3- La intuición de infiernos individuales a través de las miradas. Dedica un par de segundos a leer la mirada de un extraño en un lugar público. Demasiados ojos son ventanas donde asoman avernos interiores. Los seres en apariencia más ordinarios e insulsos ocultan espeluznantes historias. A veces me basta la expresión de un rostro en la fila de un supermercado para dimensionar el horror en estado puro.
4- El fluir de ríos subterráneos. El crimen siempre está ahí, a la vuelta de la esquina. Algunas veces se manifiesta con desparpajo, pero lo común es que fluya como un río subterráneo, un abismal hoyo negro yaciente bajo una delgadísima capa de hielo siempre a punto de romperse. Muchas veces en tu vida has pasado afuera de una casa de seguridad donde un secuestrado aguarda la mutilación o la muerte o te cruzas en la calle con el hombre que será ejecutado esta noche o acaso con su ejecutor.
Saturday, July 15, 2017
Tuesday, July 11, 2017
Ser lector en México era un desafío. Ahora es una extravagancia.
Durante los tres siglos del virreinato la posibilidad de encontrar un lector era una verdadera rareza. Quien leía se arriesgaba pues la lectura estaba sometida a un férreo control por parte de la iglesia. Los libros que valían la pena ser leídos estaban prohibidos.
Hace apenas cien años el analfabetismo en México aún superaba el 80% y los lectores representaban una identificable y pequeña cofradía. Hoy el analfabetismo ha sido (en teoría) casi superado, pero los lectores seguimos siendo una minoría apenas significante, una estirpe de excéntricos. Antes los lectores desafiaban a la Inquisición. Hoy desafiamos al espíritu de la época.