Eterno Retorno

Friday, December 04, 2009



Rimbombantes teorías e incómodas prácticas de la Historia

Teoría: El 14 de julio de 1789 el pueblo francés, harto del despotismo imperial, acabó para siempre con el antiguo régimen tomando la Bastilla, en cuyos calabozos yacían presos políticos y opositores al rey. Según cierta corriente historiográfica, con la caída de esta siniestra prisión, símbolo de la opresión absolutista, acabó la Edad Moderna para dar paso a la Edad Contemporánea, en la que según ellos, aún vivimos. Heroicas damas francesas de pecho desnudo y cabello al aire, agitando banderas azul, blanco y rojo mientras entonan La Marsellesa y avanzan sobre La Bastilla, fueron inmortalizadas en los cuadros de Delacroix.


Práctica: El 14 de julio de 1789 pasaron cosas harto distintas. Un horda de harapientos procedentes de las barriadas comenzó a saquear comercios y en su furor, asaltó La Bastilla pensando que ahí habría suficiente carbón, mismo que escaseaba. Esta horda no pensaba liberar presos políticos ni tenía el mínimo interés en ello. Por lo demás, en la Bastilla no había ninguno ese día. Cierto es que en la Bastilla estuvo algún día recluido Voltaire y el enigmático Hombre de la Máscara de Hierro. También es cierto que hasta una semana antes, estuvo en la bastilla el mismísimo Donatien Alphonse, el Divino Marqués de Sade, pero lo cierto es que el 14 de julio, había apenas siete presos en la Bastilla, ladronzuelos, locos y violadores, pero no revolucionarios ni pensadores ilustrados. Por lo demás, ese día no le cortaron la cabeza a ningún rey ni cayó el antiguo régimen, pues Luis XVI, al volver a Versalles luego de una cacería, apuntó en su diario: "Nada".

Teoría: El 16 de septiembre de 1810 el pueblo mexicano se liberó del yugo opresor de España e inició su camino como nación soberana e independiente. Al grito de “viva México” , “viva la Independencia” el cura Miguel Hidalgo rompió las cadenas de esclavitud que nos sujetaban al Imperio Español y fundó los cimientos de nuestra patria

Práctica El 16 de septiembre de 1810, fue un domingo apacible y modorro en el Virreinato de la Nueva España. En un diminuto pueblo del Bajío, un párroco popular, acompañado de dos militares, llamó a misa a los feligreses al amanecer y al grito de ¡Viva Fernando VII! los exhortó a rebelarse contra el mal gobierno. Jamás gritó viva México o viva la Independencia, pues en su mente jamás albergó esos conceptos. Aquellos primeros y espontáneos insurgentes, humildes habitantes del pueblo de Dolores, nada sabían de la libertad y la autodeterminación de los pueblos de América, ni entendían ni les interesaba el significado de emancipación. Digamos que más bien querrían robar unas cuantas gallinas y de paso faltar al trabajo al lunes siguiente. Por cierto, ese día no se disparó un solo tiro y el Virrey Venegas ni por enterado se dio de la sublevación.

Teoría: El 20 de noviembre de 1910 millones de mexicanos se levantaron en armas contra la tiranía de Don Porfirio Díaz enarbolando ideales de justicia social, libertad de expresión, democracia, tierra y libertad. Ese día inició para México una nueva era de modernidad y progreso.

Práctica: El 20 de noviembre era la fecha marcada por Francisco I. Madero en el Plan de San Luís para iniciar un movimiento armado contra Porfirio Díaz, pero la verdad fue que ese día no pasó un carajo. El chaparrito Madero trató de tomar Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras) pero su tío Catarino, encargado de reclutar soldados, sólo pudo reunir cuatro hombres. Decepcionado, Madero regresó a Estados Unidos e hizo planes de embarcarse a la Argentina. En el Plan de San Luís, tan potosino que se concibió y firmó en San Antonio, Texas, jamás se habló de justicia social, libertad de expresión o tierra y libertad. El plan de San Antonio lo único que deseaba era hacer respetar el principio de no reelección. (Por lo demás, quien esto escribe, sostiene y sostendrá que Porfirio Díaz es y será por siempre el mejor Presidente que ha tenido este pobre país. Ojalá reencarne y traiga a México una nueva era de prosperidad).

