Con toda mi obsolescencia a cuestas
Yuval Noah Harari ya lo anticipó: el final del homo sapiens se producirá en el momento en que el simio aventajado deje de ser un animal para convertirse en un dios. De Homo Sapiens a Homo Deus en unas cuantas décadas. El detalle es que por lo que a mí respecta, moriré siendo mucho más parecido al neandertal que a la deidad cyborg en que se transformarán mis tataranietos. Soy un cuerpo frágil y decadente inmolado en el altar de sacrificios de las enfermedades crónico-degenerativas, esclavo de la lenta muerte burocrática, el dantesco infierno materializado en la sala de espera de una clínica del IMSS. Muerte sin glamour no romanticismo. Un cuerpo... un ordinario y anacrónico cuerpo: un bonche de carne, huesos y fluidos pestilentes. Aquí estoy, con toda mi obsolescencia a cuestas, representando mi papel en esta danza macabra en donde una parca me sonríe desde la alberca mientras yo intento emular a Malcolm Lowry sin que los demonios de mi ebriedad all inclusive acierten a llevarme a otra parte en donde pueda olvidarme de mi condición de pordiosero cultural mendigando una lujosa limosna.