Pinochet y Videla
Conozco chilenos, (podría decir que bastantes) quienes justifican a Pinochet. No digo que lo apoyen abiertamente y con fervor, pero por lo menos no lo condenan ni desean que arda en el Infierno.
La enorme mayoría de los detractores de Pinochet con los que he platicado no son, paradójicamente, de nacionalidad chilena. Conozco bastantes mexicanos y argentinos que odian a Pinochet, pero por alguna extraña razón sólo unos cuantos chilenos y todos ellos emparentados con exiliados de izquierda.
Cuando hablo con chilenos sobre Pinochet, casi todos opinan más o menos lo mismo, algo que podría resumirse en este concepto: Fue un mal necesario para Chile.
En este viaje que acabo de realizar por Argentina, me tocó platicar con demasiados chilenos. Por azares del destino, siempre que fui al estadio a ver futbol, me tocó sentarme en las gradas con algún grupo de oriundos de ese país andino. Tampoco faltaban en bares y restaurantes. En Buenos Aires los encuentras por doquier.
Chile tiene hoy en día la economía más sana de Latinoamérica. Es también el país más caro de este continente. Los chilenos pueden darse el lujo de darse la gran vida en Buenos Aires. Argentina para ellos resulta hoy en día baratísima.
Chile es, bajo mi opinión, el ejemplo de lo que debe ser una socialdemocracia con un gobierno de centro-izquierda moderna y progresista y no prehistórico y jurásico como el perredismo mexicano. No he visto en la presidenta Michel Bachelet, ni vi en Ricardo Lagos, esa enfermiza sed de venganza y esos eternos rencores tan propios de la seudoizquierda mexicana Y miren que Bachelet tendría motivos de sobra para ser rencorosa. La señora apuesta, ante todo, por la conciliación.
Pinochet no es en todo caso un nombre impronunciable ni un Satán de la historia nacional de su país. Hay millones que por supuesto lo odian y con sobradas razones. Pinochet fue, después de todo, un hijo de su puta madre en la más absoluta extensión del concepto.
Fue tan traidor como Victoriano Huerta y tan asesino como un Leonidas Trujillo. Sin embargo no se puede afirmar que todo el pueblo de Chile lo odie. Insisto, muchos chilenos que conozco acaban por justificarlo sin meter las manos al fuego por él.
Resumo lo que a grandes rasgos, me dijeron compañeros de viaje y butaca chilenos con los que conversé recientemente en Argentina: Pinochet fue cruel y abusó, innecesariamente, de la violencia y el terrorismo de estado. Innecesariamente, porque el gobierno de Salvador Allende empezaba a caerse a pedazos y al final hubiera caído solo, como una fruta podrida de un árbol, sin necesidad de llegar el golpe de Estado. No hacía falta levantarse en armas sino esperar a las próximas elecciones en donde la Unidad Popular, que llegó por estrecho margen al poder en 1970, hubiera acabado por ser rechazada por electorado.
Pinochet llegó al poder por medio de la traición y la sangre y derrocó a un gobierno débil, pero legítimo. Pese a ello, algunos, (en realidad muchos) chilenos consideran que la solidez económica y social del país se la deben, en gran medida, a los 16 años de dictadura y estabilidad a la fuerza.
A menudo se tiende a comparar las dictaduras de Argentina y Chile. Odiosa y desafortunada comparación. Para empezar: Conozco muchos chilenos que justifican e incluso aplauden a Pinochet pero no conozco un solo argentino que no abomine de los años de la dictadura.
Lo extraño del caso, es que la irrupción de Pinochet en el poder fue mucho más traumática que la irrupción de la Junta Militar en Argentina. Panoramas muy distintos los que se vivieron el 11 de septiembre de 1973 en Santiago y el 24 de marzo de 1976 en Argentina.
Pinochet llegó al poder traicionado al presidente que había jurado defender y bombardeando el Palacio de la Moneda. Apoyado por Henry Kissinger y Nixon, Pinochet se apropió de Chile a sangre y fuego y cargó a cuestas con la sangre de un Salvador Allende electo democráticamente. Sin embargo, años después un plebiscito lo reconfirmó en el poder por amplia mayoría. Hoy en día, digan lo que digan, en Chile las opiniones sobre él están divididas y su funeral es prueba de ello. Hay muchos chilenos que le están agradecidos.
En cambio, Jorge Videla, Massera y sus secuaces se tomaron el poder como quien le quita un dulce a un niño. El 24 de marzo de 1976 no hubo derramamiento de sangre y la opinión pública argentina vio el cuartelazo militar como algo lógico y esperado, lo único que se podía esperar en un país que se podría en pedazos.
Con una devaluación devastadora, bombazos guerrilleros en cada esquina, secuestros y asesinatos, el pueblo argentino no consideró en su momento que el golpe militar fuera a ser tan traumático. Con tantos golpes en su historia (1930, 1955, etc) uno más no parecía preocupante. Nadie metió las manos para defender a la pendeja total de su presidenta, Isabel Perón (con su consejero el brujo López Rega) a la que pusieron en un avión y mandaron bien lejos de Argentina. La dictadura llegó a la Casa Rosada sin disparar tiros y sin tener en contra el rechazo general y sin embargo, hoy en día, los siete años que corrieron de 1976 a 1983 son recordados como los más oscuros e infernales de la historia de Argentina. Comandos de verdugos abordo de flacons negros secuestrado gente mientras se jugaba el Mundial del 78, torturas en la escuela de mecánica de la armada, miles de desapariciones, vuelos de la muerte sobre Mar del Plata, enterrados vivos, niños vendidos, un general borracho declarando la guerra al Imperio Británico y mandando adolescentes a morir congelados en Malvinas. Nadie en Argentina defiende a Videla, Galtieri y Massera, pero miles de chilenos aún defienden a Pinochet. Paradojas del espíritu sudamericano.