Teoría: Benito Juárez fue un humilde zapoteca que defendió y reivindicó los derechos de los indígenas en México. Un patriota consumado que a capa y espada se la jugó por mantener inmaculada la soberanía nacional contra los vende patrias conservadores.

Práctica: Si un vende patrias ha habido en nuestra historia, ese es Benito Juárez, el mejor amigo de los Estados Unidos, el que de no ser por la oportuna Guerra de Secesión gabacha, nos pudo transformar en un Puerto Rico o un Panamá con su tratado McLane- Ocampo. Entre sus opositores hubo por cierto muchos indígenas puros como Tomás Mejía y Manuel Losada. Juárez fue el primero en tratar a los indígenas sin privilegio alguno y abolió la condición de menores de edad protegidos, heredada desde el virreinato. Si a patriotas vamos, creo que Miramón amó a su patria más que Juárez.

Teoría: Los narcos son los robin hoods modernos, la más fiel reencarnación de Pancho Villa. Desafían y desangran al cruel imperio yanqui y su dinero lo reinvierten en iglesias y escuelas para sus pueblos sinaloenses. Son héroes populares que merecen sus corridos.

Práctica: Al menos aquí en Tijuana, la gente de clase media baja es la más sangrada y golpeada por la mafia. Dado que no tienen la capacidad operativa de secuestrar millonarios, la maña se ha dedicado a desangrar clasemedieros, propietarios de humildes abarrotes o taquerías. El negocio de la maña ya no son los grandes cargamentos de coca y mota para Estados Unidos, sino la venta esquinera de cristal y heroína adulterada en las colonias de Tijuana.


Teoría: Los medios independientes, gacetas y pasquines (sean impresas o electrónicas) son un ejemplo de periodismo combativo, autónomo, carente de compromisos. Ellos son los últimos grandes quijotes de la pluma.

Práctica: Con honrosas excepciones (tal vez La CH sea la única excepción) las gacetillas y páginas independientes son putas baratas que se venden al mejor postor a cambio de una peda y una morralla para la gasolina. En la jerarquía de la prostitución, los medios grandes son como escorts, damas de compañía de lujo, putas caras de Las Vegas. Los medios chicos, en cambio, son las gordas paraditas de la Coahuila.
Teoría : Daniel luce concentrado y ocupadísimo. Sin duda debe estar escribiendo una nueva Crítica de la Razón Pura o un tratado de Politología que cambiará la historia del país.
Práctica: Daniel está escribiendo estas insufribles pendejadas con las que piensa torturar a sus improbables o acaso inexistentes lectores en Recolectivo. La mejor noticia es que ya terminó.


