Eterno Retorno

Thursday, October 22, 2020

Con toda mi obsolescencia a cuestas

 Yuval Noah Harari ya lo anticipó: el final del homo sapiens se producirá en el momento en que el simio aventajado deje de ser un animal para convertirse en un dios. De Homo Sapiens a Homo Deus en unas cuantas décadas. El detalle es que por lo que a mí respecta, moriré siendo mucho más parecido al neandertal que a la deidad cyborg  en que se transformarán mis tataranietos. Soy un cuerpo frágil y decadente inmolado en el altar de sacrificios de las enfermedades crónico-degenerativas, esclavo de la lenta muerte burocrática, el dantesco infierno materializado en la sala de espera de una clínica del IMSS. Muerte sin glamour no romanticismo. Un cuerpo... un ordinario y anacrónico cuerpo:  un bonche de carne, huesos y fluidos pestilentes. Aquí estoy, con toda mi obsolescencia a cuestas, representando mi papel en esta danza macabra en donde una parca me sonríe desde la alberca mientras yo intento emular a Malcolm Lowry sin que los demonios de mi ebriedad all inclusive acierten a llevarme a otra parte en donde pueda olvidarme de mi condición de pordiosero cultural mendigando una lujosa limosna. 

Wednesday, October 21, 2020

El zorro y El Principito


 

Creo que nunca en mi vida adulta había pensado tanto en El Principito como en este otoño triste. Los atardeceres irrumpen con premura, el viento llega cargado de mensajes y yo pienso que el sentido de lo que verdaderamente importa en esta vida yace en el diálogo entre El Principito y el zorro. “No era más que un zorro, semejante a cien mil otros, pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. Nuestro zorrito se llama Canica, es única e insustituible en el universo  y en estos días  está diciéndonos adiós. De un momento a otro toda nuestra energía está concentrada en salvarla o en alargarle la vida aún a sabiendas de que la batalla está perdida. Durante todos estos meses, aun cuando todo su cuerpecito parecía ser un campo minado, ella se las arregló para continuar disfrutando de la vida. Siguió siendo terca y puntual para exigir sus paseos al amanecer y al caer la noche y su nariz seguía peinando cada rincón del parque con renovado interés. Mantuvo su papel de guardiana inflexible de la casa y no dejó de bailar de emoción en las tardes de carne asada, sin duda el favorito de sus rituales familiares. En la frontera entre el verano y el otoño un nuevo padecimiento irrumpió en el escenario cuando su útero se infectó, sin que el cáncer dejara de avanzar al tiempo que sus riñones se debilitaban cada vez más. Canica ha dejado de comer por sí misma,  la alimentamos sambutiéndole la comida hecha papilla a través de una jeringa y pasa buena parte del día conectada al suero. Hoy al amanecer tuvo la energía para dar un paseo al parque, acaso el último de su vida. Sus ojos no  han dejado nunca de brillar y desde una región límbica aún nos sigue con la mirada.