Eterno Retorno

Friday, March 05, 2004

Ando acá, con pocas horas de sueño, ondeado, feliz, encabronado, con mucho trabajo, oyendo Therion. Puro Therion. A huevo, que me redima el secreto de las Runas y me lleve lejos a Asgärd. Ustedes disculpen tanto pinche error de dedo. No es mi culpa. Hoy ya no soy yo.

Recuerdo una noche de marzo, recuerdo una cosa que casi, casi, se parecía a la melancolía, a una certeza absoluta que casi se parecía a la melancolía, a una certeza absoluta de estar viviendo en el pasado y recordar la noche en que Daniel Salinas, solitario, oscilante entre la furia y la alegría, peleba ca-cahuates y bebía cerveza ámbar en el Dandy del Sur mientras un par de equipos sudamericanos disputaban un intrascendente juego de la Libertadores en la pantalla. Recuerdo la noche en que Daniel Salinas por poco se revela, la noche que creyó haber vivido, muchas noches antes, por aquello de es-tar sintiendo las cosquillas de ese insurrecto demonio de ancestrales rebeliones, de corajes no conte-nidos, de furias desencadenadas. Ese pinche demonio, tridente en mano, susurrando en su oído “chíngalos, rómpeles su madre, mándalos al carajo, zorrájales un putazo y lárgate de una buena vez por todas a la chingada”. Eso me decía el pinche demonio-

Un teatro, Todo esto es un teatro, una pantomima de cuellos parados a costa nuestra- No crean nada- Todo es pantomima, todo es un acto hipócrita y a veces para eso me pinto solo. Como si no supiera de políticas y efectos mediáticos-

Los premios

Vivimos en una sociedad que estimula la competencia desde que eres un lactante. Debes disputar con otros cada trozo de vida y demostrar que eres mejor. Pero la única forma de legitimar y perpetuar tu éxito en dicha competencia, es lograr coronar tu cabecita con un premio. Desde que en la escuela la maestra te pone una estrellita en la frente, te está diciendo que por tu buen comportamiento, o por-que agarraste bien los crayolas y no tiraste el lonche, fuiste mejor niño que los demás. Tu estrellita brilla sobre los otros. Después, en la primaria, aparece el cuadro de honor. El primer lugar, generalmente corresponde una niña matadita y no muy linda que digamos, mientras los burros yacen en el fondo chapotenado en el fango como los equipos que pelean el descenso.
En la adolescencia, como en ninguna otra edad, pasas los días obsesionado en demostrar que eres el mejor, que destacas sobre los demás, ya sea en deportes, putazos, conquista de chicas, originalidad, astucia etc. Y sí, puedes ser todo lo bueno que tu quieras, pero de pronto viene el tribunal social y te pregunta ¿Qué has ganado? ¿Quién certifica que eres bueno? Pues no basta con que tú lo demuestres en los hechos; debes tener quien lo avale. Por eso se inventaron los premios. Siempre subjetivos, sí. La subjetividad es su naturaleza. Nada es absoluto en este mundo. Sin embargo, pese a que en tu in-terior estás consciente de que ser premiado es una cuestión meramente circunstancial, tu mente ha sido condicionada desde que eres un pequeño para emocionarte ante todo lo que huela a triunfo re-conocido. Es tal vez por ello que, aunque me de un poco de pena reconocerlo, me siento contento de haber ganado el premio de mejor reportaje en el concurso “Lo Mejor del Periodismo Don Rogelio Lozoya Godoy”.

Razones para celebrar- Frontera se llevó dos de cinco (o tres, si contamos que el Yorsh cosechó sus primeros éxitos en esta redacción)

Fueron cinco categorías y participaron nada menos y nada más que 253 trabajos de periodismo escrito, tele y radio. Mi colega de Frontera Luis Adolfo San, ganó el premio a la mejor nota con “Termi-nales camioneras clandestinas”. Mi colega Jorge Morales (www.yorsh.blogspot.com) de La Opinión de LA y ex de Frontera (premio nacional de periodismo por cierto) ganó en el género de crónica por su trabajo “Ver morir a su país desde lejos”. Abraham Domínguez de El Mexicano ganó el premio de caricatura por su dibujo Los Cuatro Centauros. En la categoría de foto el siempre luchón y chambeador José Luis Camarillo ganó por su foto “Secuencia: Muerte de Policías” y yo gané el premio de mejor Reportaje por el trabajo aquel del tráfico de naftaleno que honestamente de los digo, fue una soberana chinga que nos llevó días de observación, persecución, sobornos y adevertencias que por fortuna no han pasado de ahí. Vaya, podrán decir lo que quieran pero si algo tiene Tijuana es que está llena de periodistas combativos, luchones y mucho más cabrones que los chilangos que pasan su existencia chayoteando en Los Pinos o con el Peje. Y la verdad de las cosas, 253 trabajos compitiendo no son enchiladas y me consta que hubo muchos muy buenos. El trabajo de mi colega Ernesto Álvarez sobre la recolección de basura era muy bueno y tal vez mereció mejor suerte.
Hoy al medio día fue la premiación y mi discurso explicando los motivos de Frontera para donar los premios, de 15 mil pesos cada uno, a la Cruz Roja.
Abrazos, felicitaciones, a huevo, bien mi compa, te lo merecías, dos tres hipócritas tirando mierda en sus mentes, otros que sinceramente mejor ni me saludaron y se acabó Mi reconocimiento dorado con el sello del Ayuntamiento y thats it. Lo demás es historia.
Por lo demás y pese a todo, estoy contento, en verdad muy contento ¿O estoy triste? La mera verdad, ya ni sé.

