Eterno Retorno

Tuesday, March 14, 2006

Zarpazos matadores

En lo futbolístico sólo puedo concluir que he tenido una semana feliz. Tigres tenía dos meses sin darme grandes alegrías, pero ahora hay motivos para sacar las banderas y cantar a todo pulmón Tigre de Corazón. Dar cuenta del mismísimo campeón de Brasil, el poderoso Corinthians con todo y su Carlitos Tevez es para no quitarse la camiseta. Los paulistas simplemente no pudieron y regresaron de San Nicolás de los Garza con un 2-0 a cuestas. Un señor rugido libertador que permite seguir soñando con el trofeo más codiciado de América.
Para acabar de sellar una semana de ensueño, el domingo pasado despedazamos a la basura rayada en el Clásico. Los dos equipos llegaron al gran juego arrastrando la cobija con una miserable producción ofensiva, pero todo eso se olvida durante 90 minutos. El Clásico es punto y aparte, un paréntesis que nada tiene que ver con el resto de los partidos del torneo. Al igual que sucedió hace dos meses en Carlson California, la basura rayada se puso al frente, aunque era evidente que el Tigre jugaba mejor y controlaba las acciones. Vaya tarde del portero rayado. No hay muchos arqueros en este mundo que puedan presumir haberle tapado un penal al mejor 10 del futbol mexicano Divino Sir Walter Gaitán. Hay una larga y triste historia de penales fallados en clásicos. Confieso que en el momento en que el Divino erró su disparo estuve a punto de derrumbarme. Pero el equipo tuvo la fortaleza mental y la entereza para sobreponerse. El gran disparo de Jimmy Lozano a más de 30 metros de distancia acabó en las redes rayadas. Los Felinos eran amos y señores del partido. Sin duda no fui el único Tigre que se sorprendió al ver entrar a Carlos Ramírez ¿Y este tipo quién es? Con esa pinta tan desgarbada, como de pachucón de vecindad, no le auguraba un futuro prometedor (me recuerda cuando vi debutar al gordito Pastor Lozano con un golazo ante Altas en 1993 o al Licenciado Guerra cuando definió con un gol un clásico en 1998) Sin embargo con el riflazo que manó a la red Ramírez se las arregló para inmortalizarse en la memoria de todos los aficionados Tigres. Un Gol en Clásico, señoras y señores, no se olvida tan fácilmente. Triunfo Tigre. Un 2-1 final que le sale muy barato a la basura rayada que bien se puso llevar por lo menos un par de golecitos más de no ser por su buen portero. Para coronar esta alegría, nada mejor que dar cuenta mañana del tuzo hidalguense en su ventosa cueva. ARRIBA LOS TIGRES.

Noches cortas

Dionisio se impone a Apolo. Una tras otra se descorchan las botellas. La helada noche transcurre de prisa y la música no deja nunca de sonar. De pronto, abres las cortinas y descubres que es de día. Una noche que se ha escapado como la arena mojada entre los dedos es señal de que en esa noche te las has pasado a toda madre y de que la cava yace vacía.

Headbanguero anónimo

Sí, yo se que esto del metal es una adicción que supera todo límite, que me obliga a hacer cosas que no haría en otras circunstancias, que transforma mi personalidad. Sí, es una perra droga lo admito. Comprar discos, ir a conciertos con la emoción de un adolescente es algo que me sorprende a mí mismo. He superado otros vicios y abandonado otras debilidades. La moderación se ha instalado en muchos campos de mi existencia, pero todavía no en el metal. Cualquiera diría que pasados los 30 años este asunto de las tocadas sería un bello recuerdo de juventud, pero no. Llevo más de 16 años realizando heroicos peregrinajes para destrozar mi cabeza en el headbangueo. Hay miles y miles de historias de conciertos a los que me he lanzado solo y mi alma. A mis 15 años, cuando vivía en México, ir a la arena de Tlanepantla para ver las tocadas era toda una aventura. Me tenía que ir desde la Herradura hasta el metro Cuatro Caminos en donde tomaba la combi a Tlane. Hora y media o dos de viaje. Casi siempre solo, pues nadie en su sano juicio se animaba a acompañarme hasta la peligrosa arena López Mateos de Tlanepantla, catedral del metal en México. Ahí acudí a memorables conciertos de Kreator, Carcass, Sepultura, Obituary, Death, Pestilence, Cannibal Corpse, Nuclear Assault y tantos más. Ahora he perdido la cuenta de cuántas veces he ido solo en Trolley hasta el centro de San Diego para disfrutar de una buena banda. El pasado jueves, como ya he narrado, me lancé con mi colega Juan Carlos Ortiz a ver a Motörhead. Una gran velada con uno de los uno de los sumos sacerdotes de la música extrema. Pero no conforme con ello, anoche, en pleno lunes y luego de un día de mucho trabajo, nada pudo impedir que me lanzara a otra vez a San Diego, en esta ocasión para ver a Opeth y a Dark Tranquillity. Un menú muy apetecible para despreciarse así nomás. La diferencia fue que ahora nadie quiso acompañarme y ahí voy solo y mi alma en trolley. Una tragedia casi provoca que no toque Dark Tranquillity, pero al final sacaron la casta y subieron a tocar cuatro rolitas. Opeth salió tardísimo a tocar, pasadas las 11:00 de la noche. Para no hacer el cuento largo, ahí me tienen a la 1:00 de la mañana en pleno centro de San Diego sin trolley ni aventón a la vista tratando de retornar a Tijuana, sabiendo que al otro día tenía que madrugar. No he dormido más de tres horas anoche y hoy tengo guardia. Pero quería ir al concierto. Este es el perro precio que pago por mi afición suicida. Ustedes dirán, bueno, ya fue suficiente, este hombre se tomará un descanso. Pero no. Dios los agarre confesados señoras y señores, que el Infierno descenderá a la tierra. Sexto día del sexto mes del año 06. 6 de junio del 2006. El mismísimo día 666 arranca la gira de SLAYER en San Diego ¿Y saben qué? Ya tengo en mis manos el boleto. Junto con el cuarteto de King y Araya vienen los virtuosos finlandeses de Children of Bodom, además de Mastodon y Lamb of God. Una tocada para romperse el alma y la cabeza. Por si fuera poco, Arch Enemy andará por rumbos sandieguinos el 6 de abril. ¿Habrá un centro de rehabilitación para headbangueros?


