Eterno Retorno

Friday, January 30, 2004

En busca del reportaje que le clavó un cuchillo a la fugacidad


Humedad bajo palabra es el único de los textos de esta antología que no es, en el estricto sentido de la palabra, un cuento. Humedad bajo palabra es un reportaje narrativo que Cauolicán Astengo elaboró luego de recorrer las costas de Tijuana, en donde investigaba sobre la inminente instalación de unas plantas gaseras. Fue ahí donde conoció a Atilio Ramírez, un pescador prófugo de la arena y la sequedad eterna, que un día, a sus 37 años de edad, descubrió el mar y concluyó que había encontra-do el paraíso.
Caupolicán Astengo es nativo de Soto La Marina Tamaulipas, pero desde hace más de seis años reside en la frontera bajacaliforniana. Por lo que a mi respecta, le he aconsejado en más de dos borracheras que deje el periodismo para dedicarse a la literatura.

Cuando llamé a Pablo Hernán Restrepo para tratar de concertar una cita y hablar del proyecto de nuevos narradores impulsado por la Universidad de Baborigame, él no dudo en citarme en su lugar favorito: El Cinema Coliseo, un viejo edificio ubicado a un costado de la arena de lucha libre en la Avenida Colón de Monterrey. Pensé que Pablo Hernán quería ser fiel a la leyenda que se cuenta sobre su persona y no defraudar su fama de pornógrafo obseso.
Lo que más me sorprendió, fue que el hombre que encontré en la tercera fila del cine hipnotizado por una película del hard core italiano, fuera capaz de hablarme de Amado Nervo y Xavier Villaurrutia de la misma forma que disertaba en torno a los culos y lenguas de actrices porno. “Los infortunios del Licenciado Gamaliel”, según me dijo Caupolicán, se basan en las obsesiones de su jefe, un tecnócrata que navega con bandera de políticamente correcto.
Obsesionado por Bataille y Miller, Pablo Hernán cree que la imaginación prono es el único antídoto posible contra el aburrimiento.

Encarnación Leydelmonte

Los vicios de la historiografía


A Galaor Zuazua le critican con sospechosa insistencia su amor por la historia. Lo acusan de prostituir la vena literaria en aras de un rigor histórico propio de académico. Lo que sus críticos parecen ignorar, es que la historiografía de Galaor Zuazua es absolutamente literaria. De entrada, si por literatura queremos entender ficción, podemos tener la garantía de que todos los personajes de Zuazua fueron paridos por su imaginación. Y con esa suerte de ojo de Balzac que es capaz de mirar hasta el los sótanos del alma de cada personaje, Zuazua nos ha dibujado perfiles que por momentos (y que me perdone por el espontáneo brote de cursilería) me parecen hasta poéticos.
Galaor Zuazua nació en San Pedro de las Colonias en 1969 y aunque estudió ingeniería, siempre acu-dió a clases con un libro de historia que leía cuando el maestro comenzaba a aburrirle.
Aunque La Barranca del Zarehuame constituye toda una enciclopedia de literatura historiográfica (perdón por forzar a los términos a esta imposible convivencia) por obvias razones de espacio he decidido incluir únicamente las crónicas previas a la fundación de la Barranca, que sin duda es la mejor llave para abrir la puerta de ese universo llamado Galaor Zuazua.

Los prologos imposibles para unos narradores que cada noche me perjuran existencia.

I-
Los infinitos secretos que yacen en el fondo de una botella de Casillero del Diablo

La luz media del semáforo es de color ámbar. El nombre de mi amiga chilena exiliada en Los Cabos siempre me ha recordado ese color. Si una E cambiará por A, ese sería su nombre. Pero aún así encuentro similitudes. Amber María Aravena Santander es una luz que de un momento a otro se puede tornar verde y abrirte las puertas de su existencia para que descubras sus infinitos secretos. Pero en un minuto puede ser luz roja y su mirada fulminante bastará para arrojarte muy lejos de ella.
Suave ráfaga de viento y ojo de tormenta, Amber Aravena es un cofre de curiosidades.
La conocí hace unos años, un una playa desierta cercana a Loreto. Lo increíble es que en ese entonces, Amber jamás había ni por casualidad intentado escribir un testimonio sobre su vida.
Entre tragos de Casillero del Diablo hablamos de todas las cosas que pueden caber en la vida de una mujer a que a los tres años de edad salió de su país escondida en la cajuela de un auto y que ha vivido siempre al borde de caer dentro del abismo de si misma. Amber contempla el mar, Amber bebe vino y su pluma sólo arroja confesiones a un imaginario psicoanalista que aún no puede desnudar su alma.




