Eterno Retorno

Saturday, June 04, 2005

Una vez que está parado frente a los escombros de las torres, el reportero vuelve a preguntarse qué diablos le aconsejaría Ryszard Kapuscinski si estuviera ahí, en medio de ese enjambre de comunicadores venidos de todos los confines de la tierra.
Piensa en ese olfato de sabueso que tiene el polaco para saber alejarse del punto en donde miles de colegas creen encontrar una respuesta a su sed informativa, e ir a buscar la noticia en la indescifrable geografía de un rostro marcado por el horror bélico.
Sobre la calle Greewich se han apostado centenares de camiones, cada uno dibujado con el logotipo de un canal diferente, en cuyo techo siempre hay un enviado especial que pone su mejor cara para darle al mundo los últimos reportes oficiales. La imagen de fondo, en todos los casos, es la reducida panorámica de los escombros de la Torres Gemelas que alcanzan a divisarse a unos 100 metros desde la calle improvisada como sala internacional de prensa.
Es la tarde del 15 de septiembre y el reportero sabe bien que está ante la misión más grande que se le ha encomendado en los siete años que tiene de dedicarse al periodismo escrito. Pero cuando viene a su memoria Ébano y trata de reconstruir la descripción de un paupérrimo mercado africano, se da cuenta que odia la idea de haber venido a cubrir y decide entonces descubrir.
Comprende que su lugar está muy lejos de la zona cero y que para bucear en lo más profundo de la herida aún sangrante, debe ir ahí a donde están los más pobres, los miles de inmigrantes a los que de un momento a otro se les derrumbó la torrecita de esperanza que habían logrado construir.
Ahí encuentra los relatos de los incontables seres sin nombre que empeñaban su existencia limpiando el cristal de un rascacielos, yendo y trayendo encargos desde el mundo subterráneo hasta el piso 123, sin que sus patrones acertaran siquiera a preguntarse si detrás de ese rostro enigma, existió alguna identidad.
Es entonces cuando siente que de verdad entiende las palabras de Ryszard: Los reporteros pisamos la tierra y andamos entre la gente, de ahí la tarea de reflejar los problemas humanos de la existencia cotidiana.
Ahí, en las esquinas de la Calle 116 o en los andenes del metro en Queens, va llenando una alforja de testimonios. Mexicanos prófugos del error de diciembre, hondureños que no habían nacido cuando estalló la Guerra del Futbol y a los que el Huracán Mitch arrojó al piso 100 de un rascacielos, argentinos que presentían el cierre del corralito, colombianos que no querían sumarse al 20 por ciento de desempleo que les regaló el gobierno de Pastrana. Todos con una historia que a su vez le sabía a destino y fotografía de un continente. Todos, con algún ser querido que en un segundo se había transformado en polvo. Así va construyendo su cobertura y envía a Tijuana varios kilos de relatos
Bajo los escombros, mirando a los ?Topos? diluirse por en espacios de centímetros entre brazas ardientes, siente volver a vivir cada una de esas jornadas que se le han ido en Tijuana.
Herencia de un siglo de guerras, migraciones Piensa en todo lo que puede escribir con tan solo mirar a los ojos de uno de esos incontables migrantes que a diario mira en su Tijuana, aquellos que tan solo esperan el segundo preciso en que el agente de la Patrulla Fronteriza volteé a mirar una estrella para poder saltar la barda.
Siente que aún en su diaria labor, como reportero de la fuente del Ayuntamiento, lidiando a diario con un Enzo Maestro empeñado en poner carne de deidad a en los rostros amodorrados de políticos mediocres, tiene demasiado por descubrir.

