Eterno Retorno

Thursday, March 16, 2023

La amortalidad del escualo boreal

 


La muerte no es un destino inevitable, sino simplemente un problema técnico. La gente se muere no porque los dioses así lo decretaran, sino debido a varios fallos técnicos: un ataque al corazón, un cáncer, una infección. Y cada problema técnico tiene una solución técnica. Yuval Noah Harari

 

Debo a un tiburón dormido y a un esquimal borracho el don (o acaso sea el lastre) por el que algunos me llaman hoy en día el asesino de la Muerte. Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser. Hay quien insiste en verme como un vampírico Gilgamesh del mundo futuro, un Dorian Gray encarnado, el glorioso vencedor de la Parca. ¡Vaya grandilocuencia! A mí me da igual: yo mismo no sabría cómo definir esta monserga.

Acaso al final mi única herencia sea una modesta y aburrida autobiografía, carente de suspenso y heroísmo, en donde narre los pormenores de este desafortunado accidente.

Me llamo Søren Dalsgaard y soy proveedor de amortalidad. No de inmortalidad o vida eterna; tampoco de edenes o nirvanas: lo mío es sólo una densa e incierta prolongación de la existencia.

En mi camino no hubo ni busqué nunca un tentador Mefistófeles o una fuente de la eterna juventud. Tan solo se me atravesó   un escualo boreal y un pescador peleado a muerte con la sobriedad. Con eso me ha bastado para sumar más de tres siglos de vida terrena. El resto es patraña y leyenda.

Por supuesto todo esto tuvo un principio. Si mi hipotético biógrafo hace la tarea, encontrará alguna partida de nacimiento en donde conste que nací en Aalborg, Dinamarca,  en la Noche de San Juan de 1721. Imposible rastrear petulante heráldica o gloriosa estirpe. En mi hogar solo hubo rudos cargadores portuarios y bodegueros encargados de proveer de pendencieros licores a los hombres de mar. Si desde mi temprana juventud opté por embarcarme como grumete por salarios de hambre, fue por evadir el tedio y las miserias de la casa paterna.

Bajo las sombras del puerto de Hamburgo, las furtivas luces rojas inmolaron el lastre de mi castidad. Entre náufragas borracheras proletarias y baratas dosis de lujuria no tan ampliamente recompensada, encontré algo parecido al hedonismo vedado a mi familia en Aalborg. Casi de inmediato debí pagar la venérea factura de mis correrías mientras recorría los puertos del Báltico. El pene me ardía, mis músculos se atrofiaban y los mil demonios del mal vodka me hablaban al oído en las insomnes madrugadas de tormenta.

 

 

Monday, March 13, 2023

Me no entender


 
Escribir para niños y adolescentes es un arte. Crear un buen libro de texto capaz de atraer la atención y resultar ameno para alumnos de primaria y secundaria es algo más que un desafío. Admiro a quien lo logra, pero por desgracia son muchos los que fracasan en el intento.

Estos días hemos estado ayudando a Iker a estudiar para sus exámenes trimestrales y me he dado a la tarea de leer detenida y críticamente sus libros de texto editados por UNOi, modelo creado por el Grupo Santillana, quienes con absoluta grandilocuencia se presentan como “la empresa que impulsa el movimiento de transformación educativa más importante de Latinoamérica”.

Me puse a leer pausadamente los libros Historia del Mundo y Lengua Materna Español de primer grado de secundaria y mi conclusión es que no es en absoluto una lectura amena, fluida o amigable. Me pareció una lectura fragmentada, dispersa y por momentos caótica.

Entiendo a priori su buena intención. Concedo que ha sido un buen intento y valoro lo que quisieron hacer induciendo a los niños a pensar y cuestionar, pero su manera de llevarlo al papel fue absolutamente fallida.

De entrada empezamos por la forma. La edición e impresión deja muchísimo que desear. Ustedes me conocen colegas, tengo un largo kilometraje como lector y les confieso que me costó muchísimo trabajo entrarle a esa letra tan pequeña, opaca y compactada.

Caracteres chiquititos, amontonados en cuadros compactos e impresos en un gris muy tenue. Si tienes miopía, agárrate, porque vas a sufrir en serio. Vaya, agradecería un color negro bien definido, una separación de renglones con 1.5 y un texto que respire con párrafos. Se los juro colegas: ya se inventó el punto y aparte y no cobran por usarlo.

Parece que quisieran amontonar demasiado en una sola página. El detalle es que hay un contraste entre imágenes innecesariamente grandes y letritas microscópicas amontonadas en cuadros sin párrafos.

Vaya, es como cuando quieres meter varios kilos de ropa y enseres en una maletita compacta de mano.

Pero si la edición carga consigo inocultables defectos, el contenido también acaba por naufragar en su afán de amontonar innecesariamente.