II- La Princesa y el Dragón


¿Por qué empleó este título? Tal vez porque Belén Arzaluz me hace recordar a Alejandra, la protagonista de “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sabato. Esa naturaleza cambiante, esa sensualidad espía siempre oculta, que por momentos amenaza con escapar del escondite, es lo que me hace recordar a la enigmática porteña que se inmoló en las llamas.
O acaso sea su vocación de indagar en las fábulas de oriente, aunque según me platicó la propia Be-lén, la mujer que inspiró a la protagonista de Los ojos del Señor Liang es una migrante china que fue capturada en las costas de Ensenada con un grupo de más de 100 indocumentados de su país.
Los chinos permanecieron encerrados más de un mes en un gimnasio municipal de Tijuana, antes de ser deportados a su país. Belén, quien es reportera en Mexicali, tuvo tiempo de convivir con esta migrante china y por lo poco que pudieron entenderse, supo que estaba embarazada y que su destino era llegar a San Francisco. “Había en sus ojos un sufrimiento milenario, una melancolía que nada ni nadie hubiera podido arrancar en toda una vida”, platicó Belén acerca de la joven china.
Belén Arzaluz nació en Mexicali en 1978. Me ha dicho que el Señor Liang quiso nacer como una novela, pero yo me encargue de secuestrarlo y dejarlo en calidad de cuento.


Encarnación Leydelmonte



III- El murciélago de Wirikuta

En alguna de tantas correrías, mientras nuestros cuerpos brincoteaban bordo de un jeep que nos conducía de Icamole a Real de Catorce, Macario Montaño, uno de los mejores guías de esa ruta, me platicó de cierto escritor habitante del desierto potosino, que tenía la particularidad de rehuir la luz del día.
El narrador en cuestión, según me dijo Macario, habitaba en un tejaban a las afueras de la población de Cedral, en donde trabajaba como velador de un huer-to.
Entre los lugareños se narraba la leyenda de que el escritor era un vampiro al que la luz del Sol podía derretir en cuestión de minutos. Macario me aseguró que nunca nadie lo había visto de día.
Por supuesto, no pude resistir la tentación de ir a visitarlo.
Y así fue como una noche de primavera, vi por primera y única vez a Evaristo Aztiazarán. Confieso que imaginaba encontrarme con una suerte de dandy os-curo con delirios de Conde Drácula, lector de Stoker y Poe. Cual fue mi sorpresa al topar con un jipiosón treintañero, cuyo desgastado rostro le echaba bastantes años de más al engañoso cálculo de la primera impresión.
Evaristo deambulaba por el huerto bebiendo aguardiente de una botellita de plástico y vociferando al aire frases incomprensibles (después Macario me ex-plicó que según la gente, Evaristo hablaba con los espíritus) Aunque al principio pareció ignorarme, Evaristo acabó por ofrecerme un trago de su aguardiente cuya aspereza fue el precio que debí pagar por romper el hielo.
Ya entrada la madrugada, Evaristo me platicó de su novela autobiográfica titu-lada “Donde es el reventón”, en la que narraba cuando en busca de una tocada rockera emprendió con su novia Alejandra una travesía que lo llevó hasta ese desierto.
La segunda parte de su novela hablaba de las correrías que vivió con Alejandra en Real de Catorce hasta que una mañana, ella corrió despavorida gritando que la perseguía un jabalí. Su carrera terminó cuando se arrojó a una barranca. Nunca fue posible encontrar su cuerpo. Un mal viaje de mezcalina, me dijo después Macario, aunque Evaristo juraba que su novia había saltado a la otra realidad al más puro estilo de Don Juan Matus.
Cuando la llegada del amanecer se intuía en el horizonte, Evaristo interrumpió bruscamente la conversación y corrió a refundirse en su covacha. Apenas entre-abriendo la puerta, Evaristo me dio un montón de arrugados papeles. “Es el primer capítulo de mi nueva novela, se llama La alcahueta noche, alcanzó a decir sin asomar la cabeza.
Me sorprendió encontrar que su estilo no tiene en absoluto que ver con la novela gótica. También me sorprendió la vibra innegablemente autobiográfica pese a la primera persona y la forma en que el autor se burla de si mismo.
Desconozco si la mujer de la que habla existió alguna vez o si fue una de sus pe-yotiles alucinaciones. Desconozco cual sea la ruta de “La alcahueta noche”. Aquí incluyo únicamente lo que parece ser un primer capítulo, al que al final acabé viéndole cara de cuento.


Encarnación Leydelmonte

IV La pradera del subconsciente de Irenio Viqueira

Hay seres que parecen condenados a ser nómadas en las paraderas del sub-consciente. Personajes a los que no es posible arrancar de esa suerte de Biblio-teca de Alejandría que hay en sus mentes.
Y aunque en el caso de Irenio Viqueira Zeixas su biblioteca real es bastante grande, lo cierto es que el verdadero Aleph parece vivir en su mente.
En ella, Viqueria ha sido el creador de su propia mitología y dichos elementos, salpican cada una de sus narraciones.
Según me comentó, sus textos en torno a la epidemia Nid Högg se basan en se-cretos rúnicos, si bien confesó que son más los elementos de ficción que hay en esta historia.
Nacido en Casas Grandes Chihuahua, Irenio es un tipo que viajó a todos los confines imaginables cuando era un adolescente, pero desde hace seis años, permanece encerrado en su biblioteca
Todos sus libros están escritos a manera de disertaciones. En esta antología me permito incluir solamente tres, que apenas servirán como una mínima probadi-ta para asomarse a las tinieblas de las runas que yacen en la intrincada cabeza de Irenio.