LOS MITOS DEL BICENTENARIO

Pípilas, niños artilleros y esos 15 minutos de inmortalidad

Por Daniel Salinas Basave

Andy Warhol habló algún día de los 15 minutos de fama a los que todos podríamos aspirar, pero apostamos doble contra sencillo a que el gurú del pop art jamás conoció la historia del Pípila y el Niño Artillero, pues en lugar de hablar de 15 minutos de fama, habría tenido que referirse a 15 minutos que valieron la inmortalidad. Estas dos míticas e inciertas figuras, cuya existencia es puesta en duda por algunos historiadores serios, han quedado tatuadas en la memoria popular y son mucho más célebres que los ideólogos o caudillos culturales del movimiento. Para sostener lo dicho, hagamos una prueba: que levante la mano quien pueda mencionar al menos dos postulados de la Constitución de Apatzingán y el documento Sentimientos de la Nación. Parece que no hay muchas manos alzadas. Venga otra trivia: ¿quién fue el licenciado Francisco Primo de Verdad? Parece ser que este señor no es muy conocido. Bueno, vamos con una tercera pregunta: ¿podrían mencionar las diferencias sustanciales entre la obra de José María Luis Mora y la de Lucas Alamán? Todo indica que a este par de intelectuales no les sobran lectores hoy en día y más de tres décadas dedicadas a disertar en torno al movimiento insurgente y la conformación política de la nueva nación, no fueron suficientes para asegurar un sitio en la memoria colectiva. Como podemos constatar, la dimensión política e ideológica del movimiento insurgente no es muy popular que digamos. Bien, hagamos ahora otra prueba: levanten la mano los que sepan quién fue El Pípila. Uff, hay muchas manos levantadas. Aún los desinteresados en la historia tienen una idea de quién fue este personaje. El Pípila fue un minero que se amarró una piedra a la espalda y quemó la puerta de la Alhóndiga de Granaditas, responderán. Eso sí, mejor no preguntemos cómo se llamaba El Pípila, pues casi nadie sabe, pero eso poco importa. Como Pípila lo conocemos y mal que bien, su imagen es infaltable en las estampitas infantiles y asambleas escolares. Aquí en Tijuana, al igual que en muchas ciudades mexicanas, existe una colonia que se llama El Pípila y quienes hemos tenido la fortuna de visitar Guanajuato, sin duda hemos sudado un poco escalando para llegar hasta el enorme monumento en honor al heroico barretero. Tal vez no sea tan popular como El Pípila, pero sin duda habrá unas cuantas manos levantadas si preguntamos sobre el Niño Artillero. Fue un muchacho que disparó un cañón y logró rechazar a los españoles durante el Sitio de Cuautla, responderán. Al igual que el Pípila, el Niño Artillero tiene colonias y calles en diferentes ciudades mexicanas. Lo interesante del asunto, es que estos dos personajes aseguraron su inmortalidad en los libros de historia por brevísimas pero decisivas acciones en medio de grandes batallas. Unos cuantos minutos bastaron para asegurar su entrada al pandemonio de los grandes próceres nacionales. Tal vez sin esos mitificados instantes de gloria, sin duda modificados por la leyenda, Pípila y Niño Artillero hubieran formado parte de esa inmensa masa anónima devorada por la vorágine insurgente, pero la historia es caprichosa. Ahora la pregunta que vale la pena hacernos es: ¿existe acaso constancia que certifique la real existencia de estos dos personajes? ¿Sabemos qué hicieron antes y después de sus 15 minutos de heroísmo? La existencia de El Pípila ha dado lugar a no pocos debates. Artemio del Valle Arizpe aborda el tema en su libro “Personajes y leyendas del México virreinal” (Panorama Editorial) en un interesante capítulo que deja una pregunta abierta al lector: ¿hubo pípilas? Citando a cronistas de la época como Lucas Alamán, Arizpe señala que durante la toma de la Alhóndiga de Granaditas, el 28 de septiembre de 1810, hubo combatientes que se amarraron losas a la espalda para poderse acercar a las puertas del granero y prenderles fuego. Alamán habla de varios soldados con piedras amarradas como escudos, no solo uno. Lo cierto es que pese a no haber abandonado nunca su condición legendaria y mítica, cierta corriente historiográfica se ha puesto de acuerdo en que El Pípila se llamó Juan José de los Reyes Martínez y tan no es una figura de leyenda, que hasta señalan la calle exacta donde nació: Terraplén, número 90, San Miguel El Grande, Guanajuato, fue el lugar donde Juan José de los Reyes Martínez vino al mundo el 3 de enero de 1782. Al igual que miles de guanajuatenses en la época virreinal, se dedicó a la minería y como cientos de mineros del Bajío, se unió al padre Miguel Hidalgo en 1810. Versiones más novelescas lo ubican incluso como compadre del Intendente Riaño, defensor y mártir de la Alhóndiga, algo muy poco probable por cierto. En el argot popular, pípila significa guajolote, aunque no se sabe si a Juan José lo apodaban así por cierta similitud física con estas aves, por tener el rostro picado de viruela o por imitar el graznido de los pavos. Tampoco se sabe si fue una espontánea idea suya o si el cura Hidalgo personalmente lo comisionó para que quemara la puerta de la Alhóndiga, lo cual consiguió amarrándose una losa que le sirvió como escudo contra el nutrido fuego que los realistas escupían desde el techo del granero. Lo cierto es que el Pípila quemó la puerta, lo que permitió la entrada de los insurgentes a la Alhóndiga, desatando una de las más crueles masacres de españoles. Respecto al Niño Artillero también flota un aura de leyenda e irrealidad, aunque casi todos los historiadores están de acuerdo en que existió. Su nombre fue Narciso Mendoza y al momento de su hazaña, el 19 de febrero de 1812 en Cuautla, contaba con doce años de edad. Los realistas al mando de Félix María Calleja del Rey lograron batir una trinchera insurgente y cuando su tropa ya penetraba a Cuautla, fueron rechazados por tremendo cañonazo. Para sorpresa de propios y extraños, en la línea de fuego había únicamente un niño. Los historiadores han documentado la existencia de una tropa infantil que apoyaba al ejército del Sur al mando de José María Morelos. Este regimiento de infantes, era comandando por Juan Nepomuceno Almonte, el hijo ilegítimo de Morelos, quien muchos años después sería un acérrimo conservador, promotor del imperio de Maximiliano. ¿Realidad o leyenda? ¿Héroes providenciales o hijos del azar? Paradójicamente, ni uno de los dos fue mártir y ambos sobrevivieron muchos años a la guerra de Independencia, pues murieron por causas naturales ya en edad avanzada. Su recuerdo, es acaso un tributo a las decenas de miles de soldados desconocidos que no tuvieron 15 mágicos minutos para sellar su pasaporte a la inmortalidad.

