Friday, April 26, 2024
Tuesday, April 23, 2024
De librajos y otros lastres
El
libro es sin duda el objeto material con el que he tenido una relación más extrema,
obsesiva, aferrada y pasional a lo largo de mi vida. A menudo es una relación de
alegre convivencia cotidiana como si de una parte de mi anatomía se tratara. Después
de todo, en cualquier momento del día hay siempre un libro cerca de mí. A todo
lugar donde voy llevo uno conmigo y en mi mesa de noche, en mi rincón de trabajo
y en los asientos del carro yacen caóticos alteros. Claro, admito que por momentos
llega a ser una relación patológica y autoagresiva, generadora de conductas y
reacciones propias de adicto. Tal vez sea la herencia por haber crecido en una
casa-biblioteca, pero el libro juega en mi vida el papel de objeto contrafóbico,
algo así como les sucede a los niños que no pueden salir de casa y se sienten
desprotegidos si no traen consigo su peluche. Admito que si no llevo un libro
conmigo puedo sentirme intranquilo o nervioso y experimento una sensación de desapacible
vulnerabilidad.
Llevarlo
significa tener siempre a la mano una puerta de escape, un boleto de viaje, una
zeppeliana escalera al cielo (o al infierno).
Alguien
podría decirme que la misma relación enfermiza es la que tenemos con nuestros
celulares, pero la diferencia es que ese aparato llegó a mi vida siendo ya
adulto y hace apenas una década se convirtió en una auténtica oficina ambulante.
Los libros, en cambio, han estado junto a mí desde la temprana infancia.
Los
libros son tesoro y monserga, deseo y lastre. Los necesito cerca de mí, pero no
dejo de aterrarme al ver todo el espacio vital que me han robado. Hoy por la
mañana hice una limpia en la cajuela de mi carro y con horror encontré más de cincuenta
libros amontonados, aguardando su turno de ser leídos o por lo menos recordados.
A la mayoría de ellos no los tenía presentes. Confieso casi todos fueron
regalos.
El
libro es un objeto vivo. Al provenir de los árboles es materia vegetal y sus
páginas son hábitat y zona de cultivo de microorganismos. Según el ecosistema y
las condiciones de luz y humedad del lugar donde se almacenan, pueden desarrollar
colonias de hongos o toneladas de polvo.
A su
vez, un libro revive cada que alguien lo lee. Abro al azar Memorias, reliquias y retratos de
Juan de Dios Peza, ejemplar editado en 1900. En ese volumen de 124 años de edad
encuentro un capítulo llamado Un libro viejo, en donde Peza reflexiona sobre una
olvidada antología de 36 jóvenes poetas (entre los que se cuenta él mismo)
editada en 1872 y condenada 28 años después a las mesas de remate.
Monday, April 22, 2024
50
No estoy seguro si entre estas dos fotos ha transcurrido un suspiro o el infinito. La primera foto fue tomada hace medio siglo y la segunda fue tomada hace unos minutos. Entre una y otra imagen sucedieron algunas cosas. Vida entera creo que le llaman. No estaba en los planes llegar a ser tan viejo, pero siendo brutalmente honesto nada absolutamente estaba en los planes, empezando por mi existencia. Soy la esencia misma de la furtividad, el as bajo la manga de la aleatoriedad más juguetona y burlona, la que se llevaba pesado con una pareja de adolescentes. También el 21 de abril del 74 era domingo e irrumpí tempranito, a las 6:20 a.m. al pie del cerro Loma Larga.
Empezamos entonces a andar y a patear esta vereda. Ignoro cuántas páginas tiene la novela, pero hace mucho llegamos a la mitad del libro, porque cien añitos no voy a vivir, pero eso sí, una sola cosa les juro: que en estos 50 me la he pasado a todísima madre.
Medio siglo de sueños, alucines e ilusiones; de carajazos bravos y desbarrancaderos; de patear calle y trotar mundo; de zarpar
en barcos de papel condenados al naufragio que contra todo pronóstico encontraron un puerto al final de la noche. En ese puerto improbable encontré algo que se llama amor, pasión, razón para vivir y resucitar una y mil veces. Y así me sorprende este 21 de abril, mirando la luna sobre el Pacífico con las personas más amo en este mundo y si hoy el narrador de esta historia decide poner punto final, me iré de aquí diciendo que esta canija vida valió la pena
ser vivida, una y mil veces, que no cambio un solo párrafo de esta historia y que mientras esté con quienes más amo y la inspiración camine a mi lado, me fleto feliz de la vida otros 50 añitos. Cómo
chingados no.
Thursday, April 18, 2024
Clorofílela compa
Hay personas
a las que el ratón neuronal les trabaja horas extra y en cámara rápida. Tal es
el caso de Jorge Verdín, quien no solo fusionó una atmósfera sónica y visual
única, sino que derrochó la pura chispa con el humor más ácido e irónico que
podías encontrar en la red. Su fuego cruzado de pura carrilla norteña pesada
con Pedro Beas es patrimonio cultural de la humanidad y la verdad lo voy a
extrañar un chingo. En un universo tan infestado de cursilería y
grandilocuencia, un humor tan filoso e inteligente es diamante en carbón.
Aunque era puro néctar fronterizo, a Verdín lo fuimos a conocer algo lejecitos
de aquí. Pedro Beas nos lo presentó en Buenos Aires, concretamente en el
restaurante la Brigada de Santelmo, en la piazollana primavera porteña de 2006.
Carol y yo andábamos rolando por allá y Nortec acababa de tocar en Montevideo.
