libresca pepena de un año magro
1- ¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido? La pétrea historia de lo que fue se desvanece ante los infinitos senderos de la que pudo suceder o acaso sucedió. A la sombra de las biografías de los hombres célebres y las efemérides sobre las que creemos tener certezas absolutas y datos concretos, surge el relato de las que nunca fueron o acaso estuvieron a punto de ser o simplemente vivieron a lado del camino, “fumando el humo mientras todo pasa”. ¿Quién escribirá esa historia? La escribió Marcel Schwob en Vidas imaginarias y la ha escrito Roberto Castillo Udiarte en Ucronías. Vaya librazo chingón. Lo leí de “hidalgo” en un trayecto Tijuana-CDMX y simplemente me alucinó. Pertenece a la estirpe de Historia universal de la infamia de Georgie Borges e Historias falsas de Goncalo Tavares. “Hechos alternativos” narrados con pulcra prosa rayana en la poesía. La contraparte del volumen, La complicidad del humo, es una salvaje declaración de amor a ese ritual que hermana a todos los chacuacos del mundo
2- Recordaré el 2019 como el año de mi reencuentro con Enrique Serna. A finales de los 90 y principios de los 2000 El miedo a los animales, El seductor de la patria y Ángeles del abismo eran mis compañeros de viaje y ahora una novela mayor me ha hecho volver de lleno a este gran narrador. Hacía un buen rato que no se escribía en este país una obra como El vendedor de silencio. No tengo duda: Serna ha elaborado el retrato más extremo, barroco y descarnado de la prostitución periodística en la era del México de la dictadura perfecta. Ya encamninado, metí diente en dos librazos de antaño a los que llegué con retardo: Fruta verde y Amores de segunda mano. El hostil 2019 fue mucho más disfrutable con un libro de Enrique Serna en la mano.
3- Una de las gratísimas sorpresas de fin de año está resultando leer La vida endeble de Mauricio Carrera. Que buen narrador es el Mau. De por sí me apasiona Bajo el volcán, la Guerra Civil española y ahora me das este menjurje de época. Bien logrado encuentro de personajes reales como Hemingway Gerda, Taro y Ponchito Reyes con los entes ficticios del volcán lowryano.
4- Debe ser una carga pesadísima, rayana en lo insoportable querer ser escritor y ostentar el título de nieto del Gabo García Márquez (y también de Salvador Elizondo, por si faltara estirpe). Creo que lo mismo le sucederá al nieto de Maradona, hijo del Kun Agüero y ahijado de Messi cuando haga sus pininos como futbolista. Aunque García es un apellido harto común, yo habría usado un seudónimo y me habría inventado una biografía falsa como Joe Hill, el hijo de Stepen King. Y a todo esto… ¿de qué trata la cita con la Lady? De nada que a Thomas de Quincey no se le hubiera ocurrido antes. Confesiones de un opiómano millenial, Irvine Welsh meets Juan Rulfo (toda proporción abismalmente guardada), un no tan bien logrado Trainspotting con entorno de Pedro Páramo.
5- No soy de los que niegan sus influencias e inspiraciones. Si hablamos de forma y estructura a la hora de escribir El Samurái de la Graflex le debo muchísimo al estilo de un señor que se llama Patrick Deville a quien he leído con devoción en los últimos años y de quien tengo la fortuna de ser vecino en una lowriana antología.