Pero no nos quejemos. Acá en México no cantamos mal las rancheras. La avenida más transitada de Tijuana se llama Gustavo Díaz Ordaz y nuestro presidente municipal es un apasionado defensor de su recuerdo, lamenta el arraigo de Luis Echeverría y desea que resucite el general Arturo Negro Durazo para hacerlo comandante de la Policía Tijuanera.
PD-
¿Quieren un poco de buena prensa sobre la muerte de Pinochet? Lean a los colegas de El Mercurio de Chile
www.emol.com y no se conformen con la siempre visceral prensa mexicana. Reforma cabecea en su sección de internacionales que Pinochet murió impune, pero resulta que a mí me encantan las hemerotecas. Les recomiendo que vayan a la hemeroteca de El Norte(matriz de Reforma) en la calle Washington y lean el ejemplar del 13 de septiembre de 1973 (o cualquier ejemplar de esa semana posterior al 11 de septiembre) y verán la columna de Ricardo Junco de la Vega, dueño y fundador del periódico, alabando y festejando el golpe de Pinochet.
Estudiantes de la Plata y los Bombonerazos
Del plato a la Boca se cayó la Copa y Estudiantes de la Plata va ser el Campeón de la República Argentina. Digamos más bien que lo es ya. Si el futbol es ante todo un estado de ánimo y un momento psicológico, Estudiantes tiene la corona en sus manos. No recuerdo un duelo decisivo en el que los contendientes llegaran con tan abismal diferencia anímica. Un abismo oceánico es lo que separa el ánimo de Boca del de Estudiantes. Para Estudiantes este partido de desempate es el mejor de todos los mundos posibles. Un paraíso que es tan delicioso en la misma medida en que era improbable, casi imposible. Para Boca, sobra decirlo, el partido de desempate es su peor pesadilla, el Infierno que ni el más pesimista les auguraba.
Había nueve combinaciones de resultados posibles y ocurrió la más temida y más deseada. Un equipo suburbano apodado El Granate, por el que nadie, ni ellos mismos, daba un carajo, fue a dar el Bombonerazo.
Su entrenador Cabreros había dicho que con el empate en la Bombonera boquense se iba más que contento. Negocio redondo, pensaron los malpensados. Un empate miserable de local ante un equipo chiquito hacía campeón a Boca y Lanús venía dispuesto a negociarlo. Nunca confíes en un equipo que se da por muerto en la víspera. Boca ocupaba un puntito de seis ante dos equipos chicos y no pudo obtenerlo. Obtener tres ante Lanús era un trámite burocrático. Pero que chingón es el futbol, capaz de reservarte esas sorpresas con las que la vida suele ser tan tacaña. Lanús hizo la maldad y la mitad más uno llora. Boca llega a la improbable final cargando su cruz, con el ánimo del condenado a muerte, de la víctima que será colocada en el altar de sacrificios.
Estudiantes viene con el jolgorio del caballo que alcanza. El único punto en contra, además de la cancherez boquense, es la posible, aunque improbable, embriaguez estudiantil. Cuando estás tan emocionado por haber conseguido lo más difícil, puedes cegarte con la luz y embriagarte con tu propia felicidad. Es la única posibilidad que veo en contra del equipo de La Plata.
Estudiantes de La Plata, el célebre Pincha, no es un equipo chiquito y carente de historia. De 1968 a 1970 conquistó la nada despreciable cantidad de Tres Copas Libertadores de América seguidas. Ni el Boca ha ganado tantas juntas y el River ha ganado sólo dos en toda su historia. Sólo Independiente de Avellaneda supera ese record. Aquel equipo dirigido por Osvaldo Zubeldía tenía un defensa cruel, leñero y garrudo llamado Carlos Salvador Bilardo. Estudiantes de la Plata se hizo famoso por jugar al filo del reglamento. Por jugar con más huevos que técnica y cagar a patadas a sus rivales. El entrenador de este Estudiantes es un tipo que como jugador fue la encarnación máxima de la cancherez, la picardía y los huevos argentinos: Diego El Cholo Simeone. Su espíritu está tatuado en este Estudiantes de Verón y Pavone que resuelve a puro coraje y siempre en los últimos minutos. Así ganó 10 juegos seguidos y obtuvo 34 de los últimos 36 puntos posibles. Un equipo cuya camiseta es casi igual a la de las Chivas de Guadalajara, otro equipo que ese mismo domingo, mientras Pinochet se moría, daba su propio Bombonerazo.
PD- Para que no digan que discrimino al futbol de mi país futbol, también me di tiempo de ver el Toluca vs Chivas, aunque con mucho menos interés que el Boca vs Lanús (el futbol mexicano me interesa cada vez menos si quieren que sea honesto). Yo le iba al Toluca, básicamente porque Chivas, o más bien dicho Jorge Vergara, me caen bastante antipáticos. Para jalisquillos, yo prefiero mil veces al Atlas y no me cansaré de decirlo. Sólo por ese uniforme rojinegro tan bonito Atlas merecería ser Campeón, mientras que los del rebaño nomás no me caen. Pero Chivas ganó bien y es un justo campeón aunque en cualquier liga medianamente civilizada del mundo se reirían de que el octavo lugar sea campeón. Sería tanto como que en España el Villarreal fuera campeón y en Inglaterra el Aston Villa (ambos son octavos lugares) Pero bueno, los jalisquillos dieron un buen juego y le ganaron bien el equipo del grupo Atlacomulco y la familia Hank. Además, tengo buenos amigos que aman a las Chivas y esta mañana amanecieron contentos. Es por ellos más que nada que me da gusto este título de la cabritilla. Festejen chivitas, que el año entrante le toca a Tigres.