En su tesis ?Efectos colaterales de la Guerra de Ultramar?, el historiador militar A. Tabaoth, sostiene que los primeros alzamientos impulsados por las alas radicales en las playas de Muspelheim, cobraron víctimas entre los comerciantes y artesanos de las clases medias que ni siquiera eran ciudadanos del Imperio. Dado que en la zona del Puerto eran comunes las herrerías y las tiendas de artesanías, es probable que los sublevados hayan logrado hacerse d eun botín considerable de cuchillos y espadas de modelos diversos.
Aunque el Decreto de Emergencia Bélica publicado dos años antes prohíbía la comercialización de todo objeto punzocortante, advierte Tabaoth, es un hecho que el tráfico de artesanías jamás pudo ser controlado del todo. Es muy posible que por el encarecimiento que genera toda prohibición, los herreros vieran en la fabricación y tráfico de armas un negocio rentable.
Hasta los libros de texto oficiales, publicados por la Academia Imperial luego de un arduo proceso de censura, se advierte sobre la insistencia de la tradición popular de Muspelheim en hablar sobre una insurgencia que poseía armas que evidentemente estaban para entonces en desuso. Estas historias oficialistas hacen énfasis en la naturaleza supersticiosa de los cultos Zafra Burdak y sus derivados.
?Era un elemento común entre las masas supersticiosas e incultas el enaltecer la figura de sus héroes, añadiendo elementos de leyenda a sus actos. En la tradición de los seguidores del culto pagano conocido como Zafra Burdak, las armas antiguas tienen un profundo significado, pues evocan la gloria de los mercenarios de Muspelheim que dos siglos atrás participaron en las guerras del Litoral Sur?, señala textualmente uno de los libros de texto.
?En la época en que se dio el criminal asalto a la Clínica Austral, este tipo de armas existían sólo en los museos?, concluye el libro de texto.
En realidad, son cada vez menos los historiadores que se preocupan por indagar en torno al asalto y destrucción de la Clínica Austral.
Hoy en día, el pasaje apenas es recordado en el Imperio como un ejemplo de los niveles que puede alcanzar la bajeza e ingratitud de los pueblos bárbaros, incapaces de valorar el progreso que el Imperio les brindó.

Hay algo caminando a mi lado¿Será el hombre que sigue al Infierno?

En las borracheras navideñas las cervezas se íban vaciando entre uno y otro cuento de aventuras en la frontera.
Hebelio estaba acostumbrado. Después del Día de la Guadalupana, la paisanada empezaba a retornar a la cabecera del Ejido Tomás Urbina. Por los caminos de la sierra se miraban puros carros de placa gabacha, llenos de historias y disimulada nostalgia.
A partir de entonces y hasta el Día de Reyes las posadas se armaban en grande.

?En aquellos tiempos pasados tan lejanos que no existía nadie, pues nadie se animaba a existirlos por lo muy solitarios que eran para toda la gente?. Macedonio Fernández.

En mi biblioteca no hay un solo libro de Macedonio Fernández. Todo lo que he leído atribuible a su enigmática pluma son fragmentos, citas, palabras prófugas. Y sin embargo, he leído páginas y más páginas de escritores argentinos hablando en torno al mito de Macedonio Fernández.
Oficialmente, se sabe que Macedonio nació de junio de 1874 ?en el seno de una familia de ascendencia, materia y potencia hispana, con muchas generaciones de americano?.
Pero el mismo se encarga de sembrar dudas en torno a su propio origen: ?Nací porteño y en un año 1873?, le escribía a Gómez de la Serna, pero en Papeles de Recienvenido aclara que ?era en 1875, año de la revolución de 74?.

?Sólo de todo amor se aman quienes jugaron antes de amar?, dice Macedonio en su poema Elena Bellamuerte, dedicado a su mujer, Elena de Obieta.quien falleció en 1917, año en que inicia la enigmática peregrinación de ese escritor casi ágrafo por oscuras pensiones en donde iba dejando su obra papelitos. Esta manía es retratada por Piglia en La ciudad ausente, una novela tributo a Macedonio y en Formas breves, sin duda el mejor ensayo que he leído sobre la literatura argentina. ¿Qué tendría ese escritor casi ágrafo que fue capaz de inspirar tanto a Borges y a Piglia? Vaya, sin ir más lejos: Macedonio es el Morelli de Cortázar que aparece en Rayuela.
En Lugar común La Muerte, Tomás Eloy Martínez señala que ?todavía resulta extraño que un escritor tan venerado como Macedonio desconfiara tanto de la literatura. Sin duda puso todo el genio de que estaba dotado en la meditación y en la búsqueda de algunas revelaciones eternas y vació el resto en cuadernos y papelitos, sin importar que lo entendieran o que su prosa adoleciera de excesos de follaje?.
Leopoldo Marechal (el mismísimo Adán Buenosayres pues) comparó alguna vez el destino de Macedonio con el de una mariposa. Dijo que uno y otra emitían resplandores que se apagaban en el acto mismo de desaparecer y que en ambos estaba representada la fragilidad del Universo. Salvo porque la mariposa es extremadamente móvil y porque Macedonio convirtió la inmovilidad en una forma de comportamiento, la semejanza es perfecta. En los dos ninguna experiencia es comparable al placer de exisitir y nada fuera de ese placer se justifica: Ni el comercio, ni los tormentos del trabajo ni mucho menos, los libros.

