Eterno Retorno

Wednesday, September 28, 2022

¿Libro o película?

 

¿Libro o película? El debate es añejo y casi siempre estéril, pero hay ocasiones en que el filme pierde por goleada contra la novela. Tal es el caso de Me estás matando Susana, que se queda apenas en un esbozo de Ciudades desiertas, una de mis novelas favoritas de José Agustín. Sí, ya sé que la película no es nueva, que salió hace unos cinco o seis años, pero yo apenas la vi ahora que la encontré en Netflix. Ciudades desiertas se presta a las mil maravillas para ser adaptada al cine. Vaya, no es una novela filosófica o conceptual que represente un crucigrama para el guionista y sin embargo, Me estás matando Susana se quedó cortísima. La verdad es que Gael carga en hombros todo el sentido de la película. Casi parece un monólogo.  El resto de los personajes son apenas sombras o pretextos. La actriz española que caracteriza a Susana está guapísima pero cae mal. Su interacción es mínima y resulta un tanto chocante. Cero chispa y simpatía. Una lástima, porque la novela de José Agustín precisamente comienza narrándote la historia desde el punto de vista de Susana: el ofrecimiento de la beca por parte de Gustavo Sainz, su llegada a Arcadia, la personalidad de cada uno de los becarios, su fallida noche con el israelí, su primer encuentro con el polaco. Ya después irrumpe la mirada de Eligio, que en la película es la única.  Habría sido mucho más rico que la película presentara los dos planos, pero aquí estamos hablando de Gael rodeado de unos cuantos extras que ni siquiera parecen tener nombre o personalidad como para ser considerados personajes. Por ejemplo, en la novela los becarios juegan su rol y tienen sus características propias, pero aquí se borran  por completo. Mucho menos entiendo   la omisión de la parte  road novel, que es sin duda la mejor, cuando Eligio se va con Irene viajando por freeways de todo el país desde Chicago hasta Nuevo México. También pienso que habría sido un acierto mostrar la época de la novela y no adaptarla a los tiempos actuales. La novela de José Agustín  transcurre en el primer periodo de Reagan en 1982, no en 2016.  Ciudades desiertas se prestaba a las mil maravillas para hacer una muy buena película, pero al final todo quedó  en una versión muy millenial de los personajes joséagustinianos y una adaptación  muy superficial y sesgada de una novela muy chingona. Lástima.

 

 


Monday, September 26, 2022

La de anoche fue mi séptima cita con Maiden. ¿Habrá una octava?

 


La de anoche en Chula Vista fue la séptima vez en mi vida que vi a Iron Maiden, después de un larguísimo ayuno de catorce años.  La sexta vez había sido en febrero de 2008 en Los Ángeles durante la histórica gira del Flight 666. Fue también mi primer concierto post-pandemia. La Doncella de Hierro forma y ha formado  parte de mi vida desde la temprana adolescencia. Vaya,  si el mundo de la música fuera el Olimpo griego, Maiden es el equivalente a mi Zeus; si fuera el Valhala sería Odín. Claro, en el mismo altar están Sabbath, Judas y Motorhead, pero la Doncella está en el centro. No fui a tomar una sopa de nostalgia ni a subirme a la máquina del tiempo, pues resulta que jamás he dejado de escuchar a esa banda (creo que nunca ha pasado una semana en mi vida sin que ponga un disco suyo).  Tampoco se trata de un regreso o una reunión, pues nunca se han ido ni han dejado de grabar discos y el último es simplemente chingón.

Sorprende la canija energía que derrocha la banda en el escenario. Vaya que sirve la vida sana y el haber vivido históricamente alejados de las drogas. Sus edades oscilan entre los 64 y los 70 años, pero no paran de correr por todo el stage, en especial Bruce Dickinson,  que salta, gira,  va y viene de arriba abajo conservando un grandísimo nivel de voz aún después del cáncer. Uno va a los conciertos como quien sigue ciertas liturgias y sacramentos. Algunas cosas son idénticas pero otras tienen variantes.  En los siete conciertos que los he visto,  hay tres rolas que jamás han faltado: The Trooper, The Number of the Beast y Iron Maiden. Anoche fue la primera vez que no escuché cantar 2 Minutes to Midnight. También la primera vez que Eddie irrumpe  desde la primera rola, ahora vestido de Samurái  gigante para representar fielmente la portada de Senjutsu, con toda la escenografía japonesa. También fue la primera vez que Aces High, una rola tradicional de apertura, fue elegida como cierre con el respectivo discurso de Churchill que me sigue y me seguirá emocionando. Es sin duda el concierto de Maiden con más producción que he visto. También el de boletaje y parafernalia más cara y aun así lleno a reventar. Un gusto compartir la experiencia con mi amigo Juan Carlos Ortiz, con quien he ido a los últimos tres conciertos de la Doncella. Pero claro, extrañamos al Octavio (que se fue a Monterrey al Metal Fest), al Tizoc y al Neto que nunca faltaban a las citas maidenianas. Un gran fin de semana para la música. De esas veces que me habría gustado partirme en tres: Helloween y Hammerfall en CDMX, Metal Fest en Monterrey con un cartelazo que incluyó a los cuatro grandes del Thrash germánico, además de  Mayhem, Dismember y una buena cofradía. La vida sería muy aburrida sin Metal. La de anoche fue mi séptima cita con Maiden. ¿Habrá una octava?



Sunday, September 25, 2022

La cofradía del machete


 

Desde hace algunas semanas irrumpió en los semáforos tijuanenses la hermandad del machete. Iker y yo descubrimos al primero de ellos a finales del mes pasado en el crucero de Sánchez  Taboada  y Antonio Caso. El performance consiste en arrojar cuatro machetes y hacerlos girar en el aire. Nada sencillo el numerito. Los espectáculos urbanos son cada vez más complejos. Pocos días después vimos a un  par de macheteros en diferentes esquinas de  la calle Segunda y luego uno más en la glorieta de las Tijeras. Pienso que se trata de una cofradía, porque  en los cuatro distintos puntos en que los hemos visto los machetes son idénticos. Son fáciles de reconocer porque todos tienen el mango naranja. También el performance es el mismo, aunque hay unos ejecutantes  más hábiles que otros. Me puse a pensar entonces en cómo será la historia de sus vidas. ¿De dónde vienen? ¿Cómo llegaron? ¿De qué manera eligen o se reparten los semáforos? ¿Se reúne la cofradía del machete al caer la noche? ¿Comparten vivienda o refugio? La calle y sus leyes, aparentemente caóticas,  pero acaso más organizadas que esa gran simulación llamada economía formal. Qué circo es esta ciudad, diría la Maldita Vecindad ¿Cuántas  vidas transcurren bajo un semáforo? El pavimento hierve, el pavimento  palpita. Salir a la calle implica mirar una batalla a brazo partido por obtener un par de monedas. Un día sus miradas cruzarán por menos de dos segundos. Le darás una moneda y escucharás el “que Dios lo bendiga” y un día, simplemente, desaparecerán como si tal cosa. Dejarás de verlos y alguien más ocupará su sitio y en algún lugar las machetes seguirán girando, la calle seguirá ardiendo y la vida seguirá fingiendo tener algún sentido e ir con prisa hacia alguna parte.