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Wednesday, October 30, 2019
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Así que Berlín era eso, la nublada desolación de una gran plaza sin artefacto digital para la reglamentaria selfie. Berlín era eso: una catedral tan alta como la mata de los frijoles mágicos capaz de horadar el cielo y más allá. Era preciso inclinarse para alcanzar a distinguir las puntas cupulares. Del otro lado otro par de iglesias con alguna virgen raída, un herrumbre heredado por los bombardeos aliados y yo sin cámara (dejada intencionalmente en el hotel) jurando retornar al día siguiente, porque en Berlín estaremos tres días y no solo unas horas como sucederá en los otros destinos de la travesía (¿?) El oscuro apartamento donde fluyó la creatividad de David Bowie es atracción turística. Hay lugares fértiles, donde los duendes flotan en el aire listos para tocar el punto G de esa red neuronal done se encienden las ideas más locas y los sueños más salvajes. A Bowie lo visitaron gatos de Marte (¿no eran acaso arañas?) y la chatarra transgénica en nuestro organismo era vomitada en forma de robots asesinos. La creatividad era eso: un depita berlinés infestado de pura magia, del todas las músicas me hablan que mi compulsiva agrafía ando extrañando tanto, un incesante fluir de puro pensamiento desbocado y en carrerea como potro rejego, como la mente del mismísimo Stardust. Nada fue igual después de aquel oasis prusiano. Así que Berlín era eso.
Tuesday, October 29, 2019
Describiré ahora la desafiante y presagiosa verticalidad de la torre, con su cúpula de medieval aldea y sin reloj ni utilidad a la vista, pero eso sí, altísima y marcada por la negritud de una profecía. La torre ardería como una vela, se partiría en dos y con ella todo el villaje, pero para hablar del ardor por venir, es preciso describir el retablo en llamas y el carro de nulas pintadas cargado con tres inodoros en forma de trono que Ortiz arrastró desde Sonora atravesando la Rumorosa solo para promover el folklore de su terruño coyotero. En el retablo en llamas bailaban las negrísimas sombras de los demonios y tuve la fatal certidumbre de que la total incineración de la aldea partiría de ahí, y que mi providencial irrupción de bombero salvador estaría condenada a fracasar, pero la manguera cumplió con arrojar con furia su torrente y el retablo ardiente (verso sin esfuerzo), con todo y sus demonios danzantes, fue pronto brasa empapada, humo recién bañado. La misión fue un éxito, pero la fatalidad del incendiario Apocalipsis por venir no había sido conjurada. Ardería, sin duda ardería.
Monday, October 28, 2019
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