Digamos que hasta ahora lo único claro es la negra gabardina de cuero. La prenda forma parte de una santísima trinidad del closet. La chamarra larga, un rectángulo indefinible y alguna cosa que has olvidado sin remedio. Era uno de esos relatos sincronía en donde cada parte a su manera embonaba y tenía sentido. Aún subido en la barca de la duermevela ya imaginabas el orden de esas palabras, el párrafo casi tan perfecto y coherente como esa triple corona de la chamarra agujerada, el posible rectángulo y lo demás. Todo aquello que irremediablemente se derrite con el primer lengüetazo de luz sobre la cocina y el primer presagio de un domingo náufrago.
Wednesday, February 10, 2016
Tuesday, February 09, 2016
Cargadas de presagios llegan las ráfagas santaaneras en Martes de Carnaval. Esta atmósfera es esencia pura de Eterno Retorno, vaivén de los ciclos, muerte y resurrección. Solo en estos días a nuestras laderas les da por el verde y el horizonte espeta una claridad que hiere. Muy en serio se ha tomado febrero su papel de heraldo cuaresmal con estos ventarrones.
“Llegan en otoño, a veces en primavera y dejan la región sembrada de incendios y premoniciones. Los antiguos les llamaban vientos de brujas; en la región se les conoce como vientos de Santa Ana”, dice Amber Aravena en su diario. “Te revuelven el pelo, te ponen los nervios de punta y la carne, de gallina. En noches así las juergas colectivas acaban siempre en peleas. Y las esposas dóciles palpan el filo del cuchillo y observan detenidamente el cuello del marido”, escribe Raymond Chandler en Viento Rojo. Vientos canijos revolviendo mil y un cabezas, cada una inmersa en su propio ciclón interno.
Cercados en una ratonera por la policía uruguaya y sin posibilidad de escape, los asaltantes que han robado 7 millones de pesos de un banco en Buenos Aires deciden prenderle fuego a los billetes. Ante la opinión pública el botín en llamas indigna aún más que el asalto. Dicho acto representa el punto culminante de Plata Quemada, la novela de Ricardo Piglia inspirada en un robo real. Leyendo ahora los Diarios Emilio Renzi, reparo en que a Piglia le llamó la atención el tema del dinero quemado desde que en la adolescencia leyó El Idiota de Dostoievski en donde Natasia Filippovna arroja dinero a la chimenea el dinero que le ofrece Rogozin por su cuerpo. Puedes quemar cruces, escupirle a biblias y cagarte en una bandera, pero no cualquier anarco nihilista le prende fuego a un fajo de dólares.