Hay un universo vasto, profundo y complejo dentro de un niño que aletea con los brazos como si quisiera levantar el vuelo.
Hacía muchísimo que no me topaba con un personaje
literario tan entrañable como Cristopher Boone, protagonista de la novela El
curioso incidente del perro a media noche, escrita por Mark Haddon. Uno acaba
involucrándose emocionalmente con el periplo de este sui generis adolescente de
Swindon, Inglaterra. Esta es la primera vez que me encuentro con una novela
capaz de reflejar el mundo a través de la mirada de un chico ubicado dentro del
Espectro Autista. Cristopher es el narrador en primera persona de esta historia
que está estructurada bajo su lógica. Tiene 15 años de edad, es experto
haciendo operaciones mentales matemáticas y recitando números primos. También
le apasiona la astronomía y los procesos deductivos de Sherlock Holmes, pero le
aterran los lugares públicos atestados de gente, el ruido excesivo, el tacto
con extraños y los colores amarillo y marrón. Su vida diaria está circunscrita
a una serie de procesos y rituales inalterables, pero su mundo colapsa cuando
Wellington, el perro de la vecina, es asesinado y entonces Cristopher decide
emular a Sherlock Holmes y empezar su propia labor de detective, lo cual lo
llevará a descubrir y destapar una serie de secretos familiares. La trama está
llena de sorpresas de las cuales no hablaré en afán de no caer en el odioso
spoiler. Solo les diré que en verdad vale la pena leerlo. No deja de ser
simbólico concluir este libro el 18 de febrero, Día Internacional del Asperger.
El autor no necesita en ningún momento nombrar el Espectro Autista y sin
embargo creo que la literatura de ficción nunca había reflejado tan fielmente a
un niño neurodiverso. Yo no soy muy dado a celebrar los “días internacionales
de…”, pero en este caso creo que es muy necesario tomar conciencia, visibilizar
e integrar a la neurodiversidad. Hans Asperger nació en Viena el 18 de febrero
de 1906 y en 1944, en plena Guerra Mundial, publicó un artículo donde
clasificaba un patrón de comportamiento dentro de la psicopatía autista
producto de sus experiencias de trabajo con cuatro niños. ¿Solo lo que se
nombra existe? Fue hasta 1994 cuando el Síndrome Asperger apareció por vez
primera en el manual DSM-IV dentro de los Trastornos del Espectro Autista. En
mi infancia no sobraban diagnósticos si no encajabas. Pasabas por ser
simplemente un niño raro y medio loco al que le faltaba un tornillo y los
maestros se limitaban a frustrarse o de plano a rabiar. Es extraño que un
movimiento tan simple como un aleteo de brazos o una mirada ida puedan generar
un estereotipo tan inmediato. En la vida diaria podemos ver manifestaciones
físicas y emocionales mucho más contundentes y radicales, pero no nos
sorprenden porque forman parte de un contexto normalizado. Un borracho
vociferando en una cantina, un aficionado maldiciendo a grito pelado en un
estadio de futbol, un predicador orando en fingido éxtasis místico, un político
perorando como merolico forman parte de eso que llaman normalidad. Sus
manifestaciones pueden ser extremas o disruptivas, pero al final del camino son
integrantes del vasto, ordinario e hipócrita mundo de los neurotípicos. En
cambio, un simple aleteo de brazos, una mirada ida y unos murmullos a veces
inaudibles bastan para que en un instante alguien te ponga la marca de lo raro
y lo anormal. Lo más difícil si eres Asperger, es aprender socializar. En el
mundo de los neurotípicos las relaciones sociales y el cortejo implican a
menudo todo un proceso actoral lleno de máscaras, fingimientos e hipocresías
(los políticos y los diplomáticos son el non plus ultra de la neurotipicidad).
Un Asperger, en cambio, es pura honestidad y transparencia. El habla
neurotípica está llena de dobles sentidos, frases cortadas, abreviaturas y
muletillas que por estos rumbos a menudo terminan en “güey” o “caón”, pero en
el caso Asperger existe una forma a veces demasiado profesoral de estructurar
las oraciones y marcar las pausas. También una obsesión por las fechas,
lugares, estructuras y con el acomodo y la colocación que guardan ciertos
objetos, aunque de eso casi nadie se entera.
En los últimos años se ha avanzado muchísimo en el
conocimiento de la condición del Espectro Autista, pero la realidad es que en
México la Secretaría de Educación sigue padeciendo una descomunal ignorancia en
torno a la forma de tratar al niño que es diferente y lo que es peor, es que no
se ve por parte de las autoridades educativas una actitud que refleje interés
por superarse y documentarse para saber educar y tratar a un niño neurodiverso.
Mi experiencia dice que a menudo lo que hace la diferencia es la personalidad,
la empatía y el cariño de una maestra que los lineamientos de un sistema
educativo o una escuela. Los mejores maestros que he tenido son aquellos que no
intentan forzar al alumno a ajustarse a chaleco a un sistema y a un método,
sino aquellos que entienden que cada cabeza es un mundo y que cada niño tiene
necesidades y habilidades distintas. En fin: visibilicen, acepten, integren.
Hay un universo vasto, profundo y complejo dentro de un niño que aletea con los
brazos como si quisiera levantar el vuelo.