En Monterrey existía ( ¿o existe?)un escritor que se llamaba Macedonio. No recuerdo su apellido y para ser honesto, nunca leí nada de él. Sin embargo, era un ser harto conocido que acabó por transformarse en leyenda. Viejo, gordo, desaliñado y putísimo por vocación. Yo solía encontrarmelo muchas veces caminando por la Macroplaza o de noche deambulando por las calles del Barrio Antiguo. Era el poeta maldito de los regiomontanos y aunque nunca leí un poema suyo, me se de memoria las negras leyendas que se narraban en torno a su persona. Que alguna vez comulgó por el culo, que fue llevado a leer sus textos a una reunión de damas de la alta sociedad regia que lo echaron a patadas escandalizadas por el nivel de sus blasfemias, que vivió muchos años en Nueva York, que era la oveja negra de una aristocrática familia etc, etc. La cuestión es que como nunca en mi vida he visto una foto de Macedonio Fernández, cuando pienso en el escritor argentino, me lo imagino con la cara y el cuerpo de Macedonio el regio. Imagen totalmente falsa, pues Macedonio el argentino era flaco como un anacoreta y Macedonio el puto era panzón. Pero así es esto de las imágenes literarias. Uno nunca puede gobernarlas y Macedonio Fernández, me parece un personaje más literario que real.

Ella sigue de viaje
Luis Felipe G. Lomelí
TusQuets

Por Daniel Salinas Basave

A veces esto del vicio por la lectura acarrea ciertos riesgos, sobre todo cuando se lee con cierto afán compulsivo y sin las pausas necesarias para la reflexión.
Cuando en un pequeño lapso de tiempo uno se sumerge en dos estilos, o diríase más bien vocaciones liteararias contrastantes, puede darse un corto circuito.
Dicho en términos gastronómicos, es algo así como tomar un vaso de leche al mismo tiempo que unos pepinos con chile y limón o un plato de aguachile acompañado por chocolate caliente.
El libro de relatos de Luis Felipe G. Lomelí ?Ella sigue de viaje?, cayó en mis manos al cabo de una semana en que por motivo de una presentación, estuve sumergido con particular intensidad en el último libro de Mario Bellatín.
Aún con la mente invadida por niños muertos, liebres dolientes, trasvestis filósofos y universales que se inyectan sangre infecta, me sumergí en historias de parejas que con o sin lágrimas, se dicen adios en un aeropuerto, o novios nostálgicos que añoran a su amada en un café.
Por ello tengo la sospecha de que mis comentarios sobre el libro de Lomelí adolescen en este momento de una terrible subjetividad condicionada en gran medida por el universo bellatiniano. Tal vez una segunda lectura sea distinta.
?Ella sigue de viaje? está conformado por doce relatos cortos, algunos francamente cortísimos, como es el caso del primero, ?El emigrante?, en donde Lomelí se da a la tarea de arrebatarle a Monterroso y a su dinosaurio el record del cuento más corto.
?¿Olvida usted algo?? . ? Ojalá?. No es un epígrafe, es el relato señores. Luego del aperitivo uno se sumerge en ?Dos acequias?, donde el autor juega con el ?slang? colombiano y mexicano para contarnos la primera historia de adioses y nostalgias.
?No me ignores? , una historia que aunque nos muestra otro disfraz, es cruda, angustiante y luego ?La sombra de los peces en la arena?, y la infinita soledad de los aeropuertos. ?Bastoncitos de caramelo? y la borgeana metáfora del laberinto llevada al largo viaje del metro Cuatro Caminos a Universidad en la Ciudad de México o el viaje sin retorno de un fracaso matrimonial montado en el tren del Rivotril de ?Abril está en otra parte?.
Punto fuerte del libro en el ?Cielo del Neuquén? y el infernal magnetismo de La Patagonia o el vacío ontológico de los puentes neoyorkinos en ?Nocturno de Brooklyn Bridge?.
?Ella sigue de viaje?, es un ir y venir de nostalgias desparramadas en estampas del continente americano y aderezadas por modismos idiomáticos locales con un ritmo prosísitco que por momentos toma termenda agilidad, pero que también abusa de sobrecargados afanes poéticos entre un exceso de nombres de mujer.
Narraciones que van de lo crudo a lo humorístico y que por momentos redundan en un romanticismo juvenil que coquetea con lo cursi (confieso que este último comentario está influido por una mente aún cargada por la oscuridad bellatiniana)
Pero con todo y eso, los de ?Ella sigue de viaje? me parecen buenos relatos, algunos francamente muy buenos.
Conocí a Luis Felipe Lomelí hace unos ocho años, en el taller de Don Rafael Ramírez Heredia y siempre me ha parecido un tipo astuto. La suya es una prosa inteligente, que por momentos se da el lujo de desparramar malicia literaria, aunque a veces lo traicionen párrafos inocentes. Es tal vez en ese contraste donde radica el encanto de este libro.

