi pequeño estaría tomando su siesta vespertina y que esa carita modorra iba a convertirse en el sentido de mi vida entera? Este tren demente de la vida corre con mucha prisa.

Thursday, May 26, 2011


Si es cierto que hay en este mundo quienes hacen la Historia y quienes simplemente la padecen, el día que fui a tramitar la FIEL al Servicio de Administración Tributaria me sentí más que nunca encarnado en el segundo grupo. Padezco la Historia coma una enfermedad infecciosa e incurable.

Aquel día amaneció lloviendo. Cielo cerrado, nubes oscuras y gotas machaconas. ¿Lluvia de mayo en Tijuana? Estas alteraciones climáticas tienen consecuencias literarias, pues no están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero en cierto intento de narración que llevo algún tiempo desparramando, la lluvia en abril juega un papel importante y en la historia se dice que aquí en la tijuanera y xoloitzcuintla tierra, sólo llueve los primeros dos meses del año. En fin, cuestión de ponerle otra tachadura a Vientos de Santa Ana.

Aquella lluviosa mañana tuve una ráfaga de energía que me permitió enfrentar la cuesta arriba y pensar que pese a todo y contra todo, la vida, aunque no parezca, tiene sentido. Ese destello de vida fue ver la carita de Iker tras la ventana del balcón mirándome mientras me subía al carro. Un auténtico punch de sentido de vida que me permitió superar el sentirme por un momento el más absurdo de los sísifos.

Bajo la lluvia y a las siete de la mañana, la carretera libre Rosarito-Tijuana es algo más que una prueba de resistencia. La esencia de esta ciudad es el caos, pero bajo el agua toda catástrofe se vuelve superlativa. Más de una hora y media de camino viendo como el marcador de la gasolina desciende veloz e irremediablemente hacia el rojo infierno del vacío, su hábitat natural en los tiempos del incremento compulsivo. Lo cierto es que manejar bajo la lluvia en Tijuana es algo que he tenido que hacer cientos de veces (el 7 de diciembre de 2009, horas antes de la llegada de Iker, debimos sortear un diluvio universal) Ver el irremediable vaciado del tanque es hoy en día el más cotidiano de mis infiernos.

Los infiernos que aún no me son habituales, son esos orwellianos recintos tributarios. Para acabar de escupirte en la cara, el sitio donde se encuentra el SAT en Tijuana es una colonia llamada 70-76. Miéntame la madre. Creo que si vives en un sitio con ese nombre ya inicias el partido con el marcador en contra. Una colonia que tributa a un sexenio de jodidéz y devaluación. Una colonia que tributa al sexenio en el cual nací. No sólo soy viejo, sino que además cargo la cruz de haber nacido en un guayabero periodo presidencial de nacionalismo kitch y torpeza recalcitrante. Sin duda en aquel miserable sexenio, la Secretaría de Hacienda (que por cierto ocupaba López Portillo) debió ser un sitio donde una gorda torta-mordida o un buitre corbata-sucia, ambos reglamentariamente corruptos y sindicalizados, te atendían detrás de una Olivetti oxidada tamaño mastodonte y te daban algunos pellizcos y mordidas de varios ceros a cambio de una declaración más benigna.