Puedo decir que me identifico con UNOi en que apuestan (o intentan apostar) por una suerte de mayéutica socrática de la que soy un fiel creyente. Creo que el mayor logro de un maestro es conseguir que sus alumnos aprendan a cuestionar y cuestionarse, a abrir signos de interrogación y tratar de establecer conexiones entre lo aprendido en los libros con lo que acontece en su mundo y en su vida. Me parece que UNOi busca fomentar que los alumnos abran interrogantes, pero al menos en Historia y Lengua fallan.

Creo que a sus libros se les puede aplicar aquello de “el que mucho abarca, poco aprieta”. Amontonan demasiados temas y tratan de trazar puentes y conexiones entre tópicos muy diversos que no siempre resultan coherentes. Admito que a mí también me gusta hacer eso y soy feliz creando analogías, pero no estoy seguro que niños de doce o trece años asimilen comparaciones que inducen a la confusión.

Incluyen columnas de opinión de una página entera en letra muy compacta escritas por autores que acaban perdiendo la brújula y no logran aterrizar o cerrar la idea. Aceptaría esos textos en una revista o en un periódico, pero en términos pedagógicos confunden más de lo que enseñan.

Por ejemplo, en el libro de Lengua Materna tratan de trazar un malogrado paralelismo entre Fuenteovejuna de Lope de Vega y la rebelión del pueblo michoacano de Cherán. Aprecio el intento, pero aquí me quedé con cara de “me no entender”.

En otra página, abren columna anticipando un comparativo entre la obra de Tolkien y la Primera Guerra Mundial que a priori imaginé interesantísimo y todo quedó en decirte que el autor de El señor de los anillos vivió la Gran Guerra para acto seguido cambiar de tema y olvidarse del planteamiento original. Después la editorial, escrita por María de María, naufraga, pero tiene el buen detalle y la habilidad de cerrar su texto con una pregunta que yo me hago todo el tiempo: ¿Qué se dirá de ti y de tu generación en cien años?

En fin, trato de rescatar lo bueno y valoro en verdad que muchos de los textos terminen con una pregunta abierta. Por ejemplo, un editorial que habla de la omnipotencia militar y económica de Estados Unidos en el Siglo XX y XXI termina con una interrogante: “¿Terminará este poder algún día? No lo sabemos y te tocará a ti averiguarlo”.

UNOi se presentan como un proyecto educativo en constante evolución y de todo corazón deseo que su constancia evolutiva se refleje en libros más amigables y que evolucionen a un modelo más aterrizado. Hay muchísimo por mejorar.

Desgraciadamente, enfrente tenemos a los libros de la SEP, con un Marx Arriaga y sus afanes dogmatizantes. Nada más patético que intentar alienar a los niños en un ridículo catecismo oficialista, una regresiva perorata llena de prejuicios, rencores y complejos. Arriaga criticó severamente a los libros promovidos por corporativos editoriales privados y lo más triste es que UNOi no da demasiados argumentos para poderlos defender. Me extraña que siendo Santillana un consorcio editorial con tanta cancha recorrida estén creando libros tan caóticos y mal editados.

Sin embargo, al final del camino, por bueno o malo que sea el material educativo, lo que verdaderamente hace la diferencia en el aprendizaje es tener una buena maestra o maestro, alguien que se apasione con lo que enseña y sepa contagiar esa emoción.


Sunday, March 12, 2023

Tiempo de comer ese guajolote en la sierra

 


La narrativa oral es un don y creo que el mexicano que mejor empleó su voz para narrar historias fue Ignacio López Tarso. Más allá de sus películas y de la inmortalidad de Macario, lo que verdaderamente influyó en mi vida fueron sus discos en donde magistralmente narraba pasajes de la Revolución. Si tuviera que elegir uno, me quedo con Emboscada a la Constitución, muerte de Carranza que escuché cientos de veces siendo niño. Qué manera tan canija de hacerte vivir las últimas horas de don Venustiano, la furtiva cabalgata por la sierra, el encuentro con el traidor Rodolfo Herrero, la tormenta cayendo sobre Tlaxcalantongo, los asesinos cubiertos por las sombras de la madrugada preparándose para abrir fuego sobre el jacal. La inflexión de voz, las pausas, las exclamaciones. Tacho López Tarso te hacía parte del relato. Hay frases suyas que suelo repetir en mi vida cotidiana. El lado B del disco era Al fragor de la metralla, el relato del Pulgo Güero y su mamacita, la picaresca y jocosa historia de un pobre campesino y su madre que accidentalmente acaban formando parte de la División del Norte. Imperdible también el rulfiano Gallo de Oro y sobre todo el negrísimo humor de la Maquinita, que Iker sabía declamar cuando era pequeño. En fin Maestro, Macario siempre lo supo: “Cuando nacemos ya tenemos nuestra muerte escondida en el hígado, o en el estómago, o acá en el corazón, que algún día va a pararse”. Tiempo de comer ese guajolote en la sierra. Si hubiera podido pedir un deseo en tu nombre, habría sido que murieras sobre el escenario. Grande Tacho López Tarso. Qué ganas de tomarme un caballito mezcalero a su salud.