Eterno Retorno

Tuesday, January 31, 2006

DK

Con toda la modorra que puede uno cargarse un domingo por la tarde luego de comer deliciosamente y beber un Casillero del Diablo Malbec, me lancé a San Diego al concierto de los Dead Kennedys.
Mi cuerpo en ese momento me pedía casa, un poco de más vino y cama tempranera, pero mi colega Juan Carlos Ortiz tuvo a bien comprarme boleto para dicha tocada con bastante tiempo de anticipación y no me sentí con capacidad de desairar la invitación. Si a mis 16 o 17 años de edad me hubieran dicho que tocaban los Kennedys, sin duda hubiera sido capaz de acampar tres días afuera del concierto con tal de conseguir una entrada. 15 años después, me encontraba modorro e indeciso. La gente cambia al llegar a la edad adulta. Sin embargo, sacando fuerzas de flaqueza, emprendí camino rumbo a la vecina ciudad.
Así las cosas, luego de una hora de línea y veinte minutos de Free Way llegamos al House Blues de San Diego.

Debo confesar que albergaba serias y terribles dudas sobre la calidad del recital que me disponía a escuchar, máxime porque la versión Siglo XXI de los Dead Kennedys no incluye a Jello Biafra en la alineación.
Carajo ¿Se puede habla de los Kennedys muertos sin Biafra? Para mí esa banda era prácticamente el proyecto de un solo hombre y tres ayudantes, así que me resultaba inconcebible la idea de verlos con otro cantante.
La cuestión es que abusando de la jurisprudencia norteamericana, los otros integrantes de la pandilla le ganaron un juicio a Biafra y se quedaron con el nombre y las canciones de la banda. Aunque Biafra es el creador del nombre, el concepto, las letras e incluso el dueño de la compañía disquera (Alternative Tentacles) la jurisprudencia determinó que como el tipo no es músico, no ejecuta ningún instrumento y no participa en la composición musical de las rolas, no tiene derecho al nombre.

Ganado el juicio, los Kennedys se reunieron con un jovencísimo cantante que se hace llamar Jeff Penalty y que tiene la mitad de la edad de los Kennedys originales, mientras que Biafra se dedica a dar monólogos políticos por el mundo en donde despotrica contra Bush de la misma forma que hace 20 años despotricaba contra Reagan.

A las 10:30 de la noche, tras un par de tamaños vasotes de Samuel Adams, me encontraba bastante más en ambiente y con el ánimo dispuesto para el recital.
Viejos punks cuarentones prófugos de mil batallas y una buena horda de quinceañeros de pelos pintados marca Green Day y Offspring infestaban el sitio. A ellos hay que añadir la típica fauna californiana indefinida que lo mismo puedes ver en un concierto de Slayer que de los Beach Boys.

Musicalmente, los Kennedys cumplieron el compromiso de prenderme y arrancarme de la modorra. Mi admiración por ese grupo se basaba en gran medida en lo radical de su compromiso político y en la sarcástica acidez de sus letras. El domingo descubrí que musicalmente son tipos originales, creativos y hasta me atrevería a decir virtuosos. Que bajo señores. Cómo me acordaba de mi hermano Adrián ante las traqueteantes entradas bajeras. Police truck, Too drunk to fuck, Religious vomit, Nazi punk fuck off, MTV Get Off the Air, Uberallies California (dedicada con todo cariño a Arnold el Governator) y la infaltable Holly Day Inn Camboia fueron capaces de arrancarme un poco de espíritu adolescente y ponerme a slamear un rato. Eso sí, el sonido del House of Blues son palabras mayores, Mucha razón tiene mi amigo PG Beas cuando me dice que en cuestión sónica es el mejor antro de San Diego y perdón por la odiosa comparación, pero se lleva de calle a 4&B y Brick by Brick.

Tal vez Biafra tuvo razón cuando el Bed Time for Democracy dejó a manera de testamento esta lapidaria frase: El punk no ha muerto, pero merece morir.

Hace 20 o 25 años las letras de los Kennedys trataban de infundir conciencia en la juventud punketa y hacerles ver que la cosa iba más allá de tocadas, slam y cervezas. En ese entonces Ronald gobernaba Estados Unidos, Jerry Brown gobernaba California, el FBI perseguía a los Kennedys y el Imperio invadía Libia y Granada.

Como suele suceder, la cultura y la subversión fueron un arsenal de palabras desperdiciadas y un desfile de intenciones que pronto fueron a la tumba. 20 años después Bush gobierna USA, Arnold Governator manda en California y los Estados Unidos son más represivos y dictatoriales que en la peor pesadilla de Biafra. Pero nos queda eso de lo que tanto abominaron los Kennedys: La música, las cervezas, el slam, el buen rato para pasar con los amigos y disfrutar la noche, que mañana será otro día y hay que ir a trabajar, a seguir alimentando este sistema o a jurar que medio lo cambiamos desde adentro, mientras en los audífonos los Kennedys, Crass y La Polla nos recuerdan que hace 15 años creíamos en la posibilidad de un planeta más libre.



