Fragmentos de mi desintoxique literario favorito: Voy a subirte a un vagón de Ferrocarriles Nacionales, concretamente a El Regiomontano, en donde como en los trenes de antaño hay vagón restaurante, vagón bar, salón de juegos, empleados uniformados y alcobas con dos camas. El Regiomontano es un tren de antaño y lo verdaderamente inverosímil del asunto, es que es un tren puntual. Sale de la estación de la Colonia Industrial a las 18:00 horas y a las 18:20 sin falta está cruzando por enfrente de la Colonia Miravalle, ahí donde está la clínica Osler y si fuera yo un poquito más nostálgico y con tendencia a lo autobiográfico, te contaría la historia de un niño que pasó las tardes de su infancia viendo trenes, que sabía reconocer a cada máquina por su sonido, que tenía historias y supersticiones para cada una y que vio al anciano que recogía la basura en la colonia, despedazado sobre las vías en lo que significaría para él la primera contemplación de un cadáver. Pero esta es tu historia, no la de ese niño, aunque tú, yo y ese niño en realidad somos uno mismo, pero se supone que nadie debe enterarse y tú no debes andarlo comentando por ahí. Bueno, retomemos el hilo que por enésima vez hemos perdido.
Thursday, January 05, 2012
Fragmentos de mi desintoxique literario favorito: Voy a subirte a un vagón de Ferrocarriles Nacionales, concretamente a El Regiomontano, en donde como en los trenes de antaño hay vagón restaurante, vagón bar, salón de juegos, empleados uniformados y alcobas con dos camas. El Regiomontano es un tren de antaño y lo verdaderamente inverosímil del asunto, es que es un tren puntual. Sale de la estación de la Colonia Industrial a las 18:00 horas y a las 18:20 sin falta está cruzando por enfrente de la Colonia Miravalle, ahí donde está la clínica Osler y si fuera yo un poquito más nostálgico y con tendencia a lo autobiográfico, te contaría la historia de un niño que pasó las tardes de su infancia viendo trenes, que sabía reconocer a cada máquina por su sonido, que tenía historias y supersticiones para cada una y que vio al anciano que recogía la basura en la colonia, despedazado sobre las vías en lo que significaría para él la primera contemplación de un cadáver. Pero esta es tu historia, no la de ese niño, aunque tú, yo y ese niño en realidad somos uno mismo, pero se supone que nadie debe enterarse y tú no debes andarlo comentando por ahí. Bueno, retomemos el hilo que por enésima vez hemos perdido.
Wednesday, January 04, 2012
El deseo de cerrar una historia, de poner de una vez por todas punto final y a otra cosa mariposa. Never satisfied. Consumada la meta, materializado el deseo, vamos al paso siguiente. Nunca hay un instante para decir Consumatum Est, disfrutemos lo logrado y comamos sus frutos. No conozco la paz. Por ahora sólo deseo cerrar este círculo de una buena vez por todas para pasar al siguiente capítulo. La buena noticia es que mi desintoxicación literaria funciona a las mil maravillas, como licor dulce después de una comida muy pesada. Hoy he vuelto a retomarla y me he divertido como enano. Divertirse escribiendo, reír de corazón con las solemnes pendejadas que puedo arrojar al papel cuando no hay otro propósito que ser feliz. Debería ser un método constante. Un dulcito desintoxicante para los momentos de sobredosis.
Debe ser el trauma de Réquiem por Gutenberg, pero de un momento a otro, al ver mis libros formando cerros anárquicos en mi librero, reparo en que no tienen otro futuro posible que la hoguera cuando yo no esté aquí. ¿A quién carajos se los voy a heredar? ¿A quién pueden interesarle? El destino de un libro viejo que muchos años después de la muerte de su primer lector va a caer a un extraño e improbable librero con sus rayones, sus garabatos, sus subrayados de mal pulso y sus manchas de vino. El libro viejo, el libro apestado, buscando un hogar donde refundirse y honguearse a gusto, el libro peregrino, el libro sin lector, animalito en extinción en el tiempo de los iPads. En el futuro inmediato no habrá lectores, sólo puñeteros del facebook. Vaya vicio el mío. Vaya terrible condición la que arrastro: lector de libros, coleccionista de libros, acaparador de libros, almacenador de hongo y polilla. Lector compulsivo. Lector enfermo. Lector alucinado. Vaya pasión obsoleta la mía. Persiguiendo mundos lejanos, elevaciones y escapes. Siempre he sido un lector desordenado, pero ahora soy absolutamente caótico. Más de veinte lecturas empezadas, desparramadas, como galletas mordidas y sin embargo tengo deseos de empezar a una nueva lectura con el año. Mi cuerpo me lo pide como ha pedido dejar de beber y comer como en una Navidad eterna. Mi mente pide una nueva historia que me agarre de las patas y me vuele la cabeza hasta un sitio muy lejano.
