Eterno Retorno

Thursday, May 02, 2024

Austeras reflexiones austerianas

 


1-   Progresista de cepa,  acérrimo enemigo de Trump y su pestilente movimiento, Paul Auster se ha despedido del mundo en uno de los momentos más densos y oscuros de la historia de Estados Unidos, cuando la tensión, el odio y la polarización generan un clima de guerra civil.

2-   Judío de estirpe liberal, Auster siempre se opuso a la pandilla de sionistas genocidas que gobiernan Israel y masacran niños en Palestina. Al momento de decir adiós a la vida, Columbia, su alma máter, está tomada por estudiantes pro palestinos. Ignoro qué pensaría al respecto. Auster no alcanzó a opinar sobre el tema. Solo sé que no le simpatizaba el gobierno del carnicero Benjamín Netanyahu.

3-   Aunque por estilo y formación era el más “europeo” de los escritores estadounidenses contemporáneos con millones de lectores en países como Francia y España, Paul Auster era profundamente estadounidense e hizo de Brooklyn su arcadia narrativa. Nueva York es a Auster lo que el Deep South a Faulkner, el Caribe colombiano a Gabo y el Jalisco rural a Rulfo.

4-   Siempre ha llamado mi atención la actitud del canon y la crítica mamona frente a Paul Auster, a quien siempre colocaron en una suerte de segunda división frente a la “gran literatura norteamericana”. Auster nunca fue un serio candidato al Nobel a diferencia de Philip Roth, Cormac McCarthy, Thomas Pynchon o Joyce Carol Oates, eternamente barajados. Auster mismo se refería a Roth con el respeto sacramental que se tributa a un artista mayor o a una leyenda viviente. Yo como lector reconozco la grandeza de Roth y he leído páginas o pasajes de Cormac McCarthy que me han provocado una epifanía, pero si a mí como lector me pides elegir un solo escritor estadounidense contemporáneo, yo me quedo con Paul Auster.

5-   Para los exquisitos, los posmos y los masoquistas de la complejidad, Auster resulta demasiado comercial o choteado, algo así como el fenómeno Murakami que comete el pecado de gustarle a mucha gente. Entiendo que da más puntos hacerse el interesante perorando que tu libro de cabecera fue La broma infinita de Foster Wallace o El arcoíris de la gravedad de Pynchon. Miren colegas, yo a Foster le intenté entrar y pa que es más que la pura verdad, me aburrió y como yo soy un lector hedonista que solo lee por placer y no para aburrirse, yo me quedo con mi Paul Auster. Ustedes disculparán mis filias simplonas y ordinarias.

6-   Leo a Auster. Me acompaña el ritual de un Sol ocultándose tras las Islas Coronado, un océano al acecho, un presagio omnipresente. Me sumerjo en Diario de Invierno con la certeza de haber pasado ya la frontera de la mitad de la existencia. La vida que se va, la vida que se acaba, el reloj de arena consumiéndose como la luz derretida en las aguas del Pacífico. El tiempo se acaba y solo resta escribir, aferrarse al compulsivo desparrame de letras como única tabla de salvación en este inevitable naufragio.


Tuesday, April 30, 2024

Adiós Paul, esta noche nos arrulla la música del azar

 


 

Hace un mes, cuando empecé leer Baumgartner frente a un arcoíris que coronaba la pista del aeropuerto de Tijuana, me poseyó la canija saudade de un tristísimo adiós. De una forma u otra, sabía que estaba leyendo el libro de un creador que se estaba despidiendo del mundo con su novela casi póstuma. Después de Baumgartner no ya habría más. Abril se quedó guardado en un cajón y en el último día el cáncer nos arrebató a Paul Auster. En la vida uno lee cientos o miles de libros, pero solo unos cuantos autores se vuelven compañeros de viaje permanentes. Paul Auster fue uno de ellos. Hay una etapa de mi vida que está irremediablemente marcada por su obra. Fue el creador que marcó mis últimos veinte y todos mis treinta.

La primera década del Siglo XXI fue radicalmente austeriana para mí. Del 2001 al 2012 el de Brooklyn fue mi terquísimo e inseparable compañero de viaje. Empecé con El país de las últimas cosas, seguí con Ciudad de cristal y “de ahí pal real”. Agarré camino y no paré hasta leer su obra completa. Sí, ya he leído a Roth, a Pynchon, De Lillo, Cormac McCarthy, Foster Wallace, bla, bla, bla. Puedes perorar misa. A mí el único escritor estadounidense contemporáneo que me marcó la vida se llama Paul Auster. Punto.

Un día de 1976, el joven Paul Auster compró en 40 dólares una vieja máquina de escribir marca Olympia modelo 1962. En ese artefacto de segunda, casi de desecho, Auster escribió su obra completa. Novelas, ensayos, guiones de cine han salido de esa vieja máquina a lo largo de casi 50 años. De ese cacharro brotó un río de letras en el que a la fecha sigo navegando y que marcó las coordenadas creativas de mi vida adulta

El misterioso engranaje que mueve mi máquina creativa y el eje sobre el que gira mi compulsivo arado de mares está tocado a perpetuidad por la esencia austeriana: la omnipresencia de la aleatoriedad, las paralelas historias de lo que pudo haber sido brotando como muñecas rusas, las probables vidas no vividas y la improbable vida que vivimos escrita como un pie de página. La música del azar en concierto. Sin esas obsesiones simplemente yo no escribiría.

Un día inventaste la soledad o la soledad inventó tu catarsis creativa cuando murió tu indescifrable padre y te fuiste con Anna Blume a mirar los saltos de los suicidas en el País de las últimas cosas y acaso esta madrugada el teléfono irrumpa tres veces en la habitación a oscuras y como Quinn contestaré con la certidumbre de que nada es real excepto el azar. Acaso como Marco Stanley Fogg me ponga construir un palacio en la Luna mientras vago por las calles de una ciudad de cristal con un cuaderno rojo bajo el brazo y llamo a la puerta de una habitación cerrada donde me aguardará el oscuro Fanshawe que pude ser mientras leo el Gatsby en Sunset Park y trazo ocultas cartografías en el pavimento, porque solo navegando por la vida con Auster dimensioné las calles que recorro todos los días como el lugar más extraño e indescifrable del mundo donde un día puedes volar en mil pedazos como Benjamín Sachs.

“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro”. Así te sucedió Paul y así me sucederá.  Te preguntas ¿Cuántas mañanas quedan? Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Irrumpe el invierno en primavera. Esta noche nos arrulla la música del azar-



Chilpayates day

 Memorias de la chilpayancia y andanzas de mi feliz güerquez.