Fue en el Año del Tigre cuando el verano se pintó de Naranja. Yo tenía dos meses de nacido y mientras aprendía la regia esencia de no conocer sombra sino resolana, la tele relataba el épico poema de una orquesta futbolística todo terreno dirigida por un larguirucho 14 capaz de inspirarse y reinterpretar el sentido del juego entre el humo de los cigarros que fumaba al medio tiempo. Johan Cruyff demostró, no sin cierto desgano, que la divinidad existe sobre una cancha. El primer gran futurista del futbol, un crack con ojos y cerebro de director técnico. Si destapamos la válvula del subconsciente, entre mis primarios recuerdos debe yacer alguna crónica del mundial de la Naranja Mecánica, el torneo del futbol total. Ignoro si Freud me diría que aun en mi feliz inconsciencia de lactante yo era capaz de absorber como esponja el entorno de aquel Año del Tigre. Exactamente seis días después del triunfo panzer germano de Bekenbauer sobre la magia anaranjada de Cruyff, el sábado 13 de julio de 1974, Tigres de la UANL debutó en la primera división. Esta mañana, de pura nostalgia penumbrosa he estado leyendo el libro de Johan, “Mis futbolistas y yo”. Vaya claridad de conceptos. Cruyff define a un crack por sus cualidades técnicas, pero también por la fortaleza mental, el liderazgo y la capacidad de leer el juego. No vayamos tan lejos: la historia del futbol se divide en AC y DC. Antes de Cruyff y después de Cruyff. Él es el inventor del futbol moderno, tanto en táctica y sistema, como en modelo de organización y negocio. Al igual que el Gabo, fue a morirse en Jueves Santo. Grande por siempre 14. Gracias por la genialidad.
Thursday, March 24, 2016
Wednesday, March 23, 2016
Bendito sea el arte de morir a tiempo. Piénsalo bien Luis Donaldo: después de todo no te fue tan mal. Los cuerpos de los mártires no se corroen ni se llenan de gusanos; se mantienen frescos e impolutos en su ataúd de cristal. La historia de lo que pudo haber sido siempre es idílica. La mejor presidencia es aquella que no se ejerció jamás. Al eternizarse en la mitología del sueño truncado y la oportunidad perdida, tu sexenio se convierte en ese idilio de democracia y justicia social que nunca llegó. La sed de los mexicanos habría sido saciada y todo habría sido tan diferente. Preciosa historia; desgarradora nostalgia por lo no ocurrido; mexicanísima nuestra añoranza por aquello que no sucedió ni hubiera sucedido nunca. Es como imaginar que la selección mexicana le habría arrebatado el Mundial 70 a Pelé de no haberse partido la pierna de Onofre. Te sucedió como a esos escritores que se suicidan jóvenes e inmortalizan el portento de obra que jamás llegaron a escribir y que acaso no hubieran sido capaces de escribir nunca. La muerte a tiempo opera prodigios. Piénsalo bien Luis Donaldo: la banda tricolor sobre tu pecho habría empezado a pudrir tu memoria desde el momento en que te la colocaras; la misma memoria que permanece inmaculada gracias a la bala de Aburto. ¿Estaríamos en otro lugar si hubieras sido presidente? No lo creo. No habrías encarcelado a Salinas ni evitado el error de diciembre. Es más, puede que ni siquiera hubieras podido ganar la elección y te le habrías adelantado seis años a Labastida como el primer candidato priista derrotado de nuestra historia. Todas las iglesias requieren de su mártir para existir y justificarse; tú ocupas ese puesto desde hace 22 años. Rasgarse las vestiduras ante la tumba del sacrificado es la liturgia que dignifica al credo. Por ello tu figura le viene tan bien a los priistas. Poco importa que entre los funcionarios tricolores que hoy gobiernan México y Tijuana no haya un solo colosisita. En realidad tus verdaderos discípulos han abandonado el PRI hace mucho. ¿Alcanzas a ver el pedazo de mierda que es el partido gobernante? EPN, Manlio, el grupo Atlacomulco y los Hank representan la antítesis total de tu discurso del 6 de marzo, elevado hoy a la categoría de sagrado testamento de tu credo. De verdad Luis Donaldo, no te fue tan mal. Piénsalo: no se puede ejercer el poder sin prostituirse. El solo hecho de estar vivo significa oxidarse lentamente, irse pudriendo y marchitando y tú te salvaste de la inevitable podredumbre. DSB
Es difícil saber en qué momento una cultura es consciente de la inminencia de su destrucción y tampoco es que sobren ejemplos en la Historia. No todos los finales son tan abruptos como el de Pompeya consumida bajo la lava del Vesubio. A veces la catástrofe es paulatina, escalonada y obedece a la conjugación de varios factores. En el caso de la costa de las californias se puede hablar de una fatal alineación de astros que conjugó factores tales como un conflicto internacional, una delincuencia sin control y recurrentes estallidos sociales acaecidos en medio de severas alteraciones climáticas y desastres naturales.
Al igual que le sucedió a algunas ciudades en bancarrota, como fue el caso de Detroit, la frontera de Baja California y California empezó paulatinamente a despoblarse. La rápida extinción de los polos industriales asiáticos, el acelerado cierre de fuentes de empleo, las cada vez más severas restricciones para cruzar la frontera y la incontenible ola delincuencial provocaron una huida masiva, un efecto de sálvese quien pueda. De la misma forma que mil y un pueblos del campo mexicano se convirtieron en fantasmas por la migración hacia Estados Unidos, la mega región fronteriza del noroeste fue en muy poco tiempo cubierta por la desolación. De la misma forma que tan solo en la década de los veinte Tijuana multiplicó por once su población, bastaron menos de tres lustros para que la redujera a menos de la cuarta parte.
