Eterno Retorno

Saturday, June 10, 2023

De la desértica inmensidad peninsular nos queda por herencia...

 


De vuelo las  bitácoras infestadas de serpientes. Corruptos inventarios de horas en el aire, patrañoso uso oficial de una aeronave bajacaliforniana en cuyo relato consta el aterrizaje en ciertas arenas coronadas de cascabeles rechonchas. La imagen muestra hambrientas víboras anilladas arrastrándose entre aves marinas. Aún no queda claro  qué carajos hicieron los funcionarios volantes junto a aquellos ofidios.
Currucuts aún verdes cayendo en racimo sobre aquella terraza. Por ahora el legado es solo eso: currucuts y cielo nublado sobre el herrumbre de un edificio delegacional. Se habla en corrillos de cierto chambitas milusero apodado el Cuchillo a quien contrataron para ciertos menesteres. Intento escribir sobre un rollo de papel o plástico. Las palabras no acuden a la invocación. Los currucuts siguen cayendo.

Demoré en testimoniar el abismo oceánico a ras de acantilado. Postergué hasta el infinito la imagen del agua salada bordeando la carretera Escénica. Un pozo de mar desde el barranco de El Vigía hasta el centro de la Tierra y acaso se sobreentienda lo de las colas de cetáceos, las sombras de las orcas irrumpiendo en la playa autopista, la profundidad sin límite. Torsos, aletas, abismal marea a la alza.
De la desértica inmensidad peninsular nos queda por herencia el rojo herrumbre de los trenes. Mostrencos vagones de cortinaje escarlata donde yace el salón fumador y las mesas de juego devenidas en madriguera de teporochos. La voz en off hablaba del salinismo y las afiladas fauces de la hijoeputez neoliberal. Demacre del esplendor ferrocarrilero entre las arenas de algo parecido a Loreto o Constitución, las vías muertas con destino a la fosa común de los sueños.

Friday, June 09, 2023

Maguey centinela

 


 

Dentro de doce días, cuando irrumpa el verano, estaremos cumpliendo 20 años de vivir en esa casa. Junto a nosotros llegó una matita de maguey que plantamos en el jardín, a un costado de la ventana de la sala. El maguey creció y sus pencas arrojaron filosísimas espadas. Muy pronto se duplicó y entró a formar parte de nuestra cotidianidad, como una suerte de guardián o centinela de nuestro hogar. Justo en esta primavera, cuando está a punto de cumplir dos décadas exactas, los magueyes decidieron hacer brotar sus espigas que en náhuatl se llaman calehual o quiote. Con ellas brotará la flor y con la flor llegará el fin, su canto de cisne. Primero fue una tímida espiguita brotando entre las pencas, pero en pocos días, como en la historia de las habichuelas mágicas, la planta empezó a crecer y a crecer sin parar. Primero alcanzó nuestra terraza pero este día ha sobrepasado ya al techo de nuestra casa. Hemos leído que una vez floreando, el maguey se secará. Muy simbólico que ocurra exactamente a los 20 años. En cualquier caso, no deja de ser increíble y al mismo tiempo aterrador, la facilidad con la que hoy hablamos de dos décadas en nuestras vidas. Esta es por mucho la casa en la que más tiempo he vivido. La que le sigue es la casa de mis abuelos, en la colonia Miravalle de Monterrey, donde viví mis primeros ocho años de vida, o la casa de San Jerónimo, en donde viví siete. Hubo al menos dos depas, uno en Loma Larga y otro en el centro de Monterrey, donde apenas viví poco más de dos meses. Esta es la única casa donde Iker ha vivido desde su nacimiento. Cuando yo tenía la edad de Ikercho, ya había vivido en seis casas diferentes y me faltaban todavía cuatro más antes de llegar a esta, sin contar dos casas en donde fui huésped en Colorado y Nueva Inglaterra donde pasé tres meses y medio año respectivamente. Dudo mucho que en mi vida alguna casa vaya a superar a esta en longevidad. En este hogar vivió Morris sus últimos cuatro años, Canica vivió trece y el Pappo está por cumplir dos. El maguey quiere alcanzar el cielo son su quiote y se prepara para ejecutar su última danza coronado de flores


Thursday, June 08, 2023

Olvidar lo que he olvidado


 

Furtividad bajo palabra. Ocultar un salero y arrojarlo al otro lado de la casa de los Milmo. ¿O acaso ocultaba un encendedor en la capillita azul? La barda se derrumba. La casa de los Milmo es esencia pura Them. Welcome Home. Alguien me contempla desde otro lado de la barda.
Recuerdas el vinilo de Mercyful Fate sonando en el tornamesa. ¿Era Come to the Sabbath o Melissa? At the Graves o Never Ending Hill? Sonaba el vinilo. Los alcahuetos espectros cumplían con ser arena entre los dedos, sombras de duermevela.
Deep Purple no toca en Montreux sino en un piojoso hotel pordiosero de Rosarito. Alguien ha reservado un pase rayado con plumón a nombre de Guillermo Daniel. Sobre gradas de alfombra tatemada cuatro o cinco cholos fuman aburridos. Mi cigarro rueda en la alfombra entre un mar de colillas y polvo, pero el asco no es tan fuerte que me impida seguir fumando. Intento sin éxito en enviar un texto. Deep Purple no sale.
Digamos que hasta ahora lo único claro es la negra gabardina de cuero. La prenda forma parte de una santísima trinidad del closet. La chamarra larga, un rectángulo indefinible y alguna cosa que has olvidado sin remedio. Era uno de esos relatos sincronía en donde cada parte a su manera embonaba y tenía sentido. Aún subido en la barca de la duermevela ya imaginabas el orden de esas palabras, el párrafo casi tan perfecto y coherente como esa triple corona de la chamarra agujerada, el posible rectángulo y lo demás. Todo aquello que irremediablemente se derrite con el primer lengüetazo de luz sobre la cocina y el primer presagio de un domingo náufrago.
Olvidar lo que he olvidado, reparar en que la casa de espantos de 1976 ya no espanta a nadie, que Demian se pasa de mofletudo y el setenterísimo corte de su madre es un abuso al estereotipo.  
Irrumpió el Pacífico, abrazo voraz en los tentáculos de su resaca, revolcadero verdugo,  olas oaxaqueñas reventando en la blancura del sillón. Furiosos océanos de duermevela, capaces de hacerte despertar con los labios cubiertos de agua salada.