Thursday, March 04, 2004

De los opiáceos al cristianismo

El sábado pasado, mientras comíamos unos deliciosos mariscos en Rosarito, un drogadicto rehabili-tado vino a vendernos chocolates. Le compramos un Hershey blanco, a los que soy tan adicto como ellos a la heroína. El drogadicto, cuarentón y sonriente, repleto de esos tatuajes de prisión que pare-cen elaborados con pluma de tan malhechos, creyó que la compra del chocolate era el pretexto per-fecto para inducirnos a una droga peor, más adictiva, mortífera y asquerosa que crystal: Cristo. Ca-rolina le preguntó sobre los métodos que utilizaban en su centro de rehabilitación. El cristiano dijo que daban pastillas. Carol le preguntó si contaban con la licencia para recetar esa clase de medica-mentos o si acaso en el centro de rehabilitación había un psiquiatra facultado para recetarlos. El dro-gadicto nos dijo que contaban con el mejor psiquiatra del Mundo: Cristo y al pronunciar la palabra se le iluminaron sus ojos. Agárrate, empezó la perorata. Cristo me salvó, yo era un hombre perdido, un gusano que se arrastraba por la calle, pero Él me iluminó con su infinita luz y me puso en la sen-da del buen camino. De no ser porque queríamos terminar en paz nuestros mariscos y quitárnoslo de encima, le hubiéramos echado en cara nuestro concepto favorito de Lacan: Hazte cargo de tu deseo. El cristiano jamás asumirá su deseo. No es él ni su voluntad quien lo rehabilita: Es una otredad in-existente llamada Cristo en quien depositan toda la fuerza de sus impulsos y sus actos. Luego en-tonces, su maldad no es suya, sino del Diablo, el tentador, el mentiroso. El hombre será un eterno menor de edad sujeto a las voluntades de un Jehová y un Satanás igualmente furibundos. ¿Valdrá la pena iniciar un debate un él? No. Mejor concentrarnos en nuestros camarones y nuestras cervezas.
En Tijuana hay miles de heroinómanos transformados en cristianos. Simplemente sustituyeron la droga. Cambiaron la heroína por Cristo. Yo insisto que su segunda droga es mucho peor.


Las aspirinas de la fe
A menudo me han hablado de la fuerza que da la fe. No lo dudo: Creer firmemente que hay alguien que desempeña la función de hermano mayor o papá regañón, castigador y apapachador según tu comportamiento es muy confortable. A veces me imagino que sería de lo más cómodo pensar que al final de esta vida hay un paraíso, como hotel de cinco estrellas al que podrás acceder siempre y cuando cumplas puntualmente con tus cuotas al Vaticano. Imaginarte que alguien, un ente todopo-deroso y pensante te hizo, por si fuera poco para algún motivo específico y te tiene reservado un des-tino. Sería bonito, pero es inútil. La religión no cae en mi cabeza. Desde los 16 años eché a patadas a Dios y cualquier cosa que le parezca.
Veo a mis parientes, tan católicos ellos. Me ponen el ejemplo de una tía del opus dei que ha llevado una vida llena de sufrimientos, pues quedó huérfana a los cinco años y hace poco, su niño pequeño se ahogó en una alberca ante sus ojos. Sin la fe, me dicen, ella se hubiera perdido, se hubiera de-rrumbado. Posiblemente. La fe es una droga, un analgésico, es como atiborrarte de morfina si sientes dolor y meterte un somnífero si estas alterado e histérico. La fe es efectiva, nadie lo duda, por eso es tan buen negocio. Ofrécele a Dios tu dolor, porque para esto han de saber que a esta deidad cristiana que nos cargamos además del dinero le gusta mucho el dolor. Se emociona pues con los sufrimientos de sus hijos y se alimenta de ellos. Yo trato de sortear la vida sin anestesia, con mi pinche desamparo ontológico a cuestas, sabiendo que no soy más que un accidente de la biología, un azar a la deriva en espera de que la Santísima Muerte toque su hombro. Sí, está más cabrón sin anestesia, pero las aspi-rinas teológicas ya nomás no me entran. Las vomita mi organismo, pues.

Blogger volvió a las andadas. Me posteó con ¿???. Duda de mi ateísmo. Va de nuevo. Mejor saltar esta mierda. El pedo es que al dar copy me se-pa-ra las palabras, pero si corrijo en blogger me cambia la pichada. Está loco el pinche blogger.

De los opi?ceos al cristianismo

El s?bado pasado, mientras com?amos unos deliciosos mariscos en Rosarito, un drogadicto rehabilitado vino a vendernos chocolates. Le compramos un Hershey blanco, a los que soy tan adicto como ellos a la hero?na. El drogadicto, cuarent?n y sonriente, repleto de esos tatuajes de prisi?n que parecen elaborados con pluma de tan malhechos, crey? que la compra del chocolate era el pretexto perfecto para inducirnos a una droga peor, m?s adictiva, mort?fera y asquerosa que el crystal: Cristo. Carolina le pregunt? sobre los m?todos que utilizaban en su centro de rehabilitaci?n. El cristiano dijo que daban pastillas. Carol le pregunt? si contaban con la licencia para recetar esa clase de medicamentos o si acaso en el centro de rehabilitaci?n hab?a un psiquiatra facultado para recetarlos. El drogadicto nos dijo que contaban con el mejor psiquiatra del Mundo: Cristo y al pronunciar la palabra se le iluminaron sus ojos. Ag?rrate, empez? la perorata. Cristo me salv?, yo era un hombre perdido, un gusano que se arrastraba por la calle, pero ?l me ilumin? con su infinita luz y me puso en la senda del buen camino. De no ser porque quer?amos terminar en paz nuestros mariscos y quit?rnoslo de encima, le hubi?ramos echado en cara nuestro concepto favorito de Lacan: Hazte cargo de tu deseo. El cristiano jam?s asumir? su deseo. No es ?l ni su voluntad quien lo rehabilita: Es una otredad inexistente llamada Cristo en quien depositan toda la fuerza de sus impulsos y sus actos. Luego entonces, su maldad no es suya, sino del Diablo, el tentador, el mentiroso. El hombre ser? un eterno menor de edad sujeto a las voluntades de un Jehov? y un Satan?s igualmente furibundos. ?Valdr? la pena iniciar un debate? No. Mejor concentrarnos en nuestros camarones y nuestras cervezas.
En Tijuana hay miles de heroin?manos transformados en cristianos. Simplemente sustituyeron la droga. Cambiaron la hero?na por Cristo. Yo insisto que su segunda droga es mucho peor.