Tuesday, December 01, 2009


17:15. La noche se cierra sobre Tijuana. Primer atardecer de Diciembre. Cuando la última luz ha muerto, cruzo a píe el puente Independencia. Nubes negras como espectros sobre la bola del Cecut, caricia helada de viento en mi cara. Bajo el puente, el caos de una Vía Rápida paralizada; línea eterna de luz y mentadas de madre. Bajo el puente, las aguas negras y las cuevas de los destinos yacientes, de las almas moribundas, de los sueños abortados. ¿Dónde está el Infierno? Uno de sus círculos puedes encontrarlo bajo los puentes de Tijuana. Camino en sentido contrario a la orilla de la calle. Los carros cruzan el puente a vuelta de rueda. Sobre Paseo de los Héroes las patrullas van de cacería en paquete de cuatro. Acecho, miedo, intuición de silencios que anteceden al fuego. Presagio de guerra, de amenazas reptantes, de sangre en ebullición a punto de ser derramada. Espirales hacia el abismo, alucinaciones del pasado. Los monstruos dormidos me juran que no existe lumbre bajo el Océano.


BIBLIOTECA DE BABEL
Un encuentro
Milán Kundera
TusQuets

Por Daniel Salinas Basave

Irremediablemente, llega un momento de la vida en que las conversaciones con los amigos más entrañables se transforman en giros repetitivos sobre lugares comunes. Sabemos de antemano lo que escucharemos y acaso descartamos por completo la posibilidad de una sorpresa, pero aún así, la idea de reencontrar años después a ese viejo compañero nos emociona. Pongámoslo de esta manera: imaginemos que en la adolescencia tuvimos un amigo de lo más cercano cuya compañía resultó una influencia decisiva en nuestra vida. En su momento, ese compañero fue capaz de hacernos ver el mundo de otra manera y nos condujo por fascinantes caminos hasta entonces inexplorados. De forma casi imperceptible llega la edad adulta, los cambios de ciudad, las nuevas responsabilidades y de aquel amigo nos queda tan solo un gratísimo recuerdo. Cada cierto tiempo, digamos cada tres o cuatro años, volvemos a reunirnos con nuestro antiguo colega y el resultado son nostálgicas conversaciones cargadas de sentimiento que disfrutamos al máximo, aunque nunca hay nada nuevo ni mucho menos sorprendente en la charla. ¿Por qué iniciar así esta reseña? Porque esa es la sensación que me queda cada que me reencuentro con la obra de Milán Kundera. Tan familiar y entrañable me resulta, que lo repetitivo y predecible de sus nuevos trabajos no me parece un defecto. Así me resultó Un encuentro, su más reciente libro. El viejo amigo de la adolescencia está nuevamente frente a mí, sentado en la mesa de un bar, contándome otra vez esa anécdota y recreando con mínimas variaciones aquella idea que me platicó hace 20 años y me voló la cabeza. Sí, lo confieso sin que suene a descalificación: la sensación inmediata al comenzar la lectura de Un encuentro fue la de “esto ya lo había leído antes”. Kundera es fiel a sus obsesiones, tanto, que me cuesta trabajo encontrar diferencias sustanciales con anteriores ensayos como El telón, Los testamentos traicionados o El arte de la novela. Da la impresión de que toda la obra ensayística de Kundera sea, en primera instancia, una reflexión sobre los motivos de los creadores, pero ante todo, una defensa a ultranza de la novela como la gran trinchera del arte, si bien en esta ocasión incursiona también en reflexiones sobre la pintura, concretamente Bacon y, como ya es una tradición en este hijo de compositor, la música, con su habitual homenaje a Janácek
