De la desértica inmensidad peninsular nos queda por herencia...
Dentro
de doce días, cuando irrumpa el verano, estaremos cumpliendo 20 años de vivir
en esa casa. Junto a nosotros llegó una matita de maguey que plantamos en el
jardín, a un costado de la ventana de la sala. El maguey creció y sus pencas
arrojaron filosísimas espadas. Muy pronto se duplicó y entró a formar parte de
nuestra cotidianidad, como una suerte de guardián o centinela de nuestro hogar.
Justo en esta primavera, cuando está a punto de cumplir dos décadas exactas,
los magueyes decidieron
hacer brotar sus espigas que en náhuatl se llaman calehual o quiote. Con ellas
brotará la flor y con la flor llegará el fin, su canto de cisne. Primero fue
una tímida espiguita brotando entre las pencas, pero en pocos días, como en la
historia de las habichuelas mágicas, la planta empezó a crecer y a crecer sin
parar. Primero alcanzó nuestra terraza pero este día ha sobrepasado ya al techo
de nuestra casa. Hemos leído que una vez floreando, el maguey se secará. Muy
simbólico que ocurra exactamente a los 20 años. En cualquier caso, no deja de
ser increíble y al mismo tiempo aterrador, la facilidad con la que hoy hablamos
de dos décadas en nuestras vidas. Esta es por mucho la casa en la que más
tiempo he vivido. La que le sigue es la casa de mis abuelos, en la colonia Miravalle
de Monterrey, donde viví mis primeros ocho años de vida, o la casa de San
Jerónimo, en donde viví siete. Hubo al menos dos depas, uno en Loma Larga y
otro en el centro de Monterrey, donde apenas viví poco más de dos meses. Esta
es la única casa donde Iker ha vivido desde su nacimiento. Cuando yo tenía la
edad de Ikercho, ya había vivido en seis casas diferentes y me faltaban todavía
cuatro más antes de llegar a esta, sin contar dos casas en donde fui huésped en
Colorado y Nueva Inglaterra donde pasé tres meses y medio año respectivamente.
Dudo mucho que en mi vida alguna casa vaya a superar a esta en longevidad. En
este hogar vivió Morris sus últimos cuatro años, Canica vivió trece y el Pappo
está por cumplir dos. El maguey quiere alcanzar el cielo son su quiote y se
prepara para ejecutar su última danza coronado de flores