Encarnación Ley del Monte



V El eterno cumpleaños de Ipanema

De antemano, debo confesar que me cuesta horrores poder hablar de Ipanema en forma fría e imparcial.
Me cuesta horrores, sí, pues no puedo leer a Ipanema como leo a cualquier otra escritora.
Tal vez deba únicamente escribir una burocrática reseña y decir que Ipanema Dávila Sandoval nació el 27 de marzo de 1976 en la Ciudad de Durango. Estudió Letras Es-pañolas en la Universidad de Coahuila en Torreón y recientemente comenzó una maes-tría en Sociología en la Universidad de Texas en El Paso. Es autora del poemario “En Espiral Hacia el Abismo” y de la novela corta “La Musa de los Albatros”. “Ipanema Cumple Años” es su primer libro de relatos.
No me pregunten si su libro es autobiográfico, no me pregunten si estamos ante las mil caras una mujer o si asistimos al relato secuencial de siete mujeres que se llaman Ipanema, aunque una es santa, otra es puta, una suicida, aquella mártir, que cumplen años y deciden celebrarlo de forma especial. Me costó mucho trabajo elegir uno de los siete cuentos para conformar esta antología. En literario ejercicio tin marín, resultó electo el de la puta. Pienso que debí tal vez incluir el de la santa. Da lo mismo. De todas formas estamos hablando de Ipanema.

Encarnación Leydelmonte


Thursday, January 29, 2004

Y dale con los cuentos...

Las sabanas del Decurryache son como una alfombra vieja y deslavada que los dioses zarahuakos sacaron de sus palacios y arrojaron al mundo para que el Sol la secara. Una alfombra sin color, llena de pelusas y alimañas voraces que tienen como única misión en la existencia estarse devorando unas a otras. El Decurryache es como el Infinito mismo un juego de espejos o las trampas del Mito del Eterno Retorno. Hay viajeros que aseguran haber andado jornadas enteras en línea recta durante va-rios días, al cabo de los cuales se encontraban de nuevo en el lugar donde empezaron el viaje. Muchos han entrado y se han perdido para siempre y según las leyendas que cuentan las abuelas en su lengua zarehuako, es común encontrarse fantasmas cabalgando que le preguntan a los viajeros por la salida y si nos les dan respuesta, los obligan a ir en ancas hasta que puedan encontrar un camino, lo cual nunca ocurre, por lo que se convierten en sus compañeros errantes.

Wednesday, January 28, 2004

Pasos de Gutenberg
Cinco mujeres
Juan García Ponce
Marea Alta- Lectorum

Por Daniel Salinas

El último día del año pasado, merodeando por los pasillos de la nueva librería Gandhi en Monterrey, me topé con una mesa sobre la cual estaba la obra completa de Juan García Ponce.
El escritor yucateco, nacido en 1932, había muerto tres días antes, luego de desafiar por más de 35 años los pronósticos de la medicina.
La Muerte, que después de todo es una gran promotora editorial, puso en los aparadores de las grandes librerías los textos de este narrador que desde una silla de ruedas dibujó el más exquisito universo erótico de la literatura mexicana.
En 1967, cuando García Ponce contaba con 35 años de edad, empezó a sentir los primeros síntomas de una parálisis y los médicos no le auguraron más de seis meses de vida.
Pero la imaginación del yucateco jamás se enteró que su cuerpo estaba desahuciado y contra viento y marea se dio a la tarea de seguir creando.
Algunos clientes merodeaban en torno a la mesa y los empelados se encargaban de informar puntualmente que eran los libros del escritor que acababa de morir.
Y fue de esa suerte de altar libresco en homenaje póstumo, de donde tomé “Cinco mujeres”, y con dicha lectura en las manos le dije adiós al 2003.
Luego del buen sabor de boca que me llevé con los dos volúmenes de los ensayos críticos “De viejos y nuevos amores”, me di a la tarea de rastrear la obra de García Ponce, pero confieso que nunca había encontrado un postre tan exquisito como “Cinco mujeres”.
Su lectura me supo como beber un licor dulce después degustar los platos fuertes. Cinco relatos cortos que como el título del libro indica, tratan cada uno de una mujer o mejor dicho, del universo erótico de una mujer.
Enendina, Julia, Vanya, María y Carmen, integran el perfecto pentagrama del deseo, un ritual de Eros que es a la vez tributo a autores como Klosowski y Nabokov.
Dos adolescentes, una joven y dos mujeres adultas conforman las cinco puntas de la estrella.
En la primera historia, un homenaje a Lolita en cámara rápida y con tintes de tragedia, García Ponce nos narra la historia de Enedina, una preadolescente de 12 años que se transforma en la obsesión del amante de su madre.
En la segunda historia nos habla de Julia, una joven aristócrata capitalina que al igual que la Juliette de Sade, apuesta por el deseo ampliamente recompensado. Este es por cierto el más carnal de todos los relatos.
La tercera mujer es Vanya, que representa el disfraz de bobería que hay en el deseo y su carácter efímero y mutante. La muerte del deseo cuando el objeto deja de ser inalcanzable para transformarse en propio.
María representa los infinitos rostros en que se desdobla el deseo cuando se le adereza con la imaginación.
Por último, Carmen representa la ilusión platónica, el erotismo como un ente casi etéreo. Un cierre casi fantasmal para esta cartografía de la sexualidad femenina que viaja desde los territorios de la carnalidad hasta las fronteras de lo espiritual.
A manera de recomendación, cabe afirmar que este pentagrama erótico es una excelente llave de entrada a la obra de este escritor fundamental.