Las aspirinas de la fe

A menudo me han hablado de la fuerza que da la fe. No lo dudo: Creer firmemente que hay alguien que desempe?a la funci?n de hermano mayor o pap? rega??n, castigador y apapachador seg?n tu comportamiento es muy confortable. A veces me imagino que ser?a de lo m?s c?modo pensar que al final de esta vida hay un para?so, como hotel de cinco estrellas al que podr?s acceder siempre y cuando cumplas puntualmente con tus cuotas al Vaticano. Imaginarte que alguien, un ente todopo-deroso y pensante te hizo, por alg?n motivo y te tiene reservado un destino. Ser?a bonito, pero es in?til. La religi?n no cae en mi cabeza. Desde los 16 a?os ech? a patadas a Dios y cualquier cosa que le parezca.
Veo a mis parientes, tan cat?licos ellos. Me ponen el ejemplo de una t?a del opus dei que ha llevado una vida llena de sufrimientos, pues qued? hu?rfana a los cinco a?os y hace poco, su ni?o peque?o se ahog? en una alberca ante sus ojos. Sin la fe, me dicen, ella se hubiera perdido, se hubiera derrumbado. Posiblemente. La fe es una droga, un analg?sico, es como atiborrarte de morfina si sientes dolor y meterte un somn?fero si estas alterado e hist?rico. La fe es efectiva, nadie lo duda, por eso es tan buen negocio. Ofr?cele a Dios tu dolor, porque para esto han de saber que a esta deidad cristiana que nos cargamos adem?s del dinero le gusta mucho el dolor. Se emociona pues con los sufrimientos de sus hijos y se alimenta de ellos. Yo trato de sortear la vida sin anestesia, con mi pinche desamparo ontol?gico a cuestas, sabiendo que no soy m?s que un accidente de la biolog?a, un azar a la deriva en espera de que la Sant?sima Muerte toque su hombro. S?, est? m?s cabr?n sin anestesia, pero las aspirinas teol?gicas ya nom?s no me entran. Las vomita mi organismo, pues.

Primavera y baches

Idus de marzo. La primavera ya nos saluda en el viento. Por la carretera libre a Rosarito ya pintan las colinas de intenso verde (un color políticamente tan prostituido en la actualidad). Las lluvias han dejado su herencia. La liebre loca de marzo empieza a correr por las praderas. Hasta las nubes que sirven de sombrero a las Islas Coronado están limpias. Claro, la lluvia ha dejado otra herencia: Las calles de Tijuana y Rosarito están felices de estrenar tanto bache nuevo. Oiga a migo: ¿Sus llantas están aburridas de los mismos baches? No se preocupe, nuestras calles, siempre novedosas y vanguardistas se encargarán de sorprenderlo y hacerlo caer en un cráter lunar, donde ayer creía usted recordar que había pavimento. En esta ciudad siempre habrá un bache nuevo por descubrir.


La literatura me causa estupor. En este universo tan visto, tan trillado, tan caminado y tan cogido, algo tan sencillito como un buen libro me sigue emocionando. Clavadote en la tecla yo. En realidad hay bien poquitas cosas que me interesan y me causan estupor y un millón de tópicos en los que jamás me he interesado. Cuántas veces a la semana entro en una librería y nunca, ni por curiosidad, me he puesto a hojear los libros de computación o los de superación empresarial y mamadas seme-jantes. Cuántas veces entro a una tienda de discos y paso de largo del pop, el electrónico y la basura rapera para ir a lo que te truje chencho: Pure Fucking Metal. Bien clavadote en la misma tecla del piano. Pocos temas y muy básicos, muy sencillitos, los que se encargan de alegrar mi vida. El inventario de las cosas que no me causan ningún estupor es enorme.
Claro, mi gusto por los libros provoca que se me confunda con ese tipo de sanguijuelas que Lomelí llama culturosos y yo teorréicos, quienes deambulan como rémoras en torno a un pretexto llamado literarura. ¿Cuándo me han visto en la presentación de un libro? ¿Cuándo he acudido a ser partícipe de un mamotreto cultural? ¿Hay acaso un solo escritor, literato o insecto semejante en la pequeñísi-ma lista de mis seres queridos? No. Mi bibliofilia es quijanesca, enfermiza, propia de un heroinómano. Mientras ellos acuden a lecturas y presentaciones yo leo, mientras ellos discuten en foros el futuro de la literatura y dictan sentencia de muerte a la narrativa, yo escribo y mientras ellos deciden qué está de moda y qué es vanguardia, yo me embriago con una obra del Siglo XVI.
Ni modo, yo no elegí esta pinche adicción. Esa la única forma en que más o menos me las arreglo para no naufragar en la vida. El vino, el metal, el futbol, la bicicleta, los paseos por la playa hacen lo suyo. Pequeñas o grandes pasiones, vicios para evitar que este hombre se ahogue en sí mismo. A otros les pasan los videojuegos, las charlas de computadora, armar avioncitos y papalotes, leer revistas de tecnología. A me pasa esta chingadera. ¿Porqué? Quién sabe. Así me ha de haber hecho ese mentado Dios en quien no creo.

Ayer, por cierto, concluí la lectura de una de esas novelas que te dejan acá, con el espíritu poblado de interrogantes. Respiración Artificial me fue recomendada hace un tiempo por mi coelga Fausto Ovalle. Hoy que concluyo con su lectura, afirmo que es, en efecto, una de las mejores novelas paridas en Argentina- Por lo pronto, chutaos esto:


¿Más literatura? Sí, más literatura. ¿You want a break? No, you can not have any fucking break until you stay into Eterno Retorno-


Respiración Artificial
Ricardo Piglia
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

