Eterno Retorno

Saturday, October 17, 2020

¿Sería yo capaz de escribir una novela romántica?

 

¿A qué escritores reviviría de su tumba? ¿Sería yo capaz de escribir una novela romántica? ¿Cuáles son mis palabras favoritas del idioma español ? Sí señores, segundas partes pueden ser buenas a un nivel jarcorero. Mi colega Juan Carlos Velarde se ha tirado a matar, me ha hecho preguntas atípicas y me ha puesto a pensar en serio. Un diálogo muy sabroso la verdad. Salucita hasta terruños petro-jaibos, con cerveza Superior en una de esas cantinas con olor a viento del golfo y sudores tropicales que describe Ramírez Heredia. Gracias al Sol de Tampico por el espacio. We Rock!!!

https://www.elsoldetampico.com.mx/circulos/mis-lectores-son-los-amos-y-senores-de-mis-libros-5898676.html?fbclid=IwAR07e3S1IPdrhud0bGDAqSYy3U_kxz7XsjYQQd2rGTtIEdwbMDZdUjP58jc


Pepenador de la palabra

 

Al ritmo de Tampico hermoso de Antonio Aguilar y bebiendo un café más negro que nuestras almas, inicio el día leyendo esta entrevista que me hizo mi colega Juan Carlos Velarde para el Sol de Tampico en donde hablamos de todo un mucho. Aquí está la primera parte. A pepenar palabras se ha dicho.

Wednesday, October 14, 2020

-¿Cuál es tu palabra favorita?

 

Aleatoriedad sin duda es una de las que más utilizo. Podría hacer un glosario de palabras terquísimas que siempre están presentes en mis textos:

 

Furtividad

Prófugo

Pepena

Desbarrancadero

Derrumbe

Duermevela

Desparramar

Aferre

Improbable

Irrumpir

Yacer

Cartografía o cartógrafo

Liturgia

Whisky

Licor pendenciero

 

 

Si pudieras revivir a un escritor, ¿A quién elegirías y por qué?

 

Te podría decir que a Borges, porque Georgie es mi tótem,  pero sospecho que no nos llevaríamos muy bien. Era ideático, aburguesado, hijo de mami. En general pocos escritores me caen bien.  Me gustaría poder revivir sobre todo a tu paisano tampiqueño  Rafael Ramírez Heredia que nunca alcanzó a leer un libro mío y poderle dar las gracias por todo lo que me enseñó y decirle que sigo aplicando todo lo aprendido en sus talleres. Me gustaría revivir a Federico Campbell, platicar largo y tenido con él y enseñarle El lobo en su hora (a lo mejor no le gustaría nada la forma en que lo retraté, corro ese riesgo). Me gustaría mucho volver a platicar con Sergio González Rodríguez. Mi abuelo Agustín Basave tampoco alcanzó a leer ningún libro mío, pero asumo que no le gustarían nada. Creo que Nacho Padilla se murió muy pronto, en plena efervescencia y es alguien que nos hubiera dado por lo menos dos décadas más de muy buenos libros porque no paraba de trabajar y ganar premios. Roberto Bolaño en cambio consumó el arte de morir a tiempo y su timing mortal casi perfecto es proporcional a su éxito desmedido.  

Tuesday, October 13, 2020

La fiel cofradía

 Hay una cofradía de  escritores que han sido fieles compañeros de viaje durante alguna etapa de mi vida y que me hicieron atravesar fronteras y mirar la vida de otra forma. Escritores de los que me aferro a leer todo o casi todo. En el verano del 86, poco después del Mundial, leí Demian  de Herman Hesse y nada volvió a ser igual. Yo tenía doce años. Hoy me parece naif, pero en su  momento fue un trancazo ontológico. En cambio, en  la prepa leí El Aleph de Borges y te juro que si lo leo esta noche me vuelve a volar la cabeza y sentiré que lo estoy leyendo por vez primera. Ese es el embrujo de Georgie. Borges ha sido el compañero de viaje más constante.  Milan Kundera me marcó la vida al final de la prepa y el principio de la universidad, aunque hace mucho que no lo leo. 

Más que enlistarte un canon, podría barajar diversas estampas de este camino en donde un libro clave ha estado a mi lado. Me recuerdo en un avión rumbo a Nueva Inglaterra, con Noticia de un secuestro del Gabo recién desempacado (me lo regalaron en el aeropuerto antes de abordar). En la mochila que me llevé a ese largo exilio me acompañaba Ciudades desiertas de José Agustín, El espejo enterrado  de Carlos Fuentes y La inmortalidad de Milan Kundera. Todos esos escritores eran mis fieles compañeros de viaje  cuando llegaba a la frontera de los veinte años a principios de los noventa. Me recuerdo en las sierras de Aramberri, Nuevo León, cubriendo unos incendios forestales con Rayuela de Cortázar bajo el brazo.  Me recuerdo leyendo Todos los nombres de Saramago cuando acababa de llegar a vivir a Tijuana e intentaba descifrar su caótico transporte público y también recuerdo que fue Un asesino solitario de Élmer Mendoza el primer libro que compré en Tijuana en mayo del 99. Me recuerdo haciendo fila en la garita peatonal de San Ysidro leyendo Plata quemada de Piglia, lo primero que leí de uno de los autores fundamentales en mi vida y tampoco olvido que el día que conocí a Jorge Hank Rhon, yo estaba leyendo El país de las últimas cosas de Paul Auster, un autor con el que he tenido un romance de aquellos y del que leí todo en mis treinta. Recuerdo los vuelos de medianoche de Monterrey a Tijuana en la extinta Aviacsa, siempre con lecturas muy intensas. En una trayecto de madrugada Monterrey-Tijuana leí Intimidad  de Hanif Kureishi y me voló la cabeza y en otro leí Donde no estén ustedes de Horacio Castellanos Moya y fue un trancazo (todo lo de ese salvadoreño me rompe la madre). Recuerdo un laaargo vuelo Shanghái-Tijuana leyendo Los cínicos no sirven para este oficio  de Ryszard Kapuściński. Recuerdo noche en que leí por vez primera a José Revueltas (Dios en la Tierra) o a Daniel Sada (Albedrío) porque son de las prosas que más disfruto. Confieso que cada vez leo más poesía. Hace dos años Carolina y yo fuimos a Lisboa y agarré clavo con los poetas portugueses.