Por lo pronto, si algo de paciencia queda en el arsenal del improbable lector, chutaos la reseña de este gran concierto.

Por Daniel Salinas Basave

En una noche de fantasmal ensueño, Opeth demostró en San Diego que el metal puede despedazar cualquier límite musical.
El quinteto procedente de Estocolmo Suecia llegó al House of Blues para dejar muy claro que lo suyo es algo más que experimentación y coqueteos con un sonido pinkfloydiano.
Opeth ha trascendido las fronteras de la brutalidad descarnada y el virtuosismo pretencioso para transformarse en una marca registrada de creatividad y perfecta armonía entre el death metal y el rock progresivo.
A ello hay que agregarle un acompañante de lujo en el escenario: Los también suecos Dark Tranquillity, lo que hacía presagiar una velada inolvidable.
A las 20:45 Correspondió el honor de partir plaza a la única banda estadounidense del cartel, Devil Driver.
Con un brutal sonido death-thrash con la típica marca del metal americano, el quinteto se mostró como una máquina despiadada conducida por el mismísimo Diablo.
Basando casi todo su repertorio en su segundo y último disco The Fury of Our Makers Hand la banda prendió la mecha y convirtió el recinto en un hervidero de melenas que se agitaban al ritmo de canciones como Sin Sacrifice, Driving Down the Darkness y Ripped Appart.
Sin embargo, casi al final de la tocada, el cantante Dez Fafara se encargó de dar la noticia más triste de la noche: Dark Tranquillity no saldría al escenario pues su autobús se había quedado descompuesto en la carretera.
El clásico telón teatral de House of Blues se cerró y cuando la audiencia se había resignado a no poder ver a la Oscura Tranquilidad, se escuchó en la oscuridad el inconfundible teclado de la canción The Wonders at your Feet.
El milagro se había consumado. Con una hora de retraso Dark Tranquillity había llegado a San Diego y de pisa y corre se subió al escenario, aunque sólo fuera para tocar apenas cuatro canciones por efectos del ajuste de tiempo.
The New Build, Lost to Apathy y My Negation fueron todo el repertorio del sexteto de Gotenburgo Suecia liderado por el cantante Mikael Stanne y el guitarrista Niklas Sundin.
Fueron apenas 20 minutos de melódico virtuosismo deathmetalero con una de las bandas que ha definido el rumbo de la música extrema en Escandinavia.
Pero el plato exquisito de la noche apenas estaba por servirse. Faltaban 15 minutos paras las 23:00 cuando el telón se abrió por tercera vez. Opeth estaba en el escenario y sin mayores preámbulos arrancó con Ghost of Perdition tema de su último álbum Ghost Reveries.
Con Mikael Akerfeldt como guitarrista y cantante, Peter Lindgren como guitarra principal, Per Wiberg atrás de los teclados y la dupla chileno uruguaya de Martín Méndez y Martín López en bajo y guitarra, Opeth descargó un set de lo más variado que incluyó material de casi todos sus álbumes con la marca registrada de la casa que son los no menos de 10 minutos que dura cada una de las canciones.
Con un irónico Akerfeldt que no perdía ocasión para comunicarse con la audiencia y que se permitió autodefinir a Opeth como la mejor banda de death metal de todos los tiempos, los cerca de 300 asistentes, entre los que había mucha gente de Tijuana disfrutaron de un concierto de antología.
White Cluster del disco Still Life continuó la velada que incluyó un recorrido por álbumes clásicos como My arms your hearse, antes de retornar al Ghost Reveries con The Baying of The Hounds y The Grand Conjuration, antes de subirse a la máquina del tiempo para descargar la furiosa Under the Weeping Moon de su primer álbum Orchid.
Pasada la media noche, llegó el turno los tema del Blackwater Park, sin duda el más célebre álbum de la banda con temas como The Drapery Falls y The Leper Affinity.
Casi a la 1:00 de la madrugada, cuando el último trolley se había marchado, Opeth dijo adiós al escenario dejando la noche impregnada de furia y melodía.