De entrada, aclaro que me parece un reto más que complicado hablar de una
novela como Respiración artificial en unos cuantos párrafos.
De por sí su autor Ricardo Piglia es, en cada uno de sus textos, como un pez
mojado resbalando en las manos de quien intenta definirlo o encasillarlo en
un género.
Y Respiración artificial son palabras mayores. Después de todo, no cualquier
libro puede presumir ser considerado entre las 10 mejores novelas que se han
escrito en Argentina. ¿Y quién incluye a Respiración artificial en semejante
decena, teniendo como vecinos a Borges y Sabato? Pues nada menos que una
encuesta realizada entre 50 escritores argentinos.
Respiración artificial no es una novela cómoda ni complaciente con el
lector. El autor es muy cuidadoso en la forma en que va arrojando sus cartas
y es muy fácil dejarse llevar por un sentido equívoco en los primeros
párrafos.
Lo que en un principio parece ser un anecdotario genealógico del escritor
Emilio Renzi, se va transformando en un epistolario entre éste y su tío
Marcelo Maggi.
Pero el intercambio de cartas es sólo el principio, la punta de un iceberg
profundo y laberíntico.
¿Qué hay detrás de los recuerdos de infancia de Renzi? Una difusa memoria de
la vida errante del tío, que abandona y roba a su mujer. Marcelo Maggi, vagabundo y autoexiliado que inevitablemente hace pensar en
el devocional tributo que Piglia se empeña en rendir en cada texto suyo a
Macedonio Fernández, es el hilo conductor que nos lleva hasta Luciano
Ossorio, el viejo senador inválido y retirado.
Éste a su vez, es la máquina del tiempo que nos lleva hasta su abuelo
Enrique Ossorio, el cercano colaborador del dictador Juan Manuel de Rosas. Entonces, casi sin darnos cuenta, hemos viajado hasta el año 1850 y nos
encontramos acopañando a Ossorio en su exilio en un burdel de Nueva York. En unas cuantas páginas hemos viajado entre el epistolario, la reflexión, el
dilema metafísico y la indagación policial.
¿Cómo definir Respiración artificial? Parece no solo atrevido, sino hasta
ocioso tratar de hacerlo. ¿Es una metáfora de la historia de Argentina? ¿Un
tratado filosófico sobre la naturaleza de la traición? ¿Una sucesión de
enigmas? ¿Un crónico acertijo?
Acaso sea una de las mejores encarnaciones literarias del Mito del Eterno
Retorno, de la existencia como espiral, con lo que Piglia parece jugar hasta
en la prosa y en esa manía de repetir rítmicamente las palabras finales de
las frases al comienzo de la oración inmediata posterior. Un constante
escarceo entre literatura de ficción, historia y filosofía.
En fin, estas impresiones me quedan de una primera lectura, pero confieso
que tengo la sospecha de que una segunda vez podría arrancarme comentarios
diferentes. Tan mutante parece Respiración artificial, que no me extrañaría
encontrarme con otra novela oculta si caigo en la tentación de iniciar a las
de ya con su relectura.



Teorreícos are back in town

Por cierto, últimamente escucho una sarta de expresiones teorreícas que al parecer están de muy de moda en el universo de las sanguijuelas culturales: Hipertexto, anti-novela, post- narrativa, deconstrucción. Déjense de mamadas atajo de puñeteros. Todas esas expresiones tienen para mí un sinónimo: Literatura aburrida, libros que se disfrazan de vanguardistas del hiperintelecto para ocultar tras el cochino maquillaje su insoportable tedio. Como dijo el Ángel Decadente ¿Cuándo me aburrió Poe? ¿Cuándo me aburrió Rulfo? A mí no me aburrieron nunca y disfruto mucho más al “anacrónico” Balzac, amo y señor de las mentes de todos sus personajes o al aventurero Salgari, que a los hipertextos teorreícos que te venden como diría la Polla Records, “lo último de lo último, lo muy muy y lo más más y lo tope de lo tope muñequitos”. Pero hoy está de moda aburrir.

Wednesday, March 03, 2004

Blogger la agarró contra mí. Putísima madre, ya posteame hijo de la chingada- ¿Qué te he hecho yo fuera de traerte en chinga toda la tarde?


Hoy en la madrugada soñé con una escena de la realidad y me di cuenta que es la peor de mis pesa-dillas-

Estrenamos respaldo en la cama, bueno, respaldo y píe de hierro forjado y cuatro vigas de madera labrada en cada una de las esquinas de nuestro lecho. Por alguna razón, tenemos la sensación de dormir en un barco.

Blogger me ha condenado a la agrafía: Desde ayer por la tarde no ha tenido a bien postearme una sola letra. ¿Qué carajos sucede?


Al filo del agua

Para mi colega Humphery Bloggart en agradecimiento por hacerme recordar una gran novela

Hay novelas que te pueden recordar canciones. Con Al filo del agua de Agustín Yáñez me es imposible no pensar en aquella melodía de Joan Manuel Serrat titulada “El pueblo blanco” (y aclaro que no soy fan de Serrat ni mucho menos, pero mi padre lo escuchaba en exceso en mi infancia y me aprendí sus canciones)
Un pueblo que se carcome en silencio, que sobrevive cada atardecer a su eterno y particular Apocalipsis, en donde la carne arrugada y polvorienta se acaba por transformar en fantasma.
Sí, el pueblo de Serrat está en algún olvidado lugar de España y ve pasar la Guerra Civil en medio del polvo sin que el retumbar de los cañones quiebre su monotonía.
¿Dónde está el Yahualica de Yáñez? Geográficamente lo ubicamos en algún lugar del Bajío, en Jalisco, en el mismísimo corazón de las tierras cristeras, reductos del más radical fanatismo religioso.
Cual si existieran murallas de polvo, nostalgia y miedo, la gente permanece aferrada a esos eternos infiernos grandes.
Escrita en 1947, Al filo del agua ha sido considerada por algunos como la obra más acabada y ambi-ciosa de la novela de la Revolución.
No coincido con esta afirmación; aunque el tema de Al filo del agua es la opresión enfrentada a la sombra de la rebelión como espectro amenazante y si bien cronológicamente se ubica en la Revolución, lo cierto es que Yáñez va mucho más allá en sus ambiciones.
Sí, es innegable que está emparentada con la obra de Mariano Azuela, diría más bien que es su ahijada natural, pero la trascendencia de Al filo del agua se ubica en un punto, a mi juicio, superior.
Claro, también hay quien, como Mauricio Molina, señala que Al filo del agua es una novela que bien puede emparentarse con En busca del tiempo perdido de Proust o La montaña mágica de Mann.
Inevitablemente reflejada (y odiosamente comparada) a cada momento en el espejo de Rulfo, la obra de Yáñez, como la de José Revueltas, representa un punto de quiebre con el pasado revolucionario.
La eterna comparación entre la obra de Yáñez y Rulfo es un debate añejo en la literatura mexicana en el que el autor de Pedro Páramo ha salido favorecido.
Tal vez por cuestiones de espacio y complejidad, la obra de Yáñez ha tenido que conformarse con un grupo más reducido (y también selecto) de lectores.
En Al filo del agua está presente, al menos como sombra, la orgía de las balas de Los de abajo o Tropa vieja, pero Yáñez parece tomar una pala y cavar un pozo en dilemas ancestrales, diríase eternos. La opresión de los habitantes del pueblo no obedece los designios de la boca de un fusil, sino al des-amparo ontológico, al terror espiritual.
La amenaza de la tormenta y el cielo oscurecido, es un heraldo de los peores horrores apocalípticos.
El cielo cae a pedazos, la tierra se abre, la guerra ronda a unos pasos. El pueblo es el Universo y el In-fierno. Lucas Macías su infausto profeta.
El pueblo es, después de todo, una teocracia representada por el Padre Dionisio guardián de las conciencias y los terrores de sus habitantes, promotor de esa suerte de luto eterno encarnado en los ropajes polvorientos de las viejas. El miedo, la culpa, el pecado, eternamente recordados por el padre, son, junto con el polvo, los guardianes que sumergen al pueblo en ese inquebrantable silencio de ce-menterio que sólo se ve interrumpido por el doblar de las campanas.