(Si el ser más improbable de este mundo, que es el hipotético e inexistente lector de esta cuna de inmundicia, se pregunta algún día qué carajos tienen que ver las fotos que pongo aquí, la respuesta es nada. No ilustran una chingada. Son adornos arrojados al azar. Eso sí, todas con tomadas por mí, que como fotógrafo muero de hambre. Un pozo de agua verde en el Valle de Mexicali, una imagen del centro de Long Beach, el Sol del Pacífico a través de la ventana de un carro en la carretera a Los Ángeles. Nada de lo que encuentres aquí tiene algún sentido DSB)
Monday, January 02, 2012
Sueños de una noche helada. Un violinista toca de madrugada afuera de un tejabán. ¿Vive en un basurero como el Chavo del Ocho? ¿Sale acaso del basurero? El violinista no nos sorprende. Lo conocemos, nos es familiar. Lo que sorprende es que toque a esa hora, que toque para nadie, que renuncie a su condición de atracción turística surrealista. En ningún momento nos preguntamos qué hacemos nosotros durmiendo en el tejabán ¿Es nuestro nuevo hogar? Mi papel es el del aguafiestas que sale a callar al violinista que no nos deja dormir y de pronto reparo en que no estorba el sonar de un violín en medio de la madrugada. De hecho arrulla. Mis últimas palabras para cerrar el entremés: “Esto sólo pasa en Tijuana” Me parece que Do Re Mi es la semilla de este sueño
Un café negro, blacker than darkness en la taza de los conejos, es el mejor conjuro contra el espíritu 2 de enero. Hay días que tienen una esencia irrenunciable. Si el 1 de enero está condenado a la modorra y la cruda, el 2 es el manguerazo de agua helada. Lunes 2 de enero. This is hard core. Un par de cachetadas. Despierta carajo. A picar piedra en la mina de la vida, a exprimir pavimento. El despertar de los motores, el rugir de una máquina que jura tener sentido, los oxidados engranes que vuelven a moverse. Enero es la gran piedra en la espalda del Pípila. La dura esencia del día hábil encarnada en la primera luz del día donde la bruma la cortas con cuchillo y la untas en el pan como mantequilla. Oficialmente no ha llovido y sin embargo la calle y la hierba están empapadas. La húmeda caricia helada de la zona costa. El invierno sólo se había ido de vacaciones. Le encargó el changarro a los vientos santaneros en la Navidad, pero ha vuelto a reclamar su trono de paredes-hielo. Amanece y yo estoy en el sitio preciso del mundo donde me corresponde estar, en ese ground- zero llamado estudio donde juguetes de Iker y libros de papá comparten el territorio. Empiezo el día con los Rolling y más específicamente con Jumping Jack Flash, influido por mis desordenadas lecturas. Mi vecino Hugo me ha prestado la biografía de Keith Richards y el mítico guitarrista dice que si él tuviera que quedarse con un solo riff, uno solo de todo su largo camino riffador, se quedaría con Jumping por encima de Satisfaction. Simple cultura general que le aporta a usted la edificante lectura de Eterno Retorno. Por cierto, este changarro bloguero ha cumplido ya nueve años en diciembre. 2002-2012. Ya es una década de mi existencia desparramada en esta cuna. Un hipotético psicoanalista va tener tiempo y material para entretenerse.
Sunday, January 01, 2012
Retorno, Eterno Retorno. Vaivén de los ciclos. Reinventar la vida cada nueva mañana. El 1 de enero estaba condenado a ser idéntico a sí mismo. Hoy el cielo limpio le da un nuevo rostro. E imaginas lo que vendrá... los 365 atardeceres que nos aguardan, los 365 cafés de cada mañana que vas a beber, las palabras aún no escritas, las ideas no nacidas, las páginas en blanco, la árida estepa en donde desparramaré prófugas palabras.