La pastilla del día después

Dado que a partir de esta semana me dedico oficialmente a trabajar temas relativos a la salud de los tijuanenses, me he visto inmerso en la controversia generada en torno a la pastilla Vicka, llamada la píldora del día después, que hace la gracia de anular el óvulo fecundado siempre y cuando no hayan transcurrido más de 12 horas del arrumaco. Esta pastilla es ideal para aquellos casos en que la enamorada doncella, presa de un fervor uterino primaveral, haya olvidado tomar sus Mercilón o en caso de que el incontinente caballerito, no haya tenido morralla suficiente para comprarse siquiera unos Trojan. También es perfecta para cuando el caballerito en cuestión, haciendo alarde de una habilidad de gladiador porno, le haya prometido muy solemnemente a su doncellita: “No te preocupes, no te voy a embarazar, yo me salgo antes”. Y sin duda la ingenua doncella, creyó que su chambelán tendría el control total de cada una de las gotas de su semen y que el coitus interruptus prometi-do, se daría al cabo de una hora de viriles arremetidas. Pero ahí tienes que el timorato caballerito, eyaculador precoz por herencia y vocación, no logró completar tres minutos y cuando su amada ape-nas iba, él ya venía y sin siquiera alcanzar a salir a tiempo. Vaya chasco. ¿Es esa la manzana del placer? Por supuesto, el tarado jovenzuelo pretextará: “amor, es que me excitas demasiado”, mientras la insatisfecha doncella, sin poder disimular su encabronamiento, hace esfuerzos por limpiar los chorros de prematuro semen. Pero de nada valen los esfuerzos: el óvulo está fecundado. Para estos casos, tan frecuentes entre los jovenzuelos, nada mejor que tomarse una pastillita Vicka que le pondrá un alto al adelantado embrión que ya correría presuroso dispuesto a existir, ignorante el pobre de las miserias que le esperan en este valle de lágrimas.
Pero por fortuna, la Secretaría de Salud ya distribuye en Baja California la pastilla del Día Después que evitara a la calenturienta doncellita el ser la involuntaria madre de un niño que irá a parar a una guardería del IMSS, que tendrá un padrastro golpeador, que será abusado sexualmente y se convertirá en una alimaña social en su adolescencia que en el mejor de los casos se dedicará a robar estéreos para financiar su dosis de chiva o crystal, según sea su gusto.
Toda esta triste historia, tan común entre nuestros hormonales jovenzuelos, sirve para ejemplificar la utilidad de esta pastilla. Por un respeto elemental a mi Código de Ética, cuando estoy tratando un tema que genera debate, no expreso mi punto de vista, pero dado que la defensa del aborto es una de las banderas de mi vida, me veo obligado a aclarar mi muy personal posición al respecto- Como pe-riodista no tengo opinión. Yo simplemente informo sobre cuestiones de interés que generen polémi-ca. Como ser humano, esta es mi opinión al respecto:

Declaración de principios

Yo creo que el aborto debe ser absolutamente legal. Debe ser permitido en todos los casos y en cualquier momento del embarazo. No solo en caso de violación o malformaciones. Si una mujer no quiere tener un hijo, tiene todo el derecho del mundo a arrojarlo al caño. Será mejor que lo haga durante el embarazo y no cuando el mocoso haya nacido. Por lo demás, es común que los arrojen a basureros o que los golpeen hasta matarlos. Recientes casos fatales de maltrato infantil en Tijuana, me llenaron de tristeza y me hicieron pensar que mejor les hubiera ido a esos niños si los hubieran abortado. ¿Para eso quieren tener un hijo? ¿Para hacerlo pobre e infeliz? ¿Para desentenderse de sus cuidados? No lo entiendo.

El aborto no sólo debe ser legal, sino promovido y facilitado. Las instituciones de salud pública debe-rían practicar abortos gratuitos y fomentarlos entre las clases populares. A menudo, la gente más jodida e irresponsable, los desempleados y marginados son los que paren más hijos. Entre ellos preci-samente se debe promover el aborto como una opción sana y viable. Para completar lo no expresado aquí por falta de tiempo y espacio, se recomienda leer a Fernando Vallejo, El desbarrancadero y Rambla paralela. Lo expresado por este colombiano puede ser atribuido a mi persona. Es más, no están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero yo le dicté las novelas. Nomás no le digan a nadie.