Hoy, la herencia de aquel 70-76 son los viejos treintañales que nacimos en aquella infausta época, la escuelita de conviértase en un corrupto en diez sencillas lecciones y el nombre de una colonia en donde, entre otras cosas, está la Policía Federal y los hangares militares, sitio en el que a bordo de un Hércules, son escupidos rumbo a Almoloya los capos recién capturados. Sin embargo, la gorda torta-mordida y el zopilote corbata-sucia hoy brillan por su ausencia. Eso sí ha cambiado. Hoy, quien truena los tributarios chicharrones en Hacienda es el robot chamarra-azul. Fríos, inexpresivos, de pocas palabras. Son similares a los hombres grises de Momo o a los tipos malos de Matrix. Pisos trapeados, reloj de jamonería, angustia en los rostros.
El primer reparo es que tramité mi cita como renovación de FIEL y no como primera vez. El chamarra-azul quiere condenarme a la tercera división de los que no traen cita y hacen fila de cuatro horas, pero esa suma de terquedad- compasión me permite tomar mi papelito y aguardar mi turno. Mi número me conduce hasta el escritorio de una mujer chamarra-azul. Fea, inexpresiva, irremediablemente patética. Trabaja con estándares de calidad total y medición de tiempos. Por eso mismo se niega a recibir a alguien que no ha terminado de llenar a mano su hoja con datos generales. Aquí la fórmula terquedad- compasión no arroja resultados. Voy de regreso a la jamonería. Mi número me conduce ahora al escritorio de un veinteañero chamarra-azul con aspiraciones de eficiencia, en todo caso preferible al patetismo inflexible de la mujer. Toda esa serie de combinaciones improbables de letras y números que construyen la esencia de mi ser ante la burocracia son revisadas por el veinteañero y una vez que su cabeza ha procesado que soy quien digo ser, me manda al lugar donde otro chamarra-azul se encarga de herrarme como una res en hato de ganado y marcar el número de la Bestia. San Juan lo supo en Patmos: el número de la Bestia es la FIEL. No tengo una biblia a la mano, pero recuerdo algo así como que nadie que no tenga marcado el número de la Bestia podrá comerciar o intercambiar bienes ni realizar operación alguna. Eso mismo me dijo el Gobierno Federal: sin tu bestial y apocalíptica FIEL estás podrido en este mundo. Mis manos pegadas a un cristal, mis cejas colocadas rígidas sobre un aparatejo que lee símbolos ocultos en el iris. Welcome to the New Dark Ages. Estoy inmerso en una pesadilla futurista de Orwell. El nuevo Proceso de Kafka no es un juicio impersonal y burocratizado por un delito que siempre desconocerás, sino un tipo que se juega la vida marcando paswords siempre incorrectos y construye declaraciones patrimoniales siempre rechazadas en declaranet.com. Por si esas ficciones burocráticas denominadas CURP y RFC llegan a ser falseadas, ahí están capturadas esas realidades innegables de dedos y ojos cortesía del ADN. Ahora sí Hacienda me tiene debidamente agarrado de los huevos y los chamarra-azul sonríen satisfechos. Una cabeza de ganado más para devorarse. El secreto de mi vida y la revelación del Santo Grial encriptado yacen ocultos en un USB que llevo en la bolsa de la camisa.

Salgo del siniestro edificio pisos-pulcros. Ha dejado de llover. Camino por las calles mojadas del 70-76 y pienso que el héroe de nuestro tiempo es aquel que logra escabullirse de fieles, curps, rfcs y chamarras-azules. Tomo al azar un camión que pienso me conduce al Centro vía Zona Río, pero el mastodonte se interna por las míticas calles de la colonia Libertad. Bajo en algún lugar de una empapada Aquiles Serdán y emprendo la caminata calle abajo. En mi camino se cruza un viejo fotógrafo. Me reconoce, me saluda y me dice que tiene unas fotos mías, no en un archivo, sino ahí mismo, en su viejo maletín de cuero que carga a todas partes. Saca un par de fotos y en efecto, ahí estoy yo, chaleco marrón Tijuana en Positivo, camiseta verde de la Selección Mexicana, cara de encampañado. El hombre me regala las fotos. Le agradezco y sigo mi camino…

