Las noches de Buenos Aires no llevan muchas estrellas. Demasiados dragones de neón pululan por esta selva de enormes avenidas y cúpulas misteriosas. Estoy en el piso 12 del Hotel Days Inn en la calle Paraná y Viamonte. Si tuviera que narrar todo lo que ha sucedido no sabría por donde empezar. Sólo se que el Eterno Retorno se consuma irremediablemente. El destino de furia y tragedia griega. El destino omnipresente y perseguidor. La sensación de estar viviendo en un sueño o de estar despertando para entrar a otro. Sentir que lo extraño vuelve a tocar la puerta. Está llamando y entra como un viento fresco, o dejémoslo en Buen Aire, por la ventana. Pronto dejaremos la Primavera para volver al otoño.