Pd- Mi ejemplar de Al filo del agua en Fondo de Cultura Económica, se quedó junto con otros mu-chos libros en Monterrey. Esta mañana tuve el gusanito de la relectura y fui a buscarlo a la Biblioteca Benito Juárez. Y encontré Las tierras flacas, La creación, pero la obra cumbre de Yáñez brilló por su ausencia.

Tuesday, March 02, 2004

Al filo del agua

Para mi colega Humphery Bloggart en agradecimiento por hacerme recordar una gran novela

Hay novelas que te pueden recordar canciones. Con Al filo del agua de Agustín Yáñez me es imposible no pensar en aquella melodía de Joan Manuel Serrat titulada “El pueblo blanco” (y aclaro que no soy fan de Serrat ni mucho menos, pero mi padre lo escuchaba en exceso en mi infancia y me aprendí sus canciones)
Un pueblo que se carcome en silencio, que sobrevive cada atardecer a su eterno y particular Apocalipsis, en donde la carne arrugada y polvorienta se acaba por transformar en fantasma.
Sí, el pueblo de Serrat está en algún olvidado lugar de España y ve pasar la Guerra Civil en medio del polvo sin que el retumbar de los cañones quiebre su monotonía.
¿Dónde está el Yahualica de Yáñez? Geográficamente lo ubicamos en algún lugar del Bajío, en Jalisco, en el mismísimo corazón de las tierras cristeras, reductos del más radical fanatismo religioso.
Cual si existieran murallas de polvo, nostalgia y miedo, la gente permanece aferrada a esos eternos infiernos grandes.
Escrita en 1947, Al filo del agua ha sido considerada por algunos como la obra más acabada y ambiciosa de la novela de la Revolución.
No coincido con esta afirmación; aunque el tema de Al filo del agua es la opresión enfrentada a la sombra de la rebelión como espectro amenazante y si bien cronológicamente se ubica en la Revolución, lo cierto es que Yáñez va mucho más allá en sus ambiciones.
Sí, es innegable que está emparentada con la obra de Mariano Azuela, diría más bien que es su ahijada natural, pero la trascendencia de Al filo del agua se ubica en un punto, a mi juicio, superior.
Claro, también hay quien, como Mauricio Molina, señala que Al filo del agua es una novela que bien puede emparentarse con En busca del tiempo perdido de Proust o La montaña mágica de Mann.
Inevitablemente reflejada (y odiosamente comparada) a cada momento en el espejo de Rulfo, la obra de Yáñez, como la de José Revueltas, representa un punto de quiebre con el pasado revolucionario.
La eterna comparación entre la obra de Yáñez y Rulfo es un debate añejo en la literatura mexicana en el que el autor de Pedro Páramo ha salido favorecido.
Tal vez por cuestiones de espacio y complejidad, la obra de Yáñez ha tenido que conformarse con un grupo más reducido (y también selecto) de lectores.
En Al filo del agua está presente, al menos como sombra, la orgía de las balas de Los de abajo o Tropa vieja, pero Yáñez parece tomar una pala y cavar un pozo en dilemas ancestrales, diríase eternos. La opresión de los habitantes del pueblo no obedece los designios de la boca de un fusil, sino al desamparo ontológico, al terror espiritual.
La amenaza de la tormenta y el cielo oscurecido, es un heraldo de los peores horrores apocalípticos.
El cielo cae a pedazos, la tierra se abre, la guerra ronda a unos pasos. El pueblo es el Universo y el Infierno. Lucas Macías su infausto profeta.
El pueblo es, después de todo, una teocracia representada por el Padre Dionisio guardián de las conciencias y los terrores de sus habitantes, promotor de esa suerte de luto eterno encarnado en los ropajes polvorientos de las viejas. El miedo, la culpa, el pecado, eternamente recordados por el padre, son, junto con el polvo, los guardianes que sumergen al pueblo en ese inquebrantable silencio de cementerio que sólo se ve interrumpido por el doblar de las campanas.

Pd- Mi ejemplar de Al filo del agua en Fondo de Cultura Económica, se quedó junto con otros mu-chos libros en Monterrey. Esta mañana tuve el gusanito de la relectura y fui a buscarlo a la Biblioteca Benito Juárez. Y encontré Las tierras flacas, La creación, pero la obra cumbre de Yáñez brilló por su ausencia.

Oh dioses de la noche
Oh dioses de las tinieblas, del incesto y del crimen de la melancolía y del suicidio
Oh dioses de las ratas y de las cavernas, de los murciélagos, de las cucarachas
Oh violentos, inescrutables dioses del sueño y de La Muerte.


Regreso a Tlön

Pocos ejercicios me deparan tantas sorpresas como la relectura. Pasear de nuevo por las páginas que algún día recorrí y encontrarlas pobladas de nuevos fantasmas, llenas de enigmas y sorpresas. Releer es reinventar, descubrir el mundo otra vez. A menudo, me parece que estoy leyendo un nuevo libro y otras, me da la impresión de que es otra persona la que lee. Un libro es su entorno, su momento específico, sus circunstancias. Borges dice que todos los hombres que leen una línea de Shakespeare, son William Shakespeare y yo creo que cada vez que es leído, el Hamlet vuelve a inventarse. Prefiero pensar en la obra como un ente con vida propia, una prostituta que entrega su cuerpo a cada lector que decide incursionar en sus páginas y a cada uno ofrece placeres distintos. Claro, no me sucede con todos los libros, pero no exagero si afirmo que casi todos los ejemplares de mi librero bien se merecen ser releídos por lo menos alguna vez. El domingo fue un día de relectura. Borges y Sabato fueron los elegidos. Volví a un oasis muchas veces abrevado en el que cada vez encuentro un nectar distinto: Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius. Si existen obras inagotables, esas son las de Borges. La eterna relectura no sería capaz de agotar mi capacidad de sorpresa. Me encuentro de nuevo con el mal pulso de mis subrayados y me permito secuestrar algunos para adornar la húmeda desolación de esta mañana

-Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como re-cuerdo presente. (Russell The Analysis of mind página 159 supone que el planeta ha sido creado hace unos pocos minutos, provisto de una humanidad que “recuerda” un pasado ilusorio).

-Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica

- Otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres.

Todos los hombres en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una línea de Shakespeare, son William Shakespeare-


En los hábitos literarios también es todopoderosa la idea de un sujeto único. Es raro que los libros estén firmados. No existe el concepto del plagio: se ha establecido que todas las obras son obra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo.

Los (libros) de naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y la antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto.


-El Mundo será Tlön-

Monday, March 01, 2004

Carajo, las sorpresas están a la orden del día. El msg, ese artefactito yuppie omnipresente en nuestra vida diaria me ha dado muchas noticias últimamente. La última de ellas me la dio mi colega periodista Nanilka desde Ensenada hace unos minutos: Parece ser que Jesús Manuel Lomelí, el Chango 100 está preso. Lo poco que se (me acabo de enterar hace unos minutos) es que lo detuvieron portando un arma de fuego, según leo en el blog de Armando Sámano y lo escrito por Judith. En este momento debe estar en los separos de la PGR.
En fin, pienso tantas cosas en este momento. En verdad me da tristeza por mi colega el Lomelí. Mal que bien, él trabajó en esta misma redacción y aunque le faltó mucha disciplina, me quedó muy claro que siempre fue un reportero astuto y muy armado de huevos. Sobre su culpabilidad o inocencia no puedo decir nada. Yo quiero creer que es inocente, pero la verdad no se un carajo en este momento y tampoco descarto que sea culpable. Después de todo, es bien sabido que tiene antecedentes penales y esta sería la segunda vez que pisa la cárcel. Para ser honesto, me vale madre su culpabilidad o inocencia; de cualquier manera le echaré la mano como sea posible y ya sabré los pormenores del caso más tarde. La diferencia es que si es culpable, sería imposible organizar una campaña tipo Sifuentes y León para liberarlo. Por lo demás, creo que es estéril pensar en algo así. Mejor pensar en las formas efectivas. Al diablo con limpiar la imagen: Esto se arregla con abogangsteres, contactos, llamadas. No es mucho lo que puedo hacer de cualquier manera.

Dilemas lésbicos

Leo con sumo interés el post de Judith sobre la insoportable lesbianidad del ser. Y medito sobre algo que da vueltas en mi cabeza desde hace cierto tiempo. Las feministas dicen que los hombres tenemos derecho a muchas cosas que las mujeres no. Pues bien: Yo sostengo que las mujeres tienen derecho a la homosexualidad y los hombres no. En eso sí la llevan de ganar.
En nuestra cultura lo lésbico es cool, poético, erótico, estético. Lo gay es repugnante, grotesco, asqueroso. Vaya, hasta el soft porno más light incluye escenas lésbicas y sólo el hard core más puerco incluye escenas de putos. Claro, lo que vemos en el porno es un lesbianismo muy idealizado por los hombres. Las lesbianas de las revistas siempre son chicas guapas, muy femeninas y jamás de los jamases nos pondrán una gorda de pelo corto y camisa de cuadros cogiendo con una machorra vestida de policía. Vaya, lo que me refiero es que cualquier revista porno, por light y suave que sea, trae una escena lésbica. En cambio, para ver una escena de putos, tienes que irte a las secciones más hard core del porno shop. Todos los hombres nos excitamos (sí, generalizo y que levante la mano el que no) con la imagen de dos chicas en 69 o de dos chicas besándose. Ahí está el éxito rotundo de las rusitas de Tatu. Un falso lesbianismo impuesto por la industria del disco, pero muy bonito, muy estético y cachondo. Y sin embargo, no conozco una sola mujer que encuentre excitante ver a un par de putos en pleno acto de sodomía y el día que la música pop nos ponga un dueto de maricones dándose besos en un video, sobrarán reclamos y expresiones de asco.
Es más; una de las fantasías más recurrentes de los hombres que van los clubes swingers, es poner a sus parejas a cachondearse con otra mujer. A muchos hombres les prende de sobremanera ver a su chica en acto lésbico y ni siquiera sienten celos. En cambio, yo quiero saber si hay una mujer a la que le gustaría ver a su marido mientras es sodomizado.
Las lesbianas definitivamente la tienen más fácil. Físicamente, su acto es más limpio, más pulcro, más erótico y no se enferman de sida. La mayoría de los hombres (salvo los muy santurrones y mojigatos) vemos el lesbianismo como una actitud sexy, cachonda y muy antojable y sin embargo, sentimos (por lo menos) cierta incomodidad al presenciar un beso o un cariño entre dos hombres. La sodomía masculina es vista socialmente como el non plus ultra de la asquerosidad y la vileza. He visitado el Castro en San Francisco y el Red Light en Amsterdam y mentiría si dijera que no sentí cierta repugnancia automática al ver a dos tipos besándose. No me considero homófobo ni tengo nada contra sus derechos y sus matrimonios (por mí que se aprueben legalmente) pero eso no quita que me genere asco ver, ya sea en foto, video o en vivo, una escena de homosexualismo masculino y sin embargo, lo confieso, me agrada mucho ver escenas lésbicas. Llámenle machismo, prejuicios culturales, represión, lo que quieran. Yo no soy el psicólogo y mi libido me genera mensajes de excitación ante lo lésbico y de repugnancia ante lo puto. Que venga Bataille a explicarme estos misterios del erotismo humano.

