¿Por qué Joaquín Guzmán decidió llamar Ovidio a su hijo
La lectura de un texto Mircea Cărtărescu me hizo reflexionar sobre un nombre muy de
moda esta semana y me sembró una interrogante: ¿Por qué Joaquín Guzmán decidió llamar a Ovidio a su hijo?
En un nostálgico relato titulado Puntus Axenios, el
escritor rumano narra su primera contemplación del mar en el frío balneario de
Constanta. Su descubrimiento del Mar Negro, coincide con su primer encuentro
con la estatua del poeta Ovidio, quien murió exiliado en esa ciudad costera,
que hace dos milenios se llamaba Tomis. No queda claro por qué el bardo romano
fue desterrado por orden expresa y directa del emperador César Augusto. El que
había sido el mayor best seller de su tiempo con Ars Amandi, tuvo que irse a
pasar los últimos nueve años de su vida una tierra extraña que hoy lo tributa
como un héroe. A decir de Cărtărescu en la costa rumana todo se llama Ovidiu (u
Ovidio): Un coñac, una plaza, no pocos hoteles, hostales, escuelas, negocios, una universidad
y un largo etcétera que incluye la venta de monitos de Ovidio en miniatura como
suvenir.
¿Tendría idea el Chapo Guzmán de la existencia del poeta
romano? No lo creo. Entiendo que ni siquiera terminó la primaria. ¿Se habrá
enterado Ovidio Guzmán que 2 mil años antes de su nacimiento, tuvo un tocayo
que sedujo al mundo antiguo con su libro? Hagan sus apuestas. Los nombres de
los hijos dicen mucho de los padres. Cuando encuentras alguien llamado, por
ejemplo, Vladimir Ilich, puedes apostar
que su padre fue un idealista de izquierda y si el chico se llama Diego Armando
o Romario, ya sabes de qué lado masca la iguana. Tampoco es descartable que no
pocos buchones empiecen a nombrar Ovidio a sus hijos en ceremonias bautismales amenizadas
con narcocorridos alterados.
Yo desde muy pequeño supe que hubo un profeta y visionario
hebreo llamado Daniel que vivió en Babilonia y al que el rey persa Darío arrojó
a una fosa llena de hambrientos leones que se tornaron en dóciles gatitos en
cuanto los acarició mi tocayo. Sin embargo, mi nombre no se lo debo al profeta judío,
sino a la canción de Elton John. Para acabarla, mi nombre significa en hebreo “Dios
es mi juez”, lo cual no deja de ser una paradoja para un ateo como yo.
Tomando en cuenta que Homero fue un personaje mitológico
cuya existencia no está históricamente certificada, podemos afirmar que Ovidio
fue el primer autor exitoso en la historia de la humanidad. Su Ars Amandi o Ars
Amatoria, fue una suerte de manual didáctico de cortejo y seducción no exento
de sarcasmo. También su epopeya Las metamorfosis marcó un antes y después. ¿Tendrían
los chapitos una vaga idea al respecto? Hagan sus apuestas.
Por lo que a mí respecta, la lectura de estos textos de Cărtărescu, contenidos en el libro El ojo castaño de
nuestro amor, marcan mi primer flechazo con este celebrado autor. Había leído
anteriormente El Ruletista y Lulu y no me habían vuelto loco, pero estas viñetas
autobiográficas son palabras mayores. Además del texto sobre Ovidio, hay uno
sublime sobre su relación con Bucarest, otro sobre sus años miserables bajo el
régimen comunista y no pocos en torno a nostalgiosas penumbras de infancia. El
canijo derrocha poesía en cada párrafo. Creo que ha llegado el momento de
entrarle a sus novelas mayores.