Eterno Retorno

Saturday, March 26, 2022

Fui concebido en el Año del Búfalo

 

 

Nací en el Año del Tigre pero fui concebido en el del Búfalo, inmerso en un derroche de utopías. Claro, después de leer esta alucinante novela de Javier Pérez Andújar, reparo en que ese búfalo chino no se parece en nada al apacible buey acuático de labranza, sino más bien a un bisonte o un cafre africano en desbocada carrera por un caleidoscopio de psicofonías. Un bisonte  cabalgado por un Leopold Bloom o un Georges Perec después de meterse una tacha y destapar la válvula del subconsciente y barrer las polillas de una hemeroteca. Hoy al mediodía, en el marco inaugural de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán,  estaré platicando con el escritor catalán Javier Pérez Andújar, ganador del Premio Herralde, sobre esta demencial novela que exige una buena dosis de complicidad de parte del lector. Vaya, El Año del Búfalo te saca de tu zona de confort y pone a bailar en frenético ritmo slamero a tus más improbables conexiones neuronales.  Créanme: This is Jarcor.


Wednesday, March 23, 2022

Misterios y enigmas nos hereda el Duque- El club de lectura de David Bowie

 


Algo particularmente fascinante dentro  de la aventura de ser lector, es saber que no hay dos veredas de lectura idénticas. Existimos millones de lectores en el mundo, pero la lista de libros que has leído a lo largo de tu vida es solo tuya. Si en tu existencia te has chutado (digamos) unos 2 mil libros, la única certidumbre es que nadie en el mundo más que tú comparte exactamente esa misma alineación de lecturas.  Ni hablar del orden, las combinaciones y las circunstancias en que los leíste y el efecto que causaron en ti. Poco antes de morir, el Gran Duque Blanco David Bowie hizo pública la lista de los cien libros que marcaron su camino de vida y modificaron su manera de ver el mundo.  Bowie fue, ni duda cabe, un grandísimo lector si bien su lista de cien libros es (como todas las listas) divinamente subjetiva e irregular. Entre sus favoritos hay clásicos atemporales e inmortales pero también prescindibles productos de su época  de esoterismo setentero. El periodista musical británico John O’Conell  ha publicado este libro llamado El club de lectura de David Bowie en donde ofrece un breve comentario sobre cada uno de los cien libros mencionados por el Duque. No se trata (por fortuna) de una reseña sobre la obra en sí, sino de un breve contexto en torno a la manera en que dicho libro influyó en David Bowie, el momento de su vida en que lo leyó y en qué canciones se  ve reflejada su influencia o más bien con qué rolita marida la lectura en cuestión. Así las cosas, de acuerdo con O’Conell La naranja mecánica de Burgess se ve reflejada en el clásico Suffragette City; El extranjero de Camus en Valentine’s Day; Lolita de Nabokov en Little Bombardier; La conjura de los necios de Toole en Uncle Arthur; 1984 de Orwell en Big Brother;  La Ilíada de Homero en Wishful Beginnings; El loro de Flaubert de Barnes en Who can I Be Now; El gran Gatsby de Fitzgerald en Can you hear me; En el camino de Kerouac en Outside; El Maestro y Margarita de Bulgákov en Diamond Dogs;  El Infierno de Dante en Scary Monsters and Súper Creeps;   Madame Bovary de Flaubert  en Life of Mars y así. Muchos de los libros que encantaron a Bowie también me encantaron a mí, pero hay otros que nunca he leído y dudo que algún día vaya a leer. En torno al maridaje de las rolas, ignoro hasta qué punto sean deducciones por la libre de O’Conell  o si obedezca a un  verdadero trabajo de investigación. En cualquier caso es muy divertido seguir el rastro de sus lecturas en su música. Soy un lector y como tal, me encanta que otros lectores me compartan los libros que los hicieron enloquecer. Eso sí,  la mayor interrogante y aparente injusticia, creo yo, es que entre esos cien libros enlistados por Bowie no aparezca El Buda de los suburbios de su amigo Hanif Kureishi, al cual le compuso incluso una banda sonora para su adaptación a serie. The  Buddha of Suburbia es el decimonoveno álbum de Bowie y está inspirado en una obra literaria que no aparece entre sus cien libros. Vaya, es la única obra literaria cuyo título está inscrito en su discografía. ¿Por qué no la incluyó en pódium de los cien?  Misterios y enigmas nos hereda el Duque.

 

Monday, March 21, 2022

¿Por qué no me cae bien Benito Juárez?

 


¿Por qué no me cae bien Benito Juárez? Debe ser por mi rechazo a cualquier dogma de fe. Para mí, ser librepensador es enamorarse de la duda, del cuestionamiento, de la dimensión humana y no divina.

Soy un liberal y si hubiera vivido en 1857 sin duda habría apoyado las Leyes de Reforma, pero aun así creo que Miguel Miramón, con toda su mojigatería católica a cuestas, fue un mejor ser humano que Juárez y que Maximiliano, a diferencia del de Guelatao, sí que era un verdadero librepensador. ¿Les parece contradictorio de mi parte? A mí no me parece. Si me declaro ateo desde hace más de 30 años es porque detesto los dogmas y Juárez nos fue impuesto como un evangelio por el sistema educativo priista. Un ser infalible, hierático, pétreo como un ídolo azteca. La enseñanza oficialista no admitió sudor ni piel humana sobre el bronce. La perorata de asamblea patriotera debió ser aprendida de memoria, a chaleco, sin posibilidad de duda. Los masones lo defienden con el mismo fanatismo idólatra con que un numerario del opus dei defendería a Escrivá de Balaguer. Ahí no hay libertad de pensamiento; hay dogma y eso a mí me da asco. Francamente me gustaría que la memoria de Juárez dejara de ser una simple perorata de superación personal. Lo único que a medias machacan millones de niños mexicanos en la primaria es que un humilde pastorcito zapoteca llegó ser a presidente de la República. De mucho más no se habla. Repiten su frase y colorín colorado.

Su condición de santo patrono de la historia oficial le ha hecho muchísimo daño a Benito. Más allá del controvertido McLane-Ocampo, del apoyo militar de los Estados Unidos y de su aferre obsesivo al poder (de lo que podríamos pasarnos días hablando) me sorprende la adaptación a posteriori que se ha hecho del mito de Juárez transformándolo en bandera indigenista por su origen, cuando el de Guelatao fue más bien un creyente radical del mestizaje, al que veía como el gran motor de la historia mexicana que acabaría por asimilar y fundir por igual en el progreso a indígenas y criollos. Al final, la Ley de desamortización de bienes perjudicó tanto al clero católico como a las etnias. En esa ley, para no ir más lejos, está el origen de la guerra del Yaqui.

En vez de celebrar al “infalible” e “incorruptible” Juárez, este 21 de marzo prefiero celebrar a la gran generación liberal del 57. A esos grandes todólogos curiosos que lo mismo fueron poetas, que periodistas o astrónomos. Celebrar a los padrinos ideológicos como José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías, o a las mentes ilustres como Ocampo, Guillermo Prieto, el Nigromante, Manuel Payno, Vicente Riva Palacio, Francisco Zarco o mi paisano Mariano Escobedo. Aunque cueste trabajo creerlo, algún día la República fue conducida por austeros escritores, periodistas, científicos y poetas, todos ellos destacadísimos y adelantados a su época.

Tantas mentes ilustres opacadas el ídolo de barro.