Sunday, May 22, 2011


Tijuana ha construido algunos palacios de nubes de los que siempre se habla en foros, entrevistas y charlas de cantina y café. Palacetes de aire y buenos deseos que cada cierto tiempo estamos a punto de concretar, aunque en lo más profundo de nuestro tijuanero inconsciente sabemos que son onanismos mentales. ¿Quieren ejemplos? La tercera garita, la vuelta al régimen de zona libre, los cruces fronterizos veloces, el acuerdo migratorio, el centro de convenciones, el renacer del turismo, la modernización del transporte público, el final de los baches, la coordinación entre policías y tener un equipo de primera división. Desde que llegué a vivir a Tijuana escucho a la gente decir que esta ciudad se merece un equipo de futbol en primera, que sería un éxito, que habría una afición pasional y entregada, que tendríamos gente de Los Ángeles y zonas aledañas viniendo cada fin de semana a apoyar a sus equipos. Llevo doce años escuchándolo, pero al final de la conversación, nos quedamos con el saborcillo de boca que dejan los sueños imposibles. Llegué a pensar que el destino de Tijuana sería no tener primera división como el destino de los Tigres es no ser campeón y el destino de las ballenas es emigrar a la laguna Ojo de Liebre. Pues bien, tal vez por aquello de que cierta ridícula secta apocalíptica profetizó el fin del mundo para el 21 de mayo, sucedió lo imposible, algo que se veía más lejano que el Armagedón y la segunda venida de Jesucristo: el ascenso de un equipo de Tijuana a Primera División. Tijuana tiene primera división y el asunto me parece tan pero tan difícil de creer y asimilar, que no me extrañaría asomarme a la ventana y ver que las aguas del Pacífico se han vuelto de color rosa y que sobre las Islas Coronado vuelan rinocerontes verdes con alas de libélula.
Recuerdo muy bien la primera vez que fui a un partido de futbol en Tijuana. Fue en mayo de 1999. Jugaban Chivas Tijuana y Zacatepec por los cuartos de final en el estadio Cerro Colorado. Tijuana ganó 1-0 con penal de Califas Arteaga, aunque en la vuelta fue masacrado 5-0 por los cañeros. A la postre ese fue el último juego de Chivas Tijuana con ese uniforme y con ese nombre, pues a partir del siguiente torneo se transformó en Nacional Tijuana (hermosa camiseta verde) En aquel entonces yo realmente soñaba y deseaba que mi nueva ciudad tuviera un equipo en primera y puse toda mi fe en el ascenso de Nacional. El periódico Frontera acababa de ser fundado y yo tenía una columna futbolera llamada Tiro Libre que casi siempre dedicaba al Nacional Tijuana. Tenía mi credencial de comentarista y entraba a nivel de cancha a todos los juegos de aquel equipo que dirigía Jesús Bracamontes y después Pablo Luna. Mis sueños de Primera División se fueron topando con pared. Nacional no era un equipo diseñado para el ascenso, sino un cuadrito de media tabla pensado en servir de semillero o reserva para Guadalajara. Nacional naufragó y luego llegó Trotamundos que apenas duró seis meses. Después Tijuana se quedó sin equipo profesional cortesía de Chuy González y Alberto Uribe, que corrieron al equipo del Cerro Colorado para traer el aberrante beisbol. (beisboleros de Tijuana: verán ahora lo chiquito y desolado que se va a ver su pestilente jueguito de bats frente al Deporte Mayor, el Juego de la Humanidad y del Planeta)
Estuvimos un año sin equipo hasta que llegó Jorge Hank Rhon y sin decir agua va, se sacó un equipo de la manga y lo metió a jugar en el CREA, una cancha más amateur que la de muchas escuelas secundarias. En aquel entonces yo era el reportero de la fuente municipal y me había convertido en la sombra más molestosa para el hankismo. La llegada del nuevo equipo, llamado simplemente Club Tijuana, causó una enorme grilla, pues un grupo de absurdos talibanes, (casi tan absurdos, ridículos e intolerantes como los anti-zócalo 11 de Julio), se opusieron a la llegada del equipo al CREA. Con mucho morbo de por medio, Carolina y yo acudimos un día del verano de 2005 al primer partido de la historia la franquicia futbolera hankista: Club Tijuana vs Hermosillo. Recuerdo bien el primer gol en la historia de esa franquicia, un tiro libre anotado en la portería que da a la Vía Rápida. 