Eterno Retorno

Saturday, January 24, 2004

Estoy en un café internet en el centro de Rosarito. La respuesta a qué carajos hago yo aquí un sábado por la tarde es Telnor. Mi conexión a Internet nomás no se dignó a jalar. Hablé al 1 800 CHINGATUMADRE para pedir asistencia técnica y jamás pude hablar con una voz humana. Así las cosas, tuve que venir a Rosatlán a enviar un reportaje pendiente y bueno, aprovecho para bloguear un poco y para afirmar y sostener que Eterno Retorno odia a Telnor y le dedica una honesta mentada de madre además de un suculento escupitajo. Maldito monopolio de mierda, vas y rechingas a la reputa madre que te remilparió.



La noche del jueves fui a cubrir un funeral. No me creo eso de que la gente se pone a orar frente al cadáver. Ni madres. Todos, incluido yo, vamos a viborear el trabajo del taxidermista. El arte de magia de transformar un cuerpo que quedó desfigurado por nueve plomazos de cuerno de chivo, en todo un figurín maquillado y peinado para su fiesta.
El clasismo es vigente hasta en los funerales. En la sala más grande velan al jefe. Unos cuantos políticos y comandantes aprovechan para socializar. En la sala chica y apartada velan al escolta, que murió cumpliendo con su chamba, que era proteger a su jefe sentenciado a muerte. Ahí los familiares, gente humilde de lágrima sincera, ha llevado un conjunto a que le cante al muerto su última serenata. Ni falta hace decir que en ese momento, por primera vez me invadió algo que se parecía a una honesta melancolía.



Mejor me retiro. Carol se quedó en casa preparando una suculenta pasta con camarones y a mí ya me anda. Pasaré al Calimax a comprar unos cuantos vinos para la ocasión y me prepararé espiritualmente para gozar de una rica cena. La tarde está cubierta de nubes, el Pacífico está en plan pendenciero y el horizonte amenaza lluvia furiosa. Y a mi, sólo me resta confesar que Amo estas tardes.


Thursday, January 22, 2004

Serenatas del subconsciente

A veces sueñas con rolas. Rolas completitas. Alguien te lleva una serenata en tu subconsciente. Ayer soñaba que bajaba libros de un librero muy alto al que me trepaba por medio de una escalera. No me acuerdo que libro buscaba pero sonaba clarito, con letra correcta y todo, Simpatía por el Diablo de los Rolling Stones. Un sueño curado. Ahora mismo son las 23:09 de la noche, estoy en la redacción, en mis audífonos suena la guitarra de Since I ve Loving You de Led Zeppelin y la mera verdad, luego de tanto trajín con esta pinche matazón, ya no se si de verdad estoy aquí o si más bien estoy soñando que escribo mientras escucho la onírica lira del Jaimito Página y la siempre seductora voz del Roberto Planta. ¿Estaré soñando?.



Mi modorra voz en Guanajuato

Hoy por la mañana, minutos antes de las 6:00, sonó el celular. Aunque para esas horas mis suelo suele ser ligero, confieso que estaba en las profundidades de un sueño de modorrísima densidad. Escuché una voz con acento chilango. “Hola Daniel, ya estás listo para entrar al aire” Y en eso recordé que dos días antes, una colega periodista de Guanajuato me había llamado para invitarme a contestar una entrevista telefónica para su programa de radio matutino allá en la tierra de José Alfredo. Putí-sima madre. Con mi amodorrada voz tuve que reconocer que lo había olvidado. La colega guanajuatense me pidió que hablar sobre los reportajes que escribí el año pasado sobre la secta brasileña Pare de Sufrir. El programa trataba sobre la penetración de las sectas en Guanajuato. Antes que yo, había hablado un sacerdote católico. Estos reportajes míos sobre sectas, psíquicos y charlatanes, tuvieron mucho éxito entre los jerarcas católicos. Muchos me felicitaron efusivamente por haber golpeado a esos herejes sectarios. Yo les aclaro seriamente que escribo desde el punto de vista de un laico no creyente y eso mismo aclaré esta mañana a los radioescuchas guanajuatenses. Si hubiera amanecido un poco más jacobino, les hubiera dicho que considero tan charlatanes a los Pare de Sufrir como al Vaticano y que si a negocios vamos, el oro que ha generado la corporación católica en 2 mil años no se compara a los tesoros de ningún monarca o empresa sobre el planeta. Pero respetuoso como soy, me limite a aclarar mi condición de laico liberal y preferí no entrar en debate con el sacerdote católico. Mal que bien, estaba hablando ante los habitantes de una tierra que no se distingue por su tole-rancia religiosa. Total, que les platiqué del exorcismo que me hicieron y el agua sagrada del Río Jordán (traída desde la llave del baño) que me vendieron a precio de oro.
A veces me sorprende le hecho de que hablando por teléfono echado en tu cama te puedas estar dirigiendo a un auditorio de una lejanísima ciudad.
Pero ya tengo algo de experiencia en este rollo de la radio. No sólo fue el primer medio de comunicación en el que me inicié en el ya lejano 1993 (este 18 de febrero se cumplirán 11 años), sino que ya es-tando en periodismo escrito me ha tocado hacer dos tres enlaces a radio. En septiembre de 2001 estando en Neza York, me tocó entrar varias veces al aire en una estación sonorense aliada de El Imparcial para narrar en vivo y en directo desde Ground Zero. Se sentía curada la sensación.

