Murió Alex DePue, el moderno Paganini
Ayer en la madrugada, en el kilómetro 63 de la carretera
escénica Tijuana-Ensenada murió Alex DePue, un talentosísimo violinista
estadounidense. Conocido como The Fiddler, el Moderno Paganini solía hacer un
creativo dueto con el guitarrista Miguel de Hoyos, tío de Carol. Guitarra y
violín se coordinaban en vertiginosa armonía. La noche anterior a su muerte había
tocado en San Diego. Sobre el accidente solo se sabe que fue una volcadura cuya
causa es aún indeterminada. No había alcohol de por medio. Como siempre, muchas
más dudas que certezas hasta que se emita el parte oficial de defunción y hasta ahora solo medios estadounidenses han
hecho eco de la muerte del talentoso músico. Dentro del carro destrozado yacían
dos violines. Horas antes había tocado su último concierto. La única certidumbre es que hemos perdido a un
virtuoso.
Por cierto, DePue no fue ayer el único muerto en esa
carretera. Ayer Carol manejaba rumbo a
la oficina y a la altura de Puerto Nuevo vio un fatal accidente que acababa de
ocurrir pocos minutos antes. Un Honda
azul yacía prensado y en su interior dos cadáveres que Carol alcanzó a ver. Piloto
y copiloto, despedazados y sangrantes. Tan fuerte fue el impacto que ni
siquiera las bolsas de aire y el cinturón de seguridad fueron suficientes para
salvarles la vida. En un portal rosaritense de noticias se dijo que uno de los muertos
era DePue, pero la información es inexacta. El violinista murió horas antes en
otro accidente en esa misma carretera, muy cerca de donde está la célebre Casa
del Diablo.
Lo cierto es que a la muerte sinfín de la narcoguerra y
el crimen desorganizado, debemos sumar las ordinarias tragedias de nuestra hermosa
carretera en donde transcurre nuestra vida cotidiana. Es una de las autopistas
más hermosas de México pues la vista panorámica del Pacífico es impresionante,
pero también de las más mortíferas. En la carretera federal y sobre todo en la
libre la muerte está a la orden del día. Además de los choques y volcaduras,
hay accidentes provocados por los modernos salteadores de caminos que ponen
objetos en medio del pavimento o disparan a las llantas de los carros para
asaltarlos, aunque la autoridad se aferre a negarlo. Por esa carretera vamos y
venimos todos los días y si algo aprendimos en Mulegé, es que en una fracción
de segundos tu vida literalmente se vuelca al vacío.
La fatalidad está a la orden del día en este enero de
navaja tan afiliada
Un ventarrón de Santa Ana frío sopla desde la madrugada
arrastrando objetos y bultos por las calles. Más de 110 homicidios en lo que va
del mes tan solo en Tijuana, dos periodistas ejecutados por la espalda, los hospitales públicos otra vez infestados, Ucrania
y Rusia en pie de guerra y por si fuera poco ayer arrollaron a un pobre gato frente a
nuestra casa. The Triumph of the Death mandan decir Pieter
Bruegel y Hellhammer. Vale
la pena tener a la Muerte como consejera recomienda Don Juan Matus, porque
siempre va caminando a nuestro lado, cada vez más cerquita, hasta que nos toca
el hombro.
“Un cóncavo minuto del espíritu
Que una noche impensada
al azar y en cualquier escenario irrelevante
-en el terco repaso de la acera
en el bar entre dos amargas copas
o en las cumbre peladas del insomnio
ocurre, nada más madura, cae sencillamente
como la edad, el fruto y la catástrofe”
José Gorostiza, Muerte sin fin
(Historia triste, diría Eskorbuto).