PD- También estoy totalmente a favor de la eutanasia y la pena de muerte, pero luego le entramos a esa machaca.

Y sigue la mata dando con los cuentos. Acá va otro comienzo de relato que estoy pasando en limpio. Este cuento lo escribí el 30 de diciembre de 1999, en medio de la paranoia del Y2K. Yo se que en términos de lectura, lo más popular en un blog son los agarrones entre blogueros y lo más impopular, es escribir cuentos o poemas. Ni pex. A mi últimamente me ha dado por sacar cuentos del sótano.


Pick Nic III Milenio

Todo amenaza entonces con estallar, no puede sosegarse, simplemente, no se está. Drena a mil por hora, le arden la piel y las ideas, los deseos se vuelven anárquicos. Subconsciente arremete, danza exhibicionista, le exige algo así como un fetiche, un artefacto cualquiera con que derramar el sentido, el sabor a café y los kilos de menta en lo que aparece el mensaje.
Sudor, tasa fría, taquicardia, transfer interrumpted, file not found. Ya se alza sobre las tinieblas el Sol del último día. Cuidado: toda nueva luz es una amenaza de aterrizaje, tenazas que exprimen elixir de somnolencia en sus ojos. La almohada lo aborta, es áspera, sudorosa, hace corto circuito. Quedan dos sorbos fríos en la cafetera y dos rayas que deben ser aspiradas antes de raspar suelo.
La silla tiene chicle y el monitor, después de dos días de ser universo existencial, arde como un comal.
Cuatro días, estudio, calefacción, la PC y un pandemonio de mitológicas aberraciones enredadas como moscas en la telaraña aguardando en casa para él.
Se lo dijeron la mañana del 28, cuando un par de aspirinas trataba infructuosamente de colocar la cruda en plano neutral y claro, pensó que era una inocentada, malas bromas del Lic. que hasta el día 25 en la mañana lo hizo ir a terminar con el Expediente Campbell.
Pero no, la cosa iba muy en serio; el Lic salía para Sidney esa mañana a ponerse una peda en un avión que le daría la vuelta al mundo para celebrar el fin de Milenio en varias plazas del Planeta y dejó dicho el despacho, se cerraba, “así como lo oyeron, sin explicaciones, hasta el día 3 de enero, no quiero sorpresas, los hackers van a estar como jauría hambrienta, lárguense, son libres.
Le costaba creer las instrucciones de su jefe, pero el 29 en la mañana comprobó con sorpresa que en efecto, se había marchado y las ordenes de cerrar la oficina eran terminantes. Él mismo puso llave a la oficina y la idea de tener frente a él cuatro días libres le resultó inconcebible. Lo lógico sería apro-vechar para viajar, antrear un poco, pero... ¿para qué? mejor diseñar un superpaquete solitario, un picknik de fin de Milenio sin salir del estudio para esperar la llamada.
Ya en la calle iba haciendo mentalmente la lista de de ingredientes del supercamping: : Tres botellas de litro de Diet, la Hustler edición de enero, la cámara digital, una botella de Chivas, un bote de catovit y tres gramos de coca que fue a conectar en las inhóspitas laderas de Héroes Ferrocarrileros. Café y válium había suficiente.
Llegó al estacionamiento de su condominio; seguros, bastón, alarmas y se fue ascensor arriba, piso 12, entró a su apartamento y cerró la puerta con la firme convicción de no abrirla en cuatro días.
Ahí estaba su piso, su soledad, todo su paraíso.

Desde que trabajaba en el despacho pasaba en casa las horas apenas suficientes para dormir y fueron las noches que se le fueron en vela, en el messenger con Cayita y más tarde con Almir o Felicidad. Nunca era suficiente; al llegar el amanecer tenía que decir adiós, darse el duchazo de agua fría y salir volándose rojos, atragantándose con el termo de café negro, ahorcándose con la corbata en el elevador todo para llegar y encontrar el correo electrónico atiborrado de mensajes, la mesa de pape-les y los gritos del Lic. en el teléfono.
Así se le iban 16 horas. Por la noche, quien nunca fallaba en el messenger era Cayita. Parecía que lo observaba desde el balcón. La puerta del estacionamiento subterráneo se abría, dejaba el auto a toda prisa y los segundos en el elevador le parecían insoportables. Al encender la computadora, Cayita in-variablemente estaba “on line”.
Cayita vive en el Piso 6. Hace once meses se encontraron por casualidad en el elevador, pero no se di-jeron una palabra. Esa misma noche, cuando él estaba en animada charla cibernética con Felicidad, apareció un recuadro en la pantalla: Cayita desea agregarlo a su lista de contactos. Aceptó.
“¿Me recuerdas? Soy tu vecina, nos acabamos de topar en el elevador. Nada en especial. Sólo platicar un poco y contarte de mi vida, digo, si es que te interesa”. Desde entonces no ha habido un solo día en once meses en que no conversen, aunque nunca, ni por casualidad, han vuelto a verse. Cayita dice que será mejor no conocerse. Nuestros cuerpos pueden prescindir del odioso tacto.