A mis 18 y 19 años edad, caminaba por la vida con un libro de Milán Kundera bajo el brazo. Mi puerta de entrada a su mundo fue El libro de los amores ridículos, aunque el verdadero hechizo llegó con La insoportable levedad del ser. Eran los tempranos noventa y entonces me di a la tarea de rastrear toda su obra anterior. Particularmente fascinante me pareció La vida está en otra parte y El libro de la risa y el olvido. Sí, el recuerdo de aquellos años tiene para mí un inocultable tufo kunderiano. Hay narradores capaces marcar un momento de la vida y Kundera fue uno de ellos. Pero la juventud no es eterna y la fascinación por nuestras plumas sagradas tampoco. Algo sucedió con el Milan moderno que rompió el embrujo. ¿Fue mi edad y madurez emocional? ¿O fue el estilo de un narrador que abandonó el checo para pasar al francés?
Hace algunos años, en la reseña de La ignorancia, escribí sobre un Milan Kundera extraviado como Ulises en busca de su Ítaca literaria. Lo siento, pero el Kundera afrancesado de La lentitud, La identidad y La ignorancia, me resulta una opaca sombra del Kundera checo de La broma o La vida está en otra parte.
Algo similar me está sucediendo con los ensayos kunderianos. Tal vez haga falta una relectura, pero así de entrada, me parecen variaciones sobre lo mismo; Rabelais, Kafka, Cervantes, Dostoievski, Roth, con sus habituales guiños a sus amigos latinos Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Tal vez la gran diferencia con las anteriores obras ensayísticas, es que en estricto sentido, Un encuentro no es un ensayo, sino una recopilación de artículos de Kundera. Aquí brilla por su ausencia la construcción al estilo de partitura y su obsesión por la división del libro en siete partes tan característica de su obra, lo cual de verdad se extraña. Lo sorprendente e innovador, es leer textos kunderianos tan breves, como ideas cazadas al vuelo, pensamientos prófugos que se cuelan de pronto en medio de la charla informal, reflexiones de página y media o dos páginas, algo absolutamente atípico en él. No tiene desperdicio el ejemplo de las entrañas de una chica asustada como puerta de entrada a los cuadros de Bacon, como fantástica es su comparación entre las distintas primaveras históricas. Imperdibles también las brevísimas disertaciones sobre grandes novelas y novelistas. Con El idiota de Dostoievski, Kundera reflexiona, una vez más, sobre la risa, mientras que Roth es su punto de partida para disertar sobre el erotismo, tema recurrente en su obra. ¿Dije que todo eran lugares comunes? Miento. Kundera elogia al autor islandés Gudbergur Bergson, al que hasta entonces yo desconocía. Días después de leer El encuentro, encontré en la Feria del Libro Usado de Tijuana una novela de Bergson, La magia de la niñez y confiando ciegamente en la recomendación de Kundera, la compré. Hasta ahora no me ha defraudado y la recomendación de un buen libro es algo que se agradece tanto como la recomendación de un buen vino. Al final, uno acaba de leer el nuevo libro de Milan en un par de sentadas. Ágil, breve, casi informal transcurre El encuentro o acaso deba decir reencuentro (como su título en francés Une rencontre) con este viejo compañero de la adolescencia. Lo que un día fue no será, dijo José José y si algo me ha quedado claro, es que ya no debo esperar de Kundera otra Insoportable levedad del ser. Pero mientras este narrador checo transformado en francés esté vivo, tendremos el privilegio de gozar estas deliciosas charlas redundantes. Que no hay (casi) nada nuevo bajo el Sol en estas letras, es cierto, como cierto es que reencontrar un entrañable amigo literario es uno de esos placeres por los que la vida merece la pena ser vivida.

