1- No existe poder político sin liturgia. El chapoteo en miasmas de Narciso constituye la apoteosis de un gobernante. En el teatro yace la esencia de gobernar, porque no existe historia donde no hay histrionismo. Es comprensible que el montaje del poder sea mucho más trascendente para el poderoso que el ejercicio práctico del mismo. Para legitimarse, el gobernante emplea los mismos elementos de cualquier reyecito medieval: plaza pública, nobleza y masa; autoridad eclesiástica y militar, pues preciso es que los señores de dios y los señores de la guerra legitimen al príncipe. (Vientos de Santa Ana)
2- Como puesta en escena no fue la más favorecedora. Para la gran liturgia chaira eligieron un punto de Tijuana que tradicionalmente ha sido utilizado para mítines. Desde los tiempos de Salvador Rosas Magallón la calle Segunda ha sido escenario de cierres de campaña panistas, por lo que tenemos suficientes parámetros como para dimensionar y poner en perspectiva la convocatoria del circo de ayer y mi conclusión, a ojo de buen reportero, es que la asistencia fue magra. Si tomamos en cuenta el nivel del cacareo, el acarreo de grupos organizados, la cantidad de gente que vino de otras partes de la república, las invitaciones “voluntariamente a la fuerza” y la supuesta trascendencia histórica del performance, mi conclusión es que fue un fracaso. No creo, con franqueza, que hayan juntado más de diez mil personas. Cualquier cierre de campaña de un candidato a la alcaldía te junta esa cantidad de gente en Segunda y Constitución.
3- Ayer la cuarta transformación quiso escenificar la celebración de un triunfo histórico. “La diplomacia mexicana se ha cubierto de gloria”, peroró uno de tantos paleros ridículos. Suponiendo que en verdad “ganamos”, ¿cuál es nuestro gran trofeo? Evitar que un chantajista profesional nos castigara aplicando una tasa arancelaria del 5% a los productos mexicanos. Dicha tasa cero, según sé, es un logro del TLC salinista, el gran becerro de oro del neoliberalismo mexicano. Ahora resulta que la cuarta transformación es capaz de inmolar su dignidad y pisotear su propia política migratoria para conservar las grandes ventajas que nos ha dado una negociación neoliberal. Pero el neoliberalismo, según entiendo, es el gran villano de esta película. ¿Por qué entonces luchar por conservar sus frutos? En teoría nos basta y sobra con nuestro mercado interno, el pueblo bueno no necesita acuerdos comerciales con los cerdos capitalistas y para celebrar tratados ahí están nuestros hermanos venezolanos, cubanos y bolivianos. ¿Cómo es que el gran triunfo diplomático de la cuarta es mantener a flote los beneficios de un acuerdo neoliberal?
4- Desde la tribuna presidencial, un ridículo pastorcete evangélico se permite afirmar que “dios guió e iluminó al gobierno de Estados Unidos y de México”. “Demos gracias a dios todopoderoso”. La concurrencia aplaude. ¡Viva el estado laico mis chairos! Ya en serio ¿no sienten asco y horror al escuchar algo así? ¿Acaso no se dan cuenta que este empoderamiento evangélico significa una profunda e histórica regresión?