Tuesday, January 27, 2004

Como hoy anduve trabajando en el rollo de la píldora del día después, pensaba abrir en Eterno Retorno el ordinario debate en torno al aborto.
También pensaba plantear la duda sobre la validez de escribir en pleno Siglo XXI una novela usando el estilo del Siglo de Oro español. Pero nomás no tuve tiempo y ahora ya debo irme. Mañana se hace la machaca...

Me he dado a la tarea de rastrear cuentos que tengo escritos por aquí y por allá para pasarlos en limpio y juntarlos en un solo volumen. Tengo como unos 14 cuentorrios que andan por ahí volando en cuadernos o pasados a medias a máquina. Tengo también un chingo de cuentos incompletos también. Ayer me topé con éste. Incluyo sólo los primeros párrafos, pues el resto no lo he tecleado.

Crónicas de la Rebelión de los Carpynchos y la Fundación de la Barranca del Zarehuame

Dicen que en la Barranca del Zarehuame a los que no estamos locos, se nos bota la canica cuando platicamos con gente de otros lados. En todo el país la gente nos reconoce. Dicen que por la cara, por el acento y sobre todo por esa propensión a escupir incoherencias e interrumpir a la gente cuando habla. También dicen que hablar español nos cuesta horrores así que es imposible que aprendamos alguna lengua extranjera, pues el Zarehuako que todavía hablan algunas viejitas, se sostiene en una reducida sopa de adjetivos.
Yo no se si sea cierto eso de que estamos orates porque cuando recién fundaron la Barraca del Zarehuame sólo había cuatro familias que a la vez eran una familia grande y los primeros años fueron de puro cogedero entre primos, hermanos, tíos y sobrinas.
De hecho, la gente que sí es originaria de la Barranca, comparte nada más cinco apellidos y todos los tenemos mezclados. Casi todos nos apellidamos Teresa, Carryche y Ascencio y los que son de orígen indio puro, o sea auténticos naturales de la Barranca se apellidan Zarehueche y los que son descendientes de corsarios se apellidan Arrobarena.
Todos coinciden en que el descubridor, fundador y patriarca de la Barranca del Zarehuame fue Salatiel Carryche, que vivía en el puerto de la Santísima Ascensión de las Tinajas y se dedicaba a cazar pecaríes y osos hormigueros en las sabanas del Decurryache. Continuará...

Billete roto

Hoy al medio día, llegué yo muy campante al auto cajero de Bancomer de la Plaza Financiera con la intención de retirar una feria en efectivo. Y he aquí que la muy pérfida maquinucha, tuvo a bien darme medio billete de 100. No un billete medio rotito o rayado. Ni madre. Era un pinche billete partido a la mitad. Jija de su reputísima madre. Lo que no quería era estacionarme, pero ni pedo de regalarles dinero a los pinches banqueros, así que ahí voy a buscar donde parar la nave (obviamente todos los sitios estaban hasta el culo de carros) Llego al banco con mi cara de perro, pero aún dispuesto a dialogar, pero la cabecita de termo del gerente cara de sapo encorbatado se quedó sin ideas ante la visión del billete. El muy bastardo se atrevió a sugerir amablamente que era mi culpa, tal vez yo había jalado muy duro el billete. No señor, el billete salió partido a la mitad, le contesté. Arregle su pinche máquina hedionda. Y tal vez intuyó por mi cara de jabalí bufante, que estaba a punto de zorrajarle una patada. Lo más fácil era que se cayera con los 100 morlacos de su bolsa y se dejara de chingaderas. Pero, el pendejo optó por retar mi paciencia y decirme que enviara una carta a la dirección exponiendo mi caso para que analizara la posibilidad de devolverme los 100 pesos. Honestamente no me voy a poner a redactar una carta e ir y venir al banco para recuperar 100 morlakos. Gasto más en estacionamiento y gasolina. Pero no le pienso regalar un peso a los malditos bancos usureros. Mejor se los regalo a un tecato de la línea. Pero ni madre que le regalo a algo a esos hijos del Fobaproa que tienen al país agarardo de los huevos. Por lo pronto, ya publiqué una nota denunciando el hecho y mañana les escribo una carta plagada de insultos par que me devuelvan mi feria. 100 pesos pueden ser un disco de la Ciruela, una botella de Nebbiolo, dos six de Cerveza Tijuana, medio tanque de gas. Ni madre que se los voy a andar regalando. Ellos no saben lo que es tratar con un regio cuando hay dinero en juego.

Monday, January 26, 2004

Dice Palau que dice Xavier Villaurrutia: Hay que perderse, es preciso hacerlo para dar al fin con uno mismo. Ni escribir ni leer. Un único viaje inmóvil alrededor de esta alcoba habitada por las sombras. Travesía sin nombre que se tornará búsqueda, indagación, pacto.
Yo nomás no puedo. Solo tal vez, pero sin libros está cabrón, sin pluma también y sin sexo más.


