La noche del 25 de febrero hubo un sitio exacto en el mundo donde yo debí estar presente en cuerpo y alma… y no estuve. Un lugar donde he pasado demasiadas tardes de mi vida y donde esa noche se celebró un ritual que sin duda marcará un antes y un después. Ese lugar es el Estadio Universitario de San Nicolás de los Garza, casa de los Tigres de la UANL, pero esa noche no se celebraba un partido del equipo de mis amores, sino un concierto de la Banda más Grande que ha parido el Universo entero: IRON MAIDEN. He visto seis veces en mi vida a la Doncella de Hierro, los he entrevistado un par de ocasiones y acudiré a sus conciertos siempre que haya oportunidad. Sin embargo, verlos en la casa de los Tigres hubiera sido algo lleno de significado para mí. Dentro del reino de las aficiones y los pasatiempos, el Futbol y el Heavy Metal han hecho que la vida valga la pena ser vivida. En el futbol, sólo existe un equipo que tiene mi apoyo incondicional y se llama TIGRES. Y en el Heavy Metal, si bien soy aficionado a cientos de bandas, siempre he tenido claro que en ese pandemonio sólo existe un Zeus y ese se llama IRON MAIDEN. Ya alguna vez los vi en Monterrey en el auditorio Fundidora, pero verlos en el campo del Volcán hubiera sido algo así como un tatuaje en el alma. Por si fuera poco, tarde me enteré de la calidad de las bandas abridoras: Carcass y Morbid Angel ¿Puedes pedir algo más?
Pero la responsabilidad es primero. Acabo de cumplir mi primer mes en un nuevo trabajo y no se supone que inicie con ausencias en esta nueva función que tan en serio me he tomado. De haber caído en esa estepa eterna de tiempo libre llamada desempleo, uno de mis planes hubiera sido viajar a Monterrey esta semana. Así hubiera podido estar en el concierto de la Doncella y estar con mi madre en su cumpleaños que se celebra este día (¡MUCHAS FELICIDADES!!!) Un capítulo más para la Historia de lo que Pudo Haber Sido.
Cae la noche en Tijuana. Escucho Blackmore s Night en la oficina. Magia céltica inundando el tercer piso de Palacio Municipal. Aguardo paciente y sosegado la confirmación de la agenda oficial del sábado. Desde la ventana contemplo un tráfico infernal atascando el puente Independencia. Hoy fue un viernes con toda la cara de viernes. Este día no niega la cruz de su parroquia. Después de un buen rato volví a caminar las calles del Centro tijuanero luego de una excursión a Lomas Taurinas en donde vi a 60 valientes sacarle la lengua a la crisis poniendo en marcha nuevos negocios. Realmente admiro a esa gente.
Cambiamos de música: Un poco de Apocalyptica no le viene mal a la oficina.
Febrero corrió como sus vientos. Febrero fue huracán y suspiro. Febrero ha sido, tal vez, uno de los meses más zen de mi vida. Algo sucedió este mes que me saqué al Diablo del corazón. Por alguna extraña razón me inundó una paz interna, atípica en mi existencia. Un huésped raro en mi espíritu. Ojalá haya llegado para quedarse.
Pero la responsabilidad es primero. Acabo de cumplir mi primer mes en un nuevo trabajo y no se supone que inicie con ausencias en esta nueva función que tan en serio me he tomado. De haber caído en esa estepa eterna de tiempo libre llamada desempleo, uno de mis planes hubiera sido viajar a Monterrey esta semana. Así hubiera podido estar en el concierto de la Doncella y estar con mi madre en su cumpleaños que se celebra este día (¡MUCHAS FELICIDADES!!!) Un capítulo más para la Historia de lo que Pudo Haber Sido.
Cae la noche en Tijuana. Escucho Blackmore s Night en la oficina. Magia céltica inundando el tercer piso de Palacio Municipal. Aguardo paciente y sosegado la confirmación de la agenda oficial del sábado. Desde la ventana contemplo un tráfico infernal atascando el puente Independencia. Hoy fue un viernes con toda la cara de viernes. Este día no niega la cruz de su parroquia. Después de un buen rato volví a caminar las calles del Centro tijuanero luego de una excursión a Lomas Taurinas en donde vi a 60 valientes sacarle la lengua a la crisis poniendo en marcha nuevos negocios. Realmente admiro a esa gente.
Cambiamos de música: Un poco de Apocalyptica no le viene mal a la oficina.
Febrero corrió como sus vientos. Febrero fue huracán y suspiro. Febrero ha sido, tal vez, uno de los meses más zen de mi vida. Algo sucedió este mes que me saqué al Diablo del corazón. Por alguna extraña razón me inundó una paz interna, atípica en mi existencia. Un huésped raro en mi espíritu. Ojalá haya llegado para quedarse.