Los animales de costumbres

Hay antílopes a los que les gusta ir a abrevar siempre en el mismo estanque, los mismos días, a la misma hora. Animales de costumbres, rutas y lugares comunes. Animales vulnerables. Tarde o temprano, el leopardo que los observa oculto en la maleza, saltará sobre su lomo y les rebanará la yugular de una dentellada.

Los tiros libres anunciados

Hay balas anunciadas con heraldo. En el futbol sucede lo mismo con algunos grandes ejecutores de tiros libres. Me acuerdo de Jorge “El Mortero” Aravena, jugador chileno del Puebla. No importa cuan-tos defensas altos mande el guardameta poner en la barrera. No importa que las piernas y los ojos del tirador anuncien la dirección del tiro. No importa que la pelota vaya justamente al lugar en don-de está colocado el portero. Haga lo que haga, el pobre estará condenado a ir a recoger la pelota al fondo de las redes. La única diferencia, es que cuando el ejecutor es un experto sicario y no el Morte-ro Aravena y cuando el artefacto son nueve balas y no un balón, no habrá oportunidad de ir a recoger los casquillos al fondo de ninguna red.

La historia de lo que pudo haber sido

Anoche, mientras mirábamos en la Redacción el partido América vs Atlas, mi colega Neto Álvarez, que estaba de guardia dijo: “Cómo se antojan unas birrias bien heladas”. Siempre presto a todo lo que huela a socialización y esparcimiento, mi colega Agustín Pérez contestó con su chilango acento: Pues vamos a echar unas chelitas, ¿que tal si vamos al Ruben Hood? Confieso que luego de un día duro, estuve a punto de romper mis estrictas rutinas de entre semana y decir sí, vamos, pero un par de cosas me hicieron optar por dejarlo para después: Una, que el jueves, día de guardia para mí, se anticipaba como una jornada dura y otra el hecho de que nunca me ha gustado el Ruben Hood. To-das las veces que he ido a ese lugar me he topado con personajes de la política y el periodismo y cuando salgo a distraerme, lo hago precisamente porque quiero huir de los políticos y los periodistas. Al imaginar la hueva que me causaría tener que mirar a ciertos bastardos seudoperiodistas que sue-len ir con frecuencia al sitio, decliné la invitación (tal vez si hubieran dicho Zacaz, hubiera cambiado de opinión) Sin embargo, de haber acudido, hubiéramos encontrado a algunos personajes harto co-nocidos por nosotros. No del mundo de la política ni del periodismo, sino de la procuración de Justicia. Quiúbole cabrón, habría gritado el Agustín al verlo. Que tal Rogelio ¿Cómo ha estado? habría dicho yo, guardando un poco de más distancia. Pero el hubiera es una mentira. La historia de lo que pudo haber sido no existe. A las 22:30 estaba de regreso en casa cenando con Carolina y bebiendo una cerveza Bohemia que poco a poco me fue adormilando hasta que caí en un sueño profundo y por primera vez en muchas noches, no tuve crisis de insomnio.