Hay quienes son muy felices citando nombres impronunciables de extravagantes autores no traducidos al español  y se regodean en sus Foster Wallace y bla bla. Si a mí me preguntas por autores de mi país, te diré que las dos carreras más sólidas en este momento son las de Enrique Serna y Juan Villoro. Sí, ya sé que existe Bellatin y Sexto Piso y bla, bla, bla. Serna es un novelista descomunal y Villoro es sobre todo un gran cronista y ensayista, digan lo que digan los exquisitos. Lo que está haciendo Liliana Blum como novelista es de otro nivel. La mejor novelista de mi generación sin duda. Ortuño escribe con canija garra. Julián Herbert nos legó un libro tatuaje como es Canción de tumba (acaso el mejor libro de la década pasada escrito por alguien de mi generación) pero tristemente no ha podido superarlo. Sergio González Rodríguez y Heriberto Yépez son matadores como ensayistas. Hace poco, mi amigo Joel Flores (un extraordinario narrador) me regaló una antología de cuento compilada por él, Sin mayoría de edad, con puros narradores ochenteros y noventeros y he descubierto algunos muy buenos. Hace poco leí a Hiram Ruvalcaba y solo puedo concluir que es el mejor cuentista joven que tenemos por estos rumbos hoy en día.

En esta cuarentena he releído mucho. Me puse a releer cuentos de Poe y también Moby Dick de Melville. Hay autores a los que leo hasta agotar la obra completa disponible, pero hay de quienes solo he leído un cuento o un libro y guardo un grato recuerdo. Leo muchísimos cuentos sobre todo y me gustan mucho las antologías. Como soy un lector omnívoro guiado tan solo por el principio del placer, he pepenado y sigo pepenando de todo.

 

Monday, October 12, 2020

mestizos totales


 Había una vez unos navegantes que andaban un poco desorientados. Como habían reprobado geografía y no tenían GPS en sus carabelas, los pobres llegaron al lugar equivocado, pero resultó que el sitio les gustó muchísimo y decidieron sacarle provecho, aunque no de la manera más amable que digamos. Estos señores eran unos mestizos totales, producto de muchísimos siglos de mezclas y fusiones no siempre pacíficas. Apenas se acababan de liberar de ocho siglos de dominación mora y años antes ya habían tenido que chutarse a hordas de visigodos que vinieron a reemplazar centurias de supremacía romana. Antes de los romanos ya habían lidiado con cartagineses y fenicios. Por cierto, la emergente lengua romance que hablaban (y que es la lengua en que usted y yo parlamos) había nacido como una jerga fronteriza, una suerte de latín vulgar mezclado con elementos mozárabes y dialectos locales que se enriquecería aún más con lenguas del Nuevo Mundo. Si estos señores castellanos, extremeños y andaluces se pusieran hoy en plan de exigir disculpas por agravios del pasado, tendrían que plantarse frente al rey de Marruecos o el alcalde de Roma (se los juro: el sitio de Numancia fue tan sangriento como el de Tenochtitlán). El lugar al que llegaron estos desorientados navegantes era también un caleidoscopio de lenguas y culturas cuya convivencia no era precisamente cordial y apacible. Tan solo en Mesoamérica se hablaban más de un centenar de lenguas. Aquí por estos rumbos que ahora llamamos México no había una nación unificada, sino un montón de etnias que guerreaban entre sí. Un grupo emergente que en el último siglo y medio había incrementado su poder, era el que tronaba sus chicharrones en el Valle de México. Estos señores mexicas tenían sometida a la región y cobraban unos tributos estilo SAT que incluían una periódica dotación de doncellas para sus sacrificios. Si nos ponemos otra vez en plan de pedir disculpas por agravios históricos, ya no me queda claro si Azcapotzalco le debe ofrecer disculpas a Texcoco y la Ciudad de México (o al menos su zona centro) debe ofrecerle disculpas a Tlaxcala, a Puebla y a Veracruz (y si nos vamos a la península de Yucatán la cosa se complica aún más). En resumen mis niños: la inmensa mayoría de los seres humanos en el Siglo XXI somos mestizos, una mezcla de sangres, lenguas, usos y costumbres cuya fusión original no siempre fue cordial. Somos hijos de guerras y choques culturales, pero también de enriquecedoras fusiones y romances. Se los juro mis eternos ofendidos: nunca existió, ni en Mesoamérica ni en ningún lugar del planeta, ese virginal e inocente paraíso terrenal donde habitaba el bonachón salvaje imaginado por Rousseau, una suerte de Adanes y Evas sin maldad que practicaban comercio justo y lenguaje incluyente a los que unos despiadados capitalistas vinieron a saquear e imponer la maldad. Déjense de complejos y rencores pendejos y asuman lo que somos. Yo me siento orgulloso de mi lengua y del mestizaje de mi sangre.