Tuesday, May 31, 2005

Mitos y realidades de la Feria del Libro

Mito 1- En la feria encontrarás libros raros, imposibles de conseguir o calientitas novedades editoriales recién salidas del horno que tardarán meses en llegar a las librerías de la ciudad.

Realidad: Vaya patraña. En la Feria del Libro encontrarás exactamente lo mismo que puedes encontrar cualquiera de los 365 días del año en las poquísimas librerías de la ciudad. Estoy más o menos al tanto de las existencias de todas las tiendas que se dedican a la venta de libros en Tijuana, desde librerías especializadas hasta supermercados, puestos callejeros o supermercados y les juro que en la Feria del Libro no encuentras nada distinto. Vaya, pongo un ejemplo: El nuevo libro de Vargas Llosa, el del ensayo sobre Los Miserables de Víctor Hugo, no lo vi en la Feria del Libro y sí en el Sanborns de La Ocho, que está a poquitos metros de ahí. Les cito el caso de Vargas Llosa por ser el ejemplo de un autor comercial en una editorial comercialísima como Alfaguara y que sin embargo no se tiene en existencia en la Feria y sí en Sanborns. Eso es ridículo.

Mito 2- En la feria encontrarás precios muy bajos.

Realidad: Mentira absoluta- Eso no mes de ahora, sino de siempre. Salvo los descuentos efectivos que manejan algunas librerías como es el caso de El Día, el resto de las ofertas son de lo más relativas y no existe un ahorro si lo comparas con lo que gastas cualquier día del año. Pero en cambio, sí encontrarás los ejemplares Anagrama o TusQuets más o menos novedosos arriba de 300 o 400 pesos


Mito 3- En la feria verás una buena cantidad de puestos de editoriales reconocidas o de librerías de otras partes del país y del mundo.

Realidad: Es muy fácil comprobar que más del 80% de los puestos establecidos en la Feria del Libro Tijuana son de librerías tijuanenses que puedes visitar los 365 días del año. Los foráneos, que son cada vez menos (ya no viene la fenomenal Librería del Artesano de Ensenada) ofrecen poco o nada. Digamos que es como si tuvieras a todas las librería de Tijuana (que son muy pocas) juntas en una sola calle.


Pero ojo, no es mi intención desacreditar sistemáticamente a la Feria del Libro de Tijuana. Al contrario, creo que es un gran esfuerzo de los libreros locales y que en la medida de sus enormes limitaciones, ha ido creciendo. Después de todo, la Feria del Libro es necesaria y funciona de manera acorde a la psicología de las masas. La gente común jamás compra libros, sin embargo, si un día le dices que hay una feria y que lo inn y lo cool es visitarla, es posible que vaya y que compre algo, sin saber que lo puede comprar al mismo precio cualquier otro día del año. El común de la gente sólo va a las librerías dos veces al año en promedio: En la Feria del Libro, únicamente por mitote y en agosto, cuando acuden a comprar los libros de texto de sus chilpayates, sin embargo en ese único mes en que las masas se vuelcan a las tiendas de libros, los compradores van con los ojos tapados como caballos y se limitan a entregar al empleado del mostrador la lista con los títulos que les encargó la escuela.
Pero bueno, justo es reconocer que se ha avanzado. La primera vez que acudí a la Feria del Libro en Tijuana fue en mayo de 1999, cuando yo era un recién llegado a esta ciudad. La feria consistía en ocho o diez miserables puestos distribuidos en el patio del Palacio Municipal. El escenario me pareció el colmo del patetismo. De entrada, creo que es un acierto mantener la feria en el Jai Alai. Es un bonito lugar. Además, con todo y las críticas que le pueda hacer, debo admitir que ya fui a la Feria del Libro y no salí con las manos vacías. Me compré El sobrino de Wittgenstein de Thomas Bernhard y Fantasmas de Paul Auster a un precio más que razonable en el puesto de Librería Sor Juana.