Zona de desastre

No se ustedes, pero en casa somos seres chapados en el orden. Basta mover unos cuantos muebles de lugar, desparramar un poco de escombro, meter unos cuantos trabajadores a nuestro cuarto y darle una revolcadita a nuestro nido para que el Universo se venga abajo.

Desde hace una semana la casa no es la misma y el hogar no es dulce hogar. Resulta que hace un año y medio, envíe una carta a la inmobiliaria que nos vendió la casa exigiendo la reparación de una serie de pequeños desperfectos como goteras y grietas. Resignado a que mi furiosa carta había terminado debidamente archivada en el bote de la basura, un año y medio después se presentan unos albañiles a decirme que vienen a reparar los desperfectos de nuestra casa y que la inmobiliaria paga. Perfecto, más vale tarde que nunca, a cumplir con su obligación se ha dicho. La cuestión es que tardaron un año y medio en responderme y estoy sospechando que tardarán otro año y medio o dos más en terminar su labor que avanza a paso de tortuga. La casa está patas arriba y estos tipos no tienen pa cuando. A ello se agrega que hemos contratado un trabajador, el super eficiente y todo poderoso Lalo, para que nos termine de concretar el proyecto del patio, planeado por Carolina hace más de dos años y que por angas o mangas aún no hemos podido llevar a feliz término Así las cosas, el hogar Salinas- Cabello se ha transformado en una zona de obras.

Por cierto, ni siquiera he narrado en este espacio que hace unos cuantos días Carolina despertó diciendo que deseaba tener una sala nueva ¿Saben ustedes qué pasó? Que esa misma tarde fuimos a una mueblería y compramos la sala. El gusto de mi mujer es excelente (salvo por el tipo tan feo que escogió como marido) y tiene una visión de decoradora profesional para poner los cuadros, las flores y los muebles en perfecta simetría para crear una atmósfera perfecta. Confío en que cuando nuestro hogar deje de ser una zona de obras, será aún mucho más disfrutable de lo que ya era. Pero por lo pronto, los trabajadores son amos y señores del espacio.


GYM

Me han regalado una membresía para el gimnasio más fresa de Tijuana. Un buen colega del trabajo, que sin duda se impresionó de ver los estragos que hizo en mi cuerpo tanta cerveza Noche Buena, ha tenido a bien hacerme este obsequio que me permite ahorrarme una mensualidad de 80 dólares al mes. Así las cosas, desde hace una semana he estado acudiendo religiosamente a hacer rutinas cardiovasculares. Hace más de ocho años que no estaba inscrito a un gimnasio. Eso sí, toda mi vida y hasta la fecha he caminado como un autómata y mis píes han recorrido cientos o quizá miles de kilómetros andando a píe por las calles de Tijuana. Pero esto del Gym son palabras mayores. Poner a sudar este cuerpo acarreó una buena dosis de sufrimiento y sacrificio, sin embargo debo admitir que me siento muy bien. El cuerpo se hizo para moverse y la realidad es que con el ejercicio me siento bastante más vital y menos cansado. Eso sí, el gimnasio al que acudo no deja mostrarme a cada momento las graciosas costumbres de la burguesía tijuanense. Más del 60% de la clientela son doñas de la Chapultepec y Playas que doy por hecho no realizan trabajo manual ni deben laborar para vivir. Tienen todo el tiempo del mundo y el gimnasio es la pasarela perfecta para lucir los pants de última moda en San Diego. Un gimnasio es pura y vil herencia greco-romana. Un templo del narcisismo en estado puro y un lugar de convivencia y ligue. Yo, hosco y hostil como suelo ser, hago mis rutinas sin intercambiar palabras con nadie. Las caminadoras, las escaladoras y las bicicletas tienen televisión, así que puedo ver partidos de futbol mientras quemo calorías. Excelente. En lugar de ir a un bar a ver partidos mientras engordo vaciando cervezas, ahora podré seguir el Mundial y la Champions mientras le doy mate a las calorías y la grasa. Claro, no deja de ser simpático el hecho de que este gimnasio tenga elevador. Lo más chistoso es que la mayoría de la gente lo usa. Se supone que vas ahí a desparramar litros de sudor, pero no eres capaz de subir tres pisos por las escaleras. Y es que subir escaleras, al igual que caminar, les resulta muy proletario a esta gente.