Un poco de Cioran para alegrar la noche

Cuando no hemos tenido la suerte de poseer padres alcohólicos, debemos emborracharnos toda la vida para compensar la abrumadora herencia de sus virtudes.

Si exprimiéramos el cerebro de un loco, el liquido obtenido parecería almíbar a lado de la hiel que segregan algunas tristezas.


Sólo se descubre un sabor a los días cuando se escapa a la obligación de poseer un destino.

Lo real produce asma. Esa necesidad de remordimientos que precede al mal o mejor dicho, que lo crea.

No podría soportar un solo día sin esta claridad de mi locura que a diario me promete el Juicio Final para el día siguiente.


Nací en un tiempo en que la mayoría de los hombres había perdido la creencia en Dios, por la misma razón que sus mayores la habían creído: Sin saber por qué. Pessoa-

No tengo esperanzas ni saudades, sabiendo lo que ha sido mi vida hasta hoy. Este último también es Pessoa

Es de noche, estoy acá de guardia en mi trinchera periodística y luego de recetarme dos veces seguidas el disco de Iced Earth en Atenas, ahorita me estoy fletando un Led Zeppelin para no variar mis costumbres nocturnas. Dancing Days y ahorita sigue Moby Dick en versión de 19 minutos. Un bataqueo de Bonzo Bonam de antología. Lástima que te gusto tanto el vodka mi Bonzo. Hacen falta tus tamborazos. Por ahora mis oídos se deleitan.

Entre Andrés Neuman y los compas de Nuevo Periodismo, no me queda otra que escribir una chingada autobiografía. Aquí va un intento. A ver que tal.

Hubo un momento en mi vida en que pensé que era justo y necesario empezar a escribir una autobiografía. Consideré que había vivido tantas cosas, que bien merecían la pena ser contadas. Yo tenía entonces siete años de edad y la plena seguridad de que mi existencia era interesantísima. De hecho esa fue la primera vez que me dio por escribir una historia y consideré que la mejor y más interesan-te era la de mi vida.
Por mi madre me enteré que las historias que narraban vidas, se llamaban biografías y que si era uno mismo quien las escribía, entonces debían llamarse autobiografías.
Empecé a redactar la fascinante historia en un cuaderno de color azul, pero a la hora de agarrar el lápiz me di cuenta que la historia de mi vida no era tan larga ni era capaz de ocupar un libro tan gordo como yo pensaba.
Lo ordinario sería empezar con una burocrática fecha que indique que nací el 21 de abril de 1974 en Monterrey Nuevo León, producto de un amorío furtivo entre dos estudiantes preparatorianos de 17 años, que no tuvieron a bien enterarse que en los años setenta ya existía la píldora y el condón.
De mi infancia, mi recuerdo más nítido es el enorme jardín de la casa de mi abuela, en donde viví hasta los ocho años y en donde tenía la plena certeza de que podía caber el mundo entero y en cuyos árboles podía ocurrir cualquier prodigio mágico.
Fue también a los siete u ocho años cuando visité por vez primera la redacción de un periódico. El edificio del Periódico El Norte ya se encontraba en ese entonces en la equina de las calles Washington y Zaragoza. Mi madre, que era estudiante de Comunicación, trabajó ahí brevemente, no creo que más de seis meses. En ese entonces no me imaginaba que yo, que ni siquiera fui comunicólogo, sino licenciado en Derecho, acabaría por ingresar a trabajar a esa misma redacción un 5 de junio de 1997.
¿Qué hace un abogado trabajando de reportero? Me han hecho y me he hecho esa pregunta infinitas veces y en cada una respondo algo distinto. Hoy prefiero quedarme con la duda.
La cuestión es que desde ese día hasta la fecha (son las 20:17 y estoy de guardia en la redacción escribiendo esta carta) me dedico de tiempo completo al periodismo escrito. Cada alegría, cada coraje y cada centavo ganado en estos años se lo debo a este oficio.
La gente también me pregunta cómo fue posible que un 21 de marzo de 1999 me fuera de El Norte y de mi ciudad natal para venir a radicar a Tijuana para empezar a trabajar en la fundación de un nuevo periódico. También he dado todo tipo de respuestas (disculpen, pero yo estoy más acostumbrado a hacer preguntas que a responderlas) La cuestión es que la madrugada del 25 de julio de 1999, está-bamos frente a las prensas sacando el primer ejemplar del periódico Frontera. El tiempo es humo que se diluye en un abrir y cerrar de ojos. Mañana saldrá a las calles de Tijuana el número 1505 y yo sigo en aferrado a mi trinchera, tundiendo teclas.
Y aunque aquí me pagan por hacer reportajes de investigación sobre temas duros, tengo una hormona de periodista cultural que nunca me ha dejado en paz. Por ello y por puro y simple amor al arte, escribo cada domingo una columna de comentarios sobre libros en el suplemento cultural Minarete. La columna se llama Pasos de Gutenberg y aunque estoy más que consciente que es la parte menos leída de mi trabajo, es la más constante y no peco de hipócrita si digo que es la que más quiero. Además, vaya a donde vaya, junto con la cámara y la grabadora siempre llevo un libro en la mano.

