Eterno Retorno

Friday, August 28, 2020

Costumbrismo puro

  La innegable obviedad es que a todos los narradores de hoy  nos hermana y nos ha hermanado la violencia. Bonded by Blood.  Aunque no sea la columna vertebral de tu libro, creo que es imposible sustraerte o escribir de espaldas a ella. La violencia condiciona nuestra vida diaria, nuestra rutina, nuestros hábitos, nuestras conversaciones. En 2018 y 2019 Tijuana apareció en primer lugar de la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo.   En ciudades como ésta (con un promedio de siete asesinatos diarios) la violencia es costumbrismo puro, la historia de nuestra vida cotidiana. Se tendría que apostar por una narrativa en verdad muy intimista para evitar tocar, al menos de pasada, el entorno criminal  y esto aplica para mi generación y para las anteriores (ahí está la nueva novela de Parra que no me dejará mentir). Claro, hay temas como la paternidad, el desarraigo, la carga de la herencia familiar, la identidad sexual o la equidad de género que han sido tratados con maestría. Tal vez en el presente o en el futuro inmediato el tema ineludible sea la pandemia (aunque aquí en Tijuana siguen siendo muchos más los muertos por narcoviolencia que por Covid). Sería obvio pensar que estamos a las puertas de una catarata de obras que tendrán a la enfermedad,  el confinamiento y la “nueva normalidad” como tema central o al menos como marco, aunque tampoco podemos estar tan seguros: la gripe española mató a más de 50 millones de personas en 1918 y no inspiró ninguna obra literaria trascendente que sigamos leyendo a la fecha. A lo mejor dentro de dos años ya olvidamos todo. Yo sigo en lo mío y clavado en mi tecla. Francamente no me veo escribiendo sobre antirracismo o feminismo que son los temas en boga. No son asuntos  que me inspiren ni tengo nada que aportar al debate.  Solo sé que no me gusta el espíritu de esta época.  La pandemia encontró a un mundo rabioso, sectario, radical, polarizado al máximo, cargado de bilis negra y mala entraña. Algo está naciendo o está por nacer y tengo mucha curiosidad por saber cómo se narrará esta época cuando haya algunos años de por medio y se le pueda dimensionar con calma y sin apasionamientos.

Thursday, August 27, 2020

La muerte irrumpió de puntitas y sin aspavientos

 

Por eso se indignaron tanto cuando un día, como si tal cosa, Irina les dijo que se despidieran de Mamá Nacha, pues ya no llegaría viva al amanecer. No les dijo si había visto algo en particular o si era simple corazonada. Ella misma no sabía explicarlo.  Por supuesto hubo reclamos: “tú qué vas a saber chamaca pendeja, estás echando la sal, decir eso de mal agüero”, pero al final Irina fue la única que se quedó  a pasar la noche con la abuela para verla morir poquito antes de las cuatro de la mañana. La muerte irrumpió de puntitas y sin aspavientos. Irina  ni se molestó en despertar a nadie. Le cerró los ojos, le cambió la ropa guacareada por el vestido de flores que usaba para ir a misa y cuando sus papás y sus hermanos bajaron a desayunar, simplemente les dijo que llamaran a quien tuvieran que llamar para el funeral y el entierro.

Wednesday, August 26, 2020

Un cuadro de época

  

Escribo  sobre la mesa del comedor, sentado a un lado de mi hijo Iker, quien interactúa con su grupo de quinto de primaria en el segundo día de clases virtuales.  Conectados a través de Google Classroom, los alumnos y su maestra hacen su mejor esfuerzo aunque las interrupciones técnicas no tardan en presentarse.  En la sala mi esposa Carolina recibe y hace llamadas laborales mientras redacta contratos. Suponiendo que un pintor costumbrista nos dibujara, representaríamos un cuadro de época, el retrato típico de una familia de la clase media mexicana en el verano 2020. En millones de hogares en todo el país se representan escenas similares con pequeñas variaciones. Luchando por la vida a través de los juguetes digitales y siendo parte de un mundo en transición que avanza hacia un nuevo modelo de estudio y trabajo. Encarnamos la imagen  de una sociedad que intenta, como puede,  sobrellevar el peor escenario contemplado en torno a una pandemia que ha sido enfrentada de manera errática por las autoridades. Mientras tanto, plantamos cara a la adversidad e intentamos adaptarnos a esta nueva normalidad que de normal no tiene nada, preguntándonos cuándo este largo presente comenzará a ser historia. 