Hay quienes como Santiago Nassar amanecen condenados a muerte y viven el último día de su vida tan quitados de la pena, tan dueños de la situación, tan confiados en su blindaje, como si la Santísima no fuera a tener la amabilidad de tocarles el hombro al anochecer para recordarles que el 20 se ha terminado.

Pasos de Gutenberg
13, 99 eruos
Anagrama
Por Daniel Salinas


Aunque no muy a menudo, uno se topa de vez en cuando con obras que parecen advertirnos desde el momento en que los abrimos: “Soy muy buen libro y me vas a poder soltar”.
Eso me pasó con “13, 99 euros”, novela del escritor francés Frederic Beigbeder. Aunque no soy amigo de otorgar títulos de mi novela favorita o cosas por el estilo, sí puedo afirmar que de los cuatro libros que he leído en lo que va del año, “13,99” euros es por mucho el mejor.
Aunque en el papel se trata de una novela con personajes y trama, lo cierto es la obra de Beigbeder puede leerse como un duro manifiesto contra el impero de la mercadotecnia y el consumismo.
Con un poco de suerte y buena promoción, “13,99 euros” bien podría transformarse en una bandera de rebelión contra la dictadura del consumo.
Para mirar la crudeza de un mundo en toda su oscura dimensión, a veces salen sobrando las furiosas prédicas políticas y las peroratas de supuestos oprimidos y resultan más efectivas unas cuantas pági-nas plagadas de ironía y desparpajo.
En 1995, una escritora también francesa llamada Vivian Forester, lanzó “El horror económico”, uno de los primeros dardos envenenados contra la supremacía del mercado libre.
Ocho años después, Beigbeder nos entrega “13, 99 euros”, algo que podría ser definido como las pesadillas de Huxley y Orwell convertidas en horrorosa realidad.
Y es que a diferencia de lo que sucede en “1984” o en “Mundo feliz”, en “13, 99 euros” Beigbeder no nos dibuja un universo futuro o ficticio.
Al contrario; el entorno en que transcurre la historia es terriblemente actual y su realismo es perturbador.
Desde la primera página Octave Parango, el personaje de la novela que narra en primera persona su historia, comienza por confrontar al lector.
Octave es un exitoso publicista que asume su rol con absoluto sarcasmo y se autodefine como un manipulador de conciencias y un vendedor de porquería.
“Os drogo con la novedad y la ventaja de lo nuevo, es que nunca lo es durante mucho tiempo. Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabili-dad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco”, nos dice el publicista.
Octave pretende abandonar su trabajo, pero no sabe cómo hacerlo. Quiere que lo echen a la calle, pero cada acción suya parece aferrarlo más al mundo de la mercadotecnia.
A diferencia de las monarquías absolutas o el fascismo, el totalitarismo de la publicidad del que par-ticipa el narrador, es una dictadura omnipresente e inmortal de la que no existe alternativa de liberación.
Como un Dante que recorre círculos infernales, Octave deambula por elegantes salas de juntas donde los ejecutivos se reúnen a planear estrategias de mercado.
La humanidad se transforma en un juguete de los publicistas, un ente sin voluntad sujeto a los caprichos de las compañías multinacionales y sus campañas de mercadotecnia.
Al final, uno no puede quedarse indiferente ante esta novela insolente y desparpajada que parece abofetear al hombre del Siglo XXI y su estilo de vida.
Y aunque la ironía del autor no excluye la risa, lo más perturbador resulta el hecho de que un míni-mo análisis autocrítico revela que el mundo de “13,99 euros” no es en modo alguno una exageración.
No por nada Beigbeder fue publicista durante 10 años, hasta que un día tiró todo a la basura y escribió este libro. ¿Se vale entonces leerlo como las confesiones de un criminal?