Monday, November 30, 2009


La luna llena asoma desde el Este al atardecer. Antes del alba, estará sobre el Pacífico. ¿Será el hechizo lunar lo que acabe por hacer a Iker tomar la decisión de venir a saludarnos de una vez por todas? La luna mueve mareas y motiva a los niños. Desde un tiempo para acá, todo mundo me pregunta por él y la respuesta es la misma: aún nada, dice que lo esperen otro ratito, que por ahora no le corre ninguna prisa. Y sin embargo, pase lo que pase, falta tan, pero tan poco tiempo. En cualquier caso, no puede pasar de una semana, una semana y media cuando mucho. Parecía tan lejano llegar a estas fechas y mira, hoy es 30 de noviembre, el día marcado y nada. Iker decidió no compartir cumpleaños con mi primo Héctor Diego, como decidió hace un par de semanas no ser escorpión. Será un niño decembrino, sagitario, cercano a la Navidad. Pensamos que tendríamos un bebé prematuro y ahora resulta que ha llegado a término, que cumplió su temporada a cabalidad y lo que venga es puro tiempo extra. Él está listo.


El sábado tuvimos nuestro primer día realmente invernal en Tijuana. Día de lluvia y viento helado. Los heraldos de las catástrofes siempre vaticinan que el siguiente será el peor invierno en la historia de la ciudad. Fríos congelantes y lluvias más duras que las del 93, nuestra pesadilla omnipresente, nuestro monstruo favorito, el 93. De pronto, sin decir agua va, el ánimo invernal se apoderó de la ciudad y la parafernalia navideña fue invadiendo cada calle. En casa ya hay arbolito desde ayer. La primera Navidad de Iker empieza a dibujarse. Algún día recordaremos estos días de nervio y espera, de dulce tensión, de contar los minutos y hacer apuestas. ¿Diurno o nocturno? ¿Natural o cesárea? ¿Cómo será su carita? ¿Tendrá pelo? No me gusta el papel de espectador sin dolor que juego en esta aventura. Para Carolina e Iker será todo un ritual de esfuerzo y dolor. Nacer duele. Él tendrá que hacer su máximo esfuerzo. Adiós a la quietud uterina. Frío, luz, manos de médicos impertinentes, voces, ruidos, bienvenido al mundo. Nacer es la primera gran batalla e Iker está por pelearla. La naturaleza decidió que yo sea simple espectador y eso me parece injusto, además de insoportable. A veces quisiera que todo ocurriera ya, que Iker se apure y venga de una vez por todas. Luego pienso que allá adentro está tan cómodo, tan a gusto, que esa paz no volverá a vivirla. Nuestros días como pareja profesionista sin hijos se acaban. Casi once años. Lo único que se es que a partir de ahora la existencia tiene otra dimensión y sobre todo, tiene sentido.