Sunday, August 23, 2020

Guerra franco-prusiana o trincheras del Verdún lisboeta

 Los pandémicos estadios son las tumbas de la gloria en desolación, la piedra silente que encarna la nueva Mátrix del fútbol espectáculo. Acaso lo único que humaniza a estos  duelos son los gritos de los jugadores rebotando en el cemento desnudo. ¿En qué idioma habla el futbol globalizado? ¿Cuál es el esperanto que rige en el área chica en los segundos anteriores a un tiro de esquina? Hay un tufo a ciencia ficción en el futbol covideño, la sensación de que todo es pura vil realidad virtual.  La más sui generis batalla por la Orejona en siete décadas de historia se ha escenificado por primera vez en el séptimo día. La Copa de las Orejas Grandes no es asunto de domingos y su escenario fue la embrujada ciudad de Fernando Pessoa. Durante años, esta copa cubrió de magia al último miércoles de mayo. En medio de zipizapes escolares o malquerencias de la talacha periodística en en la zona ruda de la semana, siempre me las arreglaba para fugarme del mundo a las dos de la tarde del veintitantos de mayo. Hace una década la Orejona se mudó al Sabbath pero hoy, en el año del mundo patas arriba, opta por el sopor dominical. Hay partidos cuya esencia es un candado, un hermético criptograma. Así como existen obras literarias cuyo código poético se desnuda con desparpajo desde el primer párrafo, el futbol moderno arroja con frecuencia duelos millonarios que parecen escenificarse en las pizarras de los directores técnicos. A Bayern Múnich y a París Saint Germain les sobraban ases bajo la manga para torcer la historia, pero optaron por el combate de sombras, el desfile de los dientes sin morder. Imaginamos la consagración de Lewandowki o Neymar, pero al final la tumba parisina la cavó un francés (para que la cuña apriete). Kinglesy Coman, el adolescente que debutó a los 16 años en el Parque de los Príncipes,  se robó el sueño húmedo de los jeques qatarís y le truncó la gloria a su ex equipo, aunque el líder moral de la final fue Manuel Neuer. Sin atajadas espectaculares, el capitán se encargó de secar la pólvora parisina e imponer autoridad.  Solo en los primeros minutos el París creyó en sí mismo e hizo pensar en un repentino cambio de guión, pero conforme el reloj avanzaba, los bávaros fueron ganando posiciones hasta que su engranaje acabó por copar todo el campo de batalla. Una vez tomado el control, era cuestión de tiempo para asestar el latigazo fatal. Con uno bastó. Bismarck siempre fue superior a Napoleón III. El engranaje de una máquina bien aceitada siempre podrá más que el destello individual de un crack sobrevalorado por los petrodólares. La cerveza bávara supo mejor que el vino francés y la razón pura pudo más que la poesía simbolista.

 

Los pandémicos estadios son las tumbas de la gloria en desolación, la piedra silente que encarna la nueva Mátrix del fútbol espectáculo. Acaso lo único que humaniza a estos desolados duelos son los gritos de los jugadores rebotando en el cemento desnudo. ¿En qué idioma habla el futbol globalizado? ¿Cuál es el esperanto que rige en el área chica en los segundos anteriores a un tiro de esquina? Hay un tufo a ciencia ficción en el futbol covideño, la sensación de que todo es pura vil realidad virtual.  La más sui generis batalla por la Orejona en siete décadas de historia se ha escenificado por primera vez en el séptimo día. La Copa de las Orejas Grandes no es asunto de domingos y su escenario fue la embrujada ciudad de Fernando Pessoa. Durante años, esta copa cubrió de magia al último miércoles de mayo. En medio de zipizapes escolares o malquerencias de la talacha periodística en en la zona ruda de la semana, siempre me las arreglaba para fugarme del mundo a las dos de la tarde del veintitantos de mayo. Hace una década la Orejona se mudó al Sabbath pero hoy, en el año del mundo patas arriba, opta por el sopor dominical. Hay partidos cuya esencia es un candado, un hermético criptograma. Así como existen obras literarias cuyo código poético se desnuda con desparpajo desde el primer párrafo, el futbol moderno arroja con frecuencia duelos millonarios que parecen escenificarse en las pizarras de los directores técnicos. A Bayern Múnich y a París Saint Germain les sobraban ases bajo la manga para torcer la historia, pero optaron por el combate de sombras, el desfile de los dientes sin morder. Imaginamos la consagración de Lewandowki o Neymar, pero al final la tumba parisina la cavó un francés (para que la cuña apriete). Kinglesy Coman, el adolescente que debutó a los 16 años en el Parque de los Príncipes,  se robó el sueño húmedo de los jeques qatarís y le truncó la gloria a su ex equipo, aunque el líder moral de la final fue Manuel Neuer. Sin atajadas espectaculares, el capitán se encargó de secar la pólvora parisina e imponer autoridad.  Solo en los primeros minutos el París creyó en sí mismo e hizo pensar en un repentino cambio de guión, pero conforme el reloj avanzaba, los bávaros fueron ganando posiciones hasta que su engranaje acabó por copar todo el campo de batalla. Una vez tomado el control, era cuestión de tiempo para asestar el latigazo fatal. Con uno bastó. Bismarck siempre fue superior a Napoleón III. El engranaje de una máquina bien aceitada siempre podrá más que el destello individual de un crack sobrevalorado por los petrodólares. La cerveza bávara supo mejor que el vino francés y la razón pura pudo más que la poesía simbolista.

 

Regresar a clases

 

Si quisiera ver el vaso medio lleno y ponerle una dosis de optimismo al asunto, podría decir que el pandémico 2020 nos da la oportunidad de replantear (entre otras muchas cosas) la efectividad del actual modelo educativo y evolucionar de una vez por todas hacia una nueva era. El mundo no es el mismo y la educación, por lo tanto, no puede seguir siendo la misma. Por desgracia,  si la gran apuesta de la SEP es colocar a la televisión en el centro del nuevo modelo pedagógico, tengo más argumentos para ver el vaso medio vacío, por no hablar de fundadas sospechas de que esto será un rotundo fracaso. Admito que aún desconocemos los detalles prácticos sobre cómo funcionará el día a día en cada escuela, pero así de entrada, no me parece un escenario ideal sentar a millones de niños frente a la pantalla.