Tuesday, January 20, 2004

Ritual del alba
(Todas las mañanas del Mundo)

Al menos tres noches a la semana, son noches de medio tiempo. Duermo profundo unas tres horas y media o cuatro, digamos de las 23:00 a las 3:00 a.m. y el resto lo paso en vigilia o duermevela. Un sueño semiconsciente, un dormitar a ratos durante el resto de la madrugada en que miro con envidia como Carolina y Morris gozan de un sueño dulce y profundo. Ni modo, dormir bien nunca ha sido lo mío. Cuando traigo mucha pila, me levanto a leer o escribir. Raras veces, por no decir nunca, consigo volver a dormir una vez que me he despertado en la madrugada. La televisión se enciende de manera automática invariablemente a las 6:00 a.m. Últimamente me da por dejarla en el canal 716 de DirecTv, que es una estación de puro metal y aunque a veces abusan del nu metal, hay días afortunados en que despertamos dulcemente amenizados por una rolita de Slayer o Sepultura y hasta con Children of Bodom me han deleitado. Mi primera junta matutina es con el agua de la regadera. Y es que es el momento en que estoy bajo ese chorro redentor cuando empiezo a planear mi día. Cuando salgo, estoy atiborrado de ideas y la lucidez mental llega a ser insoportable.
Mi mano entra al closet y saca al azar la primera camisa que se le cruce. Bajo a la cocina y como un autómata arrojo café en el filtro y enciendo la cafetera. Para el gusto de Carolina, me suele quedar muy cargado. Para el mío nunca es suficiente cafeína. Son las 6:45. y Morris ya está listo en la puerta exigiendo su paseo matutino. Esta caminata que se prolonga de 15 a 20 minutos sirve como un diluvio de pensamientos. Digamos que es una junta de planeación conmigo mismo. El aire es frío, el cielo suele estar nublado y en ocasiones hay densos mantos de niebla. Nada mejor que diluir la mirada en la contemplación del Pacífico y las Islas Coronado. El fraccionamiento está en silencio. Como sabe que se quedará solo la mayor parte del día, Morris trata de extender su paseo hasta donde sea posible y ahorra hasta la última gota para asegurarse de mear en cada una de las llantas de todos los carros de la colonia. Cuando regreso a casa el café está listo y sirvo mi primera taza del día. Sólo hasta que este elixir de los dioses ha entrado en mis entrañas puedo decir que ha comenzado el día para mí. Una mañana sin café, sería tan desolada como un romance sin sexo. Carolina para entonces ha puesto algunas quesadillas en el comal que comemos de prisa y ha encendido el carro. Celular, mochila, chamarra y vamos. Besos Morris, nos vemos en la noche. Salimos a toda prisa del fraccionamiento. Antes solíamos irnos por la escénica hasta Playas, pero este año hemos decidido no seguir alimentando los puercos bolsillos de la SCT que se atreve a exigirnos dinero por cruzar su mierdoza caseta, así que nos dirigimos a Rosarito para tomar la libre. Al correr por la escénica me relajo contemplando pachecamente el romper de las olas, pero al llegar a la libre mi atención es arrebatada por los carros y traileres que se cierran compulsivamente. Carolina lleva consigo una nueva taza de café a la que doy sorbos en cada semáforo. Conforme avanzamos el tráfico se torna más caótico. A la altura de La Gloria pierde toda fluidez, pero el verdadero bautizo infernal ocurre al llegar al mítico crucero de la 5 y 10. Cuando llevo a Carolina a su trabajo, recibo otra probadita del averno en Rampa Cetys y el inteligentísimo crucero de Insurgentes y Gato Bronco, además de mi buena dosis de impaciente tortuguísmo en el ritual atasque de la Vía Lenta. Minutos antes de las 8:00 hago mi arribo a la redacción.
Una vez que me encuentro dentro de ese templo de la información, me dirijo a la cafetera donde sirvo la que para entonces es mi tercera o cuarta taza de la mañana. Acto seguido, reviso rápidamente los encabezados de los periódicos locales para ver las notas que ganamos y las que perdimos. Posteriormente los leo detenidamente, dando prioridad a las columnas. Una rápida checada a las páginas electrónicas de diarios nacionales y para entonces mis compañeros comienzan a hacer su arribo.
Minutos después de las 8:30, empezamos con la junta. Para cuando ésta termina, hay unas siete tazas de café danzando en mi organismo, mis ideas son un caos amalgamado en licuadora y sólo entonces me doy cuenta que no sé por donde chingados empezar.