PD- Por cierto, lo mejor de la Feria del Libro, son sus discos. Ahí sí que encontré novedades. Resulta que me acerqué al puesto de discos que regenteaba un mexiquense y empecé a ver los títulos. Ya saben, las típicas porquerías de discos que suelen vender en librerías: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, canto nuevo, trova y pura mierda del estilo que en lo personal detesto. Ya estaba a punto de echar pestes y decirle al empleado que no todos los tipos que gustamos de la lectura sentimos atracción hacia los lamentos silviorodrigozos y los alucines de new age prehispánico cuando en eso mis ojos brillaron como si hubiera visto una mina de oro al final de la montaña. Al final del puesto había una muy respetable sección de puro Metal Europeo. A huevo. Pa pronto me compré el nuevo de los thrashers germanos de Kreator, Enemy of God, que en este momento retumba su agresividad extrema en mis oídos, pero me quedé con ganas de uno de los powermetaleros británicos de DragonForce. Confieso que ahí sí me sorprendió la feria.

Europa unida (De izquierdas, derechas y otras ficciones que se aman)

Es paradójico ver como los extremos políticos suelen tomarse de la mano y llevarse bien cuando se trata de opinar sobre ciertos temas. En lo que se refiere al tan cacareado tema de la negativa de Francia a la Constitución Europea, han salido a la superficie ciertos radicalismos en teoría opuestos que increíblemente están de acuerdo. La extrema izquierda y la extrema derecha, si es que aún existen o al menos en los términos que Roberto Bobbio lo entiende, están de acuerdo en su negativa a la Europa Unida. En casi todos los países europeos, los partidos conservadores de corte más tradicionalistas y las facciones socialistas, rechazan la idea de Europa como una gran nación.
Yo era un estudiante de preparatoria en los tiempos en que se empezó a hablar con insistencia sobre la Unión Europea. Estudiaba en aquel entonces en el Albatros, (plantel La Herradura Estado de México) y muchos de mis profesores me advertían que en el Siglo XXI Europa sería una superpotencia que haría temblar al Mundo.
No voy a darme a la tarea de matar a alguien de aburrimiento disertando sobre los pro y los contra de la Europa unida. Me limitaré a señalar que en mi personalísima y muy limitada experiencia, siento que la Europa Comunitaria le ha roto el hocico y el bolsillo a una buena cantidad de gente. He tenido la fortuna de viajar en cuatro ocasiones distintas a ese bello y viejo Continente. La primera en 1996, la última en 2004. En las tres anteriores aún no regía el Euro como moneda única y Europa me pareció un lugar de precios razonables, más caro que México, pero más barato que andar paseando por San Diego o San Francisco. La última vez que fui, ya con el Euro como amo y señor, Europa me pareció insoportablemente cara. Vi muchos más pordioseros que en ocasiones anteriores, más migrantes deambulando desempleados por los parques, precios inaccesibles en restaurantes y aparadores y sobre todo, mucha gente refunfuñando contra la Unión. Y es que fuera de la comodidad del pasaporte comunitario y de las ventajas que tienen los nacionales de países pobres de trabajar en países ricos, la Unión Europea ha tenido un parto complicado. Miles de ciudadanos de Europa del Este emigran a Londres o París en busca de trabajar legalmente, pero un cruel desempleo o una existencia de limosnero o practicante de economía subterránea es lo que les aguarda.

Pero bueno, esto de las derechas e izquierdas que se tocan no ocurre únicamente en el Viejo Continente. En Estados Unidos, en el cacareado debate sobre los migrantes, la extrema derecha estadounidense y cierta facción que podríamos identificar con saborcillo a izquierda (si es que de izquierda se puede hablar en ese país) son los más radicales opositores a los trabajadores migrantes. Por una parte, los estadounidenses conservadores, republicanos, defensores ultra de los valores W.A.S.P. son enemigos tradicionales de la migración (aunque la sirvienta de su casa suele ser mexicana) Pero en contraparte, tenemos a los ?working class heroes?, los líderes sindicales, los promotores de organizaciones obreras, típicamente demócratas, que son de los principales promotores del cierre de la frontera y la negación de los derechos más básicos a los indocumentados. En abril de 2001 fui a Washington DC dentro de un viaje para periodistas organizado por la Embajada de USA en México en donde hubo oportunidad de entrevistar a todo tipo de personajes relacionados con el tema de migración. Entonces me tocó conocer personalmente a líderes de uniones obreras que echaban pestes de los trabajadores migrantes y de la flexibilidad del gobierno para con ellos. Me explicaban que las conquistas laborales han costado mucho esfuerzo al trabajador estadounidense y consideran un escupitajo a su causa que la fuerza laboral venida del Sur de la Frontera sea capaz de vender su indocumentada mano de obra por un salario miserable.