2-1 ganó Tijuana aquel juego. A le fecha conservo una camiseta negra de aquel Club Tijuana (como conservo una bandera amarilla de Trotamundos y como conservo en la mente la final que perdió Inter Tijuana contra León en 1990 y que yo vi por tele) y tal vez por lo cómodo que me quedaba el CREA, cercano mi área de trabajo, acudí a muchos juegos de aquel equipo que después se llamó Gallos Caliente y Dorados Tijuana, antes de ser bautizado con el originalísimo mote de Xoloitzcuintles. Los boletos siempre eran regalados y recuerdo partidos infumables, con la grada desolada de esa cancha escolar en donde Tijuana daba pobres espectáculos. En esa cancha (donde alguna vez jugué un partido Prensa de Tijuana vs Banda el Recodo que empatamos 3-3 y perdimos en penales) anotó en juego amistoso sus primeros tres goles en el futbol mexicano el chileno Humberto Suazo, delantero de una mierda de equipo llamado rayados y yo estuve ahí para mentarle la madre. En esa canchita vi perder contra Tijuana al Puebla cuando el equipo de la franja penaba en la división de ascenso y vi uno que otro juego digno. Hasta que un día, sin decir agua va, Hank empezó a construir su nuevo estadio a lado del Hipódromo. Recuerdo que vi el enorme foso cuando fuimos cubrir el cierre de su malograda campaña a Gobernador y dije, “en la madre, esto va en serio”. El estadio Caliente se inauguró en un juego Xolos vs Pumas Morelos que ganó Tijuana por 2-1. Yo no acudí a ese encuentro. Mi primera vez en el nuevo estadio fue en un partido de la malograda selección olímpica de Hugo Sánchez contra Paraguay que quedó 0-0. La maldición del cerapio me ha perseguido en el estadio hankista. Creo que en ninguna otra cancha de las que he visitado regularmente a lo largo de mi vida he visto tantos juegos de 0-0 como en el Caliente. Mi segundo juego en el estadio rojo fue un Xolos 0-0 Dorados. Creo que el marcador más abultado que he visto en el Caliente ha sido un 3-0 que Tijuana le metió al Saprissa costarricense en juego amistoso. Fuera de eso, el 0-0, el 1-0 o el 1-1 suelen ser la regla cada que acudo a al reino de Hank. En 2009, cuando Iker ya estaba en la panza de Mamá, Xolos fueron superlíderes y yo los seguí de cerca. Fui a ver la semifinal contra Salamanca que ganaron 2-0 y fui a ver la final del torneo clausura 2009 contra Mérida. Derrota 1-0 en Yucatán y 0-0 en la vuelta. Triste subcampeonato. Al final los yucatecos perdieron el juego del ascenso contra Querétaro. Después me fui separando de los Xolos como me he separado de tantas cosas en la vida tales como los conciertos y los bares. Desde la sana distancia de mi nueva vida estoica, he seguido su carrera ascendente. En otra época de mi vida sin duda hubiera estado en la punta del grito siguiendo la final en el estadio. Vaya, el día de la ansiada apoteosis hubiera sido imperdible. Antes me daba por estar presente en los grandes eventos. Sin embargo el histórico día del ascenso tan largamente esperado, simplemente trabajé y no hice nada por buscar un boleto. A medias seguí la final a través de un viejo radio prendido en algún lugar de la colonia Camino Verde, en el corazón de la Tijuana profunda, la Tijuana de escaleras de llanta.
(Nacida en 1989 como consecuencia de una invasión de predios, Camino Verde es una zona en donde de acuerdo a los datos de Inegi viven poco más de 40 mil personas en un entorno topográfico de escarpadas laderas en donde las escaleras de llantas y los techos de lámina forman parte del paisaje. Las estadísticas reflejan que 254 convictos que actualmente purgan una pena en las cárceles de la entidad, salieron de Camino Verde, de la misma forma que el mapa de la Secretaría de Seguridad Pública, ubica a la zona como un foco rojo en lo que se refiere a venta de droga al menudeo).
En fin, en esa colonia escuché en un radio distorsionado la historia del ascenso tijuanense y tal vez la mejor forma de celebrarlo fue jugando futbol. Carlos y yo cascareamos con algunos niños del barrio en una canchita, luego de la jornada de trabajo. Cuando ya nos retirábamos, mi colega Sevilla encontró ponchada la llanta de su carro. En lo que se lanzaba a la vulca, me entretuve chutando con un niño de Camino Verde llamado Gerardo (este morrito de la foto con balón de Pumas) a quien vi correr con la pelota en los pies trepando por una escarpadísima pendiente. En una cancha con muchísimos grados de inclinación y con incontables irregularidades topográficas me puse a patear el balón cuesta arriba y pensé que justamente así son las canchas y la vida en Tijuana y pensé en lo mucho que quiero a esta ciudad y lo feliz que suele hacerme patear una pelota y concluí que la historia de esta ciudad va a cambiar mucho con un equipo en primera. Mi equipo es y seguirá siendo Tigres por toda la eternidad, pero en segundo lugar apoyaré a los Xolos. Lo político es punto y aparte.