Morris


Creo que luego de mencionarlo tantas veces, el Morris bien se merece una presentación oficial en sociedad bloguera. Y es que este personaje de 12 años de edad, mitad maltés mitad french, ocupa un lugar importantísimo en nuestras vidas. Tan importante, que suele estar en medio de los dos en la cama matrimonial. Para Carol, Morris representa uno de los aspectos más trascendentes e importan-tes de su existencia. Otros tópicos y pendientes pueden esperar. Los asuntos Morris exigen siempre prioridad absoluta. Este perrito ha estado a su lado desde que ella tenía 13 años de edad y es algo más que un hijo. Yo ya se lo que sienten esos señores que se casan con una madre soltera que carga un bebé en brazos. Pues han de saber que Morris no es un perro que está arrumbado en el patio y del que solo te acuerdas de vez en cuando para hacerle un cariño. No, que va. El señor es omnipresente. Duerme en nuestra cama, no a los píes como una vil mascota, sino entre nosotros, bajo las cobijas y con la cabeza apoyada en la almohada. Además demanda a cada instante amor, atención y muestras de afecto. Bajo ninguna circunstancia tolera ser ignorado y es más posesivo y celoso con Carol que un amante de novela romántica. Es en extremo sentimental. Su apetito se abre con los chocolates, ante los cuales se comporta como un heroinómano con abstinencia, pero las croquetas sólo las acepta si Carol se las da en la boca. Sus paseos son asunto sagrado y no deben ser breves. Luego de cinco años de convivencia, me he hecho amigo de este señor y creo que he hecho algunos méritos para ganarme su confianza y aprecio.


Los blogs de escritores

Los blogs de “escritores profesionales” a menudo me resultan bastante sosos y en algunos casos terriblemente aburridos. De entrada reflejan una espantosa inconstancia y abandono, propios de la indisciplina y dejadez que caracteriza a esos seres tan improductivos. Además, siempre me ha parecido que sus regordetas plumas de faisán experimentan cierto temor a bajar a esta cancha comunista y enfrentarse en igualdad de circunstancias con ágrafos pelafustanes que son capaces de poner en evidencia que la compulsiva publicación y las crisis de teorrea aguda, no garantizan la habilidad para atrapar a un lector como Satanás manda.

Premios

He vuelto a leer a Fadanelli después de no abrir su blog en meses. Me encuentro con su disertación sobre el sentido de los premios. Coincido con él en muchas cosas. A mi también me valen un carajo los premios. Con tantos cambios de casa y de ciudad, ya no se donde diablos han ido a parar los diplomas que en teoría servirían para alimentar mi ego. Jamás tuve la decencia de enmarcarlos. Tal vez los guarde mi madre en algún cajón o tal vez yacen en la basura desde hace algunos años. Al igual que Fadanelli, yo también gané varios premios de oratoria pero no nada más en primaria. También en prepa y en la facultad de Ciencias Políticas. Esto último, he de decirlo, no son enchiladas. De niño gané un chingo de concursos de lectura en voz alta. Ahí sí que tenía el monopolio. Ahora que lo recuerdo, en sexto de primaria gané un premio estatal de ensayo sobre la Revolución Mexicana. Y por supuesto, no se me podía olvidar algo tan importante, he ganado también mis diplomas de empleado del mes. Debo sentirme muy orgulloso. A diferencia de Fadanelli, nunca he ganado, ni siquiera en la primaria, ni en mi salón de clases del kinder, un premio de poesía, cuento, novela o algo que huela a literatura. Esto último por una razón muy sencilla: Jamás en mi vida me he inscrito a concursar en una cosa así. Aunque usted no lo crea, aún no se lo que se siente enviar montón de papeles a ser hojeados por unos oscuros jueces que sin duda ni siquiera los leerán. No lo sé. Toda la vida he oído que los premios literarios son una cochinada. Corríjanme los que saben si es que estoy mal. La gente me ha dicho que debo empezar a romper mis paradigmas y que como este país, debo abrir mi mente al cambio. El que no compite, pos nomás no gana. Pienso en la selección de Inglaterra, que se rehusó durante muchos años a participar en los mundiales de futbol, hasta que tuvo que tragarse su orgullo y comenzar a competir. No se si deba empezar a ser parte de ese juego y llevarme mis primeros descalabros a esta tardía edad, o deba seguir aferrado a mi convicción de no prestarme a ese ritual hipócrita y amafiado. No lo se. Me han dicho que hay auténticos profesionales de los concursos, cancheros como ellos solos, cuyo retorcido colmillo es capaz de morder todos los trucos y mañas. Yo me confieso un neófito en estos asuntos. Un consumado inocentón que no conoce personalmente a ninguna figura de los resumideros culturales. Aún no he tomado una decisión. Tengo muchas dudas. Se aceptan consejos.

