Escribir un libro es dejar zarpar un barquito de papel.
No pocas veces, el barco en cuestión parece naufragar en un charco, pero de
repente, en un buen e improbable día, la embarcación cruza el Pacífico y llega
allá donde nace el sol. Colegas: hoy por primera vez narraremos la historia de
Kingo Nonaka en su natal tierra nipona. Gracias a la Embajada de México en
Japón por hacerlo posible. Aquí nace el sol y aquí nace este relato.
Fukuoka me recibe con un
mar de libros. Nuestro hotel es también biblioteca y a una cuadra de ahí hay
una librería de cuatro pisos. No, no entiendo absolutamente nada y sin embargo
al estar ahí me siento en mi sitio y puedo pasar horas mirando portadas y
oliendo páginas cuya lengua, aunque no comprendo, es capaz de embrujarme.
Templo Kamado y Templo Dazaifu. Santuarios ancestrales
del Siglo VII. Kingo Nonaka contempló estos mismos árboles, estos toris y estas
piedras. Estoy seguro que caminó por aquí. Fukuoka milenaria. Santuario
Samurái, Kamikaze providencial.
Respiración de Agua, tercera posición. Puro Kimetsu No
Yaiba. El espíritu de Netsuko y Tánjiro esté con ustedes.
Lo que en Kyoto es calma en Osaka es bullicio. Efervescente, brillante y por momentos lúdica, Osaka es una dama en traje de luces que te provee pulpos, cangrejos y tragos.
La segunda ciudad más grande de Japón es la liturgia del neón y la comunión con la comida callejera.
Dotonbori arde al ponerse el sol entre puestos de tacoyakis mientras
la noche delira como un pájaro en llamas.
Un vicio jamas redimido, una botella arrojada al Pacifico con un Aleph adentro. Literatura, metal, futbol, buenos vinos y una dosis alucinante de vida diaria encontraras en este changarro. Quieres pasar?
