Había un ensayito sobre encuentros hipotéticos e improbables
Debió ser Calle Séptima, tal
vez entre Madero y la Revu, donde estaba aquella librería (o acaso era
biblioteca), un emprendimiento de aquellos colegas pasados de idealistas como
el Grafógrafo o alguno por el estilo. Regalaban o prestaban libros y yo, que
llegaba ahí en plan de donador de alguna enciclopedia, no podía evitar
emocionarme con algunos títulos que yacían amontonados sobre una mesa. Uno de
la saga evangélica de Saramago con algún título que evocaba la rueda, en una de
esas portadas blancas o amarillas posteriores a las clásicas de Alfaguara. Había
un ensayito sobre encuentros hipotéticos
e improbables escrito por un autor italiano que sospecho era Calasso, aunque
pudo ser Magris, Calvino o – por qué no- Eco. La típica disertación que combina
mitología clásica, cuentos infantiles superhéroes y personajes pop, algo así
como el siempre postergado enlace entre el coyote y el correcaminos, ayuntados
en amasiato, pero esto último debe ser
cosecha mía. La biblioteca se conformaba por tres o cuatro sillitas de kínder y
alguna mesa chaparra. No había dónde sentarme a leer así que permanecía de pie,
sin acertar a dejar mi donativo y pepenar el ensayo del italiano, conjurando en
mi duermevelera red la ausencia de compras librescas en la víspera de
Nochebuena, sin acertar a dar el clic amarillo donde dice “proceder al pago” de Amazon en donde aguardan
Hamnet, Pavese y Guerriero y la austeriana vida en palabras y varias pirámides
de papel y tinta cuya lectura postergaré
eternamente.