Monday, January 19, 2004

Ya que ando en plan de fragmentos. ahí va uno de Odiando a Dios en Tijuana

A los demás no vuelves a verlos, la ciudad se los ha tragado al cabo de cinco días y se han diluido entre los desechos y las falsas esperanzas que pueden encontrarse en cada calle. Al final de la jornada todos los rostros, al igual que sus historias, son dolorosamente iguales. Tan solo las voces de los recién llegados remiten a un origen particular. Después, hasta el sonido se va impregnando de fragmentos asfálticos. Voz de lodo, silente y a un tiempo furiosa, aferrada al musical origen, rebanada por bélicos monosílabos. Y tu voz emerge insurrecta y desconocida, desafiando a ese dolor que quisiste volver hierático. Brota el sonido deforme y traidor arrojando tu historia al valle del olvido alcohólico mientras el aguardiente labra puntas de obsidiana en tus entrañas. Y ahí están junto a ti cinco sombras anónimas hermanadas por una botella de plástico que circula entre sus labios y de pronto ya está muerto el frío de la noche y esa peste perpetua a sudor y amoniaco, es solo aroma humano que recuerda el hambre de carne. El aguardiente riega el germen de las falsas esperanzas y de un momento a otro están frente ti los mismos palacios que construiste al abordar el camión que te sacó de Chiapas. El oro vuelve a ser posible y palpable y el horizonte enseña otra vez las torres de un edén abundante y prodigioso. Las palabras fluyen y el paraíso parece estar cada vez más cerca mientras madrugada y alcohol se consumen y sin saber porqué, deseas que la oscuridad se perpetúe sobre el callejón y no vuelva a surgir el sol enemigo que volverá a arrojar luz sobre tu desgracia, dormida en las tinieblas y arrullada por el aguardiente.

“Toda historia escrita, encuentra su lector. El tercero, el lector es quien hace la diferencia. Que sean millones o uno solo da exactamente lo mismo”. Y sí, la tierra fértil de Los Impacientes no se agota en la primera en la primera cosecha y las palabras parecen tener siempre una segunda oportunidad para iniciar un nuevo romance con ese ente anónimo imprescindible que toma en sus manos el libro y dentro de cuya alma volverá a consumarse infinitamente el milagro literario.

Caigo en la cuenta de que hasta mi adicción al caos parece dosificada. Alterna muy bien con mi adicción a la vida ordenada.
Yo soy una rola de death metal sueco. Dentro de mi eterno caos hay orden, precisión, disciplina, melodía. Soy un caos domesticado- ¿Es esto un contrasentido?

Seguimos con los fragmentos de cuentos. Aquí se narra brevemente el debate surgido en torno al nombre que debía llevar la niña que parió la puta de Aquilea-
No se como se llama este cuento. Por ahora es narrativa de probeta.

-La nueva disputa familiar surgió por el nombre que debía llevar la niña recién nacida. La Abuela Obdulia se aferró a respetar el santoral pero Aquilea no quería un nombre de criada. Su hija sí que era gringa de verdad, nacida en Los Angeles, lejos del pinche rancho de Jiquilpan. Tenía que hablar inglés, llevar un nombre de aquí, Jennifer, para que le dijeran Jenni. La Abuela no pudo soportar la idea. Si la niña no llevaba el nombre santo no escucharía el llamado del Creador cuando muriera y se quedaría en el purgatorio con su Jennifer pagano. Aferradas madre y abuela, el cura acabó por bautizarla con los dos nombres; Jennifer Sagrario. El primero nunca se pronunció dentro de la casa, aunque la voluntad de Aquilea acabó por triunfar afuera, pues en la calle y en la escuela siempre fue Jenni-

-Y aquí se narra el momento en que frente a un altar con imágenes de santos y guadalupanas de todos los tamaños, el tío Concepción, un ex presidiario cercano a los 50 añitos, le robó la virginidad a su sobrina Jennifer Sagrario de 13 años, el día mismo en que abandonó la prisión luego de una condena de once años-

