Eterno Retorno

Thursday, August 22, 2013

En uno de sus Seis paseos por los bosques narrativos, Umberto Eco habla de lectores de primero y segundo nivel. El de primer nivel se interna en un bosque siguiendo un camino que lo llevará a un destino específico. El segundo se interna en el bosque para tratar de entender cómo está formado y por qué unos senderos son accesibles y otros no. En el bosque narrativo, el lector de primer nivel sigue un camino deseando saber cómo termina la historia, mientras que el lector de segundo nivel intenta descifrar la arquitectura y las claves del autor. El misterio no es cómo acaba la historia sino cómo está construida. Como soy un lector hedonista que se interna el bosque narrativo por puro principio del placer, no suelo hacer, al menos de entrada, demasiados esfuerzos para acceder al segundo nivel. Avanzo en mi lectura sin prisa por terminar o llegar a destino alguno, pero mentiría si dijera que leo siempre con los ojos del detective que intenta descifrar una clave. Hay quien disfruta y se entretiene viendo al mago sacar conejos del sombrero y hay quien se pasa la función tratando de adivinar dónde está el truquito.

Este vicio de naufragar en mil y un lecturas mostrencas me ha llevado a enterarme de un encuentro improbable. Si alguien me hubiera hablado de un hipotético diálogo entre Fernando Pessoa y Aleister Crowley, lo hubiera considerado un buen tema para un relato de ficción. Lo increíble es que el poeta que empapa con su esencia cada calle de Lisboa y la Gran Bestia 666 tuvieron un encuentro real. Fue Mister Crowley quien tuvo la iniciativa de ir a buscar al hombre de los cien heterónimos para platicar sobre astrología y ocultismo. Para entonces Crowley ya estaba delirante y consumido por el opio y bueno, digamos que la estabilidad mental de Pessoa tampoco era de hierro. Doy por hecho que el diálogo fue en inglés, pues Pessoa era un excelente angloparlante. ¿De qué habrán hablado en tan improbable cita? ¿Lo habrá citado en Café La Brasilera? Me gusta como para que un Antonio Tabucchi hubiera experimentado con un relato onírico imaginando lo que pudo haber sido aquel improbable encuentro, pero Tabucchi se ha ido hace un año ¿Quién le entra al quite?