Y como dijo Iced Earth (escucho su disco en este momento) This is the Path I Choose

- Sobre la edad adulta. El viejo dilema del Fausto y Mefistófeles -

Leo y reflexiono sobre lo que escribe Julio Sueco en torno a la edad. Vaya karma. “Hay una edad para todo, vive tu edad, no estás en edad”. Y el pinche tiempo tiene prisa. A cierta edad eres demasiado chico para entrar a un antro y pretender a una morra. Muy pronto, en un abrir y cerrar de ojos, eres demasiado viejo para estar en ese antro y eres un rabo verde asalta cunas si pretendes a una morrita.
Si tienes 14 o 15 años, la chica de tus sueños, que tiene tu misma edad, estará soñando con un tipo de 19 o 20 años, al que tú miras como un señor. A esa edad quieres entrar a un antro y te las arreglas para sacar una licencia falsa y tratar de engañar al guardia de la puerta. A esa edad llevas una cuenta exacta (casi siempre con los dedos) de tus experiencias sexuales, mismas que magnificas como haza-ñas ante tus amigos. 15 años después, (15 años que se pasan volando), te empiezas a ver o sospechoso en la barra de ese antro. En el mejor de los casos serás un ruco buena onda. La morrita de 19 años pretenderá un tipo de 22 o 23 años y tu le resultarás demasiado maduro . Hace mucho has perdido la cuenta de tus experiencias sexuales y en lugar de presumirlas, hay algunos episodios eróticos de tu pasado que ocultas por temor a ensuciar tu reputación.


La sociedad y sus parámetros son quienes definen el rol generacional. De eso no me queda la menor duda. Aquí en Tijuana la sociedad es bastante tolerante y ecléctica con eso de las edades. Vaya, en Tj una persona de 40 años no se queda con las ganas de salirse a rolar a un antro ni se ve mal que lo haga. Hay muchos noviazgos adultos y el arte del ligue y el coqueteo se sigue practicando entre gente que dejó la adolescencia hace muchos años. Vaya, basta con dar un rol por la barra del Sótano Suizo o cualquier antro de Tijuana y contar cuantas personas hay de 35 o 40 años. La verdad yo veo muchas.
En Monterrey la sociedad es mucho más represiva en lo que a tu rol generacional se refiere. Si tienes más de 27 años y no te has casado, empezarás a oler mal, muy mal y la gente hablará pésimo de ti. No se ve bien que acudas a antros en plan de soltero y lo que se espera es que a tus 29 o 30 años tu rol social se desarrolle en bautizos, piñatas de los amiguitos de tu niño, fiestas formales de la oficina o cuando muy reventado, la despedida de soltero de tu compadre quedado de 32 años.
Por ejemplo, ahora que acabo de estar en Monterrey en Navidad, comprobé que la enorme mayoría de mis compañeros de primaria y secundaria, generación 74 aclaro, ya están casados y con hijos. Aquí en Tijuana, la mayoría de mis contemporáneos generacionales siguen gozando al máximo su soltería (y nada indica que piensen dejarla próximamente). En Tijuana hay muchas más alternativas de vida y diversión para un soltero de más de 30.


Por lo que a mi respecta, sigo tendiendo mi reducto de adolescencia en lo que a gustos musicales se refiere. Aunque el metal no es lo más actual del mundo en términos comerciales, yo no me siento en absoluto cohibido o desfasado cuando se trata de clavarme a un furioso slam en una tocada. Y auque muchas de las bandas que oigo ya pintan canas, también compro muchísima música nueva (Children of Bodom, una banda finlandesa que escucho demasiado, está integrada por mocosos que estaban en pañales cuando yo ya tenía mis discos de Iron Maiden y Quiet Riot) Me gusta la parafernalia radical y aún están pendientes algunos tatuajes que deseo hacerme. Odio la formalidad en el vestir y me ahuevan las aburridas bandas propias de treintañeros (léase Coldplay y similares) Pero en otro sentido soy todo un señor responsable. Me casé a los 24 años, la edad promedio de un regio y hace un buen rato que me aburrí de los antros, por la sencilla razón de que ahí ya agoté la fuente y ya descarté la posibilidad de encontrar el sentido de la vida en un tugurio. Soy monogámico y hogareño (peor para mis vecinos que deben tolerar el metal) y aunque me aburre horrores la formalidad del mundo adulto, confieso que me deprimen los treintañeros que viven con sus padres y tienen el descaro de sablearles lana para salir a la Plaza Fiesta a buscar a la doncella de sus sueños. Pero en fin, cada quien su abarrote. El hombre siempre pensará que no vivió lo suficiente y que la juventud es un paraíso perdido e irrecuperable. No por nada, el Fausto de Goethe es la obra cumbre que toca el mayor drama psicológico del occidental. A cierta edad, le venderías hasta el culo a un Mefistófeles a cambio una dosis de primaveral espíritu adolescente.