Migraciones

El estrecho de Gibraltar está atiborrado de pateras cargadas por marroquíes que desafían las olas en pos del sueño europeo, que a menudo les reserva un puesto de honor como camello de heroína y hash en el Parque El Retiro, o como jornaleros agrícolas en Ceuta o Xerez.
En una isla tan pequeña como conflictiva, miles de haitianos luchan todos los días por cruzar a trabajar como esclavos los campos de caña de azúcar de República Dominicana. Por increíble que parezca, tan pobre es Haití, que los dominicanos son los millonarios de esa película. En alguna ocasión, el dictador Rafael Leonidas Trujillo ordenó una limpia de haitianos y luego en compensación, le pagó al gobierno de Puerto Príncipe una suma menor al valor de un ave corral por cada una de las miles de cabezas de haitianos que se llevó de encuentro.
Todos los días, cientos de nicaragüenses entran a Costa Rica con la ilusión de conseguir un empleo ilegal. Los ticos, que como es bien sabido son los ricos de Centroamérica, tratan con extremo despotismo a sus esclavos los “nicas”, a quienes suelen echar la culpa de cualquier cosa mala que pase en Cosa Rica. Todo robo, asesinato, epidemia o cielo nublado es y será culpa de un “nica”.
Con todo el dolor de su ego y su orgullo, miles de palestinos deben trabajar como jardineros y empelados de limpieza en las casas de los judíos de Jerusalén.
Los turcos se han encargado de acaparar todos los trabajos que los alemanes no quieren hacer y ...y... de Tijuana ya mejor ni hablo.

Reino de este mundo

“Y comprendía ahora que el hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece y espera y trabaja, para gentes que nunca conocerá, y que a su vez, padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”-

Ufff, que novela. Desde la helada y ordenada Suecia, el Julio me ha hecho transportarme al caluroso y conflictivo Haití, al citar una obra que a mi juicio es de las mejores novelas latinoamericanas del Siglo XX.
El Reino de este Mundo de Alejo Carpentier es para mí el non plus ultra de eso que llaman realismo mágico y que la gente necesariamente identifica sólo con García Márquez.
Sí, no faltan quienes cuestionan el hecho de que casi toda la obra del erudito Carpentier está constituida por relatos basados en hechos históricos. Vaya, los puristas de la ficción podrían alegar que Carpentier no está siendo un creador de mundos, personajes y atmósferas. Sin embargo, bajo mi punto de vista, sería un craso error considerar El Reino de este Mundo como una novela histórica sobre la independencia de Haití. Sí, el contexto geopolítico en que se desarrolla la novela es el Haití de finales del Siglo XVIII y principios del XIX. También es improbable que Carpentier, siendo un gran lector y conocedor de la historia de América, se permitiera tergiversar los hechos. Pero no por ello El Reino de este Mundo deja de ser néctar literario en estado puro. El Reino de este Mundo está hecho con las células del otro, ese donde habita la musa que inspira la creación. Y es posiblemente esa musa o esa vibra alucinante la que le pone patas al veneno, ambición al garfio y transforma en insecto a Ti Noel. ¿Se vale tratar de explicar esas fabulosas transformaciones? ¿Se traiciona la historia por convertir a un caudillo en insecto? Mejor no hacerse preguntas. Después de todo, acepto las palabras de Ti Nöel: “Los blancos jamás podrán comprender las cosas propias de los negros”.
¿Hay Reino en este Mundo? Alejo necesito pedazos de realidad en grandes raciones para coronarse rey de ese Otro Mundo mágico ¿Creadores o manufactureros? La literatura es muy parecida a la industria de la transformación. Nadie puede crear los elementos ni la materia prima en su estado natural, pero nadie puede comerlos tampoco en su estado bruto. La realidad es un pretexto bien maquilado. La realidad no se crea ni se destruye, solamente se transforma.

Pd- Y aunque me imagino que debe haber sido chaparrita como su hermano, Paulina Bonaparte estaba muy buena. Los testimonios de más de un mirón que tuvo la oportunidad de ver sus tetas asoleadas por el sol caribeño, lo confirman.

Sunday, February 29, 2004

“En aquellos tiempos pasados tan lejanos que no existía nadie, pues nadie se animaba a existirlos por lo muy solitarios que eran para toda la gente”. Macedonio Fernández.

En mi biblioteca no hay un solo libro de Macedonio Fernández. Todo lo que he leído atribuible a su enigmática pluma son fragmentos, citas, palabras prófugas. Y sin embargo, he leído páginas y más páginas de escritores argentinos hablando en torno al mito de Macedonio Fernández.
Oficialmente, se sabe que Macedonio nació el 19 de junio de 1874 “en el seno de una familia de ascendencia, materia y potencia hispana, con muchas generaciones de americano”.
Pero él mismo se encarga de sembrar dudas en torno a su propio origen: “Nací porteño y en un año 1873”, le escribía a Gómez de la Serna, pero en Papeles de Recienvenido aclara que “era en 1875, año de la revolución de 74”.

“Sólo de todo amor se aman quienes jugaron antes de amar”, dice Macedonio en su poema Elena Bellamuerte, dedicado a su mujer, Elena de Obieta quien falleció en 1917, año en que inicia la enigmática peregrinación de ese escritor casi ágrafo por oscuras pensiones en donde iba dejando su obra en papelitos. Esta manía es retratada por Piglia en La ciudad ausente, una novela tributo a Macedonio y en Formas breves, sin duda el mejor ensayo que he leído sobre la literatura argentina. ¿Qué tendría ese escritor casi ágrafo que fue capaz de inspirar tanto a Borges y a Piglia? Vaya, sin ir más lejos: Macedonio es el Morelli de Cortázar que aparece en Rayuela.
En Lugar común La Muerte, Tomás Eloy Martínez señala que “todavía resulta extraño que un escritor tan venerado como Macedonio desconfiara tanto de la literatura. Sin duda puso todo el genio de que estaba dotado en la meditación y en la búsqueda de algunas revelaciones eternas y vació el resto en cuadernos y papelitos, sin importar que lo entendieran o que su prosa adoleciera de excesos de follaje”.
Leopoldo Marechal (el mismísimo Adán Buenosayres pues) comparó alguna vez el destino de Macedonio con el de una mariposa. Dijo que uno y otra emitían resplandores que se apagaban en el acto mismo de desaparecer y que en ambos estaba representada la fragilidad del Universo. Salvo porque la mariposa es extremadamente móvil y porque Macedonio convirtió la inmovilidad en una forma de comportamiento, la semejanza es perfecta. En los dos ninguna experiencia es comparable al placer de exisitir y nada fuera de ese placer se justifica: Ni el comercio, ni los tormentos del trabajo ni mucho menos, los libros.