Hacienda de los parásitos

La colonia donde vivo es una fruta en proceso de pudrición, un microcosmos donde se reflejan, en espeluznante escala, los grandes problemas nacionales por los que México se despeña en el abismo. El pasado sábado hubo junta de vecinos. El escenario no pudo ser más desolador ni catastrofista: la oficina donde se coordina el mantenimiento y la vigilancia del fraccionamiento, simplemente cierra sus puertas. En la caja quedan tan sólo 3 mil pesos en efectivo. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón de que a lo largo de todos estos años, únicamente un 23% de los vecinos, es decir menos de la cuarta parte, hemos cargado con el mantenimiento de nuestro habitad. Menos de la cuarta parte de los vecinos pagamos por tener una caseta con guardias que controlen entradas y salidas y hagan rondines. Menos de una cuarta parte pagamos por tener calles barridas y un parque verde y recortado. Los demás se dedican a gozar los beneficios. El parque lo disfrutan por igual, pues a nadie se le niega la entrada; las calles han sido, hasta ahora, seguras y limpias para todos, no nada más para los que pagamos. ¿Se les pide acaso una cantidad impagable a mis “pobrecitos y humildes” vecinos? No. Se les piden 400 pesos al mes. Eso y nada más. Ahora bien ¿mis vecinos son gente que ha caído en la miseria? ¿Obreros golpeados por la crisis? Mmmm, sus carros del año indican lo contrario. Su actitud de nuevos ricos no muestra tiempos de vacas flacas. Cierto, a nadie nos sobra el dinero y a mí menos que a muchos de ellos. Créanme que esos 400 pesos mensuales no los ando tirando por las calles o apostando en el caliente. Mis vecinos, tan pequeño-burgueses, tan de compras en San Diego, tan de carrito fashion, tan de vista al mar, no son capaces de desembolsar 400 pesos al mes. Les resulta una carga impagable. Revisé la lista de deudores y sentí asco, un asco profundo, una repugnancia sin límites. Hay un pasivo superior a los dos millones de pesos. Vecinos que tienen cuatro carros estacionados afuera de sus casas, tienen adeudos de 27 mil pesos que nunca pagarán. Para ellos, las calles se limpian solas, el parque se poda por generación espontánea y los vigilantes son figuras virtuales que no comen ni cobran sueldo. Mi colonia, que hasta ahora ha sido un buen lugar para vivir, un sitio apacible donde es posible sentirse a gusto, empieza a caer al abismo, por la irresponsabilidad, la desidia y la mierdez de tres cuartas partes de los vecinos, a los que nunca les ha importado su entorno, ni el de sus hijos El problema de mi colonia es el de México entero. Un país que mantenemos unos cuantos, los cautivos de siempre, los que Carstens exprime hasta la última gota como un limón viejo. Una república con recursos que se va al infierno por la irresponsabilidad y el zanganísmo de millones. Porque si algo me ha quedado claro, es que en este país los principales evasores son los que más tienen, al igual que en mi colonia, mis arrogantes vecinos que presumen su casita con vista al mar, jamás han dado un solo centavo para mantener sus calles. Son vil mierda parasitaria, sanguijuelas por causa de las cuales este país es un fruto engusanado. Al verlos con su puta actitud de nuevos ricos, haciendo gala de su irresponsabilidad y oportunismo, pierdo toda mi fe en México. Odio esta patética comparación, pero no imagino un fraccionamiento en San Diego donde tres cuartas partes de los vecinos arrastren deudas de años y puedan vivir sin consecuencia alguna. ¿Cuál sería la única solución para evitar que el fraccionamiento se hunda en el latrocinio, el grafitti y la basura? Pues sí, la de Agustín Carstens: que los pocos que pagamos, paguemos más para seguir manteniendo a esa mayoría irresponsable. Cargar la mano al cumplido, una vez más. A la mierda. Pierdo mi fe en este país. Los males de mi pequeñísimo entorno, de mi microcosmos ubicado en la esquina Norte del país, se multiplican por millones en todo México. Agradezco a mis vecinos por haberme ayudado a dimensionar el nivel de nuestra podredumbre y a comprender, de una vez por todas, por qué este país no va a salir de su abismo.