Las escenas más simples de tu vida, sobre todo aquellas que derrochan ternura en medio de una amorosa modorra cotidiana, enseñan en algún pliego el imperceptible hilo negro de la sombra que les acecha. Mi mente pinta inocentes antesalas de hecatombes.
Cada cuadro de cotidianidad es una danza macabra. En día más luminoso se insinúa siempre la proximidad de una sombra. La risa desbordada y el goce inconsciente navegan lentos hacia su abismo. La parca yace al acecho en algún rincón del lienzo.
Un pedazo de piedra sobre La Danza de la Muerte de Hans Holbein (El joven) pretende recordarme que alguna vez creí caminar por el mismísimo centro neurálgico de la Historia, el sitio donde el planeta entero volcó sus emociones y su pánico, nuestro altar y nuestro espejo, las humeantes ruinas del futuro.
Cuadros medievales de niños danzando entre flores primaverales, días luminosos, un verano aferrado a insinuarse pleno, un desnudo azul sin nubes invasoras, y la Muerte, siempre la Muerte, tan modesta y tan de bajo perfil, inventándose una sombra a tu izquierda.
La respiración de la Muerte en la nuca inspiró los cuentos del Decamerón y los de las Mil y una noches. Cuando la vida revela su fragilidad y la arena del reloj se va consumiendo, la última astilla para conjurar un naufragio es narrar y transformar en palabra tu último aliento.
Los mil cuentos posibles yacen ahí, en la piedra bronca donde duermen las esculturas, en el flácido territorio límbico que aguarda su postergada revolución. Palabras vegetantes, palabras en estado de coma, palabras destinadas a la nada del neonato.
Wednesday, July 19, 2017
Sunday, July 16, 2017
5- La eternidad del altar sacrificial - Aún en la época más maquinal y utilitaria donde todo parece supeditado a los designios del mercado y la tecnología, pervive un primitivo y oscuro impulso ceremonial. Sergio González Rodríguez dimensionó como nadie el sentido ritual de no pocos crímenes. El segar una vida no es solamente un acto con fines prácticos, sino un ritual de sacrificio, un símbolo, una liturgia de sangre.
6- El criminal que vive en nosotros. No existe vacuna o conjuro que nos inmunice contra nuestros demonios interiores. Ante determinada alineación de quiebres, derrumbes y circunstancias tú mismo puedas ser el abominable criminal a quien tanto temes. Hay miles de potenciales monstruos que no tuvieron un escenario propicio para brotar. Otros se quedaron en el daño que pudieron causar con una navaja porque nadie puso en sus manos un AK-47. En cualquier caso esas bestias yacen en todas partes. Tú o yo podemos perfectamente ser una de ellas