En Monterrey existía ( ¿o existe?)un escritor que se llamaba Macedonio. No recuerdo su apellido y para ser honesto, nunca leí nada de él. Sin embargo, era un ser harto conocido que acabó por transformarse en leyenda. Viejo, gordo, desaliñado y putísimo por vocación. Yo solía encontrarmelo muchas veces caminando por la Macroplaza o de noche deambulando por las calles del Barrio Antiguo. Era el poeta maldito de los regiomontanos y aunque nunca leí un poema suyo, me se de memoria las negras leyendas que se narraban en torno a su persona. Que alguna vez comulgó por el culo, que fue llevado a leer sus textos a una reunión de damas de la alta sociedad regia que lo echaron a patadas escandalizadas por el nivel de sus blasfemias, que vivió muchos años en Nueva York, que era la oveja negra de una aristocrática familia etc, etc. La cuestión es que como nunca en mi vida he visto una foto de Macedonio Fernández, cuando pienso en el escritor argentino, me lo imagino con la cara y el cuerpo de Macedonio el regio. Imagen totalmente falsa, pues Macedonio el argentino era flaco como un anacoreta y Macedonio el puto era panzón. Pero así es esto de las imágenes literarias. Uno nunca puede gobernarlas y Macedonio Fernández, me parece un personaje más literario que real.

Anoche, Carolina me enseñó a cocinar albóndigas y confieso que me divertí en extremo. Me hizo recordar esa pasión que tenía de niño por la plastilina.


Entiendo perfectamente a quienes traicionan sus convicciones. Me parece muy sano que alguien crea en un dios, y un día, así como así, se transforme en ateo. Comprendo que alguien se declare adepto a una ideología política de la que después reniegue. Vaya, hasta el cambio de orientación sexual me parece justificable, pero eso sí, hay una traición que no soporto ni le justifico a nadie: Cambiar tu afición a un equipo de futbol. Quien es capaz de traicionar los colores de la camiseta a la que ha sido aficionado, es capaz de cualquier vileza y merece toda mi desconfianza.

En El corto verano de la anarquía, Enzenberger se entrega a la labor de escribir la biografía del líder anarquista español Buenaventura Durruti, un personaje envuelto por el aura de leyenda que acompaña a todo héroe popular y de cuya existencia apenas sobreviven los testimonios de quienes lo conocieron.
Al reconstruir la vida de este obrero metalúrgico que pasó casi toda su vida en la clandestinidad y cuyo anecdotario es propio de un personaje de película de acción, Enzenberger entrega uno de los trabajos más completos que se hayan escrito sobre el movimiento anarquista.
En una época de totalitarismos e ideas radicales, los anarquistas representaron desde su extremo, uno de los movimientos más puros en lo que se refiere a su ideario e incorruptible en la acción.
A diferencia de los comunistas, los anarquistas no conocieron la corrupción ni la seducción del poder.
En los cientos de testimonios recopilados por el escritor alemán, Durruti y sus compañeros oscilan desde una sencilla condición de jovenes obreros enfrentados a todo tipo de adversidades, hasta la de héroes de leyenda que con sus convicciones de hierro y su audacia lograron encender una mecha revolucionaria que se contagió por toda Europa.
Lo poco que oficialmente se sabe sobre Buenaventura Durruti, es que nació en Léon (provincia de Castilla) en 1896. Siendo un adolescente trabajó en un taller y por las noches acudía a la escuela, en donde empezó a relacionarse con otros obreros.
Muy joven aún se convierte en impulsor de huelgas Y se transforma en un perseguido que debe sobrevivir a salto de mata, huyendo de una ciudad a otra.
En esta historia, Enzenberger decide empezar por el final y el prólogo de su obra es la narración del funeral de Durruti en medio de una lluviosa noche de 1936 en la roja Barcelona de la Guerra Civil.
Después de este prólogo, y tras una breve introducción a los orígenes e ideario del movimiento anarquista, comienza la recopilación de los testimonios sobre la vida de Durruti desde su infancia hasta su muerte a manos de los falangistas al inicio de la guerra.
Como toda recopilación, la de Enzenberger es fragmentaria y encuentra su mayor riqueza en la contradicción de los testimonios, que nos revelan la imposibilidad de acceder a la objetividad absoluta.
Un paralelo en la literatura mexicana sería el libro La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska que maneja una estructura casi idéntica.
En estas obras, el recolector le entrega al lector las voces. Los personajes hablan. “Su” verdad está ahí, con toda la carga de subjetividad que tiene todo testimonio humano.
Las dudas, los cuestionamientos, las opiniones y las conclusiones son tarea del lector.


Conjurar la cruda en la madrugada

Una botella de vino blanco Santa Helena, un cuarto de botella de mezcal Gusano Rojo, seis cervezas Modelo, Sabbath Bloddy Sabbath. Mi mente no se fue volando, el sueño de mi razón no pudo parir más mounstros que los ordinarios, la tercera persona baudeleriana del vino se negó a danzar conmigo. Pago el precio de una cruda anticipada. Como buen mexicano: Si me he de encrudar mañana, que me encrude de una vez.
¿Será el blogueo de madrugada tan efectivo como unos mariscos?

Lo que sucede es que comenzamos por el final. A las 12:00 del medio día, es decir, hace ya 15 horas, que a mi me parecen minutos, nos comimos unos suculentos coctelitos en los mariscos Sonora de Rosarito. Supe que el Invierno está diciendo adiós porque hacía mucho, pero muchísimo tiempo, que no sentía ese particular placer que produce la cerveza cuando es bebida bajo un sol primaveral de mediodía. Eso fue sólo el comienzo. En este momento pago facturas por adelantado.


No se como se las arregla el Chango 100 para detectar en la blogósfera a seres tan despreciables. Por eso me gustan sus verdades batianas, pues cuando creo que mis ojos han visto toda la pendejez y el narcisismo que puede eructar un simple blog, llega el Lomelí y me demuestra que siempre hay espacio en el Universo para algo peor. Y es que el blog reseñado el viernes de plano es el colmo. Aún me cuesta trabajo creer que en torno a actos tan bellos y a la vez tan sencillos como leer y escribir, puedan surgir seres tan repugnantes como el tipo reseñado por Chango. De verdad que después de leer ese blog, hasta siento un poco de pena al aceptar que me gusta eso que llaman literatura y en cuyo nombre brotan de quien sabe que cloaca, tan petulantes cucarachas.