¿Es la estrella de Belén eso que brilla? No, es Bajo la luz de una estrella muerta que apenas ayer ha llegado a Baja California y ya se encuentra en librería El Día. Pronto sin duda estará en librería Sor Juana y con quien quiera apuntarse a tenerlo en su mesa. Hasta ahora este ensayo sólo se había vendido en la FIL de Guadalajara, pero desde ayer ya hace de las suyas en tierra tijuanense. El compromiso es que el año entrante esté en todas las Educal del país, pero por lo pronto yo me aseguraré que role por la península. Este libro trata sobre nosotros, los lectores, especie en extinción que resistimos en la trinchera peleando la contra. Su columna vertebral parte de unas cuantas interrogantes: ¿Sería posible un mundo sin lectores? ¿Somos acaso los últimos sobrevivientes de una estirpe? ¿Estamos irremediablemente condenados a extinguirnos? En sus páginas puede usted descubrir a una ociosa facebookera llamada Emma Bovary, encontrarse a don Alonso Quijano cabalgando al Comic-Con de San Diego o debatir si el videojuego es el nuevo arte renacentista y los booktubers los nuevos críticos literarios. Lo advierto: aquí no hay academicismo alguno. Es un ensayo vivencial, escrito a corazón abierto, el testimonio de un terco que se aferra a la lectura como el más perfecto y sofisticado acto de reinterpretación de la realidad. Además, aunque suene a papá cuervo, he de decir que los tolucos editores del FOEM se han pulido con la edición. Les ha quedado bonito el condenado. Llévelo, llévelo. Navidad es tiempo de estrellas. Vivas o muertas, qué más da. Igual nos alumbran.
Pd- ¡Arribaaa los Tigueereeess!
Saturday, December 24, 2016
Wednesday, December 21, 2016
Un ignoto Mar Caspio reducido en mis recuerdos a burda nomenclatura de unidad habitacional. Un caballero Galaor ilustrado y un cómic angelino de hojas blancas contemplado desde el segundo piso de Anzures. Premios pichicateros y una feria de libros pobres en la cochera de la casa. Las escenas de acción irrumpieron con el carricoche apocalíptico que encendí sin llave, a puro tacto y deseo, desafiando curvas y gravedades entre la abrupta desolación de una nave industrial posterior al Armagedón.
Reparar en la culpable desnudez mientras busco baño o farmacia en la oscuridad de la Avenida 20 de Noviembre. Sólo una camisa azul de botones, un calzón a medio bajar, pantuflas negras y la certidumbre de ser acechado por una patrulla lista para encuadrarme entre los prófugos de la estancia o el psiquiátrico. Entre las tinieblas brilla la luz macilenta de un restaurante de mariscos sin duda podridos, yacientes entre talleres mecánicos de puertas cerradas. Es la 20 y el herrumbre ontológico se impregna en las arterias. Esencia pura de desolación y desamparo, desparramando culpables magueyes en el monte, preguntando a un viene-viene la exacta ubicación del final de la noche.
Sunday, December 18, 2016
Vientos de Santa Ana y En la mira en la Escalera al Cielo
Sergio González Rodríguez ha sido a lo largo de mi vida una suerte de faro literario y no pocas veces sus recomendaciones me han llevado a lecturas de esas que dejan huella y tatuaje. Así las cosas, mentiría si dijera que no estoy emocionado de ver a mi noveluca Vientos de Santa Ana subir por la Escalera al Cielo en su ya clásica lista de diciembre con los libros del año en Reforma. Por cierto, Sergio fue la primera persona que escribió una reseña sobre el Ventarrón en la pasada primavera. Para acabar de alegrar la mañana, descubro con sorpresa que en la lista aparece la colección En la mira, impulsada por el visionario editor Rafael Rodríguez en donde mi balcánica novelita Predrag comparte la vecindad con nueve talentosos colegas. Tan contento me he puesto, que hasta he olvidado que la línea para cruzar a San Diego, en donde yacemos en este momento, anda en plan criminal. Cuando el barquito de papel llega a un puerto así, es cuando te das cuenta que el arado en el mar ha valido la pena. Después de pasear por esta escalera celestial, como que se antoja escuchar Led Zeppelin.