"En la sala, Jenni no podía conciliar el sueño. La casa olía diferente y las velas parecían arrojar destellos rojos. Nuevamente la sedujo la tentación y se acercó al altar. Quería contemplar el cuerpo del santo alumbrado por las veladoras durmiendo frente a su propia imagen. Ahí estaba la imagen, de carne y sudor, con olor, pensamientos y deseos. La oscuridad comenzaba a desfigurarse ante la irrupción del alba cuando escuchó su voz. “Ven Sagrarito, acércate aquí conmigo”. Concepción tenía los ojos abiertos y la miraba. Su torso desnudo reflejaba un cuerpo flagelado por los sinsabores de la vida. Jenni lo contemplaba sin ocultar esa dosis de temor y excitación que la poseía mientras las palabras ásperas y aguardientosas de su tío se posaban sobre su cuerpo. “Mi chula Sagrarito, sí yo te dijera que todas las noches, todas las pinches noches de estos 10 años pensaba en ti, que sí no me dejé matar allá adentro fue porque sabía que el día en que saliera te iba a encontrar así de preciosa” y la tomó de la mano atrayéndola hacia él. “Soñaba contigo y desde allá te cuidaba, que no fuera nunca a pasarte nada mi niña, yo sabía que en tus manos tenías el rosario bendito que te regalé”. La voz era grave y rasposa, al igual que la mano que le acariciaba el rostro y el cuello. Piel de lija en donde los tatuajes se confundían con los navajazos y donde las caricias paternales se diluían entre las cadenas que sujetaban su deseo. Ella permanecía en silencio mientras la mano de Concepción recorría su cuerpo como si quisiera redimir cada poro de su carne. “Tu no vas a salirme una gringa puta como tu mamá ¿verdad Sagrarito? Yo bien se que sigues siendo una doncellita”, le decía mientras con la mano le acariciaba los pechos adolescentes. “No te me asustes, no tiembles, a mi lado nada va a pasarte, yo a ti te cuido, aquí o desde el cielo, pero nunca voy a dejarte sola”.
Aún no acababa el sol de colarse entre las cortinas polvorientas de la habitación santuario cuando en su cuerpo de 13 años tenía ya la segunda marca. La sangre de su himen roto y el semen de su tío sellaron el pacto: “Tu no serás de nadie más Sagrarito, de nadie”, y las palabras volvieron a sonarle a designio divino. La piel del tío había borrado de golpe las torpes caricias y los besos babeantes de sus compañeros de la pandilla que conformaban su historial erótico anterior. De un día para otro, al igual que en su infancia, su mundo se redujo a esperar el momento de la madrugada en que podía ir al altar. El miedo y éxtasis eran los mismos, sólo que ahora el santo venerado era de carne y la esperaba acostado sobre un petate. También su vida social sufrió severas modificaciones. Los pantalones guangos y la ombliguera de cholita fueron sustituidos por largas faldas y sobrias blusas. Con una sola mirada, Concepción le hacía ver que repudiaba en extremo todo asomo de ligereza en el vestir femenino. También tuvo que decir adiós a los amigos de la pandilla, pues Concepción no quería ver cabrones rondando por la casa, ni siquiera cerquita, como le advirtió 15 años antes a Aquilea y como en el barrio aún se recordaba el triste fin del Fabián, no hubo adolescente que se le acercara a Jenni. Cuatro meses después acabó por abandonar la escuela, pues Concepción consideraba innecesario que fuera a un lugar de donde solo traía las malas mañas de los gringos.

Un par de fragmentos de un cuento de Ipanema Dávila-


Acerca de la autora:

Ipanema Dávila Sandoval nació el 27 de Marzo de 1976 en la Ciudad de Durango. Estudió Letras Españolas en la Universidad de Coahuila en Torreón y recientemente comenzó una maestría en Sociología en la Universidad de Texas en El Paso. Es autora del poemario “En Espiral Hacia el Abismo” y de la novela corta “La Musa de los Albatros”. “Ipanema Cumple Años” es su primer libro de relatos.


Haría mal en comparar a Ipanema Dávila con Amber Aravena. Ámber nació en Temuco, está por cumplir 34 años y tiene la cabeza atiborrada de dilemas existenciales que trata de domesticar con tafiles. Ipanema es una chica bastante más sencilla, aunque arrastra buenas dosis de egocentrismo, pues todos los personajes de sus cuentos son mujeres que casualmente se llaman Ipanema.
Yo soy su padre, pero me han salido tan rebeldes estas pinches chamacas que ya no está en mis manos meterlas en cintura.
La protagonista de este cuento, es un ama de casa que labora en una sala de masajes. Me permito incluir un par de breves fragmentos.

-Ipanema nos narra su primer servicio profesional com empleada de una casa de masajes-

-Aunque olvido a los clientes con facilidad, aún recuerdo a la perfección al primer hombre que pagó por mis servicios recién ascendidos al profesionalismo. Hasta me acuerdo de su nombre; se llamaba Gerardo, un estudiante pobre al que pagar por mí le debe haber resultado un sacrificio económico considerable. El pobre llegó con sus libros preparatorianos bajo el brazo, con su cara que lo delataba invariablemente como el feo incomprendido de su clase, con su cara atiborrada de cráteres de barro, sacando monedas de su mochila para completar un servicio manual y poder decir para sus adentros que al menos una vez en su vida no había sido él mismo el provocador de su orgasmo. Y yo con toda la emoción, el nerviosismo y las ganas de toda debutante, tratando de parecer en extremo seductora: “ándale Gerardito, sabes, tu me gustas, creo que podríamos llegar a algo más, vamos, no vas a arrepentirte”, pero el pobre no traía para más así que empecé a hacer mi trabajo, con plena concentración deseando que el pobrecito Gerardo no se olvidara nunca de mi y regresara pronto a dejar aquí sus ahorros. Es típico que en el primer día de trabajo se adoptan actitudes que nunca más vuelven a tenerse cuando se adquiere cierta experiencia y es que con Gerardo me porté excepcionalmente bien. Puse una porno en la video, lo unté de crema suavemente y después comencé a acariciarlo, con cambios de ritmo, dejando que mi mano danzara sobre su más bien chica y ordinaria cosita. Creo que en mi fuero interno pensaba que Gerardo era una prueba del dueño para ver como trataba yo a los clientes y que cualquier desatención o mal servicio de mi parte le sería reportada de inmediato, lo que derivaría en mi humillante despido. Que risa, aún me acuerdo como le decía, "ay Gerardito, que rico estás, ¿no quieres tocarme? Vamos amor”, y el pobre con una cara de culpabilidad, volteando a todos lados para ver si no estaba viéndolo su mamá, hasta que nada más arrojó un tímido ahh cuando le brotó la leche y se retiró de ahí, con la cabeza gacha. Sentí una especie de raro orgullo por haber prestado con relativo éxito mi primer servicio profesional y me prometí a mi misma inculcarme un sistema de mejora continua que me permitiera acceder a estándares de calidad total que marcaran la diferencia entre Estética Scorpio y sus competidoras.


Ipanema ha decidido regalarse de cumpleaños los servicios profesionales de un gigolo y esto es lo que piensa mientras lo aguarda en la bañera de un hotel:

Creo que ahora que yo soy la clienta acabaré por tomar venganza. Lo haré hincarse, le daré latigazos y le pediré que me chupe sin siquiera voltear a verlo, pero no, eso no, yo no soy rencorosa ni deseo hacer sufrir a mis colegas gremiales. Creo que mis ordenes serán bastante simples: dame un cogidón como Dios manda y ya. El comprenderá. Hoy no se nada ni quiero saberlo. Lo único de lo que debo estar absolutamente segura es que esta tarde voy a venirme como pocas veces en mi vida. Toda esta sarta de pensamientos me asaltan cuando termino el tercer caribe cooler de la tarde y faltan escasos dos minutos para la hora convenida. Por lo pronto estoy feliz, relajada y el calor del jacuzzi empieza a ponerme tan canchonda que ya debo estar mojada, a punto para darme una buena masturbada y cuando por una fracción de segundo pienso que debo aguantar mi venida para que sea Adonis quien haga el trabajo, me reprocho haber tenido una idea tan horrorosamente masculina. ¿De cuando acá debo ahorrar mis venidas como un macho? ¿Que acaso no soy deliciosamente multiorgásmica? Así que manos a la obra. IDS