Austeras reflexiones austerianas
1-
Progresista de cepa, acérrimo enemigo de Trump y su pestilente
movimiento, Paul Auster se ha despedido del mundo en uno de los momentos más
densos y oscuros de la historia de Estados Unidos, cuando la tensión, el odio y
la polarización generan un clima de guerra civil.
2-
Judío de estirpe liberal, Auster siempre se
opuso a la pandilla de sionistas genocidas que gobiernan Israel y masacran
niños en Palestina. Al momento de decir adiós a la vida, Columbia, su alma
máter, está tomada por estudiantes pro palestinos. Ignoro qué pensaría al
respecto. Auster no alcanzó a opinar sobre el tema. Solo sé que no le
simpatizaba el gobierno del carnicero Benjamín Netanyahu.
3-
Aunque por estilo y formación era
el más “europeo” de los escritores estadounidenses contemporáneos con millones
de lectores en países como Francia y España, Paul Auster era profundamente
estadounidense e hizo de Brooklyn su arcadia narrativa. Nueva York es a Auster
lo que el Deep South a Faulkner, el Caribe colombiano a Gabo y el Jalisco rural
a Rulfo.
4-
Siempre ha llamado mi atención la actitud del canon
y la crítica mamona frente a Paul Auster, a quien siempre colocaron en una
suerte de segunda división frente a la “gran literatura norteamericana”. Auster
nunca fue un serio candidato al Nobel a diferencia de Philip Roth, Cormac
McCarthy, Thomas Pynchon o Joyce Carol Oates, eternamente barajados. Auster
mismo se refería a Roth con el respeto sacramental que se tributa a un artista
mayor o a una leyenda viviente. Yo como lector reconozco la grandeza de Roth y he
leído páginas o pasajes de Cormac McCarthy que me han provocado una epifanía,
pero si a mí como lector me pides elegir un solo escritor estadounidense contemporáneo,
yo me quedo con Paul Auster.
5-
Para los exquisitos, los posmos y los
masoquistas de la complejidad, Auster resulta demasiado comercial o choteado,
algo así como el fenómeno Murakami que comete el pecado de gustarle a mucha
gente. Entiendo que da más puntos hacerse el interesante perorando que tu libro
de cabecera fue La broma infinita de Foster Wallace o El arcoíris de la
gravedad de Pynchon. Miren colegas, yo a Foster le intenté entrar y pa que es
más que la pura verdad, me aburrió y como yo soy un lector hedonista que solo lee
por placer y no para aburrirse, yo me quedo con mi Paul Auster. Ustedes disculparán
mis filias simplonas y ordinarias.
6-
Leo a Auster. Me acompaña el ritual de un Sol ocultándose
tras las Islas Coronado, un océano al acecho, un presagio omnipresente. Me
sumerjo en Diario de Invierno con la certeza de haber pasado ya la
frontera de la mitad de la existencia. La vida que se va, la vida que se acaba,
el reloj de arena consumiéndose como la luz derretida en las aguas del
Pacífico. El tiempo se acaba y solo resta escribir, aferrarse al compulsivo
desparrame de letras como única tabla de salvación en este inevitable naufragio.