Tuesday, March 22, 2016
¿Cuáles son los pensamientos de un hombre mientras se forra el cuerpo con los explosivos que hará estallar en un aeropuerto? ¿Qué carajos pasa por la cabeza de un ser humano mientras se encamina a una estación del metro a despedazar a un montón de inocentes a los que no conoce y a los que odia por el solo hecho de no profesar su fe? Supongo que la adrenalina y la tensión deben ser extremas, pero algo me hace creer que en los momentos decisivos el terrorista suicida piensa en su dios y se encomienda a él. Después de todo, es por su dios por el que ha decidido convertirse él mismo en un altar de sacrificios e inmolar a todos esos apóstatas que tienen la osadía de no temer a Alá. Aquello será el infierno en la Tierra. Habrá sangre, fuego, miembros mutilados, terror sin límite. El mártir de la guerra santa se siente beatificado. A su dios le regocija tanto el sufrimiento. Alá ha vuelto a ser ofrendado con la sangre de los impíos.
Crucemos ahora el Atlántico y vayamos a Norteamérica. ¿Qué encontramos? Mira, ahí está Donald Trump jurando sobre una Biblia y cosechando el voto de los cristianos renacidos. Cerca de ahí, Ted Cruz escupe su perorata de pastor evangélico. Los republicanos lo saben muy bien: el voto bíblico es el que hace la diferencia y te lleva a la Casa Blanca. En el país que rige el destino de la economía mundial, la candidatura presidencial es decidida por seres que aborrecen a Darwin, que definen al sida como un castigo de dios contra los homosexuales, que legitiman la violencia contra los niños y aman portar armas hasta en la iglesia. Los atentados de Bruselas les vienen de maravilla, pues ahora volverán a blindarse en sus biblias y hablarán de muros, guerras preventivas y libertad para que los pequeños de kínder porten ametralladoras. God Bless América.
Ayer por la tarde lo comentaba con mi madre: el mundo retrocede y se arroja a un abismo de oscurantismo. La historia no es lineal y progresiva como planteaba el positivismo, sino circular y regresiva, un mórbido mito del eterno retorno. Lo pienso mientras camino al Oxxo y veo a los testigos de Jehová que han llegado puntualitos como cada mañana a hablarme del infierno y la inminencia del Armagedón, mientras una cartelera panorámica anuncia la llegada de dos teleevangelistas a Rosarito y en el periódico veo una foto de Norberto Rivera abrazado con Salinas de Gortari. Abro el Facebook y mil y un posts me piden un amén y me hablan del amor de Cristo mientras el dios de Donald Trump y el dios de Estado Islámico se preparan para la batalla. El cruel dios del Antiguo Testamento se engalana para su fiesta.
¿Aún no les queda claro? El error es dios, la peste es dios, la bacteria es dios, el enemigo es dios. Solo un mundo ateo y deicida podrá aspirar a ser un mundo libre. DSB
Monday, March 21, 2016
Me llamo Galaor Roa y soy armagedonista. Todo lo demás ha llegado por añadidura, casi como consecuencia lógica de esta condición. Nunca lo he pretendido maquillar ni he renegado de ello. Durante algún tiempo, cuando aún tenía sentido entregar tarjetas de presentación, yo repartía unos irregulares rectángulos de cartón color magenta en donde espetaba sin complejos ni medianías mi rol en el mundo. Galaor Roa. Armagedonista.
Podría también proclamarme apocalíptico pero acaso por simple costumbre o por pura y vil extravagancia, me ha gustado más definirme como un heraldo del Armagedón.
Sunday, March 20, 2016
Y así, tan quitado de la pena y como si tal cosa, el invierno va a morirse y nadie parece tener intenciones de funeralearlo. El último día invernal agarra su vereda mientras la dominical luz se despinta y le deja entreabierto el portón a la distraída primavera, tan ajena ella, tan mosca muerta la primaverucha, pateando piedras por las laderas pintadas de verde, deshojando sus misterios por venir, su desparramadero de presagios, sus jolgorios interruptos y esas cosas tan ordinarias de flores, pajarracos y arrimones diversos. Cosas primaverales pues.
Mírate Paul, aquí y ahora, amaneciendo en el desierto con tus 130 kilos de peso y el cansancio eterno de una vida náufraga. Piensa solo en el día que te espera, en los años que aún te quedan ¿La vida te oculta todavía alguna sorpresa? ¿Hay alguna razón para seguir cantando una noche más las mismas canciones?
Vendedor de la nostalgia más barata, la nostalgia por aquello que jamás a sucedió. Venga Paul, saca fuerzas de tu cuerpo entumido, levántate, suda grita tus canciones hasta que el asma te derrumbe.
Vamos Paul. El arte de morir a tiempo es asunto de dioses, pero tú, como los jodidos mortales, estás condenado a vivir.
Es guardia vieja, tropa a la antigüita que teclea con una pachita de brandy en el cajón del escritorio. Su hígado y sus neuronas arrastran una maltrecha veteranía de mil y un madrugadas de cierres mártires en redacciones piojosas, rematados con baratos alcoholes mendigados en la última cantina abierta del amanecer tijuanense.