Desde entonces le seguimos la huella. Esta mañana me puse a escuchar los
Corridos Urbanos de Clorofila, del Baby Rock a Nicole ya no baila aquí pasando
por el megaclásico Olvídela Compa. Con Nortec en los audífonos me fui a echar
mi caminata matutina por veredas baldías que pronto serán congestionadas calles
y reparé entonces en que esa música capturó la esencia de un momento único e
irrepetible, la comunión de una Tijuana efervescente y con las endorfinas a
tope.
“Yo me
imagino que se tiene que batallar para dejarla y si usted la quiere bastante,
pues no es muy fácil para dejarla…hay que sufrirle para dejarla”. De repente,
pensé en que el parroquiano que en una cantina pronunció esa máxima de
sabiduría popular hace más de 20 años probablemente ya ha muerto (como sin duda
murió ya el que en un camión pronunció “Porque parece mentira la verdad nunca
se sabe” e inspiró al tocayo Sada la creación de una Megatherion narrativo)
pero hay verdades que no caducan. Murió ese don como murió el Terrazas
Vallarta, la Lonchería el Vigía, las guayinas lanchonas de asiento trasero y
tantos narcojuniors que se dieron su primer pase en las noches locas del Baby
Rock noventero; como tantas teiboleras de las que no se supo más nada después
de romper unos cuantos corazones desde el tubo; como un Loop con complejo de
eternidad que se desvanece con el derretir de las sombras de la madrugada ante
la primera luz. Así son las canijas canciones, así es el canijo corazón. “El
corazón muchas veces me domina. Quisiera que fuera al revés, pero no puedo”
Dentro de un mes morirán las flores amarillas que me rodean esta mañana y las
retroexcavadoras destruirán las madrigueras de los conejos y las serpientes que
pueblan este baldío y la parrandera Muerte seguirá sacando sus cartas y
respirándonos en el cuello, pero acaso un día, dentro de muchos años en una
Tijuana apocalíptica, alguien escuchará que las canciones traen recuerdos…ganas
de llorar a veces…y acaso ese alguien llorará o bailará y la pinche vida
volverá a tener sentido solo por eso.
Tuesday, April 16, 2024
Universos paralelos
Nuestra
vida cotidiana es un caleidoscopio de universos paralelos, un desfilar de pequeños
milagros que a menudo ignoramos. Por años la ventana de nuestro baño ha estado
cubierta por una enredadera que esta primavera sirve como nido a unos gorriones.
Después de mucho empollar, hace unos días han nacido los polluelos. Ahora,
mientras nos bañamos, vemos a la pajarita alimentando a sus retoños justo del
otro lado de la ventana. Tan solo nos separa el cristal. ¿Cómo nos ven ellos a
nosotros? Compartimos un espacio, estamos a centímetros en la intimidad, pero
lo que miramos es tan distinto. Dentro de pocas semanas, los polluelos elevarán
el vuelo y tendrán una perspectiva de nuestro entorno que a nosotros jamás nos
será dado ver: recovecos que nunca conoceremos,
sonidos que jamás escucharemos, cofradías y jerarquías de aves amistosas u
hostiles, conspiraciones gatunas y vuelos de rapaces de las que hay que
cuidarse. Y su vida destellará en un verano que les parecerá tan largo o tan
corto, tan predecible o fascinante, absurdo y pletórico como nuestras propias
vidas.
Saturday, April 13, 2024
Trío jarcorero XIXnónico
¿Quiénes
son los mayores novelistas del Siglo XIX? Para Stefan Zweig no hay duda:
Balzac, Dickens y Dostoievski. Sin duda Vargas Llosa pegaría el grito en el
cielo alegando que el mejor es Flaubert y Nabokov encabronado diría que Tolstói
es deidad y Dostoievski un pobre pirado. El debate se pondría feroz. Zweig
aclara que no se trata de hacer menos a Flaubert, Tolstói, Víctor Hugo o
Stendhal, pero bajo su opinión, este
trío de personalidades tan contrastantes son meridianos para entender a la
humanidad, al grado de inducir a poner su nombre a hechos o personas. Hay, por ejemplo,
entornos balzacianos, personajes dickensianos o psicología dostoievskiana. Balzac
retrata el engranaje social, Dickens la esfera familiar y Dostoievski el
conflicto interno como nadie había hecho. Zweig, que es mi faro a la hora de
escribir biografías, publicó este ensayo
en 1919 en Salzburgo y yo lo leo en una fría tarde primaveral rosaritense.
Monday, April 08, 2024
CLIS DE SOL
Como no
queriendo mucho la cosa, esta mañana recordé que desde 1993 tengo tatuado un
eclipse y ni siquiera tengo clara la razón por la que elegí ese dibujo y qué
significado tenía para mí. Suelo olvidar que lo tengo.
También
recordé que mi primera irrupción en una publicación colectiva, fue una
antología del taller literario de la Universidad Regiomontana a la que
titularon Y después del eclipse, pero con brutal franqueza he olvidado a quién
y por qué se le ocurrió ese nombre y si acaso los eclipses significaban algo
para nosotros en aquel demencial 94.
Recordé que
diez años antes, siendo niño, me llevaron a ver el gran eclipse del 84 al
parque Tangamanga de San Luis, pero la lluvia frustró nuestros planes. Esa
tarde Manuel Buendía fue asesinado por la esquina de la información.
Recordé que
en julio del 91 vimos el eclipse en una barranca al fondo de nuestra calle en
Lomas del Olivo y hoy pienso que si acaso hay futuro lejano, no recordaré
demasiados detalles de este sol cubierto del 24, que en Baja California
transcurrió sin pena ni gloria y